4 de marzo de 1997
Poema leído en los funerales de Allen Ginsberg
Allen Ginsberg se está muriendo
dicen los periódicos
los noticieros
Un gran poeta está muriendo
Pero su voz
no morirá
Su voz está en la tierra
En Lower Manhattan
en su propia cama
está muriendo
No podemos
hacer nada
Está muriendo la muerte que todos mueren
Está muriendo la muerte que mueren los poetas
tiene un teléfono en la mano
y desde su cama en Lower Manhattan
llama a todos
Tarde en la noche
en todos los lugares del mundo
el teléfono suena
“Habla Allen”
dice la voz
“Habla Allen Ginsberg”
Cuántas veces han escuchado esa voz
en todos estos grandes años
No tendría que decir “Ginsberg”
En todo el mundo
en el mundo de los poetas
solamente hay un Allen
“Quería decirte” dice
Les dice lo que sucede
lo que se le viene
encima
La muerte la amante oscura
se le viene encima
Su voz viaja vía satélite
sobre la tierra
sobre el mar de Japón
donde un día él se alzó desnudo
tridente en mano
un hombre joven de barba negra
como un joven Neptuno
de pie en una playa de piedras
Hay marea alta y las aves marinas lloran
Las olas rompen contra él
y las aves marinas lloran
en la costa de San Francisco
Sopla un viento fuerte
hay olas enormes
azotando el Embarcadero
Allen está en el teléfono
su voz está en las olas
Yo leo un libro de poesía griega
en donde está el mar
y los caballos lloran
donde los caballos de Aquiles
lloran
aquí junto al mar
en San Francisco
donde las olas lloran
Hacen un sonido sibilante
profético
Allen
susurran
Allen
LAWRENCE
FERLINGHETTI
Estados Unidos-1919
Esta noche
el mar está en calma
en las playas de Dover
En el crepúsculo creciente
los pájaros
gritan
en su llanto
las sílabas
de alguna palabra
deconstruida
que nosotros
aún no logramos descifrar
que explique
nuestra existencia
Y ellos los pájaros
elevándose
cargan en sus alas
la luz última
y vuelan con ella
sobre el horizonte
guardando
el secreto
LAWRENCE FERLINGHETTI
(Estados Unidos-1919)
De "Viajes por América Desierta y otros
poemas”
La gata
se lame una pata y
se recuesta
en el hueco de la biblioteca
yace allí
largas horas
imperturbable como una esfinge
luego gira su cabeza
hacia mí
se incorpora
estira su cuerpo
me da la espalda
nuevamente lame su pata
como si el tiempo real
no hubiera pasado
Y no lo ha hecho
y ella es una esfinge
que posee los tiempos del mundo
en el desierto de su tiempo
Ella
sabe dónde mueren las moscas
puede ver fantasmas
en las partículas del aire
percibir sombras
en un rayo de sol
Ella oye
la música de las esferas
los sonidos que transmiten
los cables
en las casas
y también el zumbido
del universo
en el espacio interestelar
pero siempre
prefiere los rincones hogareños
y el ronroneo de la estufa
LAWRENCE FERLINGHETTI
(Estados Unidos-1919)
De "Viajes por América Desierta y otros
poemas”
Yo persigo
una forma que no encuentra mi estilo,
botón de pensamiento que busca ser la rosa;
se anuncia con un beso que en mis labios se posa
al abrazo imposible de la Venus de Milo.
Adornan
verdes palmas el blanco peristilo;
los astros me han predicho la visión de la Diosa;
y en mi alma reposa la luz como reposa
el ave de la Luna sobre un lago tranquilo.
Y no hallo en
mí sino la palabra que huye,
la iniciación melódica que de la flauta fluye
y la barca del sueño que en el espacio boga;
Y bajo la
ventana de mi Bella-Durmiente,
el sollozo continuo del chorro de la fuente
y el cuello del gran cisne blanco que me interroga.
RUBÉN DARÍO
Nicaragua-1867
De “Azul”
Mira el signo sutil que los dedos del viento
hacen al agitar el tallo que se inclina
y se alza en una rítmica virtud de movimiento.
Con el áureo pincel de la flor de la harina
trazan sobre la tela azul del firmamento
el misterio inmortal de la tierra divina
y el alma de las cosas que da su sacramento
en una interminable frescura matutina.
Pues en la paz del campo la faz de Dios asoma.
De las floridas urnas místico incienso aroma
el vasto altar en donde triunfa la azul sonrisa.
Aún verde está y cubierto de flores el madero,
bajo sus ramas llenas de amor pace el cordero
y en la espiga de oro y luz duerme la misa.
RUBÉN DARÍO
Nicaragua-1867
De “Azul”
CAUPOLICÁN
A Enrique Hernández Miyares
Es algo
formidable que vio la vieja raza:
robusto tronco de árbol al hombro de un campeón
salvaje y aguerrido, cuya fornida maza
blandiera el brazo de Hércules, o el brazo de Sansón.
Por casco sus
cabellos, su pecho por coraza,
pudiera tal guerrero, de Arauco en la región,
lancero de los bosques, Nemrod que todo caza,
desjarretar un toro, o estrangular un león.
Anduvo,
anduvo, anduvo. Le vio la luz del día,
le vio la tarde pálida, le vio la noche fría,
y siempre el tronco de árbol a cuestas del titán.
“¡El Toqui,
el Toqui!”, clama la conmovida casta.
Anduvo, anduvo, anduvo. La Aurora dijo: “Basta”,
e irguióse la alta frente del gran Caupolicán.
RUBÉN DARÍO
Nicaragua-1867
De “Azul”
A F. Sicardi
Libros
extraños que halagáis la mente
en un lenguaje inaudito y tan raro,
y que de lo más puro y lo más caro,
hacéis brotar la misteriosa fuente;
inextinguible, inextinguiblemente
brota el sentir del corazón preclaro,
y por él se alza un diamantino faro
que el mar de Dios mira profundamente...
fuerza y
vigor que las alas enlaza,
seda de luz y pasos de coloso,
y un agitar de martillo y de maza,
y un respirar
de leones en reposo,
y una virtual palpitación de raza;
y el cielo azul para Orlando Furioso...
RUBÉN DARÍO
Nicaragua-1867
De “Azul”
RIMAS
III
En la cálida
tarde se hundía
el sol en su ocaso,
con la faz rubicunda en un nimbo
de polvo dorado.
En las aguas
del mar una barca,
bogando, bogando,
al país de los sueños volaban
amada y amado.
A la luz del
poniente, en las olas,
quebrada en mil rayos,
parecían de oro bruñido
los remos mojados.
Y en la barca
graciosa y ligera,
bogando, bogando,
al país de los sueños volaban
amada y amado.
¿Qué fue de
ellos? No sé. Yo recuerdo
que después del crepúsculo pálido,
aquel cielo se puso sombrío
y el mar agitado.
RUBÉN DARÍO
Nicaragua-1867
De “Poesía anteriores a
Azul”
Brillar es mi
destino. Soy lucero
de la más apartada lejanía.
Sólo me ven miradas de osadía
más allá de los átomos y entero.
Y cercano
también y compañero,
comparto la pobreza labrantía
y estoy en la ignorada artesanía
lo mismo que en el polvo del sendero.
Brillar,
brillar hasta agotar la ira
de arder que siento. Mi avidez no mira
sino ardor en los montes, las escamas
del submar,
los navíos y las nubes.
¡Oh mundo mío que a la muerte subes
entre un inmenso resplandor de llamas!
GERMÁN PARDO GARCÍA
Colombia-1902
De “Hay piedras como
lágrimas”
Quedará de mi
ser sólo ceniza;
esa última esperanza de los muertos
para integrar con áridos desiertos
ternuras que el estrago pulveriza.
Ahí seré
fulgor que se eterniza
debajo de ojos en la sombra abiertos.
Fulgor, fulgor aún entre los yertos
escombros y la atmósfera caliza.
Yo tengo de
la muerte una creencia
de claridad, y creo en la existencia
de la luz en la carne, que deflora
como tallo en
la tierra consumiéndose.
Creo en la claridad estremeciéndose
bajo la pudrición abrumadora.
GERMÁN PARDO GARCÍA
Colombia-1902
De “Hay piedras como
lágrimas”
Partid mi
corazón en dos mitades
y dad una a la muerte, otra a la vida.
Así estará su entraña repartida
entre una eternidad de eternidades.
Integradlo y
sus hondas cavidades
tendrán de nuevo magnitud unida,
porque lo inmenso se alojó en su herida
cual una tempestad de tempestades.
Partidlo y
levantad en cada mano
una mitad. Con su sentido arcano
verá la vida que a nacer empieza.
Volverlo a
destruir, sembrarle espinas,
y aun con los fragmentos de sus ruinas
a solas reconstruye su grandeza.
GERMÁN PARDO GARCÍA
Colombia-1902
De “Hay piedras como
lágrimas”
Madrid, 16-7-09
Hasta ese
flanco del bastión andino
yo subía, a través de la vereda,
para ver desde arriba la arboleda
dorándose al otoño campesino.
El valle,
humano y a la vez divino,
reforestaba la clemente greda,
y el agrícola ejemplo de la rueda
cumplía la humildad de su destino.
Los días eran
grandes y mi sueño
desde entonces titánico, en el leño
de un roble se apoyaba con el rudo
poder de un
joven labrador que siente
los huracanes combatir su frente,
y muéstrase magnífico y desnudo.
GERMÁN PARDO GARCÍA
Colombia-1902
De “Hay piedras como
lágrimas”
Madrid, 17-7-09
Soy un hombre
que busca la Alegría.
Como ningún otro hombre la deseo.
La busco en lo que toco, en lo que veo,
y en la piedra ancilar de mi energía.
Escarbo la
raíz y comería
su sal por encontrarla, y le rastreo
con mi instinto de galgo el serpenteo
de su estrella en herbácea travesía.
Tiendo
apagadas manos de mendigo
y con palabra elemental le digo:
¡Dame este día tu solar moneda!
Y ella
entonces cordial toma un instante;
lo enciende con sus dedos de diamante,
y allí en mi alma agradecida queda.
GERMÁN PARDO GARCÍA
Colombia-1902
De “Hay piedras como
lágrimas”