Madrid, 1-10-08
Vamos,
compadezcamos a los que están mejor que
nosotros,
Vamos, amigo, recordemos
que los ricos tienen camareros y no
amigos
Y nosotros tenemos amigos y no camareros.
Vamos, compadezcamos a los casados y a los no
casados.
La aurora
entra con pasitos menudos
como una dorada Pavlova,
Y yo estoy junto a mi deseo.
Y la vida no tiene nada mejor.
Que esta hora de diáfana frescura,
la hora de despertarnos juntos.
EZRA POUND
Estados Unidos-1885
Madrid, 2-10-08
“Yo soy tu
alma, Nikoptis. He acechado
Estos cinco milenios, y tus ojos muertos
No se han movido, ni responden nunca a mi deseo,
Y tus ágiles miembros, en los que yo saltaba ardiendo,
No se queman conmigo, ni con nada azafranado.
Mira, la leve
hierba brotó para hacerte de almohada,
Y te besa con sus miles de lengüitas de hierba;
Pero no tú a mí.
Me he cansado de leer todo el oro del muro,
Y mi pensamiento ha agotado todos los signos.
Y no hay nada nuevo en todo este lugar.
Yo he sido
buena contigo. Mira, he sellado las jarras,
No sea que despiertes y solloces por tu vino.
Y todas tus túnicas las tengo asentadas sobre ti.
¡Oh ingrato!
¡Cómo me olvidaré!
-Aun el río hace tánto tiempo,
¿El río? Tú eras demasiado joven.
Y tres almas vinieron sobre ti-
Y yo vine.
Y corrí dentro de ti, las eché;
He tenido intimidad contigo, conocido tu modo.
¿No he tocado
la palma de tus manos y las yemas de tus dedos?
¿Circulado dentro de ti, y en torno tuyo y de tus talones?
¿Cómo “te entré”? ¿No era yo acaso tú y Tú?
Y ningún sol
viene a darme descanso en este lugar,
Y me destrozo en la dentada sombra,
Y ninguna luz cae sobre mí, y tú no dices
Ni una palabra, día tras día.
¡Oh! Yo me
podría salir, a pesar de los signos
Y todo el trabajo en la puerta hábilmente ejecutado,
Afuera sobre los campos de verdura de vidrio...
Pero aquí es quieto:
No me voy.”
EZRA POUND
Estados Unidos-1885
Madrid, 3-10-08
Fresca como
los pálidos pétalos húmedos
del lirio del valle
Duerme a mi lado en la alborada.
EZRA POUND
Estados Unidos-1885
Madrid, 6-10-08
-¡Obispo,
puedo volar!
-le dijo el sastre al obispo-.
¡Fíjate, voy a probar!
-Y con algo como alas
el sastre subió al lugar
más alto de la catedral.
Pero el obispo no quiso mirar-.
-Como el
hombre no es un ave,
eso es pura falsedad
-dijo el obispo del sastre-.
Nadie volará jamás.
-El sastre ha
muerto –la gente
al obispo fue a informar-.
Fue una locura. Sus alas
se tenían que desarmar.
Y ahora yace destrozado
sobre la plaza de la catedral.
-¡Que
repiquen las campanas!
Era pura falsedad.
¡Como el hombre no es un ave
-dijo el obispo a la gente-,
nunca el hombre volará!
BERTOLT BRECHT
Alemania-1898
De “Historias de almanaque”
Madrid, 7-10-08
Sepárate de
tus compañeros en la estación.
Vete de mañana a la ciudad con la chaqueta abrochada,
búscate un alojamiento, y cuando llame a él tu compañero,
no le abras. ¡Oh, no le abras la puerta!
Al contrario,
borra todas las huellas.
Si encuentras
a tus padres en la ciudad de Hamburgo, o
donde sea,
pasa a su lado como un extraño, dobla la esquina, no los
reconozcas.
Baja el ala del sombrero que te regalaron.
No muestres tu cara. ¡Oh, no muestres tu cara!
Al contrario,
borra todas las huellas.
Come toda la
carne que puedas. No ahorres.
Entra en todas las casas, cuando llueva, y siéntate en
cualquier silla,
pero no te quedes sentado. Y no te olvides el sombrero.
Hazme caso:
borra todas las huellas.
Lo que digas,
no lo digas dos veces.
Si otro dice tu pensamiento, niégalo.
Quien no dio su firma, quien no dejó foto alguna,
quien no estuvo presente, quien no dijo nada,
¿cómo puede ser cogido?
Borra todas las huellas.
Cuando creas
que vas a morir, cuídate
de que no te pongan losa sepulcral que traicione donde estás,
con su escritura clara, que te denuncia,
con el año de tu muerte, que te entrega.
Otra vez lo digo:
borra todas las huellas.
(Esto me enseñaron.)
BERTOLT BRECHT
Alemania-1898
De “Libro de lectura para los
habitantes de las ciudades”
Madrid, 8-10-08
PREGUNTAS DE UN OBRERO ANTE UN LIBRO
Tebas la de
las Siete Puertas, ¿quién la construyó?
En los libros figuran los nombres de los reyes.
¿Arrastraron los reyes los grandes bloques de piedra?
Y Babilonia, destruida tantas veces,
¿quién la volvió a construir otras tantas? ¿En qué casas
de la dorada Lima vivían los obreros que la construyeron?
La noche en que fue terminada la Muralla china,
¿adónde fueron los albañiles? Roma la Grande
está llena de arcos de triunfo. ¿Quién los erigió?
¿Sobre quiénes triunfaron los Césares? Bizancio, tan cantada,
¿tenía sólo palacios para sus habitantes? Hasta en la fabulosa
Atlántida,
la noche en que el mar se la tragaba, los habitantes clamaban
pidiendo ayuda a sus esclavos.
El joven Alejandro conquistó la India.
¿Él solo?
César venció a los galos.
¿No llevaba consigo ni siquiera un cocinero?
Felipe II lloró al hundirse
su flota. ¿No lloró nadie más?
Federico II venció la Guerra de los Siete Años.
¿Quién la venció, además?
Una victoria en cada página.
¿Quién cocinaba los banquetes de la victoria?
Un gran hombre cada diez años.
¿Quién pagaba sus gastos?
Una pregunta para cada historia.
BERTOLT BRECHT
Alemania-1898
De “Historias de almanaque”
Madrid, 9-10-08
Cerca del
lago, entre álamos y abetos,
hay un jardín cercado en la espesura,
por mano tan experta cultivado
que está florido desde marzo a octubre.
Al alba allí
me siento algunas veces,
que yo también quisiera,
con tiempo bueno o malo,
poder siempre ofrecer algo agradable.
BERTOLT BRECHT
Alemania-1898
De “Elegías de Buckow”
Madrid, 10-10-08
Diecisiete
años tenía.
El enemigo llegó.
Envainó el sable a un costado
y su mano me tendió.
Ay, mes
de la pureza y de las flores,
¿Por qué has de ser también de los amores?
Estaba el regimiento en la explanada.
Sonaba, como siempre, su tambor.
Después, el enemigo nos llevó tras las matas
y allí fraternizó.
De todos los
enemigos
me ha tocado el cocinero.
Durante el día le odio
y por la noche le quiero.
Ay, mes
de la pureza y de las flores,
¿por qué has de ser también de los amores?
Está ya el regimiento en la explanada.
Su tambor, como siempre, sonará.
Después, el enemigo nos llevará tras las matas
y allí fraternizará.
El amor que
yo sentía
fue una fuerza celestial.
No comprenden que le ame
y no le quiera entregar.
En una
mañana gris
mi dolor, ay, comenzó.
Estaba el regimiento en la explanada.
Como siempre, sonó luego el tambor.
Y el enemigo, entonces, con mi amado,
la ciudad abandonó.
BERTOLT BRECHT
Alemania-1898
De “Madre Coraje y sus hijos”
Madrid, 13-10-08
Supuesto el
mundo existe, preciso es tolerarlo.
Sepamos apreciar sin cólera a los seres.
Este hombre es el burgués del siglo en que vivimos
Que vendía en otros tiempos pastillas de jabón.
Ahora es rico y posee prados, bosques, viñedos;
Detesta al populacho y no aprecia a los nobles,
Siendo hijo de un portero, encuentra en este tiempo
Inútil que alguien sea de los Montmorency.
Es severo, virtuoso y forma parte,
Del partido del orden y de la gente honrada.
Detesta a los que aman y a los inteligentes;
Un poco da limosna, otro dinero a rédito;
Y del progreso santo, de la libertad pura,
Del derecho del pueblo, dice: ¡no quiero verlos!
Tiene ese sano juicio del tosco Sancho Panza
Que dejaría a Cervantes morir de caridad;
Él admira a Boileau, sofalda a las criadas,
Y grita, tras haber sobado a Jeanneton,
De la inmoralidad de leer folletines.
A la misa a que acude, sin faltar, los domingos
Sobre una fea peana lleva a un Jesús dorado,
El belén, el calvario e incluso el Dies illa.
-No es que crea, entendámonos, en estas necedades-
Nos dice. –Al acudir, su pedestal levanta
Ya que creerá la chusma, al verle a él creer,
Ya que hay que entontecer a estas gentes hambrientas,
Ya que un buen Dios cualquiera, al cabo es necesario.
Tras lo cual, colocaos –dice el sacristán. Y entra
Y en el banco de fábrica deposita su vientre
Tranquilo, al comprobar, que en su devoción, tiene
Al pueblo bien atado y a Dios bajo sus órdenes.
VÍCTOR HUGO
Francia-1802
De “Las canciones de las calles y los bosques”
Madrid, 14-10-08
Obrera sin
pestañas, estúpida Penélope,
Nodriza del desorden donde oscila la nada,
Guerra, oh guerra ocupada en choques de escuadrones,
Invadida del toque furioso del clarín,
Bebedora de sangre que, feroz y marchita,
Odiosa, al hombre arrastras a borrachera tal;
Nube donde el destino se deforma y Dios huye,
Donde flota un fulgor más negro que la noche,
Boca inmensa, de viento y de rayos armada,
¿A quién sirves, giganta, a quién sirves, humazo,
Si tus derrumbamientos reconstruyen el mal,
Si en nombre de la bestia deshechas lo animal,
Si en esa sombra donde tus azares se ocultan
Sólo para alzar a otro, a un tirano destruyes?
VÍCTOR HUGO
Francia-1802
De “El año terrible”
Madrid, 15-10-08
Oigo las
voces, Luces a través de mis párpados.
Una campana suena en la iglesia de San Pedro.
Gritos de los bañistas. ¡Más cerca! ¡No! ¡Es aquí!
¡No, por aquí! Pían las aves como Jeanne.
George la llama. Los gallos cantan. Una paleta
rasca un techo. Caballos pasan por la calleja.
Susurro de una hoz que corta hierba.
Choques. Retejadores marchan sobre la casa.
Rumor del puerto. Silban las máquinas calientes.
Música militar que llega a turbonadas.
Guirigay en el muelle. Voces francesas. Gracias.
Buenos días. Adiós. Sin duda es algo tarde
Porque oí, no muy lejos, cantar al petirrojo.
Concierto de lejanos martillos en la fragua.
Suela el agua. Se escucha jadear a un vapor.
Una mosca se cuela. Soplo inmenso del mar.
VÍCTOR HUGO
Francia-1802
De “El arte de ser abuelo”
Madrid, 16-10-08
LAS CANCIONES
DE LAS CALLES Y LOS BOSQUES
Mi verso, te lo repito,
En los bosques quiere embriagarte.
Robaron tu lira los faunos
Y han puesto en su sitio un oboe.
Vete. comenzó la fiesta.
Pica el pájaro la siembra;
La abeja de rocío está ebria;
Mayo sonríe entre flores.
Lleva a tus dos camaradas,
Las almas gala y latina;
No pienses que te degradas
Entre lavanda y tomillo.
Sé ágil sin ser descarado;
Entra jovial en el valle;
Apura el vaso de Virgilio,
Retén por la manga a Villon.
Beberás de la copa hasta el borde
Y esto Pan se lo encargó
A la Jeanneton de La Fontaine
Que Horacio llamaba Lalage.
Te aguardan. La flor se inclina
En los antros del diluvio;
Y Isleño, a cada mordisco
Se interrumpe por ver si llegas.
VÍCTOR HUGO
Francia-1802
De “Las canciones de las calles y los bosques”
Madrid, 17-10-08
Esta tarde se
ha puesto el sol entre las nubes;
Al alba habrá tormenta y al ocaso, y de noche;
Vendrá luego otra aurora de obstruidos vapores;
Después noches y días, pasos del tiempo que huye.
Estos días
pasarán y pasarán en tromba
Sobre el rostro de mares, sobre la faz de montes,
Sobre los ríos de plata, los bosques donde rueda
Como un himno confuso de los muertos que amamos;
Y el rostro
de las aguas y el perfil de las cumbres
Plegados, más lozanos y los verdeantes bosques
Remozados al cabo, y el riachuelo campestre
al monte robará la onda que al mar entrega.
Pero yo, con
la frente más baja cada día,
Yo pasaré y, friolento, bajo este cielo alegre,
Me marcharé muy pronto, en mitad de la fiesta
Sin que nada le falte al mundo luminoso.
VÍCTOR HUGO
Francia-1802
De “Las hojas del otoño”
Madrid, 20-10-08
Por poderosa
sangre voy llamada
a un latido constante de temblores.
Me quedo en esta huida de las flores,
con este fin de soledad tocada.
Y cerca de
esto, que parece nada,
me transcurre una furia de esplendores
con ganas de vivir, como dolores
del fondo de la vena a la mirada.
Trasiego
audaz, mandato de la estrella
(cuando te llevo aquí casi soy bella):
ahógame en tu rabia salvadora,
recógeme de mí –que soy lo inerte
y tú eres lo que vive de la muerte-
en la pluma patética y sonora.
CARILDA OLIVER LABRA
Cuba-1924
Madrid, 21-10-08
Pensar que yo
estaré muerta también,
tan muerta como tú, de otros comida;
en esa trampa donde al fin, cogida,
a contraluz me clave no sé quién.
Pensar que yo
estaré muerta también
es algo que me tiene enternecida,
con ganas de decir: “sigo perdida,
no guardes esa mano ni esa sien,
espérame esta noche. Tuya. Amén.”
¿No ves que sueño con andar dormida
donde tus bromas de inocente estén?
¿No ves que
yo te estaba prometida
y vuelvo a ti, quitándome esta vida,
porque ya has dicho con la tierra: ¡ven!?
CARILDA OLIVER
LABRA
Cuba-1924
Madrid, 22-10-08
Seis de la tarde y del oro.
la arena como mojada
por una blancura alada.
¡Si llego a tocarla, lloro!
Alma y nube conversando
de cosas que no sabemos;
agua pasando y pasando,
agua sin peces ni remos.
La arena junto a la ola.
Caracoles en mi saya...
La playa sola, muy sola,
la playa como una playa.
Tarde eterna, tuya y mía.
La luz yéndose por ramos.
Una estrella que venía.
Ni siquiera nos besamos.
CARILDA OLIVER LABRA
Cuba-1924
Madrid, 23-10-08
Amor, ¿cómo es que vienes
a darle al pensamiento tu estocada
si estoy entre las sienes
-débil mujer a golpes decorada-
y apenas tengo trato con la aurora
por no mirar la luz que eres ahora?
Amor, ¿cómo es que usas
el mismo corazón en que naufrago
y arrimas tus confusas
palabras al silencio este tan vago
y en brote que es de gloria me enajenas
mientras ardiendo estoy entre las penas?
Amor, ¿cómo es que tocas
el mundo donde salgo desmentida,
y vuelves y provocas
de nuevo los dolores de tu huida
si a tiempo de morirme tanto y tanto
te yergues sin cadáver en mi canto?
CARILDA OLIVER LABRA
Cuba-1924
Madrid, 24-10-08
Yo venía con una paz solemne,
con una fiebre de pascua recobrada;
fija al dolor no obstante,
y ya estabas allí:
pálido papel para mis besos,
como una luz humedeciendo el aire,
lejano ruiseñor copioso,
piedra y carne.
La noche izó su túnel.
Todo fue breve:
el vaso,
la soledad del sur donde comimos.
No era.
No podía ser
porque la rosa que cortamos vuela.
CARILDA OLIVER LABRA
Cuba-1924
Madrid, 27-10-08
Al promediar la tarde de aquel día,
Cuando iba mi habitual adiós a darte,
Fue una vaga congoja de dejarte
Lo que me hizo saber que te quería.
Tu alma, sin comprenderlo, ya sabía...
Con tu rubor me iluminó el hablarte,
Y al separarnos te pusiste aparte
Del grupo, amedrentada todavía.
Fue silencio y temblor nuestra sorpresa;
Mas ya la plenitud de la promesa
Nos infundía un júbilo tan blando,
Que nuestros labios suspiraron quedos...
Y tu alma estremecíase en tus dedos
Como si se estuviera deshojando.
LEOPOLDO LUGONES
(Argentina-1874)
Madrid, 28-10-08
Llueve en el
mar con un murmullo lento.
La brisa gime tanto, que da pena.
El día es largo y triste. El elemento
duerme el sueño pesado de la arena.
Llueve. La
lluvia lánguida trasciende
Su olor de flor helada y desabrida.
El día es largo y triste. Uno comprende
Que la muerte es así..., que así es la vida.
Sigue
lloviendo. El día es triste y largo.
En el remoto gris se abisma el ser.
Llueve... Y uno quisiera, sin embargo,
Que no acabara nunca de llover.
LEOPOLDO LUGONES
(Argentina-1874)
Madrid, 29-10-08
Ya el sol,
Platero, empieza a sentir pereza de salir de sus sábanas,
y los labradores madrugan más que él. Es verdad que está desnudo
y hace fresco.
¡Cómo sopla
el norte! Mira, por el suelo, las ramitas caídas;
es el viento tan agudo, tan derecho, que están todas paralelas,
apuntadas al sur.
El arado va,
como una tosca arma de guerra, a la labor
alegre de la paz, Platero; y en la ancha senda húmeda,
los árboles amarillos, seguros de verdecer, alumbran,
a un lado y otro, vivamente, como suaves hogueras
de oro claro, nuestro rápido caminar.
JUAN RAMÓN JIMÉNEZ
(España-1881)
De “Platero y yo”
Madrid, 30-10-08
¡Qué de hojas
han caído la noche pasada, Platero!
Parece que los árboles han dado una vuelta
y tienen la copa en el suelo y en el cielo las raíces,
en un anhelo de sembrarse en él. Mira ese chopo:
parece Lucía, la muchacha titiritera del circo, cuando
derramada la cabellera de fuego en la alfombra, levanta,
unidas, sus finas piernas bellas, que alarga la malla gris.
Ahora,
Platero, desde la desnudez de las ramas, los pájaros
nos verán entre las hojas de oro, como nosotros los veíamos
a ellos entre las hojas verdes, en la primavera. La canción
suave que antes cantaron las hojas arriba, ¡en qué seca oración
arrastrada se ha tornado abajo!
¿Ves el
campo, Platero, todo lleno de hojas secas?
Cuando volvamos por aquí, el domingo que viene,
no verás una sola. No sé dónde se mueren. Los pájaros,
en su amor de la primavera, han debido decirles el secreto
de ese morir bello y oculto, que no tendremos tú ni yo, Platero...
JUAN RAMÓN JIMÉNEZ
(España-1881)
De “Platero y yo”
Madrid, 31-10-08
He ido a
darle agua a Platero. En la noche serena, toda de nubes
vagas y estrellas, se oye, allá arriba, desde el silencio del corral,
un incesante pasar de claros silbidos.
Son los
patos. Van tierra adentro, huyendo de la tempestad marina.
De vez en cuando, como si nosotros hubiéramos ascendido
o como si ellos hubiesen bajado, se escuchan los ruidos más leves
de sus alas, de sus picos, como cuando, por el campo, se oye clara
la palabra de alguno que va lejos...
Platero, de
vez en cuando, deja de beber y levanta la cabeza
como yo, como las mujeres de Millet, a las estrellas,
con una blanda nostalgia infinita...
JUAN RAMÓN JIMÉNEZ
(España-1881)
De “Platero y yo”