Madrid, 2-1-09 

LAS COSAS 

El bastón, las monedas, el llavero,
la dócil cerradura, las tardías
notas que no leerán los pocos días
que me quedan, los naipes y el tablero,
un libro y en sus páginas la ajada
violeta, monumento de una tarde
sin duda inolvidable y ya olvidada,
el rojo espejo occidental en que arde
una ilusoria aurora. ¡Cuántas cosas,
limas, umbrales, atlas, copas, clavos,
nos sirven como tácitos esclavos,
ciegas y extrañamente sigilosas!
Durarán más allá de nuestro olvido;
no sabrán nunca que nos hemos ido.

JORGE LUIS BORGES
Argentina-1899
De “Elogio de la sombra 


Madrid, 5-1-09 

TE REVELARÁ 

Momento hermoso, retorna a mi lado.

Juventud, háblame
en esta hora vertiginosa. 

O bello recuerdo, siéntate un momento. 

Hora de luz negra en las venas
y de los gritos callados de los espejos,
de precipicios falsos de la sed... 

Y desde el polvo más profundo y ciego
la edad bella promete:
 

Con dulzura de primeros pasos, cuando
el sol haya tocado
la tierra de la noche
y en frescor liberado todo humo,
retornando pálido al cielo
un alegre cuerpo te revelará.

 

GIUSEPPE UNGARETTI
Egipto-1888
De “El fin de Cronos”


Madrid, 7-1-09 

ECO 

Descalza vas desde arenas lunares,
Aurora, amor festivo, y con un eco
Pueblas el universo desterrado y dejas
en la carne de los días,
perenne rastro, una llaga velada. 

GIUSEPPE UNGARETTI
Egipto-1888
De “Sueños y acordes”


Madrid, 8-1-09 

SEMEJANTE A SÍ 

Va la nave, sola
en la quietud de la tarde. 

Alguna luz llega
desde lejos, de las casas. 

En la extrema noche
va en humo al fondo del mar. 

Queda, solo, semejante a sí,
un fragor que se pierde... 

Se renueva... 

GIUSEPPE UNGARETTI
Egipto-1888
De “El fin de Cronos”


Madrid, 9-1-09 

ÚLTIMO CUARTO 

Luna,
Pluma del cielo,
Tan de vitela,
Árida,
¿Transportas el murmullo de almas desnudas? 

Y a la pálida ¿qué dirán ya
Murciélagos de las ruinas del teatro,
En sueño aquellas cabras,
Y entre secas hojas como en quieto humo
Con todo su desgañitarse de cristal
Un ruiseñor? 

GIUSEPPE UNGARETTI
Egipto-1888
De “Sueños y acordes” 


Madrid, 12-1-09 

PREFACIO
-Fragmento 1-
 

   Nací a los treinta y tres años, el día de la muerte de Cristo;
nací en el Equinoccio, bajo las hortensias y los aeroplanos
del calor.
   Tenía yo un profundo mirar de pichón, de túnel y de automóvil
sentimental. Lanzaba suspiros de acróbata.
   Mi padre era ciego y sus manos eran más admirables que la
noche.
   Amo la noche, sombrero de todos los días.
   La noche, la noche del día, del día al día siguiente.
   Mi madre hablaba como la aurora y como los dirigibles que
van a caer. Tenía cabellos color de bandera y ojos llenos de
navíos lejanos.
   Una tarde, cogí mi paracaídas y dije: “Entre una estrella y dos
golondrinas.” He aquí la muerte que se acerca como la tierra
al globo que cae.
   Mi madre bordaba lágrimas desiertas en los primeros arcosiris.
   Y ahora mi paracaídas cae de sueño en sueño por los espacios
de la muerte.
 

VICENTE HUIDOBRO
Chile-1893
De “Altazor”


Madrid, 13-1-09 

PREFACIO
-Fragmento 2-
 

   El primer día encontré un pájaro desconocido que me dijo:
“Si yo fuese dromedario no tendría sed. ¿Qué hora es?” Bebió
las gotas de rocío de mis cabellos, me lanzó tres miradas y media
y se alejó diciendo: “Adiós” con su pañuelo soberbio.

   Hacia las dos aquel día, encontré un precioso aeroplano, lleno
de escamas y caracoles. Buscaba un rincón del cielo donde
guarecerse de la lluvia.

   Allá lejos, todos los barcos anclados, en la tinta de la aurora.
De pronto, comenzaron a desprenderse, uno a uno, arrastrando
como pabellón girones de aurora incontestable.

   Junto con marcharse los últimos, la aurora desapareció tras
algunas olas desmesuradamente infladas.

   Entonces oí hablar al Creador, sin nombre, que es un simple
hueco en el vacío, hermoso como un ombligo.

   Hice un gran ruido y este ruido formó el océano y las olas
del océano.

   Este ruido irá siempre pegado a las olas del mar y las olas del mar
irán siempre pegadas a él, como los sellos en las tarjetas postales.

   Después tejí un largo bramante de rayos luminosos para coser
los días uno a uno; los días que tienen un oriente legítimo o
reconstruido, pero indiscutible.

   Después tracé la geografía de la tierra y las líneas de la mano.

   Después bebí un poco de cognac (a causa de la hidrografía).

   Después creé la boca y los labios de la boca, para aprisionar
las sonrisas equívocas y los dientes de la boca para vigilar
las groserías que nos vienen a la boca.

   Creé la lengua de la boca que los hombres desviaron de su rol,
haciéndola aprender a hablar... a ella, ella, la bella nadadora,
desviada para siempre de su rol acuático y puramente acariciador.

 

VICENTE HUIDOBRO
Chile-1893
De “Altazor”


Madrid, 14-1-09 

PREFACIO
-Fragmento 3-
 

   Mi paracaídas empezó a caer vertiginosamente. Tal es la fuerza
de atracción de la muerte y del sepulcro abierto.
   Podéis creerlo, la tumba tiene más poder que los ojos de la
amada.
   La tumba abierta con todos sus imanes. Y esto te lo digo a ti, a ti
que cuando sonríes haces pensar en el comienzo del mundo.
   Mi paracaídas se enredó en una estrella apagada que seguía su
órbita concienzudamente, como si ignorara la inutilidad de sus
esfuerzos.
   Y aprovechando este reposo bien ganado, comencé a llenar con
profundos pensamientos las casillas de mi tablero:
   Los verdaderos poemas son incendios. La poesía se propaga por
todas partes, iluminando sus consumaciones con estremecimientos
de placer o de agonía.
   Se debe escribir en una lengua que no sea materna.
   Los cuatro puntos cardinales son tres: el Sur y el Norte.
   Un poema es una cosa que será.
   Un poema es una cosa que nunca es, pero que debiera ser.
   Un poema es una cosa que nunca ha sido, que nunca podrá ser.
   Huye del sublime externo, si no quieres morir aplastado por el viento. 

VICENTE HUIDOBRO
Chile-1893
De “Altazor”


Madrid, 15-1-09 

PREFACIO
-Fragmento 4-
 

   Si yo no hiciera al menos una locura por año, me volvería loco.
   Tomo mi paracaídas, y del borde de mi estrella en marcha,
me lanzo a la atmósfera del último suspiro.
   Ruedo interminablemente sobre las rocas de los sueños, ruedo
entre las nubes de la muerte.
   Encuentro a la Virgen sentada en una rosa, y me dice: “Mira
mis manos: son transparentes como las bombillas eléctricas.
¿Ves los filamentos de donde corre la sangre de mi luz intacta?
   Mira mi aureola. Tiene algunas saltaduras, lo que prueba mi
ancianidad.
   Soy la Virgen, la Virgen sin mancha de tinta humana, la única
que no lo sea a medias, y soy la capitana de las otras once mil
que estaban en verdad demasiado restauradas.
   Hablo una lengua que llena los corazones según la ley de las
nubes comunicantes.
   Digo siempre adiós, y me quedo.
   Ámame, hijo mío, pues adoro tu poesía y te enseñaré proezas
aéreas.
   Tengo tanta necesidad de ternura, besa mis cabellos, los he
lavado esta mañana en las nubes del alba y ahora quiero
dormirme sobre el colchón de la neblina intermitente.
   Mis miradas son un alambre en el horizonte para el descanso
de las golondrinas.
   Ámame.
   Me puse de rodillas en el espacio circular y la Virgen se elevó
y vino a sentarse en mi paracaídas.
   Me dormí y recité entonces mis más hermosos poemas.
   Las llamas de mi poesía secaron los cabellos de la Virgen, que
me dijo gracias y se alejó, sentada sobre su rosa blanda.
   Y héme aquí solo, como el pequeño huérfano de los naufragios
anónimos.

 

VICENTE HUIDOBRO
Chile-1893
De “Altazor”


Madrid, 16-1-09 

PREFACIO
-Fragmento 5-
 

   Ah, qué hermoso... qué hermoso.
   Veo las montañas, los ríos, las selvas, el mar, los barcos,
las flores y los caracoles.
   Veo la noche y el día y el eje en que se juntan.
   Ah, ah, soy Altazor, el gran poeta, sin caballo que coma alpiste,
ni caliente su garganta con claro de luna, sino con mi pequeño
paracaídas como un quitasol sobre los planetas.
   De cada gota de sudor de mi frente hice nacer astros, que os dejo
la tarea de bautizar como a botellas de vino.
   Lo veo todo, tengo mi cerebro forjado en leguas de profeta.
   La montaña es el suspiro de Dios, ascendiendo en termómetro
hinchado hasta tocar los pies de la amada.
   Aquél que todo lo ha visto, que conoce todos los secretos sin ser
Walt Whitman, pues jamás he tenido una barba blanca como las bellas
enfermeras y los arroyos helados.
   Aquél que oye durante la noche los martillos de los monederos
falsos, que son solamente astrónomos activos.
   Aquel que bebe el vaso caliente de la sabiduría después del diluvio
obedeciendo a las palomas y que conoce la ruta de la fatiga, la estela
hirviente que dejan los barcos.
   Aquél que conoce los almacenes de recuerdos y de bellas estaciones
olvidadas.
   Él, el pastor de aeroplanos, el conductor de las noches extraviadas
y de los ponientes amaestrados hacia los polos únicos.
   Su queja es semejante a una red parpadeante de aerolitos sin testigo.
   El día se levanta en su corazón y él baja los párpados para hacer la
noche del reposo agrícola.
   Lava sus manos en la mirada de Dios, y peina su cabellera como
la luz y la cosecha de esas flacas espitas de la lluvia satisfecha.
   Los gritos se alejan como un rebaño sobre las lomas cuando
las estrellas duermen después de una noche de trabajo continuo.
   El hermoso cazador frente al bebedero celeste para los pájaros sin
corazón.
   Sé triste tal cual las gacelas ante el infinito y los meteoros, tal cual
los desiertos sin mirajes.
   Hasta la llegada de una boca hinchada de besos para la vendimia
del desierto.
   Sé triste, pues ella te espera en un rincón de este año que pasa.
   Está quizá al extremo de tu canción próxima y será bella como
la cascada en libertad y rica como la línea ecuatorial.
   Sé triste, más triste que la rosa, la bella jaula de nuestras miradas
y de las abejas sin experiencia.
   La vida es un viaje en paracaídas y no lo que tú quieres creer.

 

VICENTE HUIDOBRO
Chile-1893
De “Altazor”


Madrid, 19-1-09 

PREFACIO
-Fragmento 6-
 

   Vamos cayendo, cayendo de nuestro zenit a nuestro nadir
y dejamos el aire manchado de sangre para que se envenenen
los que vengan mañana a respirarlo.
   Adentro de ti mismo, fuera de ti mismo, caerás del zenit
al nadir porque ése es tu destino, tu miserable destino.
Y mientras de más alto caigas, más alto será el rebote,
más larga tu duración en la memoria de la piedra.

   Hemos saltado del vientre de nuestra madre o del borde
de una estrella y vamos cayendo.

   Ah, mi paracaídas, la única rosa perfumada de la atmósfera,
la rosa de la muerte, despeñada entre los astros de la muerte.

   ¿Habéis oído? Ese es el ruido siniestro de los pechos cerrados.

   Abre la puerta de tu alma y sal a respirar al lado afuera. Puedes
abrir con un suspiro la puerta que haya cerrado el huracán.

   Hombre, he ahí tu paracaídas maravilloso como el vértigo.

   Poeta, he ahí tu paracaídas, maravilloso como el imán del abismo.

   Mago, he ahí tu paracaídas que una palabra tuya puede convertir
en un parasubidas maravilloso como el relámpago que quisiera
cegar al creador.

   ¿Qué esperas?

   Mas he ahí el secreto del Tenebroso que olvidó sonreír. Y el paracaídas
aguarda amarrado a la puerta como el caballo de la fuga interminable. 

VICENTE HUIDOBRO
Chile-1893
De “Altazor”


Madrid, 20-1-09 

ORILLAS DEL DUERO 

 

***

   Yo voy soñando caminos
de la tarde. ¡Las colinas
doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas!...
   ¿Adónde el camino irá?
Yo voy cantando, viajero
a lo largo del sendero...
-La tarde cayendo está-.
   "En el corazón tenía
la espina de una pasión;
logré arrancármela un día:
ya no siento el corazón."
   Y todo el campo un momento
se queda, mudo y sombrío,
meditando. Suena el viento
en los álamos del río.
  La tarde más se oscurece;
y el camino que serpea
y débilmente blanquea,
se enturbia y desaparece.
   Mi cantar vuelve a plañir:
"Aguda espina dorada,
quién te pudiera sentir
en el corazón clavada."

***

ANTONIO MACHADO
España-1875
De “Soledades”


Madrid, 21-1-09 

ORILLAS DEL DUERO 

***

   Hacia un ocaso radiante
caminaba el sol de estío;
y era, entre nubes de fuego, una trompeta gigante,
tras de los álamos verdes de las márgenes del río.
    Dentro de un olmo sonaba la sempiterna tijera
de la cigarra cantora, el monorritmo jovial,
entre metal y madera,
que es la canción estival.
   En una huerta sombría
giraban los cangilones de la noria soñolienta.
Bajo las ramas oscuras el son del agua se oía .
Era una tarde de julio, luminosa y polvorienta.
   Yo iba haciendo mi camino,
absorto en el solitario crepúsculo campesino.
   Y pensaba: "Hermosa tarde, nota de la lira inmensa
toda desdén y armonía;
hermosa tarde, tú curas la pobre melancolía
de este rincón vanidoso, oscuro rincón que piensa!"
   Pasaba el agua rizada, bajo los ojos del puente.
Lejos la ciudad dormía
como cubierta de un mago fanal de oro transparente.
Bajo los arcos de piedra el agua clara corría.
   Los últimos arreboles, coronaban las colinas
manchadas de olivos grises y de negruzcas encinas.
Yo caminaba cansado,
sintiendo la vieja angustia que hace el corazón pesado.
   El agua en sombra pasaba tan melancólicamente,
bajo los arcos del puente,
como si al pasar dijera:
   "Apenas desamarrada
la pobre barca, viajero, del árbol de la ribera,
se canta: no somos nada.
Donde acaba el pobre río la inmensa mar nos espera."
   Bajo los ojos del puente pasaba el agua sombría.
Yo pensaba: ¡el alma mía!
   Y me detuve un momento,
en la tarde, a meditar...
¿Qué es esta gota en el viento
que grita al mar: soy el mar?
   Vibraba el aire asordado
por los élitros cantores que hacen el campo sonoro,
cual si estuviera sembrado
de campanitas de oro.
   En el azul fulguraba
un lucero diamantino.
Cálido viento soplaba,
alborotando el camino.
   Yo, en la tarde polvorienta,
hacia la ciudad volvía.
Sonaban los cangilones de la noria soñolienta.
Bajo las ramas oscuras caer el agua se oía.

ANTONIO MACHADO
España-1875
De “Soledades”


Madrid, 22-1-09 

PROVERBIOS Y CANTARES
LXIV
 

   ¿Conoces los invisibles
hiladores de los sueños?
Son dos: la verde esperanza
y el torvo miedo.

   Apuesta tienen de quien
hile más y más ligero,
ella, su copo dorado;
él, su copo negro.
   Con el hilo que nos dan
tejemos, cuando tejemos. 

ANTONIO MACHADO
España-1875
De “Proverbios y cantares”


Madrid, 23-1-09 

PROVERBIOS Y CANTARES
X

   La mano del piadoso nos quita siempre honor;
mas nunca ofende al darnos su mano el lidiador.
Virtud es fortaleza, ser bueno es ser valiente;
escudo, espada y maza llevar bajo la frente;
porque el valor honrado de todas armas viste:
no sólo para, hiere, y más que aguarda, embiste.
Que la piqueta arruine y el látigo flagele;
la fragua ablande el hierro, la lima pula y gaste,
y que el buril burile, y que el cincel cincele,
la espada punce y hienda y el gran martillo aplaste.

 

ANTONIO MACHADO
España-1875
De “Proverbios y cantares”


Madrid, 26-1-09 

TEMBLOR DE CIELO
-Fragmento 1-
 

   Ante todo hay que saber cuántas veces debemos abandonar
nuestra novia y huir de sexo en sexo hasta el fin de la tierra.

   Allí en donde el vacío pasa su arco de violín sobre el horizonte
y el hombre se transforma en pájaro y el ángel en pieza preciosa.

   El Padre Eterno está fabricando tinieblas en su laboratorio y
trabaja para volver sordos a los ciegos. Tiene un ojo en la mano
y no sabe a quién ponérselo. Y en un bocal tiene una oreja
en cópula con otro ojo.

   Estamos lejos, en el fin de los fines, en donde un hombre
colgado por los pies de una estrella se balancea en el espacio
con la cabeza hacia abajo. El viento que dobla los árboles,
agita sus cabellos dulcemente.
 

VICENTE HUIDOBRO
Chile-1893
De “Temblor de cielo”


Madrid, 27-1-09 

TEMBLOR DE CIELO
-Fragmento 2-
 

   Los arroyos voladores se posan en las selvas nuevas
donde los pájaros maldicen el amanecer de tanta flor inútil.
   Con cuánta razón ellos insultan las palpitaciones de esas
cosas oscuras.
   Si se tratara solamente de degollar al capitán de las flores
y hacerle sangrar el corazón del sentimiento superfluo,
el corazón lleno de secretos y trozos de universo.
   La boca de un hombre amado sobre un tambor.
   Los senos de la niña inolvidable clavados en el mismo árbol
donde los picotean los ruiseñores.
   Y la estatua del héroe en el polo.
   Destruirlo todo, todo, a bala y a cuchillo.
   Los ídolos se baten bajo el agua.
   -Isolda, Isolda, cuántos kilómetros nos separan, cuántos sexos
entre tú y yo.
   Tú sabes bien que Dios arranca los ojos a las flores pues
su manía es la ceguera.
   Y transforma el espíritu en un paquete de plumas y transforma
las novias sentadas sobre rosas en serpientes de pianola,
en serpientes hermanas de la flauta, de la misma flauta
que se besa en las noches de nieve y que las llama desde lejos.
   Pero tú no sabes por qué razón el mirlo despedaza el árbol
entre sus dedos sangrientos.

 

VICENTE HUIDOBRO
Chile-1893
De “Temblor de cielo”


Madrid, 28-1-09 

TEMBLOR DE CIELO
-Fragmento 3-
 

      Cuarenta días y cuarenta noches trepando de rama en rama
como en el Diluvio. Cuarenta días y cuarenta noches de misterio
entre rocas y pinachos.
   Yo podría caerme de destino en destino pero siempre guardaré
el recuerdo del cielo.
   ¿Conoces las visiones de la altura? ¿Has visto el corazón de la luz?
Yo me convierto a veces en una selva inmensa y recorro los mundos
 como un ejército.
   Mira la entrada de los ríos.
   El mar puede apenas ser mi teatro en ciertas tardes.
   La calle de los sueños no tiene árboles, ni una mujer crucificada
en una flor, ni un barco pasando las páginas del mar.
   La calle de los sueños tiene un ombligo inmenso de donde asoma
una botella. Adentro de una botella hay un obispo muerto. El obispo
cambia de colores cada vez que se mueve la botella.
   Hay cuatro velas que se encienden y se apagan siguiendo un turno
sucesivo. A veces un relámpago nos hace ver en el cielo una mujer
despedazada que viene cayendo desde hace ciento cuarenta años.
   El cielo esconde su misterio.
 

VICENTE HUIDOBRO
Chile-1893
De “Temblor de cielo”


Madrid, 29-1-09 

TEMBLOR DE CIELO
-Fragmento 4-
 

   En todas las escalas se supone un asesino escondido.
Los cantores cardiacos mueren sólo de pensar en ello.

   Así las mariposas enfermizas volverán a su estado
de gusanos del cual no debían haber salido nunca. El oído
recaerá en infancia y se llenará de ecos marinos y de esas
algas que flotan en los ojos de ciertos pájaros.

   Solamente Isolda conoce el misterio. Pero ella recorre
el arco-iris con sus dedos temblorosos en busca de un sonido
especial.

   Y si un mirlo le picotea el ojo ella le deja beber toda el agua
que quiera con la misma sonrisa que atrae los rebaños de búfalos.

   ¿Sobre qué corazón hinchado de amargura podrías flotar tú

en todos los océanos, en cualquier mar?

   Porque debes saber que aferrarse a un corazón como a una boya
es peligroso a causa de las grutas marinas que los atraen y en donde
los pulpos que son nudos de serpientes o trompas de elefantes
les cierran la salida para siempre.

   Date cuenta de lo que es una montaña con los brazos levantados
pidiendo perdón y piensa que es menos peligrosa que los mares
y más asequible a la amistad.

   Sin embargo tu destino es amar lo peligroso, lo peligroso
que hay en ti y fuera de ti, besar los labios del abismo contando
con ayudas tenebrosas para el triunfo final de todas tus empresas
y tus sueños cubiertos de rocío en el amanecer.

   De lo contrario agradece y retírate hasta el fondo de la memoria
de los hombres. 

VICENTE HUIDOBRO
Chile-1893
De “Temblor de cielo”


Madrid, 30-1-09 

TEMBLOR DE CIELO
-Fragmento 5-
 

   -Isolda, Isolda, en la época glacial los osos eran flores.
Cuando vino el deshielo se libertaron de sí mismos y salieron
corriendo en todas direcciones.
   Piensa en la resurrección.
   Sólo tú conoces el milagro. Tú has visto ejecutarse el milagro
ante cien arpas maravilladas y todos los cañones apuntando
al horizonte.
   Había entonces un desfile de marineros ante un rey en un país
lejano. Las olas esperaban impacientes la vuelta de los suyos.
Entretanto el mar aplaudía.
   El termómetro bajaba lentamente porque el mirlo había dejado
de cantar y pensaba lanzarse de un trapecio al medio del mundo.
   Ahora sólo una cosa temo y es que tú salgas de una lámpara
o de algún florero y me hables en términos elocuentes como
hablan las magnolias en la tarde. El cuarto se llenaría de libélulas
agonizantes y yo tendría que sentarme para no caer al suelo
sin conocimiento.
   La muerte sería el pensamiento mismo. Reflejado en todas
partes donde se vuelvan los ojos.

VICENTE HUIDOBRO
Chile-1893
De “Temblor de cielo”


 

Selección de Poemas Editados

 

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