crecer no
es beneficioso, ni placentero, sólo absolutamente necesario
(dicho popular árabe)
Querida:
Debes
permitirle a tu escritura que crezca,
permitirle que sea más que vos.
Que ella no tenga la medida de tu cuerpo,
ni siquiera,
la medida de tus pasiones.
La poesía es inconmensurable.
Sería
bueno
que escribieras sin esperar mis respuestas.
Sería bueno
que tu escritura rompa las barreras del sentido.
No
intercambiemos.
La escritura no es un arte marcial,
la escritura es un complejo sistema de relaciones.
Escribir, no es deseo de nadie. Escribir, es un mandato social.
Volverse
loco es siempre un torpe intento de libertad.
Amarremos a los idiotas,
y contemplemos sin ninguna otra intención el cerco de cerezos.
Limpiemos la celda,
es para toda la vida.
Ya zarpamos.
Quedarse quietos para que nada ocurra, es inútil.
Lo terrible ya sucedió.
El hombre es mortal.
Maravillarse frente al fenómeno es insuficiente. La poesía es un ardid.
MIGUEL OSCAR MENASSA
Argentina-1940
De “Salto mortal”
Ignoro
dónde se halla el príncipe de la Fiesta,
aquel que rige el mundo y las demás esferas.
Ignoro si
es carnicería o fiesta
lo que descubro si me asomo a la ventana.
Si es verdad que la pulga vive en sus dimensiones
(como todo animal) que no son las nuestras,
si es cierto que el caballo ve al hombre casi al doble
de su tamaño, entonces no hay ojo humano que baste.
Quizá una eterna oscuridad se cansó, lanzó fuera
alguna chispa. O una etérea luz
se maculó encontrándose a sí misma insoportable.
O bien el príncipe ignora a sus criaturas
o puede jactarse de ellas sólo en dosis homeopáticas.
Pero es seguro que un día en su sitial
pesarán otras nalgas. Ya es la hora.
EUGENIO MONTALE
Italia-1896
De “Diario del 71 y del 72”
Cuando
silenciosamente el murciélago prolonga su espiral
en la noche
es fascinante tu condición de hijo de la muerte
enamorado de la sangre del mundo.
Castillo
aullante,
copas de Murano bajo antorchas,
el cochero sacudido por el viento
es un espectro en un carruaje de espectros.
Pálida criatura de la noche, huésped furtivo de un ataúd,
las mujeres insomnes hablan de dientes de terciopelo
en una boca que les bebe la sangre,
envueltas en sus cabellos flotan ahora entre los nenúfares
de Monet,
en una piscina de perfumes.
Son bellas niñas a la espera de la luna.
¿Qué luz
de nunca se filtra por tus ojos?
Partidario de la vida, con puntiagudas orejas,
suplicando por ese susurro de flores en el misterio de la
aorta,
sólo la joven bruja te canta desde la hoguera con sus labios
consagrados al cielo.
Bebes amor y muerte
y la respiración de los vivos está apostada como un león
con ojos de diosa y fuego en los ollares.
Bate en medio de la negrura tus alas consteladas de lágrimas
He ahí el infierno de la belleza
ENRIQUE MOLINA
Argentina-1910
De "Los últimos soles"
Hay un
árbol inmóvil
hay otro que avanza
un río de árboles
golpea mi pecho
Es la dicha
el oleaje verde
Tú estás
vestida de rojo
eres
el sello del año abrasado
el tizón carnal
el astro frutal
En ti como sol
La hora reposa
sobre un abismo de claridades
Puñados de sombra los pájaros
sus picos construyen la noche
sus alas sostienen al día
Plantada
en la cresta de la luz
entre la fijeza y el vértigo
tú eres
la balanza diáfana
OCTAVIO PAZ
México-1914
De “Libertad bajo la palabra”
Ángeles
malos o buenos,
que no sé,
te arrojaron en mi alma.
Sola,
sin muebles y sin alcobas,
deshabitada.
De
rondón, el viento hiere
las paredes,
las más finas, vítreas láminas.
Humedad.
Cadenas. Gritos.
Ráfagas.
Te
pregunto:
¿cuándo abandonas la casa,
dime,
qué ángeles malos, crueles,
quieren de nuevo alquilarla?
Dímelo.
RAFAEL ALBERTI
España-1902
De “Cal y canto”
El pájaro
de lujo ha cambiado de estrella
Aparejad bajo la tormenta de las lágrimas
Vuestro ataúd a vela
Donde se aleja el instrumento del embrujo
En la
vegetación de los recuerdos
Las horas viajan en torno nuestro
Va rápido
Va rápido impulsado por los suspiros
El mar está cargado de naufragios
Y yo he alfombrado el mar para su paso
Así es el
viaje primordial y sin pasaje
El viaje instructivo y secreto
Por los corredores del viento
Las nubes
se abren para dejarle pasar
Y las estrellas se encienden para mostrar el camino
Qué
buscas en los bolsillos de tu chaqueta
Has perdido la llave
En medio
de este zumbido celeste
Reencuentras por doquier tus viejas horas
El viento
es negro y hay estalactitas en mi voz
Dime, Guillermo,
Has perdido la llave del infinito
Una estrella impaciente iba a decir que tiene frío
La lluvia aguzada empieza a coser la noche
VICENTE HUIDOBRO
Chile-1893
De “Automne régulier”
Éramos los elegidos del sol
Y no nos dimos cuenta
Fuimos los elegidos de la más alta estrella
Y no supimos responder a su regalo
Angustia de impotencia
El agua nos amaba
La tierra nos amaba
Las selvas eran nuestras
El éxtasis era nuestro espacio propio
Tu mirada era el universo frente a frente
Tu belleza era el sonido del amanecer
La primavera amada por los árboles
Ahora somos una tristeza contagiosa
Una muerte antes de tiempo
El alma que no sabe en qué sitio se encuentra
El invierno en los huesos sin un relámpago
Y todo esto porque tú no supiste lo que es la eternidad
Ni comprendiste el alma de mi alma en su barco de tinieblas
En su trono de águila herida de infinito
VICENTE HUIDOBRO
Chile-1893
De “Últimos poemas”
¡Oh blanca, dura y dulce, levantina,
del ajo castellano compañera!...
Perla que sin estuche nacarina
bajo el bronco terrón húmedo espera
la dura azada que traerá certera
tu fresco cuerpo al aura matutina...
En la hoguera del hambre en que te arrojas
al rodar generosa de la mano
que regó tus liliales, verdes hojas
-y el vino junto a ti, y el pan, su hermano-
la sangre que arde en estas horas rojas
cobra su impulso y fuego soberano.
ROSA CHACEL
España-1899
De “Sonetos de circunstancias”
Ya es noche. Vas a la ventana.
El jardín está oscuro abajo.
Ves el lucero de la tarde
latiendo en fulgor solitario.
Y quietamente te detienes.
Dentro de ti algo se queja:
esa hermosura no atendida
te seduce y reclama afuera.
Encanto de estar vivo, el hombre
sólo siente en raros momentos
y aún necesita compartirlos
para aprender la sombra, el sueño.
LUIS CERNUDA
España-1904
De “Desolación de la quimera”
Las playas, parameras
al rubio sol durmiendo,
los oteros, las vegas
en paz, a solas, lejos;
Los castillos, ermitas,
cortijos y conventos,
la vida con la historia,
tan dulces al recuerdo,
Ellos, los vencedores
Caínes sempiternos,
de todo me arrancaron.
Me dejan el destierro.
Una mano divina
tu tierra alzó en mi cuerpo
y allí la voz dispuso
que hablase tu silencio.
Contigo solo estaba,
en ti sola creyendo;
pensar tu nombre ahora
envenena mis sueños.
Amargos son los días
de la vida, viviendo
sólo una larga espera
a fuerza de recuerdos.
Un día, tú ya libre
de la mentira de ellos,
me buscarás. Entonces
¿qué ha de decir un muerto?
LUIS CERNUDA
España-1904
De “Desolación de la quimera”
Maravilla
cualquier penumbra,
cualquier oscuridad,
un solitario callejón, un antepalco,
para que entre el silencio de la escena amorosa
pueda sentirse sin disfraz la muerte
y el goce del amor acabe
como quien agoniza dentro de un espejo.
RAFAEL ALBERTI
España-1902
De “Canciones del Alto Valle del Aniene”
El día en
que la flor lance un gran trino;
el turpial en abril exhale aroma
y un tigre azul entre mis manos coma
las migajas de un pan alabastrino,
el mundo cambiará y en el molino
la piedra será luz que un núcleo toma,
y volará el atún y la paloma
tendrá un inmenso resplandor marino.
En ese
instante victorioso creo.
La espada al fin comprenderá la herida.
Semejará suavísimo aleteo
la muerte
en los ramajes escondida,
y un friso funeral el apogeo
de toda la grandeza de la vida.
GERMÁN PARDO GARCÍA
Colombia-1902
De “Himnos del Hierofante”
Soy un
hombre moderno.
Atado de pies y manos decido el vuelo.
Al
principio me arrastraré
y con el tiempo
podré levantar un poco la cabeza.
Veré el
cielo.
El infinito cosmos será
mis pequeñas cadenas y mis babas.
Al
principio conseguiré comida
y me la robarán.
Después
aprenderé a cuidar la comida.
Otra cadena más
y así con el tiempo podré
cuidar mi dinero.
Otro
eslabón se cierra y otro más
y tendré hijos y serán mis hijos
y tendré que conseguir
comida para ellos
y aprender a cuidarla.
Y
mientras cuido la comida
y no dejo
que me arrebaten mi dinero
tendré que tener
educación para mis hijos
para que el infinito cosmos sea
sus pequeñas cadenas y sus babas.
Y también
habré de conseguir un amor
como se consiguen puestos de trabajo
y cuidar ese amor con mi propia vida
y no es
un eslabón lo que se cierra sobre mí
sino
los propios tentáculos de la muerte.
MIGUEL OSCAR MENASSA
Argentina -1940
De “La poesía y yo”
Allá en
mi juventud yo fui un hachero,
un cortador de seres vegetales.
Araucarias, encinos y nogales
hendí con la blancura de mi acero.
Y un día,
del que inútilmente quiero
cantar en sus grandezas forestales,
en esas arboradas catedrales
oí una voz, un grito lastimero:
¿Por qué
me hieres? Y elevé la cara
hacia la cima de la joven vara
que en ese instante, al resplandor campero,
con toda
su hermosura se mecía.
¡Y escondí para siempre mi osadía!
Allá en mi juventud yo fui un hachero.
GERMÁN PARDO GARCÍA
Colombia-1902
De “El Defensor”
Tantas
veces llamé, tantas y tantas
a esa nocturna puerta enmohecida,
que hoy me parece que gasté mi vida
golpeando contra ti, que te agigantas
¡oh
Puerta del Dolor! Y me quebrantas
con tu espectro de cal endurecida,
siempre soberbia, lúgubre y erguida,
rompiéndome a la vez puños y plantas.
Mas una
noche levanté una piedra.
La arrojé contra el duelo que aún me arredra.
Cimbró el cerrojo. Se cuarteó el granito.
Después,
silencio. La quietud murada.
La inexorable puerta clausurada,
y un miedo entre las sombras infinito.
GERMÁN PARDO GARCÍA
Colombia-1902
De “El Defensor”
POEMAS PARA UN CUERPO
Entre los últimos brotes
la rosa no se ve rara,
ni la alondra al levantarse
atiende a que el sol retrasa,
o el racimo ya tardío
cuida si es mustia la parra.
Pero tu cariño nuevo
la estación piensa acabada.
Pues la alondra con su canto
siempre puebla la mañana
y la rosa y el racimo
siempre llenan la mirada,
entonces, deja, no pienses
en que es tarde. ¿Hubo tardanza
jamás para olor y zumo
o el revuelo de algún ala?
Fuerza las puertas del tiempo,
amor que tan tarde llamas.
LUIS CERNUDA
España-1904
De “Desolación de la quimera”
En un
tránsito profundo
de silencio y de esplendor,
se alza trémulo el amor
sobre el asombro del mundo.
Absorta
el alma le envía
la plenitud de su anhelo,
y en honda ansiedad de cielo,
lo envuelve en su idolatría.
Y el
amor, ante el azoro
del alma que está suspensa,
le tiende en la noche inmensa
divina escala de oro.
Dejando
fulgor por huellas
dulcemente el alma sube;
y se desnuda de nube
y se corona de estrellas.
Y goza su
soledad
en el prisma de un instante,
que tiene, como el diamante,
recóndita claridad.
A la luz
de un claro albor
que les deslumbra la veste,
se oye el diálogo celeste
del alma con el amor.
Y arde el
alma al prosternar
el fervor que la eterniza,
y parece que agoniza
en el gozo de adorar.
GERMÁN PARDO GARCÍA
Colombia-1902
De “Los cánticos”
"La luna es una ausencia"
Carolina Coronado
La luna
es ausencia.
Se espera siempre.
Las hojas son murmullos de la carne.
Se espera todo menos caballos pálidos.
Y, sin
embargo, esos cascos de acero
(mientras la luna en las pestañas),
esos cascos de acero sobre el pecho
(mientras la luna o vaga geometría)...
Se espera
siempre que al fin el pecho no sea cóncavo.
Y la luna es ausencia,
doloroso vacío de la noche redonda,
que no llega a ser cera, pero que no es mejilla.
Los
remotos caballos, el mar remoto, las cadenas golpeando,
esa arena tendida que sufre siempre,
esa playa marchita, donde es de noche
al filo de los ojos amarillos y secos.
Se espera
siempre.
Luna, maravilla o ausencia,
celeste pergamino color de manos fuera,
del otro lado donde el vacío es luna.
VICENTE ALEIXANDRE
España-1898
De “La destrucción o el amor”
En medio
de los adioses de los pañuelos blancos
llega la aurora con su desnudo de bronce
con esa dureza juvenil
que a veces resiste hasta el mismo amor.
Llega con
su cuerpo sonoro
donde sólo los besos resultan todavía fríos,
pero donde el sol se rompe ardientemente
para iluminar en redondo el paisaje vencido.
Si en las
cercanías un río imita una curva,
no confundirlo, no, con un brazo;
si más arriba quiere formarse una montaña,
apenas si conseguirá imitar algún hombro,
y si un pájaro repasa velozmente
no faltará quien lo equivoque con unos dientes ligeros.
La
blancura no existe.
La amarillez vivísima,
el color rosa naciente,
el incipiente rojo,
son como ondas sobrepasándose hasta derribarse en el seno,
donde el día se vierte tumultuosamente.
Quizá por
la garganta del cuerpo juvenil
los rojos pececillos circulan,
se extinguen,
los besos son burbujas, son ese gris que falla en el fondo de la copa
cuando alguno intenta acercarle los labios,
son ese ojo profundo sin párpado que en el fondo
demuestra con su fijeza que nunca ha de acabarse.
Pero el
viento no puede lastimar ese cuerpo,
ni los brazos del amor conseguirán disminuir la fina cintura,
ni esas redondas manos pasajeras
reducirán a calor los pechos liberados.
El
cabello ondea como la piedra más reciente,
roca nueva insumisa rebelde a sus límites,
la que jamás encerrada en un puño
cantará la canción de los labios apretados.
El sol o
el agua luminosa
bruñe la superficie erguidísima,
donde nunca un pájaro detendrá su bola de pluma,
ni se amarán por parejas bajo los brazos fríos.
Una boca
con alas del tamaño de la nieve
pone en el cuello su carbón encendido.
Brota una mariposa de cristal impasible,
espejo hacia el cenit que repugna las luces.
VICENTE ALEIXANDRE
España-1898
De “La destrucción o el amor”
La calle
está desierta; la noche fría;
Velada por las nubes pasa la luna;
Arriba está cerrada la celosía,
Y las notas vibrantes, una por una
Suenan, cuando los dedos fuertes y ágiles,
Mientras la voz que canta, ternuras narra,
Hacen que vibren las cuerdas frágiles
De la guitarra.
La calle
está desierta; la noche fría;
Una nube borrosa tapó la luna;
Arriba está cerrada la celosía
Y se apagan las notas, una por una.
Tal vez la serenata con su ruido
Busca un alma de niña que ama y espera,
Como buscan canales donde hacer nido
Las golondrinas pardas en primavera.
La calle
está desierta; la noche fría;
En un espacio claro brilló la luna;
Arriba ya está abierta la celosía
Y se apagan las notas una por una.
El cantor con los dedos fuertes y ágiles,
De la vieja ventana se asió a la barra
Y dan como un gemido las cuerdas frágiles
De la guitarra.
JOSÉ ASUNCIÓN SILVA
Colombia-1865
De “El libro de versos”