Madrid, 3-11-08
He bajado,
dándote el brazo, un millón al menos de escaleras
y ahora que no estás hay el vacío en cada escalón.
Hasta en esto ha sido corto nuestro largo viaje.
El mío dura todavía, y ya no me atañen
los enlaces, las reservas,
las mentiras, los bochornos de quien cree
que la realidad es la que se ve.
He bajado
millones de escaleras dándote el brazo
y no porque con cuatro ojos quizás se vea más.
Contigo las he bajado porque sabía que de los dos
las únicas pupilas verdaderas, aunque tan apagadas,
eran las tuyas.
EUGENIO MONTALE
Italia-1896
De “Satura”
Madrid, 4-11-08
Albas y noches cambian aquí con pocas señales.
El zigzag de
los estorninos sobre las torres de guardia
en los días de batalla, mis únicas alas,
un filo de aire polar,
el ojo del cabo de guardia desde la tronera,
crac de nueces aplastadas, un aceitoso
crepitar desde los sótanos, asadores
reales o imaginados –pero la paja es oro,
el farol vinoso es un hogar
si cuando duermo me creo a tus pies.
La purga dura
desde siempre, sin un por qué
dicen que quien abjura y firma
puede salvarse de este exterminio de gansos;
que quien se acusa a sí mismo, pero traiciona
y vende carne de otros, agarra el cucharón
antes de terminar en el pâté
destinado a los Dioses pestilenciales.
Torpe de
pensamiento, llagado
por el punzante jergón, me he fundido
con el vuelo de la polilla que mi suela
pulveriza contra el pavimento,
con los quimonos tornasolados de las luces
desplegadas a la aurora desde los torreones,
he husmeado en el viento la chamusquina
de las rosquillas de los hornos,
he mirado a mi alrededor, me he forjado
iris en horizontes de telarañas
y pétalos en el entramado de las rejas,
me he levantado, me he vuelto a caer
en el fondo donde el siglo es el minuto-
y los golpes
se repiten y los pasos,
y todavía ignoro si seré en el festín
embuchador o embuchado. La espera es larga,
este mi soñar contigo no ha terminado.
EUGENIO MONTALE
Italia-1896
De “La tormenta y otras
cosas”
Madrid, 5-11-08
Tráeme el
girasol que lo transplante
a mi terreno quemado por la sal,
y enseñe todo el día al azul resplandeciente
del cielo la ansiedad de su rostro amarillento.
Tiende a la
claridad lo que es oscuro,
se gastan los cuerpos en un fluir
de tintas: éstas en música. Desvanecerse
es, pues, la ventura de las venturas.
Tráeme tú la
planta que conduce
adonde surgen rubias transparencias
y evapora la vida como esencia;
tráeme el girasol loco de luz.
EUGENIO MONTALE
Italia-1896
De “Huesos de jibia”
Madrid, 6-11-08
Goza si el viento que entra en el pomar
vuelve a traer la oleada de vida:
aquí donde se ahonda una muerta
maraña de recuerdos,
huerto no había, sino relicario.
El zumbido que tú sientes no es un vuelo,
sino el conmoverse del eterno regazo;
ves cómo se transforma este margen
solitario de tierra en un crisol.
Un rencor hay acá del abrupto muro.
Si prosigues te encuentras
quizá con el fantasma que te salva:
se componen aquí las historias, los actos
borrados para el juego del futuro.
Busca una malla rota en la red
que nos aprieta, tú ¡salta afuera, huye!
Vete, por ti lo he pedido –ahora la sed
me será leve, menos acre la herrumbre.
EUGENIO MONTALE
Italia-1896
De “Huesos de jibia”
Madrid, 7-11-08
NO NOS PIDAS LA PALABRA
QUE ESCUADRE EN CADA LADO
No nos pidas la palabra que escuadre en cada lado
nuestro ánimo informe, y con letras de fuego
lo manifieste y como un azafrán resplandezca
perdido en medio de un prado polvoriento.
¡Ah el hombre que se va seguro,
de los demás y de sí mismo amigo,
sin preocuparse de su sombra que la canícula
imprime sobre un desconchado muro!
No nos pidas la fórmula que otros mundos pueda abrirte,
sí alguna sílaba torcida y seca como una rama.
Eso sólo podemos hoy decirte,
lo que no somos, lo que no queremos.
EUGENIO MONTALE
Italia-1896
De “Huesos de jibia”
Madrid, 10-11-08
INTELECTUAL SIN CLASE DEFINIBLE
Intelectual,
sin clase definible,
abierto a la sospecha de las horas,
obrero de la nada, patrón del tiempo,
inefable poeta del amor y la muerte.
No vengo, por
ventura, buscando nada.
Ni las ondas malignas de nostalgia.
Ni el corazón sangrante de un poema.
Ni el fugitivo dinero, ni personas.
Estoy aquí
por los olores del viento.
Por la penetrante caricia de las olas.
Por palpitantes estrofas, por palabras.
Por palabras
dispersas sobre todo el océano,
por un océano frío, abierto en mi garganta,
por esas perlas negras arrancadas del alma.
MIGUEL OSCAR MENASSA
Argentina-1940
De “Poemas y cartas a mi amante loca joven poeta psicoanalista”
Madrid, 11-11-08
Digiero las
esperas
devoro tu majestuoso silencio
y añoro la risa de los días de abril
donde amarnos era, todavía, una promesa.
Y, sin
embargo,
por la esperanza de comerme el universo,
me trago los recuerdos de la danza,
furiosa, danza de amor, entre las ciudades,
salvaje, danza de amor, entre los apartamentos.
Estábamos
abrazados, contra el viento,
en la desolada ciudad.
Todo era el
ritmo de nuestros corazones.
De tanto en tanto,
una flor caída,
marcaba el paso de los años.
De tanto en tanto, un sol, una lluvia,
anunciaban, de las nuevas estaciones,
el comienzo.
El día y la
noche,
eran el color de nuestros pensamientos.
En los estallidos siempre había luz
y siempre había, para los encuentros de amor
un claro-oscuro en el bosque,
sombras y soledad; tibieza y luz.
Siempre una armonía perfecta para los actos simples.
Los actos, querida,
que no podremos inventariar jamás.
Todo fue, humo y alegría.
Misterios.
Todo fue, invisible y etéreo.
Sonoro.
Todo vida.
MIGUEL OSCAR MENASSA
Argentina-1940
De “El amor existe y la libertad”
Madrid, 12-11-08
Espía de mí
mismo,
me entrego, definitivamente,
anclo.
Busco en tu
piel y sonrisas de tu vientre
se deslizan entre suaves movimientos del mar,
olas detenidas como para siempre en tus ojos.
Pequeños
surcos en la frente y una juventud,
tocada por la repetición de los errores,
me deciden a todo:
Vuelco sobre mi copa los últimos soles del verano
y bebo en los contornos de un ritmo, desesperado,
mi vida.
Cabalgo,
lumínica presencia,
hacia donde el hombre no puede más
y, ahí, precisamente, en ese límite,
comienzo a galope tendido,
a galope feroz,
mi última carrera.
Vuelo entre
las tumbas de los que no pudieron,
ellos son mi recuerdo y mi esperanza.
Lo que podría pasarme y, también, la ilusión,
de una nueva estrella entre los astros.
Sencillamente arrastro todo lo que fui.
No fui feliz,
porque ser feliz es,
argucia del sistema.
MIGUEL OSCAR MENASSA
Argentina-1940
De “La patria del poeta”
Madrid, 13-11-08
Soy un
hombre,
nací hace 50.000 años
y tengo derecho a la palabra.
Un hambre por
el amor,
una boca abierta a los cuatro vientos,
por el amor,
un ansia por la música ligera,
clave de mar,
tu cuerpo.
MIGUEL OSCAR MENASSA
Argentina-1940
De “El amor existe y la libertad”
Madrid, 14-11-08
Adiós, pues
el poeta ha de seguir viajando.
y si mi amor os desgarra al romperse,
ese es el sonido, fuerte, de la libertad,
ruido de cadenas haciéndose pedazos.
Adiós, pues
ya he estado aquí, en mi sitio.
Y os entregué mi amor, mi cuerpo hecho pedazos,
la voz clarividente de mis versos
y esa mirada mía, abierta al universo.
Adiós, pues
el poeta ha de seguir viajando
y como alguien me ha amado en este pueblo
y como alguien, seguramente, alguno me ha mirado,
no lo pienso
más, antes de irme,
antes de comenzar la nueva travesía,
toco esos labios, beso esa soledad.
MIGUEL OSCAR MENASSA
Argentina-1940
De “La patria del poeta”
Madrid, 17-11-08
(I)
Una tarde,
por el ancho rumor de Montparnasse,
por ese aire de provincia tan confianzudo y claro
-cada ventana paga su pedazo de sol con una canción-
anduve bebiendo el buen vino rojo y alegre como una
canción,
rojo y alegre como una revolución.
Y entonces pensé: ¿Qué haré ahora de mi vida?
Tengo dos amigos, un saxofonista y un vendedor
de globos.
Ellos me han dicho: Viene el invierno y eso es terrible.
Los gatos se calientan al sol, pero un hombre necesita
de la buena lumbre, de la buena carne y de la mujer
siquiera dos veces a la semana.
Algunas me han detenido en Montmartre
pero me piden cigarrillos y cien francos
y yo sólo puedo darles ágiles besos casi inéditos
y hablarles de mi país sin que ellas me comprendan
y decirles que Blanca Luz está en México
sin que ellas me pregunten quién es Blanca Luz.
RAÚL GONZÁLEZ TUÑÓN
Argentina-1905
De “La calle del agujero en la media”
Madrid, 18-11-08
(II)
Una noche,
bajo la vieja luna de París degollada en los
techos
-la luna que alumbra a los enamorados y a los cobardes-
yo vi cómo en un alto balcón
se amaban un muchacho y una muchacha.
Vengo de
Buenos Aires, digo a mis amigos desconocidos,
de Buenos Aires que es tres veces más grande que París
y tres veces más pequeña.
Y aunque mi sombrero y mi corbata y mi espíritu canalla
sean productos perfectamente europeos
soy triste y cordial como un legítimo argentino.
Diría, soy un
pobre muchacho abandonado aquí
como una valija rotulada en todas las aduanas del mundo
y quisiera irme a Turkestán porque Turkestán es una bonita
palabra
y mi amigo Michel Berboff nació en Turkestán.
¡Pero si yo pudiera llevar a la práctica algo que hace días
reflexiono!
Ponerme a gritar sobre la Torre Eiffel con afilados gritos
para que venga una mujer y me ame.
RAÚL GONZÁLEZ TUÑÓN
Argentina-1905
De “La calle del agujero en la media”
Madrid, 19-11-08
(III)
¿Conocen
ustedes el Neuquén?
Allí hay cabañas de troncos de árboles
y pulperías en donde venden cojinillos y libros de
Maurice Dekobra.
¿Y Tucumán? Aquí sólo puede buscarse la noche
en los ojos de sus mujeres
y las guitarras de sonoras y floridas parecen patios.
¿Y Mendoza? En Mendoza los niños saben cantar
porque han nacido al borde de las acequias.
¿Y La Rioja? Yo anduve por ahí adolescente y barbudo
y perdí una elección con cincuenta pesos y una vaca,
absorto, como Buster Keaton.
¿Y Santa Fe? En Santa Fe viví treinta días en un convento
con ocho frailes franciscanos que iban doblándose
hacia el suelo.
Los duendes venían hasta mi cuarto trayendo briznas de sol
y por la noche se ocultaban en las hornacinas
para hacerles señas a los perros sin dueño y a los viajeros
extraviados.
Nosotros tenemos además estaciones abandonadas,
pozos de petróleo
y escuelas rurales como en los cuentos de Francis Bret
Harte.
Pero lo que no tenemos es la alegría verdaderamente
constante,
la risa verdaderamente pura, el corazón verdaderamente
libre.
RAÚL GONZÁLEZ TUÑÓN
Argentina-1905
De “La calle del agujero en la media”
(IV)
Y no se hable
de mi corazón.
Yo quisiera
anunciar la función en los circos
dando puñetazos a las estrellas rojas.
Yo quisiera escupir los vidrios de un expreso de lujo
para que rabien los millonarios.
Yo quisiera interrumpir todas las conversaciones telefónicas
para ver si encuentro una palabra, una sola palabra para mí
y abrir toda la correspondencia del mundo por ver si alguien,
una sola persona, tiene un recuerdo, un solo recuerdo para mí.
Yo quisiera arrojar una bomba, derrocar un gobierno,
hacer una revolución con mis manos amigas de la luz,
de la caricia,
destruir todas las tiendas de los burgueses
y todas las academias del mundo
y hacerme un cinturón bravío de rutas inverosímiles, como
Alain Gerbault,
para que venga Blanca Luz y me ame.
RAÚL GONZÁLEZ TUÑÓN
Argentina-1905
De “La calle del agujero en la media”
Madrid, 21-11-08
Cualquier
tarde.
Yo anduve por sus muelles
sombríos, largos, de fluviales nombres
-Marne, Loire, Oise, Seine-:
las aguas sucias de petróleo y aceite.
hablo del Riachuelo proletario, abandonado
a los pies de París,
arrastrándose
igual que esos pontones de maderas cansadas
que cargan vino, cemento, cereales
y por la noche cuidan los perros guardianes.
Esos perros lanudos, atorrantes, tan humanos,
de sordos ladridos y turbias miradas
que a veces cuelgan en los viejos puentes
una tristeza dolorosa y extraña.
Boliches para
obreros y ladrones
que al mediodía comen carne de buey y hablan
de cosas importantes.
Mostradores
maduros de puñetazos y canciones,
moscas aplastadas contra los vidrios por los mocosos sin
calzones.
Riachuelo escurridizo, estrecho, verdoso, gris, nublado
casi siempre
su cielo de taller, de aserradero, de molino harinero,
su horizonte de fábricas en donde
sueñan las chimeneas.
Calles tortuosas y húmedas que mueren en sus bordes,
calles angostas de sonoros nombres,
de alzados nombres populares
queridos al oído de sus habitantes.
Calles que vienen de los mataderos
y traen todo el rumor y todo el polvo de ese arrabal
de las insurrecciones, de las resignaciones, de los asesinatos
y los entierros pobres,
de las ferias trashumantes y los circos sin nombre.
Bassin de la
Villette, tan humilde, tan trágico,
hermanito menor del Sena, desheredado.
Una tarde, a la hora en que los niños pobres vuelven de las
escuelas
y orinan graciosamente en tus orillas.
RAÚL GONZÁLEZ TUÑÓN
Argentina-1905
De “La calle del agujero en la media”
Madrid, 24-11-08
Tres
marineros bailan ante la perla muerta
El oriente se fue hacia el oriente
Para contradecir la ruta del sol
Para cambiar las leyes establecidas
El primero
dice yo soy el corazón
El segundo dice yo soy la cabeza con su libro de sueños
El tercero dice yo soy la boca
Y de mí dependen vuestras palabras
Las palabras
son mías dice el primero
Las tengo en mi árbol lleno de noticias
Yo creo que son mías dice el segundo
Son de mi
sangre que sobrepasa sus visiones
Yo las muerdo y las mato dice el tercero
y dejo sólo aquellas cuyo vivir me place
Qué vana
discusión de sombras en la sombra
Todo depende de la estación y del paisaje semejante
Todo depende de la llama y el espanto de los dientes
Tres
marineros bailan su muerte con la muerte
Con tal fervor y tantos dibujos doloridos
Que lloran los faroles
Con sus fechas cosidas al origen
Las palabras vivas bailan ante la muerte muerta
Los marineros cantan para que el mar se duerma
Soy hijo del
tiempo dice el primero
Soy hijo de la noche dice el segundo
Soy hijo del viento dice el tercero
Los marineros bailan para que el mar no muera
Para que su oriente no se vaya de los ojos a sitios de mal augurio
A tierras lloradas por el aire de los perros
VICENTE HUIDOBRO
Chile-1893
De “Ver y palpar”
Madrid, 25-11-08
Frente a
frente
Cantando para su música propia
Subiendo por las ramas del llanto
Frente a frente
Su llanto y la eternidad
Los hombres desesperados en esta aventura
No pueden retroceder a su comienzo
No pueden cambiar el fin de su sitio preciso
Frente a frente
Abriendo los ojos tan entrañables como la muerte
Cara a cara
Cuánto recuerdo con su perfume y su música propia
Cayendo y levantando
Cuánta espera en forma de estatua sin destino
Cuánta sonrisa festejada como un milagro
Frente a frente
Encadenados al día y al infinito
Semejando saber esto y aquello y aquello y esto
Semejando cantar
Semejando reír
Frente a frente
El pensamiento y la eternidad
Cara a cara
Semejando llorar y en realidad crujiendo
Crujiendo el esqueleto para aprender su oficio
Frente a frente
Por los caminos perturbados del pecho a la cabeza
Por los caminos de la vida a la muerte
Pegando en nuestros labios el sello de la angustia
Ensayando el último suspiro
Frente a
frente
A su carne y a su espíritu
O al espejo del tiempo en sus cimientos de espacio
Oyendo el murmullo de nuestras profundidades
Y por otro lado las ansias carnívoras de la nada
Frente a frente
Sin comprender la escritura de nuestras sombras internas
Pegando a nuestros labios el último suspiro.
VICENTE HUIDOBRO
Chile-1893
De “Ver y palpar”
Madrid, 26-11-08
Es inútil
andar por el desprecio con el desprecio a cuestas
Es inútil marchar por el cielo y con el cielo al hombro
Es inútil ser mar con grandes alas como noches
Nunca la verde pluma solitaria tan alta y musical
Calmará sus anhelos ni las rocas violentas del planeta
El viento
pasa a través del esqueleto
Hace sonar marfiles al fondo del tiempo y en mi soledad
Bate alturas derramadas y llantos de lejanas circunstancias
Tiene tanto sabor de cielo malherido
Que la voz se acaricia como la sombra de un barco muriéndose de angustia
Los árboles no cantan en sus orillas deseadas
Pero la noche tiene una agua suave
Hay cosas puras como el muerto entre sus velas
Hay cosas dulces como la aldea en sus ventanas y sus enredaderas
Hay cosas tristes como la lámpara de ciertas tumbas para leer un nombre
El viento
pasa a través de los hombres
Y lleva el olor de su planeta
VICENTE HUIDOBRO
Chile-1893
De “El ciudadano del olvido”
Madrid, 27-11-08
Espantando
sus primeras melancolías
Adán se irguió. Y era una eximia estatua
El fuerte y recio padre de la vida
Sobre su justo pedestal: las montañas.
Y vio bajo
sus plantas
Que en una lenta agonía
Poco a poco la vida se iba
De las llanuras solitarias,
Y sintió que algo también moría
Dulce e inefablemente en su alma.
Y con sus ojos nuevos sin nada de profundo
Acaso Adán vio el rodar de los siglos futuros,
Y adivinó toda la tristeza de sus hijos
Y presintió todo el dolor del mundo.
Adán, enorme
y solo,
Lleno de anhelos bondadosos,
Así en lo alto de los montes erguido
Sintió su frente envuelta de vacío.
¡Oh
maravillosa montaña
Contempladora del rodar del Universo,
Muda, con sus ojos de esfinge sagrada
clavados en el Tiempo!
¡Oh
maravillosa montaña
Que serenas el alma
De plácido reposo y horas claras!
Gracias por
tu bienaventuranza.
Gracias te dio el Hombre con sus ojos
Llenos de un manso encanto luminoso.
Y Adán,
pausado, triste, pensativo,
empezó a descender de la montaña,
Abriendo nuevamente otro camino
Entre las breñas y las zarzas.
Y mirando la
tierra dormida,
Él no pensó que un día
Sobre los campos obscuros brillarían
Las ciudades como estrellas caídas.
VICENTE HUIDOBRO
Chile-1893
De “Adán”
Madrid, 28-11-08
Cayó la noche
borrando los contornos
Y alejando las cosas de los ojos,
Cayó sin ruido, tan pausada,
Como si hubiera resbalado por las faldas
De las viejas montañas.
¡Oh! Qué
tristeza con algo de terror
Adán sintió en su corazón
Cuando vio que en la noche se sumían
todas las cosas y se iban
Y se apartaban de su vista.
La noche
sobre el mundo se derrama
Como una melodía inenarrable,
Y vierte sobre las cosas y las almas
Un mago perfume inefable.
La noche
parece que se abisma
En una eternidad profunda e intensa,
Parece enamorada de sí misma
Y en ella, es ella misma la que sueña.
Ella nos dice
más de nuestra propia vida,
De nuestro dolor inquieto,
Da precisión al vago pensamiento,
Y ella nos muestra cosas que no nos muestra el día.
Y como un consuelo
A todo lo que nos hace ir viendo,
Nos da la pequeña muerte del sueño.
Por eso Adán
en medio de la noche
Sintió su soledad
Y sufrió los primeros dolores
Que da el meditar.
En un instante obscuro y hondo
Cayó en la cuenta de que estaba solo.
Y pensó que podía estar junto a él
Un ser semejante,
Distinto, pero no otro ser.
Y luego
pensando
Si volvería a ver todo lo visto,
Cerró sus párpados
Guardando bajo ellos el prodigio
De su tierra, sus montes y sus campos.
VICENTE HUIDOBRO
Chile-1893
De “Adan”