OTRO POCO DE CALMA, CAMARADA...
Otro poco de
calma, camarada;
un mucho inmenso, septentrional, completo,
feroz, de calma chica,
al servicio menor de cada triunfo
y en la audaz servidumbre del fracaso.
Embriaguez te sobra, y no hay
tanta locura en la razón, como este
tu raciocinio muscular, y no hay
más racional error que tu experiencia.
Pero, hablándolo más claro
y pensándolo en oro, eres de acero,
a condición que no seas
tonto y rehúses
entusiasmarte por la muerte tánto
y por la vida, con tu sola tumba.
Necesario es que sepas
contener tu volumen sin correr, sin afligirte,
tu realidad molecular entera
y más allá, la marcha de tus vivas
y más acá, tus mueras legendarios.
Eres de acero, como dicen,
con tal que no tiembles y no vayas
a reventar, compadre
de mi cálculo, enfático ahijado
de mis sales luminosas!
Anda, no más; resuelve,
considera tu crisis, suma, sigue,
tájala, bájala, ájala;
el destino, las energías íntimas, los catorce
versículos del pan: ¡cuántos diplomas
y poderes, al borde fehaciente de tu arranque!
¡Cuánto detalle en síntesis, contigo!
¡Cuánta presión idéntica, a tus pies!
¡Cuánto rigor y cuánto patrocinio!
Es idiota
ese método de padecimiento,
esa luz modulada y virulenta,
si con sólo la calma haces señales
serias, características, fatales.
Vamos a ver, hombre;
cuéntame lo que me pasa,
que yo, aunque grite, estoy siempre a tus órdenes.
CÉSAR VALLEJO
Perú-1892
De “Poemas humanos”
UN COTIDIANO
¿Hasta cuándo
el viento con ese lento chasquido de velas
sobre nuestras cabezas...?
El lugar cambiaba de ubicación, era ajeno,
se contraía y se crispaba, hacía retumbar en las puertas
respuestas hostiles o violentos adioses.
Se desplomaba entre los amantes, derramaba el vino,
¿y las frutas en los mercados, en aquellos cajones
de los que emanaban perfumes y placeres
eran realmente frutas?
De las piedras brotaban imágenes,
gentes expulsadas de un hospicio, sin autoridad,
seducidas por los sufrimientos y la agonía,
y la procesión en el monasterio, a través del bosque,
salmodiando culpas y letanías,
el viejo monje golpeteando con su bastón retorcido
hecho con una rama quemada por el rayo,
moscas dudosas zumbaban entre las flores en el límite
curvo de la tierra.
Los amigos partían con demonios ambulantes
para celebrar cuanto habían perdido,
novias a tientas en la noche, raptadas en plenos esponsales
pues todo lo que ofrecían era su pasión sin respuesta.
Así los momentos sagrados de la mañana,
cuando la mujer aún dormida
comienza a emerger de sus gracias nocturnas,
se perdían entre el bien y el mal sin sabiduría.
Eso no bastaba para calmar la ansiedad.
¿Cómo consentir en humildades en medio de tales
metamorfosis,
con la mueca de cosas insustituibles y ausentes...?
ENRIQUE MOLINA
Argentina-1910
De “El ala de la gaviota”
ASÍ ES
Tener el
corazón melancólico
es como estar a solas, contemplando una escena desteñida
donde una muerta amada torna soltándose las trenzas indolentes,
bajo lunas de antigua resonancia;
como alguien que se abandona al somnoliento recuerdo,
y se siente extinguir, ya desasido
de un tiempo embriagador cuyos lindes se pierden.
Conozco esos vestigios... Esa desierta escoria...
Los rojos eucaliptus ya han muerto, y sobre las ciénagas
inmóviles,
sus vencidas cabezas altaneras se agitan en el limo,
movidas por un viento de descarnados silbos
hacia crujientes cementerios de insectos, debajo de las piedras,
en la aridez que la muerte sustenta.
Amantes que el deseo no consiguió destruir con su ácido
adorable;
amantes que aún sobrenadan entre la dicha o el odio,
con lucientes collares, con mareas de zarzas voluptuosas;
os veo levantar vuestros brazos de lluvias,
descendiendo hacia el polvo,
siendo a un mismo momento los lóbregos meses y la luz...
¡Oh, las mudas cosas...! Ya el cielo del atardecer ha caído.
¿Quién responde a una lágrima, a un pecho que se inclina
sobre la ávida, oscura, raií de la tierra...?
ENRIQUE MOLINA
Argentina-1910
De “Las cosas y el delirio”
LA PAZ REINANTE
El deleite
del viejo consiste en sorprender las postreras
estrellas
bajo el alba, beber después un trago y pasear por la calle.
Uno siempre ha sabido que el mundo acaba así:
nos encontramos entre rostros de gente inaudita
y no basta mirarlos y pensar en ellos con calma.
Mi viejo comienza a pasear por las calles al alba
y nadie se percata de que mira y piensa,
él, que en tiempos fue joven, cual el mundo lo es.
No hay perro alguno que sepa cómo es el cuerpo del
viejo,
desnudo y débil, ni cómo transcurre para él la mañana,
mientras ve los cuerpos de jóvenes y mujeres
y conoce el vigor de todos. Pero los ojos de los jóvenes,
que no prestan atención al viejo, recorren las calles,
inquietos, y tienen todos una vida que el viejo ignora.
ciertamente, las calles son siempre las mismas
y la mañana tiene el mismo esplendor. Pero un joven
que golpease y desplomase a mi viejo sobre las piedras
no sería sino justo. Y mi viejo ignora,
aunque piensa en todo, que el destino es éste:
piensa en los jóvenes y en los viejos que son la vida toda.
Asimismo el viejo se inquieta al pensar que un día
también éstos serán viejos y ninguno sabrá
con qué mirada los desconocidos abordarán las cosas.
Pero una mirada sobre el mundo la despliega cualquiera
y todo despierta por la mañana. Al envejecer,
todavía será un placer sorprender el alba
y bajar a la calle entre la viviente multitud.
CESARE PAVESE
Italia-1908
De "Vendrá la muerte y tendrá tus ojos"
VERANILLO DE SAN MARTÍN
Las colinas y
las riberas del Po son de un amarillo
quemado
y hemos subido hasta aquí arriba para madurar al sol.
Como si fuese un amigo, esa mujer me cuenta:
Mañana mismo abandono Turín para no volver nunca.
Estoy harta de pasar la vida entera encarcelada.
Se respira olor a tierra y, más allá de estas plantas,
en Turín, a esta hora, todos trabajan encarcelados.
Vuelvo al hogar de los míos donde, por lo menos,
podré estar aislada
sin llorar ni pensar en los seres vivientes.
Allí, me coloco un delantal y me desahogo
contestando desabridamente
a los míos y ya no vuelvo a salir durante todo el
invierno.
En los pueblos, noviembre resulta un mes muy bello:
hay hojas color de tierra, nieblas por la mañana,
está también el sol que disipa la niebla. Lo digo para
mis adentros
y respiro el olor a frío que tiene el sol matutino.
Me voy porque Turín está demasiado bella a esta hora:
me gusta callejearla y contemplar sus gentes
y he de estar encerrada hasta que imperen las sombras
y sufrir sola en la noche. Me quiere cerca de ella,
como si fuese un amigo: hoy no ha ido a la oficina,
para encontrar un amigo. ¿Mas puedo estar tan sola?
Día y noche: oficina, escaleras y alcoba;
si salgo de noche a dar cuatro pasos no sé dónde
meterme,
regreso malhumorada y, por la mañana, no quiero
levantarme.
Sería tan hermosa Turín -pudiéndola gozar-
solamente con poder respirar. Las plazas y las calles
tienen el mismo perfume de sol tibio
que percibo entre estas plantas. Vuelves al pueblo.
Pero Turín es el más bello de todos los pueblos.
Si hoy encontrase un amigo, me quedaría aquí
siempre.
CESARE PAVESE
Italia-1908
De "Vendrá la muerte y tendrá tus ojos"
RAPSODIA EN LA LLUVIA
Ahora
desde tu ahora estarás viendo
bajo esta misma lluvia las lluvias del diluvio
y aquellas que lavaron las rosas avergonzadas de Caldea
o las que se escurrieron desde el altar del druida hasta el
cadalso
y fueron a susurrar sobre una tumba hostil en la espinosa
Patagonia,
y también las azules, las prodigiosas narradoras,
las que te prometían un milagro cuando aún eras visible.
¡Qué inventario de lluvias en los archivos embalsamados
de la Historia!
Mas ¿qué importan las lluvias?
Sería igual que vieras dinastías de ocasos, medallas o fogatas.
Sólo quiero decir que eres testigo desde todas partes,
huésped del tiempo frente al repertorio de la memoria y del
oráculo,
y que cada lugar es un lugar de encuentro como el final de
una alameda.
Pero estos pasos tuyos, vacilantes, bajo los pies menudos de
la lluvia
me conmueven aún más que tus lamentaciones en el
interminable corredor
o tu viejo mensaje para hoy, hallado entre dos libros.
Apostaría estas palabras rotas a cambio de tu nombre
tembloroso en los vidrios,
toda la sal del mundo apostaría
a que vienes a combatir por mí contra los legionarios de las
sombras,
o a que tratas de hallar el moscardón azul que zumba con la
muerte,
o a que pagas un altísimo precio por abrazar los narcisos y las
amapolas
-la vibración más íntima de cualquier estación-,
siempre bordeando los despeñaderos y hasta el confín del
mundo,
siempre a punto de caer en la hoguera,
sin remisión y sin aliento.
Y sin embargo has visto el miserable revés de cada trama,
conoces como nadie la urdimbre del error con que fue tapizada mi orgullosa,
mi mezquina morada.
Querrías escamotear la inocultable imperfección con el brillo de un tajo,
dar vuelta mis pisadas encaminándolas hacia el aplauso y el acierto,
corregir el alcance de mis ojos, el temple de mi especie.
¿No te oigo girar y girar entre las ráfagas del agua lavando cada culpa?
¿Y no intentas acaso revelarme con tu melodía los cielos que ya sabes?
Conseguirás de nuevo doblegar esta noche hasta el amanecer
insistiendo en quedarte, como antes en escurrirte más allá de los muros,
acá, donde sólo compartimos la efímera ganancia y la infinita pérdida,
vueltos sobre el costado que nos oculta la visión,
aunque caiga la lluvia.
OLGA OROZCO
Argentina-1920
De “En el revés del cielo”
ADIVÍNASE EL DULCE Y PERFUMADO
CALOR PRIMAVERAL
Adivinase el
dulce y perfumado
calor primaveral;
los gérmenes se agitan en la tierra
con inquietud en su amoroso afán,
y cruzan por los aires, silenciosos,
átomos que se besan al pasar.
Hierve la sangre juvenil, se exalta
lleno de aliento el corazón, y audaz
el loco pensamiento sueña y cree
que el hombre es, cual los dioses, inmortal.
No importa que los sueños sean mentira
ya que al cabo es verdad
que es venturoso el que soñando muere,
infeliz el que vive sin soñar.
¡Pero qué aprisa en este mundo triste
todas las cosas van!
¡Que las domina el vértigo creyérase!...
La que ayer fue capullo es rosa ya,
y pronto agostará rosas y plantas
el calor estival.
ROSALÍA DE CASTRO
España-1837
De “En las orillas del Sar”
EL ALMA EN PENA
Ese alma en
pena, sola,
ese alma en pena siempre perseguida
por un resplandor muerto.
Por un muerto.
Cerrojos, llaves, puertas
saltan a deshora
y cortinas heladas en la noche se alargan,
se estiran,
se incendian,
se prolongan.
Te conozco,
te recuerdo,
bujía inerte, lívido halo, nimbo difunto,
te conozco aunque ataques diluido en el viento.
Párpados desvelados
vienen a tierra.
Sísmicos latigazos tumban sueños,
terremotos derriban las estrellas.
Catástrofes celestes tiran al mundo escombros,
alas rotas, laúdes, cuerdas de arpas,
restos de ángeles.
No hay entrada en el cielo para nadie.
En pena, siempre en pena,
alma perseguida.
A contraluz siempre,
nunca alcanzada, sola,
alma sola.
Aves contra barcos,
hombres contra rosas,
las perdidas batallas en los trigos,
la explosión de la sangre en las olas.
Y el fuego.
El fuego muerto,
el resplandor sin vida,
siempre vigilante en la sombra.
Alma en pena:
el resplandor sin vida,
tu derrota.
RAFAEL ALBERTI
España-1902
De “Sobre los ángeles”
(METAMORFOSIS)
Cuellos,
puños, lacustres pasadores,
botón de nácar y almidón helado,
las rayadas camisas de colores.
Narciso, tú, la insignia en el sombrero,
del club alpino, sportsman, retratado
en el fijo cristal del camisero.
Y en la pechera, trébol ya de plata,
punzando el corazón, sustituidos,
en alfiler, tus miembros, de corbata.
RAFAEL ALBERTI
España-1902
De “Cal y canto”
SEGUNDO RECUERDO
"...rumor de besos y batir de alas..."
G.A.Bécquer"
También
antes,
mucho antes de la rebelión de las sombras,
de que al mundo cayeran plumas incendiadas
y un pájaro pudiera ser muerto por un lirio.
Antes, antes que tú me preguntaras
el número y el sitio de mi cuerpo.
Mucho antes del cuerpo.
En la época del alma.
Cuando tú abriste en la frente sin corona, del cielo,
la primera dinastía del sueño.
Cuando tú, al mirarme en la nada,
inventaste la primera palabra.
Entonces, nuestro encuentro.
RAFAEL ALBERTI
España-1902
De “Huesped de las nieblas”
PIEDRA DE TOQUE
Aparece
Ayúdame a existir
Ayúdate a existir
Oh inexistente por la que existo
Oh presentida que me presiente
Soñada que me sueña
Aparecida desvanecida
Ven vuela adviene despierta
Rompe diques avanza
Maleza de blancuras
Marea de armas blancas
Mar sin brida galopando en la noche
Estrella en pie
Esplendor que te clavas en el pecho
(Canta herida ciérrate boca)
Aparece
Hoja en blanco tatuada de otoño
Bello astro de pausados movimientos de tigre
Perezoso relámpago
Águila fija parpadeante
Cae pluma flecha engalanada cae
Da al fin la hora del encuentro
Reloj de Sangre
Piedra de toque de esta vida
OCTAVIO PAZ
México-1914
De “Libertad bajo la palabra”
HERMOSURA QUE VUELVE
En un rincón
del salón crepuscular
O al volver una esquina en la hora indecisa y blasfema,
O una mañana parecida a un navío atado al horizonte,
O en Morelia, bajo los arcos rosados del antiguo
acueducto,
Ni desdeñosa ni entregada, centelleas.
El telón de este mundo se abre en dos.
Cesa la vieja oposición entre verdad y fábula,
Apariencia y realidad celebran al fin sus bodas,
Sobre las cenizas de las mentirosas evidencias
Se levanta una columna de seda y electricidad,
Un pausado chorro de belleza.
Tú sonríes, arma blanca a medias desenvainada.
Niegas al sueño en pleno sueño,
Desmientes al tacto y a los ojos en pleno día.
Tú existes de otro modo que nosotros,
No eres la vida pero tampoco la muerte.
Tú nada más estás,
Nada más fulges, engastada en la noche.
OCTAVIO PAZ
México-1914
De “Libertad bajo la palabra”
PRIMAVERA Y MUCHACHA
En su tallo
de calor se balancea
La estación indecisa
Abajo
Un gran deseo de viaje remueve
Las entrañas heladas del lago
Cacerías de reflejos allá arriba
La ribera ofrece guantes de musgo a tu blancura
La luz bebe luz en tu boca
Tu cuerpo se abre como una mirada
Como una flor al sol de una mirada
Te abres
Belleza sin apoyo
Basta un parpadeo
Todo se precipita en un ojo sin fondo
Basta un parpadeo
Todo reaparece en el mismo ojo
Brilla el mundo
Tú resplandeces al filo del agua y de la luz
Eres la hermosa máscara del día
OCTAVIO PAZ
México-1914
De “Libertad bajo la palabra”
13
Y siempre
tuve en mí,
desde la juventud,
un hombre delicado y amable
que versos escribía
y besos daba por doquier.
Un hombre que pensaba
que el pan
era posible para todos.
Y ese hombre luchó
en todas las batallas
queriendo cambiar
el orden de las cosas.
Se levantaba y
desde temprano, al alba,
ya quería
que el mundo fuera otro.
Y se golpeaba
una mano contra la otra
y pateaba
con fuerza la vereda
y hacía chocar su delicado cuerpo
contra los trenes en movimiento.
MIGUEL OSCAR MENASSA
Argentina-1940
De “El hombre y yo”
1168
Viejo como el
dolor -
¿Qué edad tendrá?
Unos dieciocho mil años -
viejo como la dicha
¿Qué edad tendrá?
Iguales años
Juntos eminentes se encuentran
rara vez juntos
de ninguno de los dos aunque quieran
puede la naturaleza humana esconderse
EMILY DICKINSON
Estados Unidos-1830
De "Poemas"