Madrid, 2-2-09 

CANCIONES
VII
 

  Canta, canta en claro ritmo,
el almendro en verde rama
y el doble sauce del río.
  Canta de la parda encina
la rama que el hacha corta
y la flor que nadie mira.
  De los perales del huerto
la blanca flor, la rosada
flor del melocotonero.
  Y este olor
que arranca el viento mojado
a los habares en flor. 

ANTONIO MACHADO
España-1875
De “Nuevas canciones”


Madrid, 3-2-09 

CANCIONES
XIII 

  Hay fiesta en el prado verde
-pífano y tambor-.
Con su cayado florido
y abarcas de oro vino un pastor.

  Del monte bajé,
sólo por bailar con ella;
al monte me tornaré.
  En los árboles del huerto
hay un ruiseñor;
canta de noche de día,
canta a la luna y al sol.
Ronco de cantar:
al huerto vendrá la niña
y una rosa cortará.

  Entre las negras encinas
hay una fuente de piedra,
y un cantarillo de barro
que nunca se llena.
  Por el encinar,
con la blanca luna,
ella volverá. 

ANTONIO MACHADO
España-1875
De “Nuevas canciones”


Madrid, 4-2-09 

PROVERBIOS Y CANCIONES
XXXIV
 

Hay dos modos de conciencia:
una es luz, y otra, paciencia.
Una estriba en alumbrar
un poquito el hondo mar;
otra, en hacer penitencia
con caña o red, y esperar
el pez, como pescador.
Dime tú: ¿Cuál es mejor?
¿Conciencia de visionario
que mira en el hondo acuario
peces vivos,
fugitivos,
que no se pueden pescar,
o esa maldita faena
de ir arrojando a la arena
muertos, los peces del mar? 

ANTONIO MACHADO
España-1875
De “Campos de Castilla”


Madrid, 5-2-09 

PROVERBIOS Y CANCIONES
XXXIII
 

Yo amo a Jesús, que nos dijo:
Cielo y tierra pasarán.
Cuando cielo y tierra pasen
mi palabra quedará.
¿Cuál fue, Jesús, tu palabra?
¿Amor? ¿Perdón? ¿Caridad?
Todas tus palabras fueron
una palabra: Velad. 

ANTONIO MACHADO
España-1875
De “Campos de Castilla”


Madrid, 6-2-09 

PROVERBIOS Y CANCIONES
XXX
 

  Corazón, ayer sonoro,
¿ya no suena
tu monedilla de oro?
Tu alcancía,
antes que el tiempo la rompa,
¿se irá quedando vacía?
Confiemos
en que no será verdad
nada de lo que sabemos. 

ANTONIO MACHADO
España-1875
De “Campos de Castilla”


Madrid, 9-2-09 

QUIÉN ERES TÚ... 

Quién eres tú, oh niña, y de qué campos
con esa flauta triste? 

Por qué el aire suena así tan melancólico
si el arroyo es el camino, allá,
de la plata del aire? 

Quién eres tú, de música y de lágrimas,
en las colinas del silencio? 

Quién eres tú, di, quién eres tú,
y es de este mundo ese país que hilas
de repente a mi lado lo mismo que una lluvia? 

Quién eres tú, y de qué muerte vienes,
o de qué vida dulce ni siquiera soñada
suspendida a un paisaje apenas entrevisto? 

Quién eres tú, di?
Eres la pena desconocida, de qué tiempos?
que encuentra no se sabe dónde, no se sabe qué agua,
y moja y moja un aire blanco? 

O eres acaso, di,
eres la dicha inédita, niña misma del aire,
pero en un “aire” tímido tejido
por unos dedos de neblina,
al saberte, oh tú, recién libre de los velos,
y todavía imposible, ay, en los juncos de aquí? 

Quién eres tú, di, de llanto antiguo,
alada sobre un arroyo antiguo, en el soplo antiguo
de una melancolía casi de ángel
con las perlas, que no sabemos, de este aire? 

Quién eres tú, oh niña, y qué rocíos
los de esa flauta íntima? 

Y qué hálito es el tuyo, di,
que nos une, al final, del otro lado ya del aire,
en un solo hilo de tiempo, altísimo,
sobre las gotas de un abismo? 

Juan L. Ortiz
(
Argentina-1896)
De "Las raíces y del cielo"


Madrid, 10-2-09 

VENÍA DE LAS COLINAS 

Venía de las colinas celestes ya,
triste, en el aire triste de su vuelo vago. 

La conocí y lloré dulcemente con sus ojos
sobre el agua lejana y baja y las islas profundas. 

Pero la rosa del día no se iba sola esta vez por el río.
Sentimientos la seguían como velas fascinadas.
¿Por qué las dulces lágrimas entonces? 

No sé. No sé. ¿Era que su silencio no encontraba
los otros silencios? ¿Era que su soledad no encontraba
las otras soledades? 

Doliente acaso de estar únicamente en el aire, mirada sola del cielo,
ella que puede ser otras miradas, ella que puede ser otro lenguaje...
El lenguaje que se encontrará, que se volverá a encontrar, de todos,
en el misterio amoroso de cada uno, por gracia de su misma radiación... 

¿O es que ella quería descender, humilde,
y estaba presa como en una suerte de música por su propia esencia fluida,
ella que es también el espacio y la memoria del corazón, infinitos y súbitos? 

El espacio del corazón... ese sobre todo, este sobre todo,
de sombra pobre y olvidada en que se llama desesperadamente a las puertas
   cerradas,
y no se oye todavía detrás de ellas, entre las ramas de la noche,
su voz tenue y casi perdida en que murmura sin embargo su respuesta todo
   el viento del mundo... 

Juan L. Ortiz
(
Argentina-1896)
De "La mano infinita"


Madrid, 11-2-09 

AH, ESTA TARDE ENCENDIDA... 

Ah, esta tarde encendida, amigos, esta tarde,
de un oro vegetal iluminada toda
y toda penetrada de la gracia celeste
qué dulce, ah, qué dulce! entre el follaje frágil: 

lluvia pálida o fluido casi primaveral
con una muy secreta y fragante nostalgia
de alma. Luz celeste y sensible mirando
entre la irradiación de la muerte suntuosa. 

... Fue en Abril, sí, en Abril, en los primeros días
en que empieza a reinar un orden aún tierno
en las cosas. Venía distraído. De pronto
al volver de una esquina suburbana aquel árbol
me sorprendió con una presencia tan perfecta,
tan acabada, que, en un milagro hube
de creer. Parecía destacado con un
equilibrio, un ritmo, del todo musical, 

en la plenitud grave y frágil de sus formas.
Y todo al punto se ordenó en torno de él
en una paz que hubiera madurado el sensible
pensamiento latente ya del mediodía..

Juan L. Ortiz
(
Argentina-1896)
De "El ángel inclinado"


Madrid, 12-2-09 

FUI AL RÍO... 

Fui al río, y lo sentía
cerca de mí, enfrente de mí.
Las ramas tenían voces
que no llegaban hasta mí.
La corriente decía
cosas que no entendía.
Me angustiaba casi.
Quería comprenderlo,
sentir qué decía el cielo vago y pálido en él
con sus primeras sílabas alargadas,
pero no podía. 

Regresaba
-¿Era yo el que regresaba?-
en la angustia vaga
de sentirme solo entre las cosas últimas y secretas.
De pronto sentí el río en mí,
corría en mí
con sus orillas trémulas de señas,
con sus hondos reflejos apenas estrellados.
Corría el río en mí con sus ramajes.
Era yo un río en el anochecer,
y suspiraban en mí los árboles,
y el sendero y las hierbas se apagaban en mí.
Me atravesaba un río, me atravesaba un río! 

Juan L. Ortiz
(
Argentina-1896)
De "El ángel inclinado"


Madrid, 13-2-09

NO ERA NECESARIO... 

No era necesario mirar el cielo ni las ramas.
Aquí te vi, en la tierra pura, en la tierra desnuda.
Aquí te vi, espíritu primaveral, danzar o arder serenamente como la alegría sin nombre,
transparencia imposible de una dicha flotante sobre el polvo. 

Aquí te vi, niña fantasmal de velos diáfanos, en el mediodía inexistente.
No era necesario mirar el cielo ni las ramas. 

Juan L. Ortiz
(
Argentina-1896)
De "El álamo y el viento"


Madrid, 16-2-09 

¿DÓNDE ESTÁ MI VIDA, DI? 

¿Dónde está mi vida, di?
¿Tú sabes por dónde anda?
¿Está alternando con pájaros
por las salas de los aires?
¿Está flotando en el agua?
¿Está enterrada en la tierra,
esperando que le salgan
las flores que se promete?
Ni [en] agua en aire o en tierra,
está mi vida. La tienes
tú, toda entera entregada.
Yo no la llevo en mi cuerpo.
Tú la tienes. Ella es
lo que tú estés ahora haciendo
con ella dentro de ti.
¿Está alegre o está triste?
Yo no me atrevo a tener
alegrías o tristezas,
sin preguntarle a tu alma
por el color de mi vida.
Por eso tampoco tengo
mi muerte aquí en este pecho.
Tú, que posees las magias
que le dan vida a mi vida,
tienes las flechas, también,
con que mi vida se mata.
Flechas de tu voluntad,
aceros de tu mirada
que si un día lo decides
vendrán a mí disparadas,
a matar a un ser ya muerto
muerto ya cuando le toque
en la carne la saeta.
Porque yo me moriré
antes de sentir la muerte
aquí, donde está mi cuerpo,
desde el momento en que tú
me hayas matado en tu alma. 

PEDRO SALINAS
E
spaña-1891
De “Largo lamento” 


Madrid, 17-2-09 

¿ES DE ACERO, DE MÁRMOL, DI? 

¿Es de acero, de mármol, di
su fuerza?
¿De qué está hecha?
¿En los abismos de la tierra
por bodas de la tierra y de los siglos
su dureza, si es mármol?
¿Por los pactos del fuego con el agua,
halló su temple, si es de acero?
No sé; pero conozco
su poder contra todo, aquí en mi pecho.
Pueden venir las nubes, rodearla;
mas su blancura al fondo, perdurable.
Pueden venir las garras y los picos
de las eternas aves predatorias
de este mundo: las penas,
a desgarrarla: intacta,
resistirá su gracia.
Pueden venir los días y las noches
y engendrarlo sus hijos más feroces
los años, las flaquezas,
querer quebrar su filo limpio.
Mas su temple
resistirá los tiempos
entre un gran cementerio de relojes.
Y las innumerables
fuerzas del mundo este,
las lágrimas, los rostros desolados,
que llaman desde atrás, junto al naufragio,
nada podrán contra su fuerza pura,
y su inocencia, que querer se llama.
Pero si tú, tan sólo tú, la tocas
con un soplo, tan sólo con el soplo
sin garras, sin poder,
con que se dice: “Adiós, no más, adiós”,
ella, la vencedora
de apocalipsis, años y distancias
se rendirá sin ruido, ya deshecha,
nada, como tiernísima
burbuja sin materia. En ti reside
la más que fuerza, fuerza que la mate. 

Es mi felicidad. ¿No la conoces? 

PEDRO SALINAS
E
spaña-1891
De “Largo lamento”


 

Madrid, 18-2-09 

NO RECHACES LOS SUEÑOS POR SER SUEÑOS 

No rechaces los sueños por ser sueños.
Todos los sueños pueden
ser realidad, si el sueño no se acaba.
La realidad es un sueño. Si soñamos
que la piedra es la piedra, eso es la piedra.
Lo que corre en los ríos no es un agua,
es un soñar, el agua, cristalino.
La realidad disfraza
su propio sueño, y dice:
”Yo soy el sol, los cielos, el amor.”
Pero nunca se va, nunca se pasa,
si fingimos creer que es más que un sueño.
Y vivimos soñándola. Soñar
es el modo que el alma
tiene para que nunca se le escape
lo que se escaparía si dejamos
de soñar que es verdad lo que no existe.
Sólo muere
un amor que ha dejado de soñarse
hecho materia y que se busca en tierra. 

PEDRO SALINAS
E
spaña-1891
De “Largo lamento”


Madrid, 19-2-09 

SE PUEDE VIVIR EN NIDOS 

Se puede vivir en nidos,
como las aves querrían. 

Se puede vivir en pechos
como quieren
acabar las violetas
y los amores impares. 

Se puede vivir en llamas,
cuando se quema un papel
y ya no quedan palabras
sino luz resplandeciente. 

Se puede vivir, también,
a veces viven las vidas,
bajo los techos, en casas,
o en veletas, como el aire. 

Pero nosotros vivimos
un día dicha sin nidos,
sin techos y sin veletas.
Viviéndola
en un color verde, en un
color verde sobre ruedas. 

PEDRO SALINAS
E
spaña-1891
De “Largo lamento”


Madrid, 20-2-09 

¡CUÁNTO SABE LA FLOR!
SABE SER BLANCA
 

¡Cuánto sabe la flor! Sabe ser blanca
cuando es jazmín, morada cuando es lirio.
Sabe abrir el capullo
sin reservar dulzuras para ella,
a la mirada o a la abeja.
Permite sonriendo
que con su alma se haga miel.
¡Cuánto sabe la flor! Sabe dejarse
coger por ti, para que tú la lleves,
ascendida, en tu pecho alguna noche.
Sabe fingir, cuando al siguiente día
la separas de ti, que no es la pena
por tu abandono lo que la marchita.
¡Cuánto sabe la flor! Sabe el silencio;
y teniendo unos labios tan hermosos
sabe callar el “¡ay!” y el “no”, e ignora
la negativa y el sollozo.
¡Cuánto sabe la flor! Sabe entregarse,
dar, dar todo lo suyo al que la quiere,
sin pedir más que eso: que la quiera.
Sabe, sencillamente sabe, amor. 

PEDRO SALINAS
E
spaña-1891
De “Largo lamento”


Madrid, 23-2-09 

DEL CAMINO 

XX 

   Mientras la sombra pasa de un santo amor, hoy quiero
poner un dulce salmo sobre mi viejo atril.
Acordaré las notas del órgano severo
al suspirar fragante del pífano de abril.

   Madurarán su aroma las pomas otoñales,
la mirra y el incienso salmodiarán su olor;
exhalarán su fresco perfume los rosales,
bajo la paz en sombra del tibio huerto en flor.

   Al grave acorde lento de música y aroma,
la sola y vieja y noble razón de mi rezar
levantará su vuelo suave de paloma,
y la palabra blanca se elevará al altar.

 

XXI 

Daba el reloj las doce... y eran doce
golpes de azada en tierra...
   ... ¡Mi hora! –grité- ... El silencio
me respondió: -No temas;
tú no verás caer la última gota
que en la clepsidra tiembla.
   Dormirás muchas horas todavía
sobre la orilla vieja
y encontrarás una mañana pura
amarrada tu barca a otra ribera. 

XXII 

   Sobre la tierra amarga, caminos tiene el sueño
laberínticos, sendas tortuosas,
parques en flor y en sombra y en silencio;
   criptas hondas, escalas sobre estrellas;
retablos de esperanzas y recuerdos.
Figurillas que pasan y sonríen
-juguetes melancólicos de viejo-;
   imágenes amigas,
a la vuelta florida del sendero,
y quimeras rosadas
que hacen camino... lejos...

ANTONIO MACHADO
España-1875
De “Soledades”


Madrid, 24-2-09 

DEL CAMINO 

XXIII 

   En la desnuda tierra del camino
la hora florida brota,
espino solitario,
del valle humilde en la revuelta umbrosa.
   El salmo verdadero
de tenue voz hoy torna
al corazón, y al labio,
la palabra quebrada y temblorosa.
   Mis viejos mares duermen; se apagaron
sus espumas sonoras
sobre la playa estéril. La tormenta
camina lejos en la nube torva.
   Vuelve la paz al cielo;
la brisa tutelar esparce aromas
otra vez sobre el campo, y aparece,
en la bendita soledad, tu sombra. 

XIV 

   El sol es un globo de fuego,
la luna es disco morado.
   Una blanca paloma se posa
en el alto ciprés centenario.
   Los cuadros de mirtos parecen
de marchito velludo empolvado.
¡El jardín y la tarde tranquila!...
Suena el agua en la fuente de mármol. 

XV 

   ¡Tenue rumor de túnicas que pasan
sobre la infértil tierra!...
¡Y lágrimas sonoras
de las campanas viejas!
   Las ascuas mortecinas
del horizonte humean...
Blancos fantasmas lares
van encendiendo estrellas.

   -Abre el balcón. La hora
de una ilusión se acerca...
La tarde se ha dormido
y las campanas sueñan. 

ANTONIO MACHADO
España-1875
De “Soledades”


Madrid, 25-2-09 

DEL CAMINO 

XXVI 

   ¡Oh, figuras del atrio, más humildes
cada día y lejanas:
mendigos harapientos
sobre marmóreas gradas;
   miserables ungidos
de eternidades santas,
manos que surgen de los mantos viejos
y de las rotas capas!
   ¿Pasó por vuestro lado
una ilusión velada,
de la mañana luminosa y fría
en las horas más plácidas?...
   Sobre la negra túnica, su mano
era una rosa blanca... 

XXVII 

   La tarde todavía
dará incienso de oro a tu plegaria,
y quizás el cenit de un nuevo día
amenguará tu sombra solitaria.
   Mas no es tu fiesta el Ultramar lejano,
sino la ermita junto al manso río;
no tu sandalia el soñoliento llano
pisará, ni la arena del hastío.
   Muy cerca está, romero,
la tierra verde y santa y florecida
de tus sueños; muy cerca, peregrino
que desdeñas la sombra del sendero
y el agua del mesón en tu camino. 

ANTONIO MACHADO
España-1875
De “Soledades”


Madrid, 26-2-09 

DEL CAMINO 

XXVIII 

   Crear fiestas de amores
en nuestro amor pensamos,
quemar nuevos aromas
en montes no pisados,
   y guardar el secreto
de nuestros rostros pálidos,
porque en las bacanales de la vida
vacías nuestras copas conservamos,
   mientras con eco de cristal y espuma
ríen los zumos de la vid dorados.
................................................................
   Un pájaro escondido entre las ramas
del parque solitario,
silba burlón...
                     Nosotros exprimimos
la penumbra de un sueño en nuestro vaso...
Y algo, que es tierra en nuestra carne, siente
la humedad del jardín como un halago. 

XXIX 

   Arde en tus ojos un misterio, virgen
esquiva y compañera.
   No sé si es odio o es amor la lumbre
inagotable de tu aljaba negra.
   Conmigo irás mientras proyecte sombra
mi cuerpo y quede a mi sandalia arena.
   -¿Eres la sed o el agua en mi camino?
Dime, virgen esquiva y compañera.  

ANTONIO MACHADO
España-1875
De “Soledades”


Madrid, 27-2-09 

DEL CAMINO 

XXX 

   Algunos lienzos del recuerdo tienen
luz de jardín y soledad de campo;
la placidez del sueño
en el paisaje familiar soñado.
   Otros guardan las fiestas
de días aun lejanos;
figurillas sutiles
que pone un titirero en su retablo
...........................................................
   Ante el balcón florido,
está la cita de un amor amargo.
   Brilla la tarde en el resol bermejo...
La hiedra efunde de los muros blancos...
   A la revuelta de una calle en sombra
un fantasma irrisorio besa un nardo. 

XXXI 

   Crece en la plaza en sombra
el musgo, y en la piedra vieja y santa
de la iglesia. En el atrio hay un mendigo...
Más vieja que la iglesia tiene el alma.

   Sube muy lento, en las mañanas frías,
por la marmórea grada,
hasta un rincón de piedra... Allí aparece
su mano seca entre la rota capa.
   Con las órbitas huecas de sus ojos
ha visto cómo pasan
las blancas sombras, en los claros días,
las blancas sombras de las horas santas. 

XXXII 

   Las ascuas de un crepúsculo morado
detrás del negro cipresal humean...
En la glorieta en sombra está la fuente
con su alado y desnudo Amor de piedra,
que sueña mudo. En la marmórea taza
reposa el agua muerta. 

ANTONIO MACHADO
España-1875
De “Soledades”


 

Selección de Poemas Editados

 

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