Madrid, 01-07-16

EL CEMENTERIO

Aquí estará mi tumba y no en otra parte: bajo estos tres árboles.
Recojo las primeras hojas de la primavera
Entre un zócalo de granito y una columna de mármol.

Recojo las primeras hojas de la primavera
Pero otras hojas se nutrirán con la dichosa podredumbre
De este cuerpo que vivirá, si puede, cien mil años.

Pero otras hojas se nutrirán con la dichosa podredumbre,
Pero otras hojas se ennegrecerán
Bajo la pluma de los que cuentan sus aventuras.

Pero otras hojas se ennegrecerán
con una tinta más líquida que la sangre y el agua de las fuentes:
Testamentos no vistos, palabras perdidas más allá de los montes.

Con una tinta más líquida que la sangre y el agua de las fuentes,
¡Puedo yo defender mi memoria contra el olvido
Cómo una sepia que huye hasta quedar sin sangre, hasta quedar sin aliento?

¿Puedo yo defender mi memoria contra el olvido?

ROBERT DESNOS
Francia-1900
De "Poesía francesa contemporánea"


Madrid, 04-07-16

JUEGA Y DUERME

Juega y duerme, buena sed, nuestros opresores aquí no son
   crueles.
Gustosamente ellos bromean o nos cogen del brazo
Para atravesar la peligrosa estación.
Sin duda en ellos el veneno se ha atenuado
Hasta el punto de debilitar su bárbaro humor.
¡Cómo nos han perseguido sin embargo hasta ahora, sed,
Y obligado a vivir en el abandono de nuestro amor reducido
   a una mortal providencia!
¿Aromas, fue por vosotros? ¿O por vosotras, plantas que lucháis
   bajo un muro de sequía? ¿O por vosotras, nubes de la altamar,
   que se despiden de la columna?
¿Cómo adivinar, en la inmensidad?

¡Qué hacer, amiga mía, para deshacernos de esos tiranos?
Juega y duerme, que mida yo bien nuestras posibilidades.
Pero si vienes en mi ayuda, deberé arrastrarte conmigo y no
   quiero exponerte.
Quedémonos todavía, entonces... ¿Quién podría llamarnos
   cobardes?

RENÉ CHAR
Francia-1907
De "Poesía francesa contemporánea"


Madrid, 05-07-16

SALVAMENTO

El bermellón gritaba.
Gritaba el verde nilo.
El granate, el cobalto,
el índigo gritaban.

Del negro, al escarlata
corría el amarillo.
Se zambulló el celeste.
Me abrazó el colorado.
El ultramar oscuro
me tiró un salvavidas.

Pero el violeta inmóvil
me miró.
Me miraba,
con los brazos cruzados.

OLIVERIO GIRONDO
Argentina-1891
De “Nocturnos"


Madrid, 06-07-16

MARTA Y MARÍA

Al doctor Cruz Coke

Nacieron juntas, vivían juntas,
comían juntas Marta y María.
Cerraban las mismas puertas,
al mismo aljibe bebían,
el mismo soto las miraba,
y la misma luz las vestía.

Sonaban las lozas de Marta,
borbolleaban sus marmitas.
El gallinero hervía en tórtolas,
en gallos rojos y ave-frías,
y, saliendo y entrando, Marta
en plumazones se perdía.

Rasgaba el aire, gobernaba
alimentos y lencerías,
el lagar y las colmenas
y el minuto, la hora y el día...

Y a ella todo le voceaba
a grito herido por donde iba:
vajillas, puertas, cerrojos,
como a la oveja con esquila;
y a la otra se le callaban,
hilado llanto y Ave-Marías.

Mientras que en ángulo encalado,
sin alzar mano, aunque tejía,
María, en azul mayólica,
algo en el aire quieto hacía:
¿Qué era aquello que no se acababa,
ni era mudado ni le cundía?

Y un mediodía ojidorado,
cuando es que Marta rehacía
a diez manos la vieja Judea,
sin voz ni gesto pasó María.

Solo se hizo más dejada,
solo embebió sus mejillas,
y se quedó en santo y seña
de su espalda, en la cal fría,
un helecho tembloroso
una lenta estalactita,
y no más que un gran silencio

que rayo ni grito rompían.

Cuando Marta envejeció,
sosegaron horno y cocina;
la casa ganó su sueño,
quedó la escalera supina,
y en adormeciendo Marta,
y pasando de roja a salina,
fue a sentarse acurrucada
en el ángulo de María,
donde con pasmo y silencio
apenas su boca movía...

Hacía María pedía ir
y hacia ella se iba, se iba,
diciendo: "¡María!", solo eso,
y volviendo a decir: "¡María!"

Y con tanto fervor llamaba
que sin saberlo, ella partía,
soltando la hebra del hálito
que su pecho no defendía.
Ya iba los aire subiendo,
ya "no era" y no lo sabía.

 

GABRIELA MISTRAL
C
hile-1889
De “Lagar”


Madrid, 07-07-16

UNA MUJER DE MOVIMIENTOS DE RÍO

Una mujer de movimientos de río
De transparentes ademanes de agua
Una muchacha de agua
Donde leer lo que pasa y no regresa
Un poco de agua donde los ojos beban
Donde los labios de un solo sorbo beban
El árbol la nube el relámpago
Yo mismo y la muchacha

OCTAVIO PAZ
México-1914
De “Semillas para un himno [1950-1954]”


Madrid, 08-07-16

FÁBULA

Edades de fuego y de aire
Mocedades de agua
Del verde al amarillo
                                  Del amarillo al rojo
Del sueño a la vigilia
                                   Del deseo al acto
Sólo había un paso que tú dabas sin esfuerzo
Los insectos eran joyas animadas
El calor reposaba al borde del estanque
La lluvia era un sauce de pelo suelto
En la palma de tu mano crecía un árbol
Aquel árbol cantaba reía y profetizaba
Sus vaticinios cubrían de alas el espacio
Había milagros sencillos llamados pájaros
Todo era de todos
                             Todos eran todo
Sólo había una palabra inmensa y sin revés
Palabra como un sol
Un día se rompió en fragmentos diminutos
Son las palabras del lenguaje que hablamos
Fragmentos que nunca se unirán
Espejos rotos donde el mundo se mira destrozado

OCTAVIO PAZ
México-1914
De “Semillas para un himno [1950-1954]”


Madrid, 11-07-16

BEBER

Al Dr. Pedro de Alba

Recuerdo gestos de criaturas
y son gestos de darme el agua.

En el Valle de Río Blanco,
en donde nace el Aconcagua,
llegué a beber, salté a beber
en el fuete de una cascada,
que caía crinada y dura
y se rompía yerta y blanca.
Pegué mi boca al hervidero,
y me quemaba el agua santa,
y tres días sangró mi boca

de aquel sorbo del Aconcagua.

En el campo de Mitla, un día
de cigarras, de sol, de marcha,
me doblé a un pozo y vino un indio
a sostenerme sobre el agua,
y mi cabeza, como un fruto,
estaba dentro de sus palmas.
Bebía yo lo que bebía,
que era su cara con mi cara,
y en un relámpago yo supe
carne de Mitla ser mi casta.

En la isla de Puerto Rico,
a la siesta de azul colmada,
mi cuerpo quieto, las olas locas,
y como cien madres las palmas,
rompió una niña por donaire
junto a mi boca un coco de agua,
y yo bebí, como una hija,
agua de madre, agua de palma.
Y más dulzura no he bebido
con el cuerpo ni con el alma.

A la casa de mis niñeces
mi madre me llevaba el agua

Entre un sorbo y el otro sorbo
la veía sobre la jarra.
La cabeza más se subía.
Y la jarra más se abajaba.
Todavía yo tengo el valle,
tengo mi sed y su mirada.

Será esto la eternidad
que aún estamos como estábamos.

Recuerdo gestos de criaturas
y son gestos de darme el agua.

GABRIELA MISTRAL
Chile-1889
De “Lagar


 

Selección de Poemas Editados
 

 

index