Los labios
fríos de la noche
dicen una palabra
columna de pena
piedra y no palabra
sombra y no piedra
pensamiento de humo
agua real para mis labios de humo
palabra de verdad
razón de mis errores
Si es muerte sólo por ella vivo
si es soledad hablo por ella
Es la memoria y no recuerdo nada
No sé lo que dice y a ella me fío
como saberse vivo
como olvidar que lo sabemos
Tiempo que entreabre los párpados
y se deja mirar y nos mira
OCTAVIO PAZ
México-1914
De “Días hábiles”
GARABATO
Con un trozo
de carbón
con mi gis roto y mi lápiz rojo
dibujar tu nombre
el nombre de tu boca
el signo de tus piernas
en la pared de nadie
En la puerta prohibida
grabar el nombre de tu cuerpo
hasta que la hoja de mi navaja
sangre
y la piedra grite
y el muro respire como un pecho
OCTAVIO PAZ
México-1914
De “Salamandra”
Si es real la
luz blanca
de esta lámpara, real
la mano que escribe, ¿son reales
los ojos que miran lo escrito?
De una
palabra a la otra
lo que digo se desvanece.
Yo sé que estoy vivo
entre dos paréntesis.
OCTAVIO PAZ
México-1914
De “Días hábiles”
¿De qué cielo
caído,
oh insólito,
inmóvil solitario en la ola del tiempo?
Eres la duración,
el tiempo que madura
en un instante enorme, diáfano:
flecha en el aire,
blanco embelesado
y espacio sin memoria ya de flecha.
Día hecho de tiempo y de vacío:
me deshabitas, borras
mi nombre y lo que soy,
llenándome de ti: luz, nada.
Y floto, ya sin mí, pura existencia.
OCTAVIO PAZ
México-1914
De “Libertad bajo la palabra”
¡No puede
ser! Y sin embargo, ocurre.
Salimos a mirar la tarde en calma
y súbito temor nos hiere el alma.
El viento llega y la ansiedad transcurre.
Vuelve la
paz. De pronto algo discurre
incógnito en las hojas de una palma.
Volvemos a temblar y el aire ensalma
la nueva angustia en que la vida incurre.
¡No puede
ser!, atónitos decimos.
Mas ennegrecen todos los racimos
y hasta la piedra en los desiertos huye.
¡No puede
ser, no puede ser!, clamamos.
¡No puede ser! Y en vértigo nos vamos
entre esa negación que nos destruye.
GERMÁN PARDO GARCÍA
Colombia-1902
De "Hay piedras como lágrimas”
HE DE VOLVER
He de
volver. No sé cuándo ni cómo.
La angustia de partir hiere y desgarra
mi pecho y hunde su temible garra
en el espacio a cuya faz me asomo.
Para
afianzarme, de la vida tomo
raíz profunda que mis pies agarra
y al impedirles su evasión, amarra
su prisa al mundo con dogal de plomo.
Ya no quiero
morir. Amo la vida
hasta expirar por la reciente herida.
Hasta hundirme en los más trágicos senos.
¡Y he de
volver!, desesperado grito,
desangrándome al pie del infinito
que aturde con relámpagos y truenos.
GERMÁN PARDO GARCÍA
Colombia-1902
De "Hay piedras como lágrimas”
LLAGAS OCULTAS
No se ven mis
heridas. Cuando entrego
por la calle a un amigo mano dura,
él no siente jamás la quemadura
que hace en mi alma el escondido fuego.
Mas cuando
inerme por las noches llego
a mi casa desértica y oscura,
mi verdadera imagen que perdura
se vierte en un cristal íntimo y ciego.
Y entonces
miro florecer la llaga
de mi subcarne. Ulceración tan vaga
como tú mismo, ¡oh Tiempo que me inmolas!
Así en la
oscuridad y ante un espejo
donde incide mi rostro casi viejo,
miro mis llagas florecer a solas.
GERMÁN PARDO GARCÍA
Colombia-1902
De "Hay piedras como lágrimas”
Árbol
diuturno, coterráneo mío,
de las mismas substancias mías hecho.
Nervadura en los brazos y en el pecho,
taller de humanidad, alto albedrío.
En tu
concavidad izquierda fío,
lo mismo que en tu fiel flanco derecho,
pues cabe en tu interior diámetro estrecho
una amistad más grande que el estío.
Dije amistad,
y es cierto. Eres el rostro
más amigo que he hallado. Y si me postro
al pie de tu dintel bajo la sierra,
es por eso,
porque eres un amigo;
un aliado homogéneo y un testigo
de lo que es amistad sobre la tierra.
GERMÁN PARDO GARCÍA
Colombia-1902
De "Hay piedras como lágrimas”
Valles que amé: frugal
harinería
del frumentario alcor hecho manojos.
Punzaduras del aire y los abrojos.
Helechos de arbolada simetría.
Aleros de textil
mampostería.
Sabor del pasto, enérgicos rastrojos
y águilas saeteando con los ojos
campamentos de leve cetrería.
Simple enseñanza de tu
verde escuela,
con utensilios de cristal que vuela
como alfiler azul de loma en loma.
Esta es tu ciencia que
me diste exacta.
Óyela aún en mi sigilo intacta
y antes que muera, de mis manos toma.
GERMÁN PARDO GARCÍA
Colombia-1902
De "Hay piedras como lágrimas”
Y éste es el
sol, no el del poema, sino el sol, el que
ilumina,
y ésta es la mujer que cegaba como un sol en el centro
de la noche,
y ésta es la luz, la que transparenta los árboles que
tiemblan en el aire como si palabras fuesen:
-¿Falta mucho para la ciudad siempre lejana?
-No sé, pero
recuerdo como si fuese ahora: sobre
sábanas muy blancas y encrespadas, todo el mar.
ALBERTO SZPUNBERG
Argentina-1940
De “Luces que a lo lejos”
Pero no
olvides nunca que para saber el norte basta
con una ramita clavada en la tierra y, arriba, por
supuesto, el sol.
Pero no
olvides nunca que para clavar la ramita
en la tierra hay que hincarse de rodillas, por fin
humildísimas, dejar el cigarrillo apoyado sobre una
piedra y no distraerse con el viento entre los árboles
sino desear, desear el norte.
Pero no
olvides nunca, sobre todo ahora que esos
murmullos, por el momento, callan y ya no dicen nada.
ALBERTO SZPUNBERG
Argentina-1940
De “Luces que a lo lejos”
Debo aceptar
que ayer, por ejemplo, las montañas
anochecieron nevadas y tuve miedo:
Yo sabía que
no vendrían, pero quizá ya hayan venido
o en otras partes del mundo vienen por alguien que
soy yo y yo soy otro, vienen por otro y me llevan
a mí, vienen aquí y entran allá, echan abajo otras
puertas y sacan de quicio estas ventanas,
“Cerrá las
ventanas, que entra fresco”, dice ella, pero
ella tampoco ha venido,
y las primeras nieves de este invierno acaso ya han
tocado para siempre mi corazón.
ALBERTO SZPUNBERG
Argentina-1940
De “Luces que a lo lejos”
Y ésta es la
historia: una charla de café que reduce
las distancias a puntos de vista y confusos mapas,
teléfonos, direcciones de hoteles baratos que algunas
noches huelen a casa, muelles recorridos muchas
veces de una punta a la otra, como quien repasa
los detalles de una despedida acordada hace años,
junto a otras aguas, entonces más inquietas pero
igualmente salpicadas de brillos fugaces, historias de
cajones de madera, peces muertos.
-¿Por aquí avanzaba esa muchacha con los cabellos
húmedos en la mañana y era el único y luminoso
milagro de la noche?
-Sí, y fíjese usted, con un cuenco de agua para el
sediento y caderas en pleamar.
-¿Y era el mar esa mancha azul en el mapa que, aun
ajado, poco a poco se desplegaba entre gaviotas,
hornallas que ardían hasta la madrugada, sábanas
humedecidas y labios entreabiertos?
-Sí, el mismo, como danzas alrededor de ese
destello,
en realidad, barcos bamboleantes, inesperadas
travesías, gigantescas medusas, animales fantásticos,
bosques submarinos, cordilleras sumergidas, siempre
hacia el otro lado, yendo y viniendo, yendo y viniendo,
hacia el otro lado de su cuerpo, donde la noche
vuelve a ser vértigo y caída.
ALBERTO SZPUNBERG
Argentina-1940
De “Luces que a lo lejos”
De vez en cuando aún te das vuelta y esperas ese gesto
que ponga las cosas en su lugar,
cuando todo lugar es siempre otro y otras las cosas,
otra manera de decir, otra manera de entrar al bar
España, junto a la bahía, donde los viejos huelen
a invierno y a alcoholes bebidos lentamente, por
costumbre, y la salud de los que quedan.
Enfrente están las montañas que retienen un poco de
mar para que recalen los pescadores y bajen a tierra
plateados por un sueño de escamas huidizas,
pero los barcos volverán a zarpar de madrugada, aunque
se cuelen con el viento olores fuertes aún adheridos
a las ropas o a las mantas de la cama o al crujir de
la madera como si pasos fuesen que ya no son, ni
siquiera nuestros pasos, atrás, atrás, a la distancia.
De vez en cuando te das vuelta, sí, pero es un vicio,
una
manera de ser que irá cambiando, o no, pero qué
importa:
a medida que entres en el pueblo, verás que nadie te
pregunta nada.
ALBERTO SZPUNBERG
Argentina-1940
De “Luces que a lo lejos”
I
¿Perdonarás ese pecado donde yo comenzara,
pues mi pecado fuera, aunque antes cometido?
¿Perdonarás ese pecado por el que huí
y todavía huyo, aunque aún lo deploro?
Y cuando lo hayas hecho, no todo has cumplido,
pues tengo más.
II
¿Perdonarás ese pecado que yo he ganado
para que pequen otros, y mi pecado, sea su puerta?
¿Perdonarás ese pecado que yo evité un año o dos,
mas sumergíme en él durante veinte?
Y cuando lo hayas hecho, no todo has cumplido,
pues tengo más.
III
Tengo un pecado de temor, que cuando haya hilado
mi última hebra pereceré en la costa.
Pero jura por ti mismo que a mi muerte tu hijo
brillará como ahora y hasta este momento,
y habiéndolo hecho, todo lo has cumplido,
y ya no temo más.
JOHN DONNE
Inglaterra-1572
De “Poemas divinos”
Ni como tú.
Ni como yo.
Si es necesario
para vivir
que muera todo.
La Poesía
independiente
de toda pasión
no le teme a la muerte
porque la muerte
es su presencia iluminada
y en esa dimensión
más que morir
la sangre se transforma.
Vientre
animal
pariendo el universo
voz gutural
nocturna del poeta
piedra y, a la vez,
un movimiento felino
entre los árboles.
Exóticos
manjares y preludios
de frutos mojados por la lluvia
anidan en tu cuerpo,
carnes sangrantes del tiempo
feroces como raíces violentas
atadas al amor.
MIGUEL OSCAR MENASSA
Poeta del mundo nacido en Argentina-1940
De “La poesía y yo”
Mejor aquí,
en el medio
de un día como otro,
bien comenzado, con lugares
y personas precisos,
con relojes, con ropas
y zapatos bien puestos,
con buenas perspectivas.
Mejor aquí,
en el medio
de un día que se irá
sin nadie.
Crúzate en mi
camino,
hazme una zancadilla:
que yo caiga y comprenda.
RAÚL GUSTAVO AGUIRRE
Argentina-1927
En la casa
grande había una escalera
por donde un poco más y se llegaba al cielo.
Allí, en aquél paraíso acanalado,
los árboles y los gorriones se podían tocar
-ramas y vocerío y bolitas peludas y sombras allá abajo
y libertad rugiendo en la tarde profunda-.
Allá en la casa grande había un cuarto con novelas de la Dama de Negro
y una bella ventana que daba hacia el vacío.
Había abuelos, tías, otros parientes complicados
(segundos o terceros pero fundamentales):
don Carlos, con su ojo vacío y un millón de fantasmas,
su razón que se fue y lo dejó esperando
en medio de las gallinas, entre las bobas higueras
y el sombrío galpón con su olor inmortal a cemento.
Allá en la casa grande había suaves patios cubiertos por el verdor de las uvas.
Había aquella sala y el reloj donde suena toda mi infancia
(reloj que ya no suenas y que alguien se llevó)
y había un piano en esa sala, donde incontables sillas enfundadas de blanco
recibieron los novios impecables, las ancianas amigas que ya no volverán.
¡En la casa grande!, ¡en la casa grande! Había retratos
de personas muy serias que no existieron nunca,
había camas imponentes como el palacio de justicia,
roperos con espejos donde cabía el alma,
había un sótano con arcones y espadas de Sandokán
y un comedor con un trinchero abarrotado de maravillas
(en la mesa cabían todos los dioses del Olimpo:
allí comieron el distante, entonces no sabido, milagro de estar juntos),
y aquel zaguán donde ya nunca resonará mi llanto,
y la puerta por donde nunca más entraré.
Allí quedó tras esa puerta mi equipaje.
la casa grande no era el mundo.
RAÚL GUSTAVO AGUIRRE
Argentina-1927
OH, tú, mi
amor, la de subidos senos
en punta de rubíes levantados
los más firmes, pulidos, deseados,
llenos de luz y de penumbras llenos.
Hermosos,
dulces, mágicos, serenos
en la batalla erguidos, agitados,
ya en juegos de puro amor besados,
gráciles corzas de dormir morenos.
Oh tú, mi
amor, el esmerado estilo
de tu gran hermosura que en sigilo
casi muriendo alabo a toda hora.
Oh tú, mi
amor, yo canto la armonía
de tus perfectos senos la alegría
al ver que se me abren cada aurora.
RAFAEL ALBERTI
España-1902
De “Poemas del amor incierto”
EL BELLO ERROR
O LA DELICADEZA DE EXISTIR
Hablaré de
aquella cuyas piernas se asemejan a un gesto
La que se arroja desde lo alto de sus ojos
Desde lo oscuro de su cuerpo
La que me
quiere con delirios
Con escándalos y silencios
La que tiene
palabras para los otros
Y una sonrisa para nuestro secreto
La que
dispone de un minuto para el mediodía
De su vida para siempre
De mi amor para la eternidad
Ella, que
tiene la debilidad de esperarme
Y la manía de quererme
Tú, donde el
error se hace acierto o belleza
Tú, que tienes la delicadeza de existir.
MARIO TREJO
Argentina-1926
De “El uso de la palabra”