El rosal
estampa su sombra inmóvil
en la cal verde velado
del muro.
¡Ah, qué bien
si yo pintara,
tal cual es, esto que veo!
Sé que saldría otra cosa.
Y eso es lo que pasa siempre.
Era así, pero no es eso.
Lo nuevo
es lo que no nos salió.
Esto.
RAFAEL ALBERTI
España-1902
De “Canciones del Alto Valle del Aniene
y otros Versos y Prosas”
Agua redonda,
inmóvil,
con los árboles dentro
derramando el cielo de la noche
enredada en sus ramas.
Estoy quizás en donde nunca estuve,
sombras blancas,
leves, tenues sonidos,
susurradas palabras de muy lejos,
gargantas fallecidas,
secos labios de arenas calurosas,
heladas en lo oscuro.
Suspenso estoy, llevado por los aires
a un momento o jardín que no pude habitar
y ahora me creas
y haces vivir en él,
agua redonda, inmóvil,
cielo estrellado ya,
reflejo tuyo,
mudas, nocturnas ramas sumergidas.
RAFAEL ALBERTI
España-1902
De “Canciones del Alto Valle del Aniene
y otros Versos y Prosas”
Ya es hora de
perder
la inocencia, ese
estupor de las criaturas que todavía
no pudieron hacerse cargo
de la memoria
del mundo al que recién nacieron.
Pero
nosotros, hombres
grandes ya, podemos olvidar, sabemos
perfectamente qué tendríamos
que hacer para dañar
el presente, para romperlo.
Aquí nadie
tiene derecho a distraerse,
a estar asustado, a rozar
la indignación, a exclamar su sorpresa.
FRANCISCO URONDO
Argentina-1930
De “Poemas de batalla”
1
Vivir
acompañado
no es un consejo,
es la única manera de vivir,
y aprovecho el decir,
para dejar en vuestra inteligencia
la enseñanza más bella:
La poesía no se enamora nunca.
MIGUEL OSCAR MENASSA
Argentina-1940
De “La maestría y yo”
Cesad de
matar a los muertos,
No gritéis más, no gritéis
Si los queréis oír todavía,
Si esperáis no perecer.
Tienen el
imperceptible susurro,
No hacen más rumor
Que el crecer de la hierba,
Alegre donde no pasa el hombre.
GIUSEPPE UNGARETTI
Egipto-1888
De “El dolor”
A mi asilo de
brumas avisaron
que yo tenía que enterrar un muerto.
Preparé la argamasa, el mármol yerto.
Una vez y otra más y otra clamaron.
Mis pies en
las baldosas resonaron
poderosos, seguros. Y estoy cierto
de haber salido a un lúgubre desierto.
Cesaron de llamar. Ya no llamaron.
Trascendía a
carroña, a muerto hediondo.
Cavé con furia y me enterré en el fondo.
Me enterré sin piedad y hui muy lento
de la inmensa
planicie congelada.
Después, ni un ruido, ni dolor ni nada.
Sombras arriba. En la llanura el viento.
GERMÁN PARDO GARCÍA
Colombia-1902
De "Apolo Thermidor”
Yo solo no
puedo
cargar un piano
(menos todavía
una caja fuerte)
¿Y si ni cofre
ni piano
puede recoger mi corazón y llevarlo de vuelta?
Los banqueros lo dicen:
"Cuando no tenemos bolsillos,
nosotros, infinitamente ricos,
metemos el dinero en un banco".
En ti
yo he puesto
el amor,
oculto en el hierro,
y paseo,
feliz Creso.
Todo lo más
si tengo muchas ganas,
saco una sonrisa,
menos incluso,
y, de juerga,
después de medianoche derrocho
algunos rublos de calderilla lírica.
VLADIMIR MAÏAKOVSKI
Rusia-1893
1
Y éste es el
verso donde intentaré
dejaros la enseñanza más necesaria:
En una sociedad justa, el trabajo es un don:
una alegría,
un bien, humano propiamente,
con el cual se puede modificar lo natural,
la vida, los enjambres de sueños, el sol.
Con el trabajo
el hombre pudo volar sin alas,
navegar por los mares sin conocer el mar.
Del árbol
estupefacto de sorpresa ante el hombre,
pudo el trabajo arrancar una silla
y, de la piedra, las señales
que forjan el porvenir del hombre,
su casa,
sus monumentos,
su propia lápida.
MIGUEL OSCAR MENASSA
Argentina-1940
De “La maestría y yo”
Noche en
Santiago noche en noviembre
bajo su curva robusta el cielo abre una pausa
una ciudad confiada a sus hombres
abriendo los dedos de su multitud
apretando la mordaza de sus ruidos
Ahora el
hombre eres tú
sientes que el mar no está lejos
y los días descansan sobre ti
practicas las palabras más tuyas
y sabes que te rodea la lengua esmerilada de la nieve
Ahora desciendes a tu deseo más nocturno
a tu espiral más peligrosa
y otros brazos te continúan
y otro cuerpo te sostiene
¿Qué haces?
¿Qué promueves?
¿Qué tanteas en la pared del tiempo?
Ahora recuerdas su mirada más quebradiza
y propones su cuerpo a la luz de noviembre
y ella incurre en distancia en pasión en pirámides
en verano en alcohol y en húmedo horizonte
Solo después
de siempre
tu corazón difunde trenes
se acostumbra a los puertos
y sólo quiere la mujer solitaria en el andén solitario
los disturbios temblorosos en tu ciudad
tan sólo el cielo de una noche prohibida
de una noche en Santiago de una noche en noviembre
MARIO TREJO
Argentina-1926
De “El uso de la palabra”
Como rayos
que parten al destierro,
con el viejo alarido de sus víctimas
uno a uno pasaron, rodando de la pétrea corona
del altar
que sostuviera su pavor espléndido.
Su nube a solas, con sus mitos fríos
gira al relente, como un triste pájaro;
y de la hoguera,
sólo la llama de la ortiga sube
al pie de unas pirámides truncadas por los tiempos.
Ninguna sombra allí posa la ofrenda,
ni el ojo del humano, bajo las lágrimas, contempla
fulgir en el vacío su cólera emplumada.
Dioses de
América. Sólo el caimán azota
con su cola de fango vuestro orgulloso imperio.
Esparcidos collares de dientes y de guerras
donde agoniza el trueno como una bestia herida
y la funesta tierra del silencio devora
el cuchillo de ónix, la vasija cerámica
con su muerto en cuclillas
en cuyos verdes labios de piel seca aún fulgura
el Salmo de la Lluvia,
el Salmo del Huevo,
el Salmo de la Luz y la Serpiente.
Máscaras
impregnadas por la resina de la tea,
iluminad el páramo, la nieve
y la piel de los siglos sobre los escalones
donde como un ligero torbellino de polvo
aún reza el sacerdote de orejas espinadas que descifra
el oráculo.
Fabulosos globos de monstruos y plumas, dioses,
cumbres de pánico y grandeza.
¿Quién soy ante vosotros, siervo de un dios más alto
en cuya palma herida
sólo se posa la paloma ardiente de la expiación?
Ignoro vuestros cetros,
sólo sé de vosotros la ruina, la humillada ceniza
de la hoguera,
la escalera de piedra, el disco derribado,
la momia que farfulla entre las lagartijas sus plegarias
solares,
vuestra eterna alabanza,
vuestra ley, ¡oh vencidas potestades amargas!
Sin embargo, a menudo, entre la tempestad,
oigo el aullido de esos duros imperios devastados,
el rumor de unas perdidas glorias
que el polvo diviniza.
ENRIQUE MOLINA
Argentina-1910
De “Pasiones terrestres”
Me vuelvo,
pero no he podido desenredarme,
Confuso, una vieja lectura, otra, pero sigue la oscuridad.
El viento
helado corta la playa como una navaja, los
disparos anuncian un naufragio,
La tempestad amaina, la luna forcejea entre las nubes.
Miro allí
donde el barco avanza impotente hacia su fin,
oigo el estruendo del choque, oigo aullidos de espanto,
se hacen más imperceptibles.
Nada puedo
hacer con mis dedos torcidos,
Corro hasta el oleaje y dejo que me empape y me hiele.
Me uno a la
búsqueda, pero ni un solo tripulante llega con
vida a la playa,
Por la mañana ayudo a recoger los muertos, los ponemos
en filas en un granero.
WALT WHITMAN
(Estados Unidos-1819)
De "Hojas de hierba"
No lo puedo
decir. La voz precisa
quedó bajo el silencio sepultada;
cuando retoza el crimen ya no es nada
el diente que pelea en la sonrisa.
No lo puedo
decir. Y acaso es largo
el camino que el daño me asegura.
No lo puedo decir, y sin embargo
sé que está cerca la total negrura.
No lo puedo
decir... Todas las penas
se van volviendo ya como serenas
soledades que aquí no tienen signo.
Aunque la
muerte simplemente abra,
aunque al fin me arrebaten la palabra
no me voy a callar ni me resigno.
.
CARILDA OLIVER LABRA
Cuba-1924
De "Antología poética"
LA VERDAD
¿Qué sonríe
en la sombra sin muros que ensordece
mi corazón? ¿Qué soledad levanta
sus torturados brazos sin luna y grita herida
a la noche? ¿Quién canta sordamente en las ramas?
Pájaros no:
memoria de pájaros. Sois eco,
sólo eco, pluma vil, turbia escoria, muerta materia sorda
aquí en mis manos. Besar una ceniza
no es besar el amor. Morder una seca rama
no es poner estos labios brillantes sobre un seno
cuya turgencia tibia dé lumbre a estos marfiles
rutilantes. ¡El sol, el sol deslumbra!
Separar un
vestido crujiente, resto inútil
de una ciudad. Poner desnudo
el manantial, el cuerpo luminoso, fluyente,
donde sentir la vida ferviente entre los ramos
tropicales, quemantes, que un ecuador empuja.
Bebed, bebed
la rota pasión de un mediodía
que en el cenit revienta sus luces y os abrasa
volcadamente entero, y os funde. ¡Muerte hermosa vital,
ascua del día! ¡Selva virgen que en llamas te destruyes!
VICENTE ALEIXANDRE
España-1898
De "Sombra del paraíso"
JUVENTUD
Así acaricio
una mejilla dispuesta.
¿Me amas? Me amas como los dulces animalitos
a su tristeza mansa inexplicable.
Ámame como el vestido de seda
a su quietud oscura de noche.
Cuerpo vacío, aire parado, vidrio que por fuera
llora lágrimas de frío sin deseo.
Dulce
quietud, cuarto que en pie, templado,
no ignora la luna exterior, pero siente sus pechos
oscuros no besados sin saliva ni leche.
Cuerpo que
solo por la mañana, dolido,
sin fiebre, tiene ojos de nieve tocada
y una rosa en los labios como limón teñido,
cuando sus manos quisieran ser flores casi entreabiertas.
Pero no.
¡Juventud, ilusión, dicha, calor o luz,
piso de mármol donde la carne está tirada,
cuerpo, cuarto de ópalo que siente casi un párpado,
unos labios pegados mientras los muslos cantan!
VICENTE ALEIXANDRE
España-1898
De "La destrucción o el amor"
LLUEVE
En esta tarde
llueve, y llueve pura
tu imagen. En mi recuerdo el día se abre. Entraste.
No oigo. La memoria me da tu imagen solo.
Solo tu beso o lluvia cae en recuerdo.
Llueve tu voz, y llueve el beso triste,
el beso hondo,
beso mojado en lluvia. El labio es húmedo.
Húmedo de recuerdo el beso llora
desde unos cielos grises
delicados.
Llueve tu amor mojando mi memoria,
y cae y cae. El beso
al hondo cae. Y gris aún cae
la lluvia
VICENTE ALEIXANDRE
España-1898
De "Poemas de la consumación"
A TI, VIVA
Es tocar el cielo, poner el dedo
sobre un cuerpo humano.
Novalis
Cuando
contemplo tu cuerpo extendido
como un río que nunca acaba de pasar,
como un claro espejo donde cantan las aves,
donde es un gozo sentir el día cómo amanece.
Cuando miro a
tus ojos, profunda muerte o vida
que me llama,
canción de un fondo que sólo sospecho;
cuando veo tu forma, tu frente serena,
piedra luciente en que mis besos destellan,
como esas rocas que reflejan un sol que nunca se hunde.
Cuando acerco
mis labios a esa música incierta,
a ese rumor de lo siempre juvenil,
del ardor de la tierra que canta entre lo verde,
cuerpo que húmedo siempre resbalaría
como un amor feliz que escapa y vuelve...
Siento el
mundo rodar bajo mis pies,
rodar ligero con siempre capacidad de estrella,
con esa alegre generosidad del lucero
que ni siquiera pide un mar en que doblarse.
Todo es
sorpresa. El mundo destellando
siente que un mar de pronto está desnudo, trémulo,
que es ese pecho enfebrecido y ávido
que solo pide el brillo de la luz.
La creación
riela. La dicha sosegada
transcurre como un placer que nunca llega al colmo,
como esa rápida ascensión del amor
donde el viento se ciñe a las frentes más ciegas.
Mirar tu
cuerpo sin más luz que la tuya,
que esa cercana música que concierta a las aves,
a las aguas, al bosque, a ese ligado latido
de este mundo absoluto que siento ahora en los labios.
VICENTE ALEIXANDRE
España-1898
De "La destrucción o el amor"
EPITAFIO
Para borrar
tu nombre,
ardiente cuerpo que en la tierra aguardas
como un dios el olvido, aquí te nombro,
límite de una vida, aquí, preciso
cuerpo que ardió. No tumba: tierra libre.
Dejad al paso
la mirada lenta,
la que una piedra dura os reclamara,
o la que pide un árbol sin sus pájaros,
casto en la noche, en su velar desnudo.
Nunca el
rumor de un río aquí se escuche.
En la profunda tierra el muerto vive
como absoluta tierra.
Pasa, humano:
no sonarán, tus pasos en un pecho.
VICENTE ALEIXANDRE
España-1898
De "Nacimiento último"
TORO EN EL MAR
(Elegía sobre un mapa perdido)
6
La muerte
estaba a mi lado,
la muerte estaba a tu lado.
La veía
y la veías.
Sonaba en
todo la muerte,
llamaba a todo la muerte.
La sentía
y la sentías.
No quiso verme ni verte.
RAFAEL ALBERTI
España-1902
De “Entre el clavel y la espada”
TORO EN EL MAR
(Elegía sobre un mapa perdido)
12
Querías
desprenderte, pobre toro,
abrumada de nieblas la cabeza.
Querías sacudir la hincada cola
y el obligado párpado caído refrescarlo en el mar,
mojándote de verde las pupilas.
Resollabas de sangre, rebasado, abarcado,
oprimido de noche y de terrores,
bramando por abrir una brecha en el cielo
y sonrosarte un poco de dulce aurora
los despoblados ramos de tus astas.
Gaviotas amarillas
y despistados pájaros de tierra
tejían sobre ellas
silenciosas coronas de silbos tristes y alas.
Niños muertos
perdidos rodaban los delfines
por tus desfallecidas riberas
de lagares y aceite derramados,
mientras que tú, alejándote,
dejabas en mis ojos el deseo
de alzarte de rodillas sobre el mar,
encendiendo otra vez sobre tu lomo
el sol, la luna, el viento y las estrellas.
(Estrecho de Gibraltar)
RAFAEL ALBERTI
España-1902
De “Entre el clavel y la espada”
TORO EN EL MAR
(Elegía sobre un mapa perdido)
15
Cornearás aún
y más que nunca,
desdoblando los campos de tu frente,
y salpicando valles y laderas
te elevarás de nuevo toro verde.
Las aldeas
perderán sus senderos para verte.
Se asomarán
los hombros de los ríos,
y las espadas frías de las fuentes
manos muertas harán salir del suelo
enramadas de júbilo y laureles.
Los ganados
perderán sus pastores para verte.
Te cantarán
debajo tus dos mares,
y para ti los trigos serán puentes
por donde saltes, nuevo toro libre,
dueño de ti y de todo para siempre.
Los caminos
perderán sus ciudades para verte.
RAFAEL ALBERTI
España-1902
De “Entre el clavel y la espada”
Sur.
Campo
metálico, seco.
Plano, sin alma, mi cuerpo.
Centro.
Grande, tapándolo todo,
la sombra fija del perro.
Norte.
Espiral sola mi alma,
jaula buscando a su sueño.
¡Salta sobre
los dos! ¡Hiérelos!
¡Sombra del can, fija, salta!
¡Únelos, sombra del perro!
Riegan los
aires aullidos
dentados de agudos fuegos.
¡Norte!
Se agiganta
el viento norte...
Y huye el alma.
¡Sur!
Se agiganta el viento sur...
y huye el cuerpo.
¡Centro!
Y huye, centro,
candente, intensa, infinita,
la sombra inmóvil del perro.
Su sombra fija.
Campo
metálico, seco.
Sin nadie.
Seco.
RAFAEL ALBERTI
España-1902
De “Sobre los ángeles”
EL ÁNGEL TONTO
Ese ángel,
ése que niega el limbo de su fotografía
y hace pájaro muerto
su mano.
Ese ángel que
teme que le pidan las alas,
que le besen el pico,
seriamente,
sin contrato.
Si es del
cielo y tan tonto,
¿por qué en la tierra? Dime.
Decidme.
No en las
calles, en todo,
indiferente, necio,
me lo encuentro.
¡El ángel tonto!
¡Si será de
la tierra!
-Sí, de la tierra sólo.
RAFAEL ALBERTI
España-1902
De “Sobre los ángeles”