Madrid, 01-10-12

AL FIN, UN MONTE 

Al fin, un monte
detrás de la bajura; al fin, humeante nimbo
alrededor, durante un rostro fijo. 

Monte en honor del pozo,
sobre filones de gratuita plata de oro.

Es la franja a que arrástranse,
seguras de sus tonos de verano,
las que eran largas válvulas difuntas;
el taciturno marco de este arranque
natural, de este augusto zapatazo,
de esta piel, de este intrínseco destello
digital, en que estoy entero, lúbrico.

Quehaceres en un pie, mecha de azufre,
oro de plata y plata hecha de plata
y mi muerte, mi hondura, mi colina.

¡Pasar
abrazado a mis brazos,
destaparme después o antes del corcho!

Monte que tántas veces manara
oración, prosa fluvial de llanas lágrimas;
monte bajo, compuesto de suplicantes gradas
y, más allá, de torrenciales torres;
niebla entre el día y el alcohol del día,
caro verdor de coles, tibios asnos
complementarios, palos y maderas;
filones de gratuita plata de oro. 

CÉSAR VALLEJO
Perú-1892
De “Poemas humanos”


Madrid, 02-10-12

X
INVIERNO EN LA BATALLA DE TERUEL

¡Cae agua de revólveres lavados!
Precisamente,
es la gracia metálica del agua,
en la tarde nocturna en Aragón,
no obstante las construídas yerbas,
las legumbres ardientes, las plantas industriales. 

Precisamente,
es la rama serena de la química,
la rama de explosivos en un pelo,
la rama de automóviles en frecuencia y adioses.

 Así responde el hombre, así, a la muerte,
así mira de frente y escucha de costado,
así el agua, al contrario de la sangre, es de agua,
así el fuego, al revés de la ceniza, alisa sus rumiantes ateridos.

¿Quién va, bajo nieve? ¿Están matando? No.
Precisamente,
va la vida coleando, con su segunda soga.

¡Y horrísima es la guerra, solivianta,
lo pone a uno largo, ojoso;
da tumba la guerra, da caer,
da dar un salto extraño de antropoide!
Tú lo hueles, compañero, perfectamente,
al pisar
por distracción tu brazo entre cadáveres;
tú lo ves, pues tocaste tus testículos, poniéndote rojísimo;
tú lo oyes en tu boca de soldado natural.

Vamos, pues compañero;
nos espera tu sombra apercibida,
nos espera tu sombra acuartelada,
mediodía capitán, noche soldado raso...
Por eso, al referirme a esta agonía,
aléjome de mí gritando fuerte:
¡Abajo mi cadáver!... Y sollozo.

CÉSAR VALLEJO
Perú-1892
De “España, aparta de mí este cáliz” 


Madrid, 03-10-12

XI 

Miré al cadáver, su raudo orden visible
y el desorden lentísimo de su alma;
le vi sobrevivir; hubo en su boca
la edad entrecortada de dos bocas.
Le gritaron su número: pedazos.
Le gritaron su amor: ¡más le valiera!
Le gritaron su bala: ¡también muerta!

Y su orden digestivo sosteníase
y el desorden de su alma, atrás, en balde.
Le dejaron y oyeron, y es entonces
que el cadáver
casi vivió en secreto, en un instante;
mas le auscultaron mentalmente, ¡y fechas!
lloráronle al oído, ¡y también fechas!

CÉSAR VALLEJO
Perú-1892
De “España, aparta de mí este cáliz”


Madrid, 04-10-12

DE DISTURBIO EN DISTURBIO

De disturbio en disturbio
subes a acompañarme a estar solo;
yo lo comprendo andando de puntillas,
con un pan en la mano, un camino en el pie
y haciendo, negro hasta sacar espuma,
mi perfil su papel espeluznante.

Ya habías disparado para atrás tu violencia
neumática, otra época, mas luego
me sostienes ahora en brazo de honra fúnebre
y sostienes el rumbo de las cosas en brazo de honra fúnebre,
la muerte de las cosas resumida en brazo de honra fúnebre.

Pero, realmente y puesto
que tratamos de la vida,
cuando el hecho de entonces eche crin en tu mano,
al seguir tu rumor como regando,
cuando sufras en suma de kanguro,
olvídame, sosténme todavía, compañero de cantidad pequeña,
azotado de fechas con espinas,
olvídame y sosténme por el pecho,
jumento que te paras en dos para abrazarme;
duda de tu excremento unos segundos,
observa cómo el aire empieza a ser el cielo levantándose,
hombrecillo,
hombrezuelo,
hombre con taco, quiéreme, acompáñame...

Ten presente que un día
ha de cantar un mirlo de sotana
sobre mi tonelada ya desnuda
(Cantó un mirlo llevando las cintas de mi gramo entre su pico).

Ha de cantar calzado de este sollozo innato,
hombre con taco,
y, simultánea, doloridamente,
ha de cantar calzado de mi paso,
y no oírlo, hombrezuelo, será malo,
será denuesto y hoja,
pesadumbre, trenza, humo quieto.

Perro parado al borde de una piedra
es el vuelo en su curva;
también tenlo presente, hombrón hasta arriba.
Te lo recordarán el peso bajo, de ribera adversa,
el peso temporal, de gran silencio,
más eso de los meses y aquello que regresa de los años. 

CÉSAR VALLEJO
Perú-1892
De “Poemas humanos”


Madrid, 05-10-12

COBRA

La cobra toda ojos,
bulto echado la tarde (baja, nube),
bulto entre hojas secas,
rodeada de corazones de súbito parados.

Relojes como pulsos
en los árboles quietos son pájaros cuyas gargantas cuelgan,
besos amables a la cobra baja
cuya piel es sedosa o fría o estéril.

Cobra sobre cristal,
chirriante como navaja fresca que deshace a una virgen,
fruta de la mañana,
cuyo terciopelo aún está por el aire en forma de ave.

Niñas como lagunas,
ojos como esperanzas,
desnudos como hojas
cobra pasa lasciva mirando a su otro cielo.

Pasa y repasa el mundo,
cadena de cuerpos o sangres que se tocan,
cuando la piel entera ha huido como un águila
que oculta el sol. ¡Oh cobra, ama, ama!

Ama bultos o naves o quejidos,
ama todo despacio, cuerpo a cuerpo,
entre muslos de frío o entre pechos
del tamaño de hielos apretados.

Labios, dientes o flores, nieves largas;
tierra debajo convulsa derivando.
Ama el fondo con sangre donde brilla
el carbunclo logrado.
          
                       El mundo vibra. 

VICENTE ALEIXANDRE
España-1898
De “La destrucción o el amor”


Madrid, 08-10-12 

CUANDO LA VIDA ME ERA ADVERSA

Cuando la vida me era adversa,
y por el hipogeo a tientas, caminaba
a lo largo del muro, sentí una mano tersa
y muy suave que sobre mi frente se posaba.
Una gota de miel sobre mi corazón.
Un murmurio fragante y luciente, en lo oscuro. 
Alborozoso de la liberación.
Luego, salí a la vida, sin tentar en el muro.
Besé la tierra, donde la luz del sol se explaya.
Miré el cielo, que hiende la calandria sonora.
Escuché el coro rudo de la vecina playa.
Y la niebla en el bosque, de atardecer o aurora.
La piedad religiosa me transía.
Puesta sobre la cumbre de las diversas cosas
naturales, estabas Tú, ¡dulce Amada mía!
El orbe tenía una diadema de rosas.

El sonreír benigno y abierto de tu faz,
la transparencia de tus ojos efusivos,
y tu voz mesurada me traían la paz.
Eran mis pobres labios de oración cautivos.

Los prójimos de antaño cobraron de repente
la vida mansa y honda que yo les conociera
(el árbol, y la onda, y la nube, y la fuente).
Y así, por dondequiera, todo era primavera.

Era una primavera con el alma tendida,
como un arco ya pronto a despedir la flecha.
La flecha es como un ave que canta al ir de huída.
Tú, la flor promisora de futura cosecha.
Era un renacimiento de las voces silvestres
que ungieron de sentido mi grave juventud.
El coro innumerable de las almas campestres.
La esfera diamantina, el uranio laúd.
De la tierra, el acorde y harmonioso conjunto
a cuyo extracto es cáliz idóneo el corazón.
Tú dabas a la lira universal el punto
melódico del himno: virginal diapasón.
¡Ariadna, Ariadna, Ariadna! Que la hebra dorada
de tu voz me conduzca siempre en el laberinto.
Y que sean las puras linfas de tu mirada
la fuente en que se bañe el ardor de mi instinto.
Y si la tierra se hizo porque yo la gozara,
sea en ti, suma breve de su plena emoción,
     alegre corazón y frente clara,
     frente clara y alegre corazón.

RAMÓN PÉREZ DE AYALA
España-1880
De “La paz del sendero”


Madrid, 09-10-12

TU MANO ME DICE ADIÓS

Por mitigar mi amargura
y retardar la partida,
desde la cabalgadura
quiero dar la despedida

al terruño, a este paraje
campesino donde moras,
a este patriarcal paisaje
en que corrieron las horas

dulces, de amor, fenecidas,
cuando en fatal albedrío
se juntaron nuestras vidas
como las aguas de un río.

Estos agrestes lugares,
testigos de nuestro amor,
son amigos familiares
que comparten mi dolor.

Y, en esta tarde serena
de Octubre, jurara oír
que el valle entero, su pena
me dice al verme partir:

los regajos quejumbrosos
y los robles centenarios,
y los castaños, rugosos
como valetudinarios,

y el humo blanco que sube
de tu casa solariega,
y el cielo tibio, y la nube
del crepúsculo, y la vega

del maizal, que agitado
por la tenue ventolina,
parece que desolado
sus mil brazos a mí inclina.

En sus alas trae el viento
la canturria lastimera
de tus tórtolas, lamento
que escucho por vez postrera.

Y en tanto domino el llanto
que hace esfuerzos por salir
en cataratas, en tanto
escucho al valle decir

¡adiós! sobre la colina,
por fondo el cielo, veo escueta,
recortada, la divina
figura de tu silueta.

Y que de la verde loma,
en el reposo aldeano,
me despide la paloma
temblorosa de tu mano.

¡Oh!, si mi alma por la altura
cual un avecica fuera,
posárase en tu blancura
o en la de tu compañera

para fabricar el nido:
manos que tanto adoré,
manos que vi embebecido,
manos que nunca besé.

Cuántas veces os veía
en la clave del piano;
la una mano perseguía
o esquivaba la otra mano

deslizándose entre arpegios
con aleteo gentil
como dos cisnes egregios
en un río de marfil.

E iban brotando las notas,
en acorde musical,
salpicaduras de gotas
sonorosas de cristal.

Mano, que desde la loma
me dice su despedida;
mano, familiar paloma
sobre el cielo estremecida;

mano, lirio que florece
en la calma de la aldea
y en el crepúsculo mece
su raso suave que albea;

mano, leve, como pluma,
mano, como pluma leve;
copo de nieve o de espuma,
copo de espuma o de nieve;

mano, impregnada de aroma,
como botón rosa té.
¡Oh, mi adorada paloma
blanca, que nunca besé!

RAMÓN PÉREZ DE AYALA
España-1880
De “La paz del sendero”


Madrid, 10-10-12 

PALMAS Y GUITARRA 

Ahora, entre nosotros, aquí,
ven conmigo, trae por la mano a tu cuerpo
y cenemos juntos y pasemos un instante la vida
a dos vidas y dando una parte a nuestra muerte. 

Ahora, ven contigo, hazme el favor
de quejarte en mi nombre y a la luz de la noche teneblosa
en que traes a tu alma de la mano
y huímos en puntillas de nosotros. 

Ven a mí, sí, y a ti, sí,
con paso par, a vernos a los dos con paso impar,
marcar el paso de la despedida.

¡Hasta cuando volvamos! ¡Hasta la vuelta!
¡Hasta cuando leamos, ignorantes!
¡Hasta cuando volvamos, despidámonos!

¿Qué me importan los fusiles,
escúchame;
escúchame, ¿qué impórtanme,
si la bala circula ya en el rango de mi firma?

¿Qué te importan a ti las balas,
si el fusil está humeando ya en tu olor?
Hoy mismo pesaremos
en los brazos de un ciego nuestra estrella
y, una vez que me cantes, lloraremos.

Hoy mismo, hermosa, con tu paso par
y tu confianza a que llegó mi alarma,
saldremos de nosotros, dos a dos.

¡Hasta cuando seamos ciegos!
¡Hasta
que lloremos de tánto volver!

Ahora,
entre nosotros, trae
por la mano a tu dulce personaje
y cenemos juntos y pasemos un instante la vida
a dos vidas y dando una parte a nuestra muerte.

Ahora, ven contigo, hazme el favor
de cantar algo
y de tocar en tu alma, haciendo palmas.
¡Hasta cuando volvamos! ¡Hasta entonces!
¡Hasta cuando partamos, despidámonos!

CÉSAR VALLEJO
Perú-1892
De “Poemas humanos”


Madrid, 11-10-12 

IX
PEQUEÑO RESPONSO
A UN HÉROE DE LA REPÚBLICA

Un libro quedó al borde de su cintura muerta,
un libro retoñaba de su cadáver muerto.
Se llevaron al héroe,
y corpórea y aciaga entró su boca en nuestro aliento;
sudamos todos, el hombligo a cuestas;
caminantes las lunas nos seguían;
también sudaba de tristeza el muerto.

Y un libro, en la batalla de Toledo,
un libro, atrás un libro, arriba un libro, retoñaba del cadáver.

Poesía del pómulo morado, entre el decirlo
y el callarlo,
poesía en la carta moral que acompañara
a su corazón.
Quedóse el libro y nada más, que no hay
insectos en la tumba,
y quedó al borde de su manga el aire remojándose
y haciéndose gaseoso, infinito.

Todos sudamos, el hombligo a cuestas,
también sudaba de tristeza el muerto
y un libro, yo lo vi sentidamente,
un libro, atrás un libro, arriba un libro
retoñó del cadáver ex abrupto.

 

CÉSAR VALLEJO
Perú-1892
De “España, aparta de mí este cáliz”


Madrid, 15-10-12

BÉCQUER

Todo habrá terminado, señores, un buen día,
en nuestra andante y derramada tierra.
La veleta, los pinos, la baraja, el oporto,
la Secretaría de Cultura, el crepúsculo.
Callarán las cigarras de todos los veranos
y el grillo del hogar de todos los inviernos
y él va a sobrevivir a los helados mundos
porque siempre, siempre habrá poesía.

RAÚL GONZÁLEZ TUÑÓN
Argentina-1905
De “Demanda contra el olvido”

 


Madrid, 16-10-12 

BAUDELAIRE 

Fue un profeta y vislumbraba el siglo
en que la acción fuera hermana del sueño
y reinventó la poesía, una manera
de recordar que el poeta es un hombre
al que a veces agobian la incomprensión, el barro,
el alquiler, la luna.
Pero él fue poeta, inmenso como un río.
Un río puro impuro
que arrastró légamo y estrellas. 

RAÚL GONZÁLEZ TUÑÓN
Argentina-1905
De “Demanda contra el olvido” 


Madrid, 17-10-12

BERTOLT BRECHT

Agregó tipos y pasiones de hoy
a la increíble, vasta geografía de Shakespeare.
Era dos veces revolucionario:
Por poeta y por militante.
Y también la verdad devino en él
como diría el lúcido Stephane Mallarmé:
la forma popular de la belleza.

RAÚL GONZÁLEZ TUÑÓN
Argentina-1905

De “Demanda contra el olvido”
 


Madrid, 18-10-12

DICE LA FUERZA DEL AMOR

 

Entre mis sufrimientos entre la muerte y tú
Entre mi desaliento y la razón de ser
Existe la injusticia y el dolor de los hombres
Que no puedo admitir existe mi furor

 

Existen los maquís color sangre de España
Existen los maquís color cielo de Grecia
El pan la sangre el cielo y el derecho a esperar
Para los inocentes que detestan el mal

 

Siempre la luz está muy cerca de apagarse
Siempre la vida está expuesta a ser basura
Pero la primavera renace y no desmaya
Surge un brote en la sombra y se instala el calor

 

Y el calor triunfará sobre los egoístas
sus sentidos raquíticos no lo resistirán
Oigo el hablar del fuego que ríe de tibieza
Oigo a un hombre decir que no ha sufrido

 

Tú que fuiste conciencia sensible de mi carne
Tú a quien por siempre amo tú que me has inventado
No soportabas la opresión ni la injuria
Y cantabas soñando la alegría en la tierra

 

Soñabas con ser libre y yo te continúo.

 

PAUL ÉLUARD
Francia-1895
De “Poèmes politiques”


Madrid, 19-10-12

A MEDIANOCHE

 

Las puertas se abren las ventanas se descubren
un fuego silencioso se enciende y me deslumbra
todo se cumple encuentro
criaturas que no quise

 

Aquí el idiota que recibe cartas del extranjero
aquí el anillo hermoso que creía de plata
aquí la charlatana de cabellos canosos
aquí la niña inmaterial e incompleta
fea y bañada por la noche y la miseria
ataviada de malvas y de hierbas absurdas
su desnudez y su candor vivos en todas partes
aquí el mar y los barcos sobre mesas de juego
un hombre libre y otro y es el mismo
bestias rabiosas ante el miedo que se viste de barro
muertos dementes prisioneros todos los ausentes

Y tú por qué no estás para que yo despierte.

 

PAUL ÉLUARD
Francia-1895
De “La vie immédiate”


Madrid, 22-10-12 

NADIE ME PUEDE CONOCER

 

Nadie me puede conocer
como tú me conoces

Tus ojos  donde juntos
los dos dormimos
hallaron a mi claridad de hombre
un destino mejor que a las noches del mundo

Tus ojos donde viajo
le otorgaron a los gestos de los caminos
un sentido distinto de la tierra

En tus ojos aquellos que nos muestran
nuestra infinita soledad
ya no son más lo que creían

Nadie te puede conocer
como yo te conozco. 

PAUL ÉLUARD
Francia-1895
De “Les yeux fertiles”


Madrid, 23-10-12

DICTADO EN EL ENTRESUELO

 

Una raya de luz Alguien que piensa en algún sitio.
Lo que pasa y pasó y aquello que vendrá
Se unen finamente en el sueño del tiempo
Trascienden las constantes
O como si uno se asomara al día de ayer
Y viera allí qué ocurrirá mañana.

 

Todas las cosas un detalle cualquiera
El ruido que viene del túnel de la noche
En agosto el aromo súbitamente descubrimos
Nos detenemos escuchamos el olor
De la magnolia foscata diminuta
Que llena la cómoda la abuela el ambiente.

 

O la mano que arrojó la serpentina en Adrogué
La sonrisa que no volvimos a encontrar
El papel arrugado que uno recoge en la calle
Una dirección vaga de mujer El cartero
Que pregunta por uno ya finado.

 

Cualquier cosa una tarde una noche una vida
Lo que forma el dibujo del recuerdo
Subyacencias abstractas concretas penetrantes
Ascienden golpeando las sienes hacen ver
Como los hechos mínimos casi nada la bruma
Susurros voces perdidas en la ciudad ecos
Trozos de música el antiguo rostro del barrio
Hacen con todo lo demás la noticia el crepúsculo
El cuadro el vino la huelga los puentes
El velorio del albañil caído
La magia de las cosas corrientes inmediatas
El pasado el futuro las cartas los espejos
Los Sutiles Canales de la Memoria Espléndida.

 

RAÚL GONZÁLEZ TUÑÓN
Argentina-1905

De “Poema para el atril de una pianola”


Madrid, 24-10-12

CI YACET

 

Ci yacet pulvis, cines et nihil
(Inscripción en la tumba del cardenal Portocarrero)

 

Aquí yacen ceniza, polvo y nada.
Cayeron en el centro de la lucha,
cayeron en el centro de la tarde
a la perfecta soledad, madura.

 

Aquí yacen ceniza y polvo y nada,
pero su sangre corre en nuestra sangre
que ceniza no es, ni polvo y nada.

 

Pero su sueño vive en nuestro sueño
que ceniza no es, ni polvo y nada,
que polvo no es y no es ceniza y nada.

 

Y su alegría está en nuestra sonrisa
que ceniza no es ni polvo y nada,
que nada no es ni polvo ni ceniza.

 

Aquí yacen ceniza y polvo y nada
los que fueron de carne, sangre y hueso,
y en nuestra carne y sangre y hueso nacen,
muerte fecunda en el vital proceso.

 

Polvo y ceniza y nada no es su muerte,
que la muerte en la lucha no es la muerte,
no pongáis epitafios a su muerte.

 

Transformación constante, cielo y tierra,
el sol, el agua, el aire es epitafio,
en la paz y en la guerra de la tierra.

 

De la tierra vinieron y a la tierra
volvieron y la tierra los devuelve.
Son la Historia, que sigue.
Son la Revolución, que nunca muere.

RAÚL GONZÁLEZ TUÑÓN
Argentina-1905

De “La muerte en Madrid”


Madrid, 25-10-12 

MORIR

 

El que no quiere morir enloquece
aquel que se ve muerto se consuela

 

Qué ira a salir de ti
qué bailarina inmóvil
blanca muy exactamente

 

Qué mendiga de estío
de virtudes aún verdes
de sonreír torturado

 

Qué bella de guantes púdicos
manos vírgenes frente lisa
qué día qué mirar qué sueño

 

Ciega a las sombras terrestres
morirás con los ojos abiertos

 

PAUL ÉLUARD
Francia-1895
De “Le livre ouvert, I”


Madrid, 26-10-12

TODA LA VIDA

 

En el origen de mis fuerzas mi memoria
con todo su peso brilla sobre la hierba de la infancia
hierba desierta hierba de azur sin un paso de hombre
donde los días menos los días no han dejado noche.

 

PAUL ÉLUARD
Francia-1895
De “Le livre ouvert, I”

 


Madrid, 29-10-12

A UNA TRANSEÚNTE

Aullaba en torno mío la calle. Alta, delgada,
de riguroso luto y dolor soberano,
una mujer pasó, con mano fastuosa
levantando el festón y el dobladillo al vuelo;

ágil y tan noble, con su pierna de estatua.
Yo bebía, crispado como un loco, en sus ojos,
cielo lívido donde el huracán germina,
la dulzura que hechiza y el placer que da muerte.

¡Un relámpago!... ¡Luego la noche! – Fugitiva
beldad cuya mirada renacer me hizo al punto,
¿sólo en la eternidad podré verte de nuevo?

¡En otro sitio, lejos, muy tarde, o acaso nunca!
Pues no sé a dónde huyes, ni sabes dónde voy,
¡Tú, a quien yo hubiese amado! ¡Sí, tú, que lo supiste!

CHARLES BAUDELAIRE
(Francia-1821)
De “Las flores del mal”


Madrid, 30-10-12

DESCONOCIDA

Desconocida, era mi forma predilecta,
ella que me quitaba el pesar de ser hombre,
y la veo y la pierdo y sufro mi dolor
como un poco de sol en las aguas heladas.

 

PAUL ÉLUARD
Francia-1895
De “Capitale de la douleur”


Madrid, 31-10-12

PANAMÁ O LAS AVENTURAS
DE MIS SIETE T
ÍOS
(Fragmento)

 

Oh tío he esperado un año entero y no has venido
Te fuiste con una compañía de astrónomos que iban
   a inspeccionar el cielo en la costa occidental de la
   Patagonia
Les servías de intérprete y de guía
Tus consejos
Tu experiencia:
No había dos como tú para apuntarle al horizonte
   con el sextante
Y los instrumentos en equilibrio
Electro-magnéticos
En los fiordos de Tierra del Fuego
En los confines del mundo
Pescaban musgos protozoarios a la deriva entre dos aguas
   al fulgor de los peces eléctricos
Coleccionaban aerolitos de peróxido de hierro
Un domingo por la mañana
Viste salir de las aguas un obispo con su mitra
Tenía una cola de pescado y te asperjaba con señales
   de la cruz
Huiste a la montaña aullando como un vari herido
Esa misma noche
Un huracán destruyó el campamento
Tus compañeros debieron renunciar a la esperanza de
   hallarte vivo
Cuidadosamente se llevaron sus documentos científicos
Y al cabo de tres meses
Los pobres intelectuales
Llegaron una noche a una fogata de gauchos donde se
   hablaba justamente de ti
Salí en tu busca
Tupa
La hermosa naturaleza
Los padrillos se enculan
200 toros negros mugen
Tango argentino

 

BLAISE CENDRARS
Suiza-1887

De “Panamá o las aventuras de mis siete tios”


 

Selección de Poemas Editados
 

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