EL CÁNTICO DEL ESCLAVO
(fragmento)
Cautivo mísero
gimo humillado.
Ni aun tristes súplicas
puedo exhalar.
Un amo rígido
por cualquier culpa
mi sangre y lágrimas
hace brotar.
¡Maldición sobre el
fiero homicida
que el primero humilló
a sus iguales!
¡Maldición sobre
aquellos mortales
que cual dioses
pretenden mandar!
¿Quién al hombre le ha
dado derecho
de vender y comprar a
los hombres,
y, entregando al oprobio
sus nombres,
con la infamia su frente
sellar?
Amo injusto, mi espalda
desnuda
tú con vara de hierro
golpeas
y en mi amarga
aflicción te recreas,
desoyendo mi trémula
voz.
¿Corre acaso otra sangre
en mis venas?
¿Soy de especie distinta
y natura?
¡Es la imagen de Dios,
es su hechura
la que ultrajas!, ¡oh
dueño feroz!
[...]
Ved al hombre que libre
se llama
cómo eleva a los cielos
la frente;
cómo el digno
entusiasmo que siente
se refleja en su voz
varonil.
Al mirarle de cólera
ardiendo
y entre envidia luchando
y enojos,
me parece que insultan
sus ojos
a mi estado abatido y
servil.
Oigo al punto una voz
que me grita:
«Eres hombre, eres
libre, eres fuerte,
y a quien nunca temor
dio la muerte,
nunca, nunca en cadenas
gimió.
No hay ninguno que deba
oprimirnos
aunque ocupe el dosel de los reyes.
Para hacernos esclavos
no hay leyes;
libres Dios a los
hombres creó».
Fuego volcánico
mi pecho inflama;
ya no soy tímido,
soy un león.
Dueño tiránico,
libertad dame,
o rompo, ¡oh pérfido!,
tu corazón.
FERNANDO CORRADI
España-1808
EN LOS ECOS DEL ÓRGANO
O EN EL RUMOR DEL VIENTO
En los ecos del órgano o
en el rumor del viento
en el fulgor de un astro
o en la gota de lluvia,
te adivinaba en todo y
en todo te buscaba sin
encontrarte nunca.
Quizás después te ha
hallado, te ha hallado
te ha perdido
otra vez, de la vida en
la batalla ruda,
ya que sigue buscándote
y te adivina en todo
sin encontrarte nunca.
Pero sabe que existes y
no eres vano sueño
hermosura sin nombre,
pero perfecta y única;
por eso vive triste,
porque te busca siempre
sin encontrarte nunca.
Yo no sé lo que busco
eternamente
en la tierra, en el aire
y en el cielo,
yo no sé lo que busco,
pero es algo
que perdí no sé cuándo y
que no encuentro,
aun cuando sueñe que
invisible habita
en todo cuanto toco y
cuento veo.
Felicidad, no he de
volver a hallarte
en la tierra, en el
aire, ni en el cielo,
¡aun cuando sé que
existes
y no eres vano sueño!
ROSALÍA DE CASTRO
(España-1837)
De "En las orillas
del Sar"
EL VENDEDOR DE NARANJAS
Muchachuelo de brazos
cetrinos
que vas con tu cesta,
Rebosando naranjas
pulidas
De un caliente color
ambarino;
Muchachuelo que fuiste a
las chacras
Y a los árboles amplios
trepaste
Como yo me trepaba
cuando era
Una libre chicuela
salvaje:
Ven acá, muchachuelo; yo
ansío
Que me vuelques tu cesta
en la falda.
Pide el precio más alto
que quieras.
¡Ah, qué bueno el olor a
naranjas!
A mi pueblo distante y
tranquilo,
Naranjales tan prietos
rodean,
Que en Agosto semeja de
oro
Y en diciembre de
azahares blanquea.
Me crié respirando ese
aroma
Y aún parece que corre
en mi sangre.
Naranjitas, pequeñas y
verdes,
Siendo niña, enhebrada
en collares.
Después, lejos llevóme
la vida.
Me he tornado tristona y
pausada.
¡Qué nostalgia tan honda
me oprime
Cuando siento el olor a
naranjas"!
Si a otro pago muy lejos
del tuyo,
Indiecito, algún día te
llevan,
Y no eres feliz, y
suspiras
Por volver a tu vieja
querencia,
Y una tarde en un soplo
de viento
El sabor a tus montes te
asalta,
¡Ya sabrás, indiecito
asombrado,
Lo que es la palabra
"nostalgia"!
JUANA DE IBARBOUROU
Uruguay-1895
De
“Raíz salvaje”
LA VELADA
La cena ha terminado:
legumbres, pan moreno
y uvas aún lujosas de
virginal rocío...
Rezaron ya. La luna
nieva un candor sereno
y el lago se recoge con
lácteo escalofrío.
El anciano ha concluido
un episodio ameno
y el grupo desanúdase
con un placer cabrío...
Entre tanto, allá fuera,
en un silencio bueno,
los campos demacrados
encanecen de frío.
Lux canta, Lidé corre.
Palemón anda en zancos.
Todos ríen... La abuela
demándales sosiego.
Anfión, el perro,
inclina, junto al
anciano ciego,
ojos de lazarillo,
familiares y francos...
Y al son de las castañas
que saltan en el fuego
palpitan al unísono sus
corazones blancos.
JULIO HERRERA Y REISSIG
Uruguay-1875
De
"Los éxtasis de la
montaña"
VINO. DEJÓ LAS ARMAS
Vino. Dejó las armas,
las garras, la maleza.
La suavidad que sube,
la suavidad que reina
sobre la voz, el paso,
sobre la piel, la
pierna,
arrebató su cuerpo
y estremeció sus
cuerdas.
Se consumó la fiera.
La noche sobrehumana
la sangre ungió de
estrellas,
relámpagos, caricias,
silencios, besos, penas.
Memoria de la fiera.
Pero al venir el alba
se abalanzó sobre ella
y recobró las armas,
las garras, la maleza.
Salió. Se fue dejando
locas de amor las
puertas.
Se reanimó la fiera.
Y espera desde entonces
hasta que el hombre
vuelva.
MIGUEL HERNÁNDEZ
España-1910
De
"Cancionero y romancero
de ausencias"
EL MAR LIGERO
El mar castiga el clamor
de las botas en seco
que pasan sin miedo de
pisar a los rostros,
a aquellos que besándose
sobre la arena lisa
toman formas de conchas
de dos en dos cerradas.
El mar bate sólo como un
espejo,
como una ilusión de
aire,
ese cristal vertical
donde la sequedad del
desierto
finge un agua o un rumor
de espadas
persiguiéndose.
El mar, encerrado en un
dado,
desencadena su furia o
gota prisionera,
corazón cuyos bordes
inundarían al mundo
y sólo pueden contraerse
con su sonrisa o límite.
El mar palpita como el
vilano,
como esa facilidad de
volar a los cielos,
aérea ligereza de lo que
a nada sustenta,
de lo que sólo es
suspiro de un pecho
juvenil.
El mar o pluma
enamorada,
o pluma libertada,
o descuido gracioso,
el mar o pie fugaz
que cancela el abismo
huyendo con un cuerpo
ligero.
El mar o palmas frescas,
las que con gusto se
ceden en manos de las
vírgenes,
las que reposan en los
pechos olvidadas del
hondo,
deliciosa superficie que
un viento blando riza.
El mar acaso o ya el
cabello,
el adorno,
el airón último,
la flor que cabecea en
una cinta azulada,
de la que, si se
desprende, volará como
polen.
VICENTE ALEIXANDRE
España-1898
De “La destrucción o
el amor”
EL SECRETO
Se adoran.
Timo atiende solícita al
gobierno
de su casuca blanca.
Bion a sus pocas reses.
Y bajo la tutela de días
sin reveses,
Amor retoza y medra como
un cabrito tierno.
Con casta dicha, Timo,
en el claustro materno,
siente latir un nuevo
corazón de tres meses...
Y sueña, en sus oscuros
arrobos montañeses,
que la penetra un rayo
del Dinamismo Eterno.
Ante el amante, presa de
ardores purpurinos,
se turba y el secreto
tiembla en sus labios
rojos:
huye, torna, sonríe, se
oculta entre los
pinos...
Bion calla, pero apenas
descifra sus sonrojos
la estrecha, y en un
beso pone el alma en sus
ojos
donde laten los últimos
ópalos vespertinos.
JULIO HERRERA Y REISSIG
Uruguay-1875
De "Los
éxtasis de la montaña"
CALLE DE LAS SIERPES
A D. Ramón de la Serna
Una corriente de brazos
y de espaldas
nos encauza
y nos hace desembocar
bajo los abanicos,
las pipas,
los anteojos enormes
colgados en medio de la
calle;
únicos testimonios de
una raza
desaparecida de
gigantes.
Sentados al borde de las
sillas,
cual si fueran a dar un
brinco
y ponerse a bailar,
los parroquianos de los
cafés
aplauden la actividad
del camarero,
mientras los limpiabotas
les lustran los zapatos
hasta que pueda leerse
el anuncio de la corrida
del domingo.
Con sus caras de
mascarón de proa,
el habano hace las veces
de bauprés,
los hacendados penetran
en los despachos de
bebidas,
a muletear los
argumentos
como si entraran a
matar;
y acodados en los
mostradores,
que simulan barreras,
brindan a la
concurrencia
el maura disecado
que asoma la cabeza en
la pared.
Ceñidos en su capas,
como toreros,
los curas entran en las
peluquerías
a afeitarse en
cuatrocientos espejos a
la vez,
y cuando salen a la
calle
ya tienen una barba de
tres días.
En los invernáculos
edificados por los
círculos,
la pereza se da como en
ninguna parte
y los socios la ingieren
con churros o con
horchata,
para encallar en los
sillones
sus abulias y sus
laxitudes de fantoches.
Cada doscientos cuarenta
y siete hombres,
trescientos doce curas
y doscientos noventa y
tres soldados,
pasa una mujer.
OLIVERIO GIRONDO
Argentina-1891
De “Calcomanías"
CAMINATA
Olorosa como un mate
curado
la noche acerca agrestes
lejanías
y despeja las calles
que acompañan mi
soledad,
hechas de vago miedo y
de largas líneas.
La brisa trae
corazonadas de campo,
dulzura de las quintas,
memorias de los álamos,
que harán temblar bajo
rigideces de asfalto
la detenida tierra viva
que oprime el peso de
las casas.
En vano la furtiva noche
felina
inquieta los balcones
cerrados
que en la tarde
mostraron
la notoria esperanza de
las niñas.
También está el silencio
en los zaguanes.
en la cóncava sombra
vierten un tiempo vasto
y generoso
los relojes de la
medianoche magnífica,
un tiempo caudaloso
donde todo soñar halla
cabida,
tiempo de anchura de
alma, distinto
de los avaros términos
que miden
las tareas del día.
Yo soy el único
espectador de esta
calle;
si dejara de verla se
moriría.
(Advierto un largo
paredón erizado
de una agresión de
aristas
y un farol amarillo que
aventura
su indecisión de luz.
También advierto
estrellas vacilantes.)
Grandiosa y viva
como el plumaje oscuro
de un Ángel
cuyas alas tapan el día,
la noche pierde las
mediocres calles.
JORGE LUIS BORGES
Argentina-1899
De "Fervor
de Buenos Aires
¡MÍSTER, NO!
Cuando el pueblo de
Martí,
frente a los gringos se
irguió,
altanero dijo: -No,
donde ellos dijeron:
-Sí.
El yanqui, en su
frenesí,
con ese pueblo rompió;
mas repite el pueblo: -
No,
en vez de decirle: -Sí,
-Míster, no.
Nuestro cielo azul
turquí
un avión yanqui manchó,
pero el viento dijo:
-No,
cuando el avión, dijo:
-Sí.
El gringo quería así
vencernos, mas fracasó,
porque el viento dijo:
-No,
en vez de decirle: -Sí.
-Mister,
no.
Ardiendo la caña vi;
fue un gringo quien la
quemó.
La caña gritaba: -No,
-aun ardiendo- en vez de
sí.
No más cadenas aquí,
que ya el pueblo las
rompió,
y al romperlas dijo:
-No,
donde otros dijeron:
-Sí.
-Míster,
no.
¡Oh Patria, pensando en
ti
y en Martí, que te
adoró,
en voz alta digo: -No,
al yanqui que chilla:
-Sí.
Grito en inglés: Cuba es
free
(por si alguien no me
entendió).
Cuba es libre, y dice:
-¡No!
donde otros dijeron:
-Sí.
-Míster,
no.
NICOLÁS GUILLÉN
Cuba-1902
De
“Poemas satíricos”
SOLDADO LIBRE
¡Ya no volveré al
cuartel,
suelto por calles y
plazas,
yo mismo, Pedro Cortés!
Yo mismo dueño de mí
ya por fin libre de
guardias,
de uniforme y de fusil.
Podré a mi pueblo
correr,
y gritar, cuando me
vean:
¡Aquí está Pedro Cortés!
Podré trabajar al sol,
y en la tierra que me
espera,
con mi arado labrador.
Ser hombre otra vez de
paz,
cargar niños, besar
frentes,
cantar, reír y saltar.
¡Ya no volveré al
cuartel,
suelto por calles y
plazas,
yo mismo, Pedro Cortés!
NICOLÁS GUILLÉN
Cuba-1902
De
“Poemas sociales y
políticos”
PEPE Y EL SEXO
El sexo, el sexo,
divina porquería
que todo el mundo
quisiera controlar.
El sexo, el sexo,
divina porquería
que todo el mundo
quisiera controlar.
El sexo, el sexo,
humana cosa
que cada tanto aflora
y grita enloquecido
de ciega libertad
y se abalanza y toca
y en todo lo que toca
delirio y fuego
danzan ese compás.
Que viene, te desborda,
te ata, te hace volar,
que ningún amor podrá
con esa piel desatada
a la que sólo interesa
ser tu amante y tu
patrón
para poderte decir:
Ven, hagamos el amor,
aunque nada te prometo,
no sé si me gustará.
Y esas fueron
las últimas palabras
que dijo
el hombre aquél.
Ella, llena de furia,
lo comenzó a chupar
pero lejos, muy lejos
de la zona genital.
Ella jugaba
y se divertía.
El hombre gozaba
mientras se moría.
El sexo, el sexo,
divina porquería
que todo el mundo
quisiera controlar.
El sexo, el sexo,
divina porquería
que todo el mundo
quisiera controlar.
Y el corazón humano
no puede con la bestia
y el hombre entontecido
mata su corazón,
mata su corazón,
mata su corazón.
Y ya nadie llorará por
él,
sólo el caballo,
la yegua amada,
el mandril azul
la serpiente embobada.
Después, al volver
del encuentro
con la bestia,
no habrá nada
en su lugar,
ni siquiera selva habrá.
MIGUEL OSCAR MENASSA
Argentina-1940
De “Canciones
[2003-2004]"
CAMISA TENDIDA
Blanco el viento, y al
sol, mueve su prora
donde apoya la leche su
colmillo:
la blancura sirena y
ascensora,
de medio abajo, a veces,
calzoncillo.
Verdura de tu parte más
cantora,
faldón de mar, sin sal,
sin estribillo,
abrazo de almidón de tu
cintura,
baja, para ascender,
lámpara impura.
MIGUEL HERNÁNDEZ
España-1910
De "Poemas sueltos
II"
ADIÓS. HAY QUE INVENTAR
TEMPRANO EL TEDIO
Adiós. Hay que inventar
temprano el tedio,
hay que perder sin miedo
la paloma,
hay que decir:
cansancio, hartazgo,
toma
esta ilusión y pártela
en el medio.
Soy yo quien huye
pronto, quien asedio
el porvenir del grito,
quien lo doma:
no hay hambre de la vida
que me coma
ni venda que me borde su
remedio.
Adiós. Hay que saber el
tiempo exacto
del beso que se fue para
en el acto
untarnos de cenizas las
dos sienes.
Adiós. Hay que decir
(perdón, perdón)
definitivamente que ya
son
la soledad y el polvo
nuestros bienes.
CARILDA OLIVER LABRA
Cuba-1922
De
“Sonetos”
INCURABLE
No me digas, hombre que
debo morirme
porque ya lo sé.
Tanto me lo han dicho,
tanto lo repito
Que ya me cansé.
Si debo morirme mejor
para todos
Mejor para mí.
Mientras tanto canta,
cigarra alocada,
Liba colibrí.
Florece pradera; trigal
ponte espeso.
Me gustas trigal,
Me gustas, oh cielo, me
gustas aurora,
Me gustas rosal.
No sé lo que tengan los
mundos de oro
Que mis ojos ven...
Alma que divagas,
confórmate alegre
Con lo que te den.
Mira cómo es bella la
noche que reza,
Cómo es bello el mar...
Alma que preguntas,
sobre sus oleajes
Échate a bogar.
Cae de rodillas, alma
miserable
Que no sabes ver.
Cae de rodillas... Es
todo sublime:
El ser y el no ser.
Este cielo es tuyo, es
tuya la vida,
Sábela tomar.
Aprende una cosa, la que
menos sabes,
Aprende a gozar.
(Después que todo esto
se dice mi alma,
la pobre alma mía se
pone a llorar...)
ALFONSINA STORNI
Poeta argentina
nacida en
[Suiza-1892]
De “Irremediablemente”
EL NUEVO DIOS
¡Átomo que flotabas en
el seno
de la Eterna Materia,
detenido
por la frágil barrera
del sonido
y el estupor del razonar
sereno!
¡Ya estás libre y las
órbitas del trueno
se rompen ante el Dios
Enardecido,
que le impone sus llamas
al vencido
bajo la estrella del
acetileno!
¡Yo me cubro la cara con
un paño
de luto mineral y sólo
puedo
tímidamente soslayar el
daño
y señalar con suplicante
dedo,
hacia la inmensa cúpula
de estaño
donde fulgura el
pedestal del Miedo!
GERMÁN PARDO GARCÍA
(Colombia-1902)
De “Himnos del
hierofante”
CESA EL ANHELO...
Cesa el anhelo, rabo al
aire. De súbito, la vida
amputa,
en seco. Mi propia
sangre me salpica en
líneas femeninas,
y hasta la misma urbe
sale a ver esto que se
pára de
improviso.
-Qué ocurre aquí, en
este hijo del hombre?
-clama la urbe,
y en una sala del Louvre,
un niño llora de terror
a la vista
del retrato de otro
niño.
-Qué ocurre aquí, en
este hijo de mujer?
-clama la urbe,
y a una estatua del
siglo de los Ludovico,
le nace una
una brizna de yerba en
plena palma de la mano.
Cesa el anhelo, a la
altura de la mano
enarbolada.
Y yo me escondo detrás
de mí mismo, a
aguaitarme
si paso por lo bajo o
merodeo en alto.
CÉSAR VALLEJO
Perú-1892
De
"Poemas en prosa"
NOCHE DIVINA
Este jardín nos cede su
delicia,
nos cede el árbol de
manzanas lleno:
fuente de dioses a la
sed propicia,
pan del instinto, para
el hambre, bueno.
Mas blanco mármol sin
igual pudicia
fija en nosotros su
mirar sereno:
muslo desnudo, vigoroso
el seno,
puro, como la luz que lo
acaricia.
Se hacen tus ojos
demasiado azules,
cubren tus manos
impalpables tules
y algo divino te levanta
en vuelo.
No cortemos la fruta
deleitosa
y mire el alma en una
nube rosa
cómo es de azul la
beatitud del cielo.
ALFONSINA STORNI
Poeta argentina
nacida en
[Suiza-1892]
De “Irremediablemente”
AGUA NOCTURNA
La noche de ojos de
caballo que tiemblan en
la noche,
la noche de ojos de agua
en el campo dormido,
está en tus ojos de
caballo que tiembla,
está en tus ojos de agua
secreta.
Ojos de agua de sombra,
ojos de agua de pozo,
ojos de agua de sueño.
El silencio y la
soledad,
como dos pequeños
animales a quienes guía
la luna,
beben en esos ojos,
beben en esas aguas.
Si abres los ojos,
se abre la noche de
puertas de musgo,
se abre el reino secreto
del agua
que mana del centro de
la noche.
Y si los cierras,
un río, una corriente
dulce y silenciosa,
te inunda por dentro,
avanza, te hace obscura:
la noche moja riberas en
tu alma.
OCTAVIO PAZ
México-1914
De
“Libertad bajo
palabra”