Estábamos
bailando
tranquilamente
cuando llegó la Lola
y te besó la boca.
Y cuando te
pregunté
qué hacías en esa boca
me respondiste “cachondo”
como si yo no importara.
Con esa loca,
mi amor
hacemos locuras varias
y, después, como en el cine
nos divertimos con nada.
Y yo te vi
tan seguro
mintiendo como mentías
que me abracé a tu cintura
y bailé como querías.
Y la Lola se
moría
de envidia al verme mover
mis ojos y mis caderas
como una actriz verdadera.
Con esa loca,
mi amor,
hacemos locuras varias.
Y, después, como en el cine
nos divertimos con nada.
MIGUEL OSCAR MENASSA
Poeta del mundo nacido en [Argentina-1940]
De "Carnaval de la tercera edad"
Recuerdo tu
cuello
en los labios
de aquel desconocido
y, sin embargo,
amo esta soledad
entre vertientes,
dejo de ser,
alcanzo de un salto
el hilo frágil de tu voz.
Entrego a las
palabras
el ritmo de lo humano.
No vengo
alocado
por el dolor
de haber tenido,
vengo, más bien,
a conversar.
Mi mal es peor que la deriva.
Tejo, entre
sueños,
mis sueños.
Me revelo
que no habrá paz,
despliego las velas
y ato mi vida,
si la hubiera,
a la famosa libertad.
MIGUEL OSCAR MENASSA
Poeta del mundo nacido en [Argentina-1940]
De "Canciones 2003-2004"
La vida vive
en mis palabras, el goce en mi voz
y vosotros, tendréis que resolver el acertijo.
Soy una herida abierta que sólo se repite sin dolor.
Soy una pulsación, sin ritmo, ni latidos.
Algo del ser que ya no fue sino representado.
Un hilo de luz en la montaña abierta y desolada,
pero sin que hubiera de haber desolación,
ni montaña, ni hilo, ni tan siquiera luz.
No soy el humo que parte de la llama y se disipa,
ni el grito que se arranca de la garganta para ser
ni el perfume que escapa de la piel del deseo.
Soy algo del humo, algo de la llama, que perdura:
lo que el grito no pudo asesinar de la garganta,
olor vacío de perfumes, agujero de piel, poesía.
MIGUEL OSCAR MENASSA
Poeta del mundo nacido en [Argentina-1940]
De "La patria del poeta"
ELLA DEL LLANTO Y MI PADRE
A Norma
Ella lloraba siempre a medianoche
ocultándose entre las ramas oscuras
que se desprendían a veces
del último momento de la casa.
Detrás de mi padre
-que se levanta
en otoño temprano
para secar el agua del llanto
o beberse del cielo
el primer aliento de la mañana-
ella lloraba siempre de la misma manera.
Pero algunos días afortunados
-recuerdo en primavera-
encontraba monedas en su llanto,
corría para tenderse en el aire
y amar desesperadamente.
Cuando mi padre se levantaba
incapaz a la hora del llanto
ella, que sabía mirar alegremente
bailaba un amor a su alrededor
diciéndole mentiras.
MIGUEL OSCAR MENASSA
Poeta del mundo nacido en [Argentina-1940]
De "22 poemas y la máquina electrónica o
cómo desesperar a los ejecutivos"
No los volví a encontrar –los tan rápidamente perdidos...
los poéticos ojos, el pálido
rostro... en el anochecer de la calle...
No los encontré ya –los obtenidos enteramente por azar,
de los que así de fácilmente hice renuncia;
y que después pretendí con ansia.
Los poéticos ojos, el pálido rostro,
los labios aquellos no los encontré ya.
CONSTANTINO P. CAVAFIS
Egipto-1863
De “Poemas I (1905-1918)”
Mi
espejo, corriente por las noches,
Se hace arroyo y se aleja de mi cuarto.
Mi espejo,
más profundo que el orbe
Donde todos los cisnes se ahogaron.
Es un
estanque verde en la muralla
Y en medio duerme tu desnudez anclada.
Sobre sus
olas, bajo cielos sonámbulos,
Mis ensueños se alejan como barcos.
De pie en la
popa siempre me veréis cantando.
Una rosa secreta se hincha en mi pecho
Y un ruiseñor ebrio aletea en mi dedo.
VICENTE HUIDOBRO
Chile-1893
De “El espejo de agua”
Lloran voces
sobre mi corazón...
No más pensar en nada.
Despierta el recuerdo y el dolor,
Tened cuidado con las puertas mal cerradas.
Las cosas se fatigan.
En la alcoba,
Detrás de la ventana donde el jardín se muere,
Las hojas lloran.
En la chimenea languidece el mundo.
Todo está
obscuro,
Nada vive,
Tan sólo en el ocaso
Brillan los ojos del gato.
Sobre la ruta se alejaba un hombre.
El horizonte
habla,
Detrás todo agonizaba.
La madre que murió sin decir nada
Trabaja en mi garganta.
Tu figura se
ilumina al fuego
Y algo quiere salir.
El chorro de agua en el jardín.
Alguien tose
en la otra pieza,
Una voz vieja.
¡Cuán lejos!
Un poco de
muerte
Tiembla en los rincones.
VICENTE HUIDOBRO
Chile-1893
De “El espejo de agua”
No lloverá
más,
Pero algunas lágrimas
Brillan aún en tus cabellos.
Un hombre salta en el sol.
Sus ojos
llenos del polvo de todos los caminos
Y su canción no brota de sus labios.
El día se
rompe contra los vidrios
Y las angustias se desvanecen.
El universo
Es más claro que mi espejo.
El vuelo de
los pájaros y el gritar de los niños
Es del mismo color,
Verde.
Sobre los árboles,
Más altos que el cielo,
Se oyen campanas al vuelo.
VICENTE HUIDOBRO
Chile-1893
De “El espejo de agua”
Las horas resbalan lentamente
Como las gotas de agua por un vidrio.
Silencio nocturno.
El miedo se esparce por el aire
Y el viento llora en el estanque.
¡Oh!...
Es una hoja.
Se diría que es el fin de las cosas.
Todo el mundo duerme...
Un suspiro;
En la casa alguien ha muerto.
VICENTE HUIDOBRO
Chile-1803
De “El espejo de agua”
AMOR 2000
Es una voz inconfundible la que
me confunde.
Los vientos detenidos clavándose en mi tiempo,
recurren a las más viejas fantasías de olvido
y, en ese punto negro de la memoria, surge el poema.
No es una sustancia, un ser,
que atraviesan la nada.
Es nada lo que se come la sustancia, atravesando el ser.
Es huecos de huecos, el infinito que me mira,
es línea sobre línea, generando agujeros invisibles.
Opongo al misterioso siglo del
vacío perfecto,
la carne desmesurada y abierta de tus ojos,
la sangre de tu boca, herida por lo insondable.
Opongo a la siniestra ceguera
universal,
incandescente luz del choque de los cuerpos,
la magnética luz de tus palabras, amándome.
MIGUEL OSCAR MENASSA
Poeta del mundo nacido en [Argentina-1940]
De “La patria del poeta”
Que las cosas
no marchan como fuera de desear en la Colonia
no queda la más mínima duda,
pero aunque en cierta manera vamos tirando adelante,
quizá, según piensan algunos, haya llegado la hora
de que traigamos Reformador Político.
Sin embargo
el escollo y la dificultad
es que hacen una historia
enorme de cada cosa los Reformadores
estos. (Gran suerte sería si nunca
los necesitara nadie). Por lo más mínimo,
por la minucia preguntan y exploran
y enseguida en su mente transformaciones radicales establecen,
con la pretensión de que sean llevadas a cabo sin dilación.
Tienen cierta
propensión a los sacrificios.
Renunciad a aquella posesión vuestra;
vuestro afincamiento es precario:
las posesiones así justamente perjudican a las Colonias.
Prescindid de esa renta,
y de la otra con ella tocante,
y de esa tercera: como natural consecuencia;
son desde luego sustanciales, ¿pero qué de otro modo?
os crean una responsabilidad perniciosa.
Y cuanto más
avanzan en su control,
hallan y hallan cosas superfluas, y buscan ponerles término;
cosas que sin embargo difícilmente las puede uno suprimir.
Y cuando,
para bien, acaben su trabajo,
y, tras limitar y cercenar todo al detalle,
se marchen, llevándose asimismo sus justos honorarios,
veamos qué queda ya, a resultas
de tan tremebunda pericia quirúrgica.-
Quizá no
llegó aún la hora.
No nos apresuremos; es cosa arriesgada el apremio.
Las medidas prematuras traen arrepentimientos.
Tiene muchos disloques, cierta y desgraciadamente, la Colonia.
Sin embargo, ¿existe algo humano sin imperfección?
Y en definitiva, ahí está, vamos tirando adelante.
CONSTANTINO P. CAVAFIS
Egipto-1863
De “Poemas
II (1919-1933)”
LLUVIA
..................................................
tiene dos
árboles ahilados
un pequeño jardín;
y hace allí de la campiña
una parodia el agua-
entrando por tallos
que no tienen qué guardar;
regando las raíces
que tienen savia sin vigor;
corriendo por el follaje
que con hilos atado
pedestre y melancólico
cuelga por las ventanas;
y lavando raquíticas
plantas que en macetas
puso hilada a hilada
una hacendosa dueña.
Lluvia, que
los niños tiernos
miran con alegría
desde un cálido cuarto,
y cuanto arrecia el agua
y cae más abundante
dan palmas y brincos.
Lluvia, que escuchan los viejos
con paciencia ceñuda,
con tedio y desgana;
porque ellos por instinto
no aman en modo alguno
tierra empapada y sombras.
Lluvia,
lluvia –continúa
siempre a raudales lloviendo.
Pero ahora ya
no veo.
Se enturbió de la mucha agua
el cristal de la ventana.
Por la superficie
corren, resbalan, se extienden
y suben y bajan
gotas desparramadas
y cada una emborrona
y cada una obnubila.
Y apenas ya se ve
borroso, borroso la calle
y entre neblina diluida
las casas y los carruajes.
CONSTANTINO P. CAVAFIS
Egipto-1863
De “Poemas inéditos (1891-1894)”
YO ADMIRABA
Yo admiraba
descendiendo hacia ti
el espacio ocupado por el tiempo
nuestros recuerdos me llevaban.
Te falta
mucho lugar
para estar siempre conmigo.
PAUL ÉLUARD
Francia-1895
NO ESTOY SOLO
Cargada
de frutas ligeras para los labios
adornada
con mil flores variadas
gloriosa
en los brazos del sol
feliz
de un pájaro familiar
maravillada
por una gota de lluvia
más bella
que el cielo de la mañana
fiel
Hablo de un
jardín
sueño
Pero amo justamente.
PAUL ÉLUARD
Francia-1895
Nosotros dos
teniéndonos de la mano
nos creemos por todas partes en nuestra casa
bajo el árbol dulce bajo el cielo negro
bajo todos los techos en el rincón del fuego
en la calle vacía a pleno sol
en los ojos vagos de la muchedumbre
cerca de los labios y de los locos
entre los niños y los grandes
el amor no tiene nada de misterioso
nosotros somos la evidencia misma
los enamorados se creen en nuestra casa.
PAUL ÉLUARD
Francia-1895
Llegan como
ladrones en la noche.
Fuerzan las cerraduras
y hacen aparecer esas puertas que se abren en un error del muro
y solamente indican la clausura hacia fuera.
Es un manojo de alas que aturde en el umbral.
Entran con una antorcha para incendiar el bosque
sumergido en la almohada,
para disimular las ramas que encandilan desde el fondo del ojo,
los pájaros insomnes, con su brizna de fuego arrebatada
al fuego de los dioses.
Es una zarza ardiendo entre la lumbre,
un crisol donde vuelcan el oro de mis días para acuñar la llave
que lo encierra.
me saquean a ciegas,
truecan una comarca al sol más vivo por un puñado
impuro de tinieblas,
arrasan algún trozo del cielo con la historia que se inscribe
en la arena.
Es una bocanada que asciende a borbotones desde el fondo
de todo el porvenir.
Hurgan con frías uñas en el costado abierto por la misma
condena,
despliegan como vendas las membranas del alma,
hasta tocar la piedra que late con el brillo de la profanación.
Es una vibración de insectos prisioneros en el fragor de
la colmena,
un zumbido de luz, unas antenas que raspan las entrañas.
Entonces la insoluble sustancia que no soy,
esa marea a tientas que sube cuando bajan los tigres en el alba,
tapiza la pared,
me tapia las ventanas,
destapa los disfraces del verdugo que me mata mejor.
Me arrancan de raíz.
Me embalsaman en estatua de sol a las puertas del tiempo.
Soy la momia traslúcida de ayer convertida en oráculo.
OLGA OROZCO
Argentina-1.920
De “Mutaciones de la realidad”
En un país
que amaba ya estará anocheciendo.
Coronados por sus mustias guirnaldas,
esos pequeños seres creados cuando la oscuridad
vuelven a poblar con sus tiernas músicas,
a golpear con sus manos de brillantes estíos
ese rincón natal de mi melancolía.
Sonríen los
inasibles huéspedes,
las criaturas largamente buscadas en las secretas ramas,
en lo más escondido de las piedras,
en la sombra abandonada del que salió de ella eternamente joven.
Desde la lejanía me sonríen.
Qué inútiles
sus gestos, sus caricias,
cuando algún largo tiempo nos conoce calladamente ajenos,
cuando ya no hay temor por el huyente roce de los muertos que amamos,
ni por el musgo que crece murmurando sobre el corazón,
ni por las voces nocturnas de los que se despiden sollozando:
-¡Yo te esperaré siempre allá, doliente desaparecida!
Vosotros,
que habitáis en mí la región desmoronada del miedo,
de las ansiadas compañías terrestres:
¿A qué volvéis ahora
como un sueño demasiado violento que la infancia ha guardado?
Apenas si un
recuerdo os reconoce,
cada vez más lejanos.
OLGA OROZCO
Argentina-1920
De “Eclipses y fulgores”
Es angosta la
puerta
y acaso la custodien negros perros hambrientos y guardias
como perros,
por más que no se vea sino el espacio alado,
tal vez la muestra en blanco de una vertiginosa dentellada.
Es estrecha e incierta y me corta el camino que promete con
cada bienvenida,
con cada centelleo de la anunciación.
No consigo pasar.
Dejaremos para otra vez las grandes migraciones,
el profuso equipaje del insomnio, mi denodada escolta de luz
en las tinieblas.
Es difícil nacer al otro lado con toda la marejada en su favor.
Tampoco logro entrar aunque reduzca mi séquito al silencio,
a unos pocos misterios, a un memorial de amor, a mis peores
estrellas.
No cabe ni mi sombra entre cada embestida y la pared.
Inútil insistir mientras lleve conmigo mi envoltorio de
posesiones transparentes,
este insoluble miedo, aquel fulgor que fue un jardín debajo
de la escarcha.
No hay lugar para un alma replegada, para un cuerpo encogido,
ni siquiera comprimiendo sus lazos hasta la más extrema
ofuscación,
recortando las nubes al tamaño de algún ínfimo sueño perdido
en el desván.
No puedo trasponer esta abertura con lo poco que soy.
Son superfluas las manos y excesivos los pies para esta brecha
esquiva.
Siempre sobra un costado como un brazo de mar o el eco
que se prolonga porque sí,
cuando no estorba un borde igual que un ornamento sin brillo
y sin sentido,
o sobresale, inquieta, la nostalgia de un ala.
No llegaré jamás al otro lado.
OLGA OROZCO
Argentina-1920
De “Poesía en la residencia”
"No quería más que paz y pagué
sin regatear el precio que me pidieron.
William Faulkner, Luz de
Agosto
Yo fui Gail Hightower,
Pastor y alucinado,
para todos los hombres un maldito
y para Dios ¡quién sabe!
Mi vida no fue amor, ni piedad, ni esperanza.
Fue tan sólo la dádiva salvaje que alimentó el reinado
de un fantasma.
Todos mis sacrilegios, todos mis infortunios,
no fueron más que el precio de una misma ventana
en cada atardecer.
¿Qué aguardaba allí el réprobo? ¿Qué paz lo remunera?
Un zumbido de insectos fermentando en la luz como en un fruto,
la armonía de un coro sostenido por la expiación y la violencia,
y después el estruendo de una caballería que alcanza entre
los tiempos ese único instante en que el cielo y la tierra
se abismaron como un relámpago;
esa gloria fulmínea que arde entre el estampido de una bala y el
trueno de un galope.
Aquella fue la muerte de mi abuelo.
Aquél es el momento en que yo,
Gail Hightower veinte años antes de mi nacimiento,
soy todo lo que fui:
un ciego remolino que alienta para siempre en la aridez de aquella
polvareda.
¿Qué perdón, qué condena,
alumbrarán el paso de una sombra?
OLGA OROZCO
Argentina-1920
De “Las muertes”