EUFORIA
Aquí gaviota
vela,
aquí conmigo,
luz en canto
recién amanecido;
dame verde tu aliento
rama trino,
soñolencia
limón
bostezo hiedra;
embiste mar,
embiste mis pupilas
y en ritmo azul
adéntrate en mis venas,
ola tras ola
y siempre
lejanía,
apetencia, voraz
de despedida,
pero también de rubia resolana,
de sol adolescente y marinero,
de modorra desnuda,
aquí, en la playa,
-de espalda femenina
y asoleada-,
sexual azul remanso,
vuelo espuma,
horizonte, horizonte,
y humareda
-algosa cabellera
en el recuerdo-
junto al fervor devoto de los pinos,
azul, ellos también,
ya casi cielo,
y de cuanto es sustancia
y es entrega,
milagro permanente,
brisa, piedra,
cadencia de rompiente
en la escollera…
y en mí -¡ya para siempre!
hasta la médula.
OLIVERIO GIRONDO
Argentina-1891
De “Poemas no reunidos en volumen”
ESTA LUZ QUE SUSCRIBO
Esto que suscribo
nace
de mis viajes a las inmovilidades del pasado. De la seducción
que me causa la ondulación del fuego
igual
que a los primeros hombres que lo vieron y lo sometieron
a la mansedumbre de una lámpara. De la fuente
en donde la muerte encontró el secreto de su eterna juventud.
De conmoverme
por los cortísimos gritos decapitados
que emiten los animales endebles a medio morir.
Del amor consumado.
desde la misma lástima, me viene.
Del hielo que circula por las oscuridades
que ciertas personas echan por la boca sobre mi nombre. Del centro
del escarnio y de la indignación. Desde la circunstancia
de mi gran compromiso, vive como es posible
esta luz que suscribo.
ROBERTO SOSA
Honduras-1930
DOS ÁNGELES
No tengo solo un Ángel
con ala estremecida:
me mecen como al mar
mecen las dos orillas
el Ángel que da el gozo
y el que da la agonía,
el de alas tremolantes
y el de las alas fijas.
Yo sé, cuando amanece,
cuál va a regirme el día,
si el de color de llama
o el color de ceniza,
y me les doy como alga
a la ola, contrita.
Solo una vez volaron
con las alas unidas:
el día del amor,
el de la Epifanía.
¡Se juntaron en una
sus alas enemigas
y anudaron el nudo
de la muerte y la vida!
GABRIELA MISTRAL
Chile-1889
De “Tala”
LA LUZ CAÍDA DE LA NOCHE
vierte esfinge
tu llanto en mi delirio
crece con flores en mi espera
porque la salvación celebra
el manar de la nada
vierte esfinge
la paz de tus cabellos de piedra
en mi sangre rabiosa
yo no entiendo la música
del último abismo
yo no sé del sermón
del brazo de hiedra
pero quiero ser del pájaro enamorado
que arrastra a las muchachas
ebrias de misterio
quiero al pájaro sabio en amor
el único libre.
ALEJANDRA PIZARNIK
Argentina-1936
FUE UNA ALEGRÍA...
Fue una alegría de una sola
vez,
de esas que no son nunca más iguales.
El corazón, lleno de historias tristes,
fue arrebatado por las claridades.
Fue una alegría como la mañana,
que puso azul el corazón, y grande,
más comunicativo su latido,
más esbelta su cumbre aleteante.
Fue una alegría que dolió de tanto
encenderse, reírse, dilatarse.
Una mujer y yo la recogimos
desde un niño rodado de su carne.
Fue una alegría en el amanecer
más virginal de todas las verdades.
Se inflamaban los gallos, y callaron
atravesados por su misma sangre.
Fue la primera vez de la alegría
la sola vez de su total imagen.
Las otras alegrías se quedaron
como granos de arena ante los mares.
Fue una alegría para siempre sola,
para siempre dorada, destellante.
Pero es una tristeza para siempre,
porque apenas nacida fue a enterrarse.
MIGUEL HERNÁNDEZ
España-1910
De “Poemas sociales, de guerra y de
muerte”
CONOCIMIENTO
El hombre solo, solo a la fuerza
porque tiene una gran voluntad
-me las aguanto y listo-
hace llamadas telefónicas
se deja caer voluminoso
seguramente en una cama
un diván
un suelo querido por él
por ellos.
Todos los cuentos son iguales.
La mujer sola se tiende antes de sonreír
examina sus ropas
su cuerpo disponible.
No habla. Aprieta sus piernas con dolor.
Cada cual a lo suyo como pueda
la calle a la calle
el hombre al hombre y basta.
Si te propongo el cielo no me creas.
Dame un beso ahora
luego hablamos.
El hombre solo muere de bronca un día
y nadie sabe.
La mujer sola sonríe desde hace mucho tiempo.
No habla. Aprieta sus piernas con dolor.
MIGUEL OSCAR MENASSA
Argentina-1940
De 22 Poemas
y La Máquina Electrónica
o Como Desesperar a los Ejecutivos
EL MUSGO EN LOS HOGARES
Hay un aire letárgico en las casas,
como el que hay en los nichos bajo los pies de las estatuas,
o en el raso de un cofre lleno de ajadas flores y cabellos.
El aliento ennegrece los objetos;
las paredes donde el viento del oeste golpea con sus
calientes cuerdas;
los lechos, las cortinas de plegada cintura...
Es que tal vez, bajo los pisos, hay alguien de insondable
cabeza que nuestros pies despiertan, resonando,
mientras el día gira penetrando a morir en las más tristes
luces.
Henos aquí. La mesa ha sonado su blanco mantel y nos
reúne.
Aún galopa el estío jadeando ante las celosías,
con sus pasos envueltos en hirviente humedad.
Aquí están mis manos. Nuestros diálogos;
el ritual alimento sobre la piel del mediodía;
las cosas dirigidas a su tranquilo perecer,
en tanto suenan los cuchillos cada vez más opacos,
hasta que se confundan con un golpe de tierra sobre
la eternidad.
A veces, el océano pasa rozando las habitaciones
como un mendigo de terrible voz,
y hasta mis uñas quieren huir.
Pero aún estamos juntos entre las copas y los muebles
donde la sangre gotea,
reunidos en la ternura cuando las hojas vacilan,
aquí, como lobos retraídos,
o gentes que ya conocen su sabor.
Pero cuando los techos se sacuden, tocados de súbito
por mortuorios cielos,
y los platos se desmenuzan al compás de esos fúnebres sones
que nadie quiere oír,
nos miramos todavía sonriendo y nos contamos en
silencio...
Somos todos aún: nadie ha partido a ser el que se nombra
sollozando,
ya todo de vapor, con un traje vacío
donde se secan lágrimas, claveles...
ENRIQUE MOLINA
Argentina-1910
De “Las cosas y el delirio”