Cabeza impar,
sólo a medias visible desde donde se mire
y a medias rescatada de un exilio sin fin en la cabeza de la bruma.
Es opaca por fuera,
impermeable al bautismo de la luz,
porosa como esponja a las destilaciones de la noche insoluble.
Pero por dentro brilla;
arde en un remolino de cristales errantes,
de chispas desprendidas de la fragua del sueño,
de vértigos azules que atestiguan que es la tumba del cielo.
Se supone que alguna vez fue parte desprendida de Dios,
en forma de tiniebla,
y que rodó hacia abajo, cercenada sin duda por la condenación de la serpiente.
Se ignoran los milenios y las metamorfosis,
las napas de estupor que debió atravesar hasta llegar aquí,
girando como sombra de topo entre raíces,
avanzando después como un planeta ciego
que se condensa en humo, en vapor, en eclipse.
Fue aspirada hacia arriba,
erigida en lo alto de un tronco a la deriva que apenas la retiene,
con dos cavernas sordas para escuchar la voz que rompe contra el muro,
con dos estrías vanas para ver desde un claustro la caída,
con un olor de bestia acorralada debajo de la piel,
con un sabor de pan sepultado entre ayunos,
y esta lengua insaciable
que devora el idioma de la muerte en grandes llamaradas.
Cabeza borrascosa,
cabeza indescifrable,
cabeza ensimismada:
se asemeja a un infierno circular
donde el perseguidor se convierte de pronto en perseguido,
siempre detrás de sí, o delante de mí,
que no sé desde dónde surjo a veces, aferrada a este cuello,
sin encontrar los nudos que me atan a esta extraña cabeza.
OLGA OROZCO
Argentina-1920
De “Museo salvaje”
En verdad jugábamos
en el mar
en la tierra
algunos días en nosotros.
Eran necesidades innegables
las playas
la gente desnudándose detrás de las carpas
anticipándonos una extraña piel
más suave que el delirio de la tierra
o el presentimiento de un país libre.
El baile de arena comenzaba
los hombres corrían alegremente
sobre el mar
dejando las caricias de sus risas
en tu cuerpo
en la extraña sumisión de las olas
frente a tus pies
en el atlántico de tus ojos
que luego compartíamos
entre piedras lisas
cayendo de cualquier manera a la noche
a todos los hombres
que habían jugado por tu vida
con el amor
con la juventud de la tierra
con la severidad del mar..
MIGUEL OSCAR MENASSA
Poeta del mundo nacido en [Argentina-1940]
De "La ciudad se cansa"
Esa espada
del mar en los confines...
Tiendas de luna y sol; un viejo nido
de palabras que avanzan por las olas
a clavarse llameantes en tu pecho.
Allá está el
puño que semillas suelta
hacia tu tierra y hace agricultura
de flor de fuego en tus arenas frías;
allá en el abra, junto al mar, de cielo.
Máquinas de
trastorno allá gobierna
y en sus aspas de jade soy volteada.
¿Qué me quieres oh tú, palabra grave?
Nadie
contesta pero ordena todo;
y el rubio alfanje de la luna nueva
el vientre me penetra y lo florece.
ALFONSINA STORNI
Poeta argentina nacida en
[Suiza-1892]
De “Mascarilla y trebol”
¿Me extravié
en la fiebre?
¿Detrás de las sonrisas?
¿Entre los alfileres?
¿En la duda?
¿En el rezo?
¿En medio de la herrumbre?
¿Asomado a la angustia,
al engaño,
a lo verde?...
No estaba
junto al llanto,
junto a lo despiadado,
por encima del asco,
adherido a la ausencia,
mezclado a la ceniza,
al horror,
al delirio.
No estaba con
mi sombra,
no estaba con mis gestos,
más allá de las normas,
más allá del misterio,
en el fondo del sueño,
del eco,
del olvido.
No estaba.
¡Estoy seguro!
No estaba.
Me he perdido.
OLIVERIO GIRONDO
Argentina-1891
De “Persuasión de los días”
YOLLEO
Eh vos
tatacombo
soy yo
di
no me oyes
tataconco
soy yo sin vos
sin voz
aquí yollando
con mi yo sólo solo que yolla y yolla y yolla
entre mis subyollitos tan nimios micropsíquicos
lo sé
lo sé y tanto
desde el yo mero mínimo al verme yo harto en todo
junto a mis ya muertos y revivos yoes siempre siempre
yollando y yoyollando siempre
por qué
si sos
por qué di
eh vos
no me oyes
tatatodo
por qué tanto yollar
responde
y hasta cuándo.
OLIVERIO GIRONDO
Argentina-1891
De “En la masmédula”
¡Mujer de los
sinfónicos veranos,
tez de aluvión y cintilar de arena!
¡Por los sueños hondura de colmena,
y un líquido turpial entre las manos!
¡Memórame en
tus rojos meridianos!
¡En el rumor de la nocturna vena,
y en el sonar de un cálamo de avena
entre unos girasoles inhumanos!
¡Indúltame,
mujer tornasolada
cual desnuda serpiente sin veneno
y a un laurel corporal entrelazada!
¡Y escúchame
cantar en un terreno
donde expira mi lengua bifurcada
de hombre silbante y ruiseñor de trueno!
GERMÁN PARDO GARCÍA
Colombia-1902
De “Himnos del Hierofante”
A Vincent Van Gogh
a Antonin Artaud,
a Jacobo Fijman
Era un pacto
firmado con la sangre de cada pesadilla,
una simulación de durmientes que roen el peligro en un
hueso de insomnio.
Prohibido ir más allá.
Sólo el santo tenía la consigna para el túnel y el vuelo.
Los otros la mordaza, las vendas y el castigo.
Entonces había que acatar a los guardianes desde el fondo
del foso.
Había que aceptar las plantaciones que se pierden de vista
al borde de los pies.
Había que palpar a ciegas las murallas que separan al
huésped y al perseguidor.
Era la ley del juego en el salón cerrado:
las apuestas a medias hasta perder la llave
y unas puertas que se abren cuando ruedan los últimos
dados de la muerte.
Y ellos se adelantaron de un salto hasta el final,
con sus altas coronas.
Quemaron los telones,
arrancaron de cuajo los árboles del bosque,
rompieron hasta el fondo las membranas para poder pasar.
Fue una chispa sagrada en el infierno,
la ráfaga de un cielo sepultado en la arena,
la cabeza de un dios que cae dando tumbos entre un rayo
y el trueno.
Y después no
hubo más.
Nada más que las llamas, el polvo y el estruendo,
iguales para siempre, cada vez.
Pero esa misma mano mordida por la trampa rozó la
eternidad,
esa misma pupila trizada por la luz fue un fragmento del sol,
esas sílabas rotas en la boca fueron por un instante la palabra.
Ellos eran rehenes de otro mundo, como el carro de Elías.
Pero estaban aquí,
cayendo,
desasidos.
OLGA OROZCO
Argentina-1920
De “Mutaciones de la realidad”
¿Qué oyó Tou-Fou,
qué oyó
en estos silencios que no dejan de subir y a la vez de caer,
fluidos de iris,
así,
a pesar de su espanto sin tiempo?
¿Sintió,
solamente, como Li-Tai-Pé, que se prendían unos
gritos por ahí?
Y el vértigo
de la piedra,
y el vórtice de la angustia
que no admite, de improviso, ni siquiera su agonía,
de paja,
aleteando, invisiblemente, casi,
en un junco...
que no admite ni eso para perderse, para perderse, en seguida,
en un sin límite
de congoja... o de niebla?
Juan L. Ortiz
Argentina-1896
De "El junco y la corriente"
Tal vez no
sea necesario decirles que los amo
con la misma violencia de las lanzas
matando al enemigo blanco en las praderas
o la empecinada suavidad de los interminables telares
azules contra el viento.
Tal vez no
sea necesario decirles que en mi piel
-territorio de paz donde se anidan
los espejos del tiempo-
vuestros rostros más puros se reflejan
violentos de placer.
Tal vez no
sea necesario decirles que he gozado
como gozan los niños cuando se zambullen
exactamente en medio de la tormenta
entre los pechos de María Dadora
Diosa lechera
bruja nacida para amar.
MIGUEL OSCAR MENASSA
Poeta del mundo nacido en [Argentina-1940]
De "Yo pecador"
EL DESNUDO
Basta, basta.
Tanto amor en las aves,
en esos papeles fugitivos que en la tierra se buscan,
en ese cristal indefenso que siente el beso de la luz,
en la gigante lámpara que bajo tierra solloza
iluminando el agua subterránea que espera.
Tú, corazón clamante que en medio de las nubes
o en las plumas del ave,
o en el secreto tuétano del hueso de los tigres,
o en la piedra en que apoya su cabeza la sombra.
Tú, corazón que dondequiera existes como existe la muerte,
como la muerte es esa contracción de la cintura
que siente que la abarca una secreta mano,
mientras en el oído fulgura un secreto previsto.
Di, qué palabra impasible como la esmeralda
deslumbra unos ojos con su signo durísimo,
mientras sobre los hombros todas, todas las plumas
resbalan tenuemente como solo memoria.
Di, qué manto pretende envolver nuestro desnudo,
qué calor nos halaga mientras la luz dice nombres,
mientras escuchamos unas letras que pasan,
palomas hacia un seno que, herido, a sí se ignora.
La muerte es el vestido.
Es la acumulación de los siglos que nunca se olvidan,
es la memoria de los hombres sobre un cuerpo único,
trapo palpable sobre el que un pecho solloza
mientras busca imposible un amor o el desnudo.
VICENTE ALEIXANDRE
España-1898
De “La destrucción o el amor”
Señora
soledad, que tu esqueleto
creí de grises vértebras un día,
aníllame con fuerza entre tus arcos,
que no quiero de ti partirme ahora.
Que al
acercarme vi que en flor abría
tu aparente esqueleto calcinado,
y en tus vértebras limos creadores;
y eran tus cuencas de un azul de llama.
Holgada
estoy: tu cielo no me nieva;
deja caer en claros remolinos
unos trenzados de cristales rosas.
Y nuevamente
con sus voces altas,
entre tus finas nieblas escondidos,
oiga cantar mis pájaros de fuego.
ALFONSINA STORNI
[Poeta argentina nacida en] Suiza-1892
De "Antología mayor"
Ya dije
muchas frases célebres
es hora de vivir.
Vivir
como viven los pájaros cantores
con la cabeza al viento
mirando crecer la libertad.
Te dije
antes que yo nombrara
la tierra estaba yerta.
Soy el tic-tac
oriundo de la nada.
Me abro al compás
de todo lo que muere.
Te toco y te
hago fuego
y así no se puede vivir.
Vivir te dije
como el canto de un pájaro
que ya pasó hace mucho tiempo
y todavía es canto.
.
MIGUEL
OSCAR MENASSA
Poeta del mundo nacido en [Argentina-1940]
De "La poesía y yo"
Levantado
sobre tus dos piernas,
como la torre
en la llanura,
tu cabeza perfecta
cazaba paisajes.
Ya el sol,
último pez del horizonte.
Ya las colinas,
pequeños senos
cubiertos de vello
dorado.
Ya las
balumbas
de nubes
heroicas,
ocultadoras
de las trompetas
del trueno.
Sobre la
máquina
voladora,
o rodante,
o la torre
de tu cuerpo,
trasponías horizontes
absorbiendo
racimos
de formas
y colores.
Adherida a tu
velocidad,
como la hoja
a la rueda,
lancé tímidas flechas
a tus paisajes soberbios.
Y sólo
pequeños
rincones de formas
recogió mi corazón
adormecido.
ALFONSINA STORNI
[Poeta argentina nacida en] Suiza-1892
De "Mundo de siete pozos"
Abrazados, pequeños, aturdidos,
alguien les preguntó súbitamente:
"¿Qué hacéis aquí? ¿Quién os ha puesto enfrente?"
La sístole apretaba los latidos.
¡Qué hacéis
aquí! ¿Acaso habrá respuesta?
¿Quién puede contestar esas preguntas?
Cuerpos amantes, bocas, manos juntas,
arias para una música funesta.
"¡Qué hacéis
aquí!" La noche es una rota
madre que se vacía gota a gota
hacia el río de un alba sin sentido.
¡Qué hacéis
aquí, amándose en lo oscuro
mientras contra la piedra de este muro
un extraño animal lanza su aullido!
LEOPOLDO DE LUIS
España-1918
Del libro “Cuaderno de San Bernardo”
Algo se aúna,
exige.
Exige un cruce por el arduo paso: la muñeca.
Allí mezclados, alguien
diría que sin orden,
desfilan cautamente los azules,
los blancos, remejiéndose.
Un túnel, cauce, foso,
por donde a oscuras cruza
la humana voluntad rumbo a su origen.
En secretas corrientes pasan allí delgadas
las órdenes, tirantes,
hasta su cumplimiento. Y anegadas y enjutas
como un rayo se alumbran: ¡son, emergen!
En el rico alimento
que imparte, y color sirve.
O enjutas cuando suben
en confusión, y vibran:
un relámpago, y basta.
Por ese
estrecho cauce sube toda
la delgada verdad que aquí se aquieta:
como una flecha oculta
corre por ese brazo y va a los centros.
Hombre o aire en que pasa
la desprendida flecha
y el corazón la acepta.¡Allí, vibrante!
Por ese brazo
rosa, blanco, cárdeno,
azul, va el iris, rojo
sólo en su paroxismo,
mas la escala secreta, la luz, completa pasa
y despeña en los pozos.
Brazo de
voluntad
humana. Sí, materia
que algo estruja, y obtiene.
Allí el músculo sufre
una presión: ya es forma.
Casi elegante aduce
su exhalado poder: quehacer exige.
El mundo,
ahora ofrecido, masa ciega,
inerme: allí un destino.
En él el brazo cúmplese.
El mundo, hijo del brazo;
consecuente verdad. Tú, padre: el hombre.
VICENTE ALEIXANDRE
España-1898
De “En un vasto dominio”
(Lope de Vega)
Febrilmente
aún escribes.
Dices, con esa mano desnudada,
del bien o el mal, con un trazo finísimo.
Duditativo a veces, firme o suave.
Con un temblor de luz: tinta oscurísima.
El hueso casi
asoma.
Se ve tu piel, más fina
que nunca, denunciarlo.
Tiembla sutil, se adapta.
Él late, casi aéreo.
Poroso, está vecino
del aire, y casi tócalo.
Solo un beso o materia
separa hueso y aire,
y allí están prometidos, casi viéndose.
Oh el amor unitario
de la materia, o luces.
Y aquí el hueso se agrega
y aúna; coge y toma
y empuña, y traza: escribe.
La luz, la luz derrama.
VICENTE ALEIXANDRE
España-1898
De “En un vasto dominio”
AMARGA BOCA
No es lo
mismo la boca
hecha para besar (toda boca a besar y a morir dispuesta se abre)
y que besó viviente,
que esa otra que no halló nunca un beso
y que guarda su ardor para otro beso último.
La soledad
viviente
gastó su fuerza extrema
y apurada se mira en ese rostro, acaso,
más que cansado, fijo,
todo corteza propia.
Aquí viose algún día
el sol, en unos ojos
azules cuando vierte
su amanecer el monte más que rojo;
o cuando más gallardo
el pie pisaba lumbres
recientes o, avanzando,
sonaba el guijo puro entre las aguas.
La juventud
risueña,
el dardo en venas finas,
los pulsos dadivosos,
hacia el confín latían. ¡Ah, cuán ligados
con la fina verdad del mundo a solas!
Todo era
cuerpo humano,
besos desde las cimas,
promesas inseguras pero cuán ciertas, luces,
y una palabra todo,
redonda: el universo.
Boca allí
dibujada
como contra otra boca.
Juventud conjugada
contra otro mundo idéntico.
Y si el sol presidía, era otro corazón con su luz misma.
Pero el
tiempo, el esfuerzo,
las piedras, la montaña,
el crepúsculo estéril,
todo en su curva dulce se hizo bronco,
mondo al fin como el páramo.
Páramo en
esta noche,
boca contra otros fríos
cuando el rostro ahora asume
su fin y es su corteza.
Igual que muere el día
hoy nace: el mismo acaba.
Y la mano se extiende
a la luz o a la lluvia,
a la noche continua,
como esa rama sola de un invierno.
Boca que
acaso supo
y conoció, o no sabe,
porque no conocer es saber último.
VICENTE ALEIXANDRE
España-1898
De “En un vasto dominio”
El vientre está esponjándose.
Sin limos también urna,
y luces crecen, ruedan
y forjan. Vientre ardiendo.
De la materia solo
la luz, materia es ígnea.
Y el hombre nace lento.
Un punto, un punto sólo.
Galaxia íntima, estrellas
corpóreas sucediéndose.
Formales, forma exigen,
obtienen, muestran, cantan.
El hombre, un puño sólo
de luces corporales,
dejadas, asestadas.
Y transparente, el vientre.
Allí infuso está el ojo,
la boca, el pie, la rosa,
está el perfume claro,
la voz, la voz sonando.
Y el vientre, urna dichosa,
rueda en la noche y pasa
contra los cielos: siglos.
Oh luna casi eterna,
humana, que transcurres,
origen, tumba y cáliz:
¡tú siempre hasta los bordes!
VICENTE ALEIXANDRE
España-1898
De “En un vasto dominio”
El pelo surge y lucha;
brotó ardiendo. Oh milenios.
Allí quemó su origen.
(El cosmos, alumbrándose.)
Por él el hombre aún arde,
abrasa sus orígenes
y aquí termina: humea.
Son rubias llamas, vivas,
morenas brasas, lenguas,
o rojas lumbres, altas.
El fuego, el fuego existe.
Mirad la frente hermosa
y ved su pelo súbito,
extraño, ardido, indómito,
crecer, crecer, sin tasa.
El humo está en los ojos,
rastrea aún en su barba
y oscuro quema en sombras
que, ocultas, aún abrasan.
VICENTE ALEIXANDRE
España-1898
De “En un vasto dominio”