Madrid, 2-6-08
Sí, yo te
asesiné estúpidamente. Me molestaba tu zumbido
mientras escribía un hermoso, un dulce soneto de amor.
Y era un consonante en –úcar, para rimar con azúcar,
lo que me faltaba. Mais, qui dira les torts de la rime?
Luego sentí
congoja
y me acerqué hasta ti: eras muy bello.
Grandes ojos oblicuos
te coronan la frente,
como un turbante de oriental monarca.
Ojos inmensos, bellos ojos pardos,
por donde entró la lanza del deseo,
el bullir, los meneos de la hembra,
su gran proximidad abrasadora,
bajo la luz del mundo.
Tan grandes son tus ojos, que tu alma
era quizá como un enorme incendio,
cual una lumbrarada de colores,
como un fanal de faro. Así, en la siesta,
el alto miradero de cristales,
diáfano y desnudo, sobre el mar,
en mi casa de niño.
Cuando yo te
maté,
mirabas hacia fuera,
a mi jardín. Este diciembre claro
me empuja los colores y la luz,
como bloques de mármol, brutalmente,
cual si el cristal del aire se me hundiera,
astillándome el alma sus aristas.
DÁMASO ALONSO
(España-1898)
De “Hijos de la ira”
Madrid, 3-6-08
ELEGÍA A UN MOSCARDÓN AZUL
II
Eso que viste
desde mi ventana,
eso es el mundo.
Siempre se agolpa igual: luces y formas,
árbol, arbusto, flor, colina, cielo
con nubes o sin nubes,
y, ya rojos, ya grises, los tejados
del hombre. Nada más: siempre es lo mismo.
Es una granazón, una abundancia,
es un tierno pujar de jugos hondos,
que levanta el amor y Dios ordena
en nódulos y en haces,
un dulce hervir no más.
Oh sí, me alegro
de que fuera lo último
que vieras tú, la imagen de color
que sordamente bullirá en tu nada.
Este paisaje, esas
rosas, esas moreras ya desnudas,
ese tímido almendro que aún ofrece
sus tiernas hojas vivas al invierno,
ese verde cerrillo
que en lenta curva corta mi ventana,
y esa ciudad al fondo,
serán también una presencia oscura
en mi nada, en mi noche.
¡Oh pobre ser, igual, igual tú y yo!
DÁMASO ALONSO
(España-1898)
De “Hijos de la ira”
Madrid, 4-6-08
ELEGÍA A UN MOSCARDÓN AZUL
III
En tu noble cabeza
que ahora un hilo blancuzco
apenas une al tronco,
tu enorme trompa
se ha quedado extendida.
¿Qué zumos o qué azúcares
voluptuosamente
aspirabas, qué aroma tentador
te estaba dando
esos tirones sordos
que hacen que el caminante siga y siga
(aun a pesar del frío del crepúsculo,
aun a pesar del sueño),
esos dulces clamores,
esa necesidad de ser futuros
que llamamos la vida,
en aquel mismo instante
en que súbitamente el mundo se te hundió
como un gran trasatlántico
que lleno de delicias y colores
choca contra los hielos y se esfuma
en la sombra, en la nada?
DÁMASO ALONSO
(España-1898)
De “Hijos de la ira”
Madrid, 5-6-08
ELEGÍA A UN MOSCARDÓN AZUL
IV
¿Viste quizá
por último
mis tres rosas postreras?
Un zarpazo
brutal, una terrible llama roja,
brasa que en un relámpago violeta
se condensaba. Y frío. ¡Frío!: un hielo
como al fin del otoño
cuando la nube del granizo
con brusco alón de sombra nos emplomiza el aire.
No viste ya. Y cesaron
los delicados vientos
de enhebrar los estigmas de tu elegante abdomen
(como una góndola,
como una guzla del azul más puro)
y el corazón elemental cesó
de latir. De costado
caíste. Dos, tres veces
un obstinado artejo
tembló en el aire, cual si condensara
en cifra los latidos
del mundo, su mensaje
final.
Y fuiste cosa: un muerto.
Sólo ya cosa, sólo ya materia
orgánica, que en un torrente oscuro
volverá al mundo mineral. ¡Oh Dios,
oh misterioso Dios,
para empezar de nuevo por enésima vez
tu enorme rueda!
DÁMASO ALONSO
(España-1898)
De “Hijos de la ira”
Madrid, 6-6-08
ELEGÍA A UN MOSCARDÓN AZUL
V
Estabas en mi
casa,
mirabas mi jardín, eras muy bello.
Yo te maté.
¡Oh si pudiera ahora
darte otra vez la vida,
yo que te di la muerte!
DÁMASO ALONSO
(España-1898)
De “Hijos de la ira”
Madrid, 9-6-08
Más allá del
añil de los jardines
suspensos de las gélidas ventanas,
clarean por el aire las mañanas
de lazos blancos, verdes y carmines.
Vaga un
aletear de serafines,
rondaflores del sol de las galanas.
Una lluvia a los mares, de manzanas,
cae rodando entre alertas de jazmines.
Túnicas
crujen y alas en bolina
rubias velas inscriben al sur claro.
Y en el agua, cabellos, flores, plumas,
a la deriva
de la ventolina,
huyendo, verdes, de la voz del faro,
coronan el mantel de las espumas.
RAFAEL ALBERTI
(España-1902)
De “Cal y canto”
Madrid, 10-6-08
Carcelera,
toma la llave,
que salga el preso a la calle.
Que vean sus
ojos los campos
y, tras los campos, los mares,
el sol, la luna y el aire.
Que vean a su
dulce amiga,
delgada y descolorida,
sin voz, de tanto llamarle.
Que salga el preso a la calle.
RAFAEL ALBERTI
(España-1902)
De “El alba del alhelí”
Madrid, 11-6-08
¿Por qué
vereda se fue?
¡Ay, aire, que no lo sé!
¿Por la de
Benamejí?
¿Por la de Lucena o Priego?
¿Por la de Loja se fue?
¡Ay, aire que no lo sé!
Ahora
recuerdo: me dijo
que caminaba a Sevilla.
¿A Sevilla? ¡No lo sé!
¿Por qué
vereda se fue?
¡Ay, aire, que no lo sé!
RAFAEL ALBERTI
(España-1902)
De “El alba del alhelí”
Madrid, 12-6-08
¡Vendo nubes
de colores:
las redondas, coloradas,
para endulzar los calores!
¡Vendo los
cirros morados
y rosas, las alboradas,
los crepúsculos dorados!
¡El amarillo
lucero,
cogido a la verde rama
del celeste duraznero!
¡Vendo la
nieve, la llama
y el canto del pregonero!
RAFAEL ALBERTI
(España-1902)
De “El alba del alhelí”
Madrid, 13-6-08
Todo lo que
por ti vi
-la estrella sobre el aprisco,
el carro estival del heno
y el alba del alhelí-,
si me miras, para ti.
Lo que
gustaste por mí
-la azúcar del malvavisco,
la menta del mar sereno
y el humo azul del benjuí,
si me miras, para ti.
RAFAEL ALBERTI
(España-1902)
De “El alba del alhelí”
Madrid, 16-6-08
Esa huella no
es beso.
No es tampoco un gemido, un sollozo, una huida,
un testimonio vivo que alguien deja.
Es la huella de un pie: ¡pisada humana!
El pie o la flor, el pie o la espuma, el pie o la gravitación
total que pesa y cruje.
Allí en la huella, la suavidad de la planta. Allí la finísima
estructura calcárea,
la delicadeza del pétalo, los cinco dedos que un momento
reunidos compusieron la flor, volaron. Ahí se miran.
Allí la rosa carne que tembló en la arena,
pulsó: vibró el mundo; alejóse.
Allí todavía el pie desnudo, impreso como un beso a la
tierra.
Allí la forma esbelta que se levantó con raíz instantánea
y un momento se abrió en un cuerpo y dio su olor, y se
desvaneció.
Brilló con flor arriba, con locura suave...
Allí cabeceó, criatura justa que hubo nacido, crecido,
brillado, desaparecido,
en el momento irrepetible de la pisada.
VICENTE ALEIXANDRE
(España-1898)
De “En un vasto dominio”
Madrid, 17-6-08
¡Oh, sí,
mirad a la pareja inmóvil,
ahí en esa ventana de la ciudad pequeña.
Árboles, coches, ruedas, por esa plaza chiquita
giran tranquilamente cual noria confiada,
bendita noria pura que extrae un agua limpia
para todos los labios de esos niños que juegan
en la ciudad de niños, y siempre siguen jugando.
Amor en la
ventana de la pareja joven.
Abajo juegan niños, juegan viejos, mujeres.
Juega el caballo lento de ese coche tranquilo.
Y juega el agua limpia que rueda hacia unos labios.
Unos hombres,
apenas, se recortan, deshacen.
La pareja está amándose sobre el alféizar, ríe.
Nada se oye. Mudo su reír se dibuja
sobre un fondo purísimo de silencio absoluto.
VICENTE ALEIXANDRE
(España-1898)
De “En un vasto dominio”
LA PAREJA
II
Pero todo
camina despacio, mudamente.
Todos hablan y dicen con silencio purísimo.
Los amantes, las madres, los dormidos, los duros:
todos hablan y gritan sobre un rumor de sueño.
¡Qué silencio
de nunca sobre un nunca vivido!
Qué ademanes, qué besos, qué dolores, qué heridas.
Todo un río que marcha callando entre las sombras.
Hombres,
niños, espantos, en la ciudad pequeña,
en la ciudad inmensa, se despiertan, se agrupan,
nacen o duermen, yérguense, se asoman, se despiden.
Todos hieren o besan, o se azotan o enlazan.
O de pronto rudísimos se ignoran, van pasando.
Oh, la sombra
en la noche piadosa que los calla,
que verazmente muda cubre las gentes –humo-,
que así los unifica con un beso en la frente
y a los niños arropa. Y, “hasta mañana”. Y nunca.
VICENTE ALEIXANDRE
(España-1898)
De “En un vasto dominio”
LA PAREJA
III
Oh, sí,
nunca. En la noche la ciudad diminuta
desnuda ofrece sólo sus aristas lunares.
Vacía gira y gira, sin peso, entre las sombras.
Arriba están
los cielos, una mente los lleva
tras un ceño confuso, doloroso y cansado.
Allí voltea la Idea del universo y sólo
transparece en los ojos con escasa vislumbre.
Una lágrima grande la contiene redonda
con un iris al borde, presta a rodar, volarse.
Pero allí retenida con su dolor insomne
en el ojo finito pervive aún un instante.
En la sombra
sin dueño la cabeza ha girado.
Mira a un fondo vacío de pensamiento. Todas
las estrellas mentales en la lágrima existen.
Universo existido que un momento ha brillado
turbiamente, y ya rueda. Y se enjuga, evapora.
VICENTE ALEIXANDRE
(España-1898)
De “En un vasto dominio”
LA PAREJA
IV
La pareja en
la sombra ríe y ríe. El alféizar.
Cristalino se escucha su reír sin suceso.
Sobre un fondo purísimo de silencio absoluto,
la pareja en la noche
aquí está o aquí estaba o estará o aquí estuvo.
VICENTE ALEIXANDRE
(España-1898)
De “En un vasto dominio”
Madrid, 23-6-08
MANEJANDO A TRAVÉS DEL INFIERNO
La gente está
exhausta, infeliz y frustrada.
La gente es amarga y vengativa.
La gente está engañada y temerosa.
La gente es iracunda y mediocre
y yo manejo entre ellos en la autopista
y ellos proyectan lo que les han dejado de sí mismos
en su manera de manejar.
Algunos más
odiosos
algunos más disimulados que otros.
Algunos no les gusta que los pasen e intentan evitar que otros lo hagan.
Algunos intentan bloquear los cambios de carril.
Algunos odian los autos más nuevos, más caros,
otros en esos autos odian los autos más viejos.
La autopista
es un circo de ilusiones
chiquitas y baratas,
es la humanidad en movimiento.
La mayoría viniendo de un lugar que odia
yendo a otro lugar que odia todavía más.
Las
autopistas nos enseñan
en qué nos hemos convertido
y muchos de los choques y muertes son la colisión
entre seres incompletos
entre vidas penosas y dementes.
Cuando manejo
por las autopistas
veo el alma de mi ciudad
y es fea, fea, fea
veo el alma de mi nación
y es fea, fea, fea.
Los vivos han estrangulado su corazón.
CHARLES BUKOWSKI
(Poeta estadounidense nacido en Alemania-1920)
Madrid, 24-6-08
cuando Dios
creó el amor no ayudó mucho
cuando Dios creó a los perros no ayudó a los perros
cuando Dios creó las plantas no fue muy original
cuando Dios creó el odio tuvimos algo útil
cuando Dios me creó a mí, bueno, me creó
cuando Dios creo al mono estaba dormido
cuando creó a la jirafa estaba borracho
cuando creó las drogas estaba colocado
cuando creó el suicidio estaba deprimido
cuando te
creó a ti durmiendo en la cama
sabía lo que hacía
estaba
borracho y colocado
y creó las montañas y el mar y el fuego
al mismo tiempo
cometió algunos errores
pero cuando
te creó a ti durmiendo en la cama
consiguió de veras algo para Su Bendito Universo.
CHARLES BUKOWSKI
(Poeta estadounidense nacido en Alemania-1920)
Madrid, 25-6-08
Flores
podridas,
moscas atrapadas en telarañas
motines, rugidos de leones enjaulados
payasos enamorados de billetes
naciones que trasladan a la gente como peones de ajedrez.
Ladrones a la
luz del día
con maravillosas esposas y vinos por las noches.
Las cárceles
atestadas
éstas y otras cosas
demuestran que la vida gira
sobre un eje podrido.
Pero nos han
dejado un poco de música
y un póster clavado en un rincón,
un vaso de whisky
una corbata azul
un delgado volumen de poemas de Rimbaud
un caballo que corre como si el diablo
le estuviera retorciendo la cola
y después de nuevo el amor
como un coche que dobla la esquina puntual
el vino y las flores,
el agua corriendo a través del lago
y verano e invierno
y verano y verano y de nuevo invierno
y verano e invierno.
CHARLES BUKOWSKI
(Poeta estadounidense nacido en Alemania-1920)
Madrid, 26-6-08
Ah sí, ah sí
lleva mucho tiempo darse cuenta
que hay peores cosas que estar solo
generalmente uno se da cuenta demasiado tarde
y no hay peor cosa que
demasiado tarde.
CHARLES BUKOWSKI
(Poeta estadounidense nacido en Alemania-1920)
Madrid, 27-6-08
también en
primavera mueren los cisnes
y allí flotaba
muerto un domingo
girando de lado
en la corriente
y fui hasta la rotonda
y distinguí
dioses en carros,
perros, mujeres
que gritaban
y la muerte
se me precipitó garganta abajo
como un ratón,
y oí llegar a la gente
con sus cestas de merienda
y sus risas,
y me sentí culpable
por el cisne
como si la muerte
fuese algo vergonzoso
y me alejé
como un idiota
y les dejé
mi hermoso cisne.
CHARLES BUKOWSKI
(Poeta estadounidense nacido en Alemania-1920)
Madrid, 30-6-08
Siempre hablo
de la muerte con inmensa ternura.
Su nombre lo he escuchado sin pavor desde niño,
cuando en la
antigua casa familiar, escondida
bajo una soledad de cedros y de pinos,
alguien
decía, en medio del estupor nocturno:
”la sombra de la muerte pasó por el cortijo”.
Nublábanse
los rostros. Juntábanse las manos
y el corazón cesaba de acelerar su ritmo.
Todo quedaba
inmóvil, con la quietud atónita
de las consternaciones sin fondo y sin sentido.
Yo abismaba
los ojos azorados, por verla.
La noche estaba azul y el cielo siempre limpio.
Inmensidades
cósmicas. Desolaciones pávidas.
Vacías las veredas. Desiertos los caminos.
Un tremolar
profundo de los cedros y un soplo
de quién sabe qué mundos fantásticos, venido.
GERMÁN PARDO GARCÍA
(Colombia-1902)
De “Presencia”