Madrid, 1-2-08 

LA MAÑANA 

Errante por la luz, en primavera
recóndita y azul y de oro y grana,
mi corazón recoge esta mañana
todo el amor que llueve en lisonjera 

tempestad de frescor. La noche afuera.
Afuera el cierzo y la ansiedad lejana.
Se pone en pie la claridad temprana,
alza sus brazos, yergue su bandera, 

grita su luz, avanza arrolladora
por la pradera vencedora y mueve
el árbol todo del espacio ahora. 

Todo en el aire, luminoso, llueve,
gira, delira entre la luz sonora,
y allí suspira entre el follaje leve. 

CARLOS BOUSOÑO
España-1923
De “Invasión de la realidad”


Madrid, 4-2-08 

PIENSAN LOS VIEJOS ASNOS 

Ahora vestiríame
de músico por verle,
chocaría con su alma, sobándole el destino con mi mano,
le dejaría tranquilo, ya que es un alma a pausas,
en fin, le dejaría
posiblemente muerto sobre su cuerpo muerto.

 

Podría hoy dilatarse en este frío,
podría toser; le vi bostezar, duplicándose en mi oído
su aciago movimiento muscular.
Tal me refiero a un hombre, a su placa positiva
y, ¿por qué no? a su boldo ejecutante,
aquel horrible filamento lujoso;
a su bastón con puño de plata con perrito,
y a los niños
que él dijo eran sus fúnebres cuñados.

 

Por eso vestiríame hoy de músico,
chocaría con su alma que quedóse mirando a mi materia...

 

¡Mas ya nunca veréle afeitándose al pie de su mañana;
ya nunca, ya jamás, ya para qué!

¡Hay que ver! ¡qué cosa cosa!
¡qué jamás de jamases su jamás! 

 

CÉSAR VALLEJO
(Perú-1892)
De  “Poemas humanos”


Madrid, 5-2-08 

UN OSCURO MENSAJE 

Criatura enigmática,
     con el anillo verde del reino vegetal
y su respiración de silenciosa sombra,
     sin pasiones,
una divinidad indescifrable.
     Con su lenta explosión
el árbol me vigila
     enfrente a mi ventana,
espía mis menores movimientos
     a veces con un pájaro,
con un gemido solitario,
     con un hilo de lluvia,
atento a mi presencia
     sin que pueda acallar su interrogante. 

Algo exige de mí,
     algo que debo hacer pero que ignoro,
algo que debo olvidar
     o quizás recordar toda la vida,
tal vez un nombre,
     la luz de cierta noche
o tal vez el instante en que algo amado
     desaparece también con un susurro. 

Algo que pugna por surgir
     como la mano del que se hunde en el mar,
algo impreciso aún,
     sin duda vinculado al amor, a los astros,
y que por último
     me será revelado en su raíz.
Quizás tan sólo sea
     una nube, una brisa,
la misma ardiente música del mundo
oída siempre y siempre y siempre. 

ENRIQUE MOLINA
Argentina-1910
De “Otros poemas”


Madrid, 6-2-08 

ALTURA Y PELOS 

¿Quién no tiene su vestido azul?
¿Quién no almuerza y no toma el tranvía,
con su cigarrillo contratado y su dolor de bolsillo?
¡Yo que tan sólo he nacido!
¡Yo que tan sólo he nacido! 

¿Quién no escribe una carta?
¿Quién no habla de un asunto muy importante,
muriendo de costumbre y llorando de oído?
¡Yo que solamente he nacido!
¡Yo que solamente he nacido! 

¿Quién no se llama Carlos o cualquier otra cosa?
¿Quién al gato no dice gato gato?
¡Ay, yo que sólo he nacido solamente!
¡Ay! ¡yo que sólo he nacido solamente! 

CÉSAR VALLEJO
(Perú-1892)
De  “Poemas humanos”


Madrid, 7-2-08 

JOVEN DESIERTO  

Cuando llega la noche y solitario torno
a mi grisáceo lecho, como a una madriguera
donde, cual una amante fiel, la desesperanza contra mi pecho sube
con guirnaldas de meses calcinados, 

lloro, entre mi espléndida y vana anatomía,
como una rama balanceada por un triste viento,
apenas verdadera entre lujuria y olvido
y la luz que desprenden los contornos del día,
cuya fúlgida barca tanto ha costado despedir
una vez más, una vez más, entre los hombres. 

¡Oh, armonía, oh juventud necesaria para el aire!
Solo, entre las sombras que se persiguen como pájaros,
y el son distante del viento en los tejados.
Ya el tiempo es evidente, y en él beben mis venas,
con milenaria sed, a grandes sorbos, sin amparo. 

ENRIQUE MOLINA
Argentina-1910
De “Otros poemas”


Madrid, 8-2-08 

[UN HOMBRE ESTÁ MIRANDO A UNA MUJER] 

Un hombre está mirando a una mujer,
está mirándola inmediatamente,
con su mal de tierra suntuosa
y la mira a dos manos
y la tumba a dos pechos
y la mueve a dos hombres. 

Pregúntome entonces, oprimiéndome
la enorme, blanca, acérrima costilla:
Y este hombre
¿no tuvo a un niño por creciente padre?
¿Y esta mujer, a un niño
por constructor de su evidente sexo? 

Puesto que un niño veo ahora,
niño ciempiés, apasionado, enérgico;
veo que no le ven
sonarse entre los dos, colear, vestirse;
puesto que los acepto,
a ella en condición aumentativa,
a él en la flexión del heno rubio. 

Y exclamo entonces, sin cesar ni uno
de vivir, sin volver ni uno
a temblar en la justa que venero:
¡Felicidad seguida
tardíamente del Padre,
del Hijo y de la Madre!
¡Instante redondo,
familiar, que ya nadie siente ni ama!
¡De qué deslumbramiento áfono, tinto,
se ejecuta el cantar de los cantares!
¡De qué tronco, el florido carpintero!
¡De qué perfecta axila, el frágil remo!
¡De qué casco, ambos cascos delanteros! 

CÉSAR VALLEJO
Perú-1892
De  “Poemas humanos” 


Madrid, 11-2-08 

SONETO AMOROSO 

Osar, temer, amar y aborrecerse,
alegre con la gloria atormentarse;
de olvidar los trabajos olvidarse;
entre llamas arder, sin encenderse; 

Con soledad entre las gentes verse,
y de la soledad acompañarse;
morir continuamente; no acabarse;
perderse, por hallar con qué perderse; 

Ser Fúcar de esperanzas sin ventura,
gastar todo el caudal en sufrimiento[s],
con cera conquistar la piedra dura, 

son efetos de Amor en mis lamentos;
nadie le llame dios, que es gran locura:
que más son de verdugo sus tormentos.
 

FRANCISCO DE QUEVEDO
España-1580
De "Las tres Musas"


Madrid, 12-2-08 

SONETO AMOROSO
DEFINIENDO EL AMOR
 

Es hielo abrasador, es fuego helado,
es herida que duele y no se siente,
es un soñado bien, un mal presente,
es un breve descanso muy cansado; 

es un descuido que nos da cuidado,
un cobarde, con nombre de valiente,
un andar solitario entre la gente,
un amar solamente ser amado; 

es una libertad encarcelada,
que dura hasta el postrero paroxismo;
enfermedad que crece si es curada. 

Ése es el niño Amor, éste es su abismo.
¡Mirad cuál amistad tendrá con nada
el que en todo es contrario de sí mismo! 

FRANCISCO DE QUEVEDO
España-1580
De "Las tres Musas"


Madrid, 13-2-08

DON FRANCISCO DE QUEVEDO
SONETO
 

Piedra soy en sufrir pena y cuidado
y cera en el querer enternecido,
sabio en amar dolor tan bien nacido,
necio en ser en mi daño porfiado, 

medroso en no vencerme acobardado,
y valiente en no ser de mí vencido,
hombre en sentir mi mal, aun sin sentido,
bestia en no despertar desengañado. 

En sustentarme entre los fuegos rojos,
en tus desdenes ásperos y fríos,
soy salamandra, y cumplo tus antojos; 

y las niñas de aquestos ojos míos
se han vuelto, con la ausencia de tus ojos,
ninfas que habitan dentro de dos ríos. 

FRANCISCO DE QUEVEDO
España-1580
De "Cancionero antequerano"


Madrid, 14-2-08 

SONETO AMOROSO 

Si en el loco jamás hubo esperanza,
ni desesperación hubo en el cuerdo,
¿de qué accidentes hoy la vida pierdo?
¿Qué sentimiento mi razón alcanza? 

¿Quién hace en mi memoria tal mudanza,
que de aquello que busco no me acuerdo?
Velo soñando, y sin dormir, recuerdo:
el mal pesa y el bien igual balanza. 

Escucho sordo y reconozco ciego;
descanso trabajando y hablo mudo;
humilde aguardo y con soberbia pido. 

Si no es amor mi gran desasosiego,
de conocer lo que me acaba dudo:
que no hay de sí quien viva más rendido. 

FRANCISCO DE QUEVEDO
España-1580
De "Las tres Musas"


Madrid, 15-2-08 

Dificultad el retratar una grande hermosura,
que se lo había mandado, y enseña el modo
que sólo alcanza para que fuese posible

SONETO 

Si quien ha de pintaros ha de veros,
y no es posible sin cegar miraros,
¿quién será poderoso a retrataros,
sin ofender su vista y ofenderos? 

En nieve y rosas quise floreceros;
mas fuera honrar las rosas y agraviaros;
dos luceros por ojos quise daros;
mas ¿cuándo lo soñaron los luceros? 

Conocí el imposible en el bosquejo;
mas vuestro espejo a vuestra lumbre propia
aseguró el acierto en su reflejo. 

Podráos él retratar sin luz impropia,
siendo vos de vos propia, en el espejo,
original, pintor, pincel y copia. 

FRANCISCO DE QUEVEDO
España-1580
De "Parnaso"


Madrid, 18-2-08 

TENGO ESTOS HUESOS HECHOS A LAS PENAS

Tengo estos huesos hechos a las penas
y a las cavilaciones estas sienes:
pena que vas, cavilación que vienes
como el mar de la playa a las arenas.

Como el mar de la playa a las arenas,
voy en este naufragio de vaivenes
por una noche oscura de sartenes
redondas, pobres, tristes y morenas.

Nadie me salvará de este naufragio
si no es tu amor, la tabla que procuro,
si no es tu voz, el norte que pretendo.

Eludiendo por eso el mal presagio
de que ni en ti siquiera habré seguro,
voy entre pena y pena sonriendo.

MIGUEL HERNÁNDEZ
España-1910
De "El rayo que no cesa"


Madrid, 19-2-08 

POÉTICA

El muchacho se ha percatado de que el árbol vive.
Si las tiernas hojas se abren a la luz
por la fuerza, desgarrando sin piedad, la dura corteza
debe sufrir mucho. Sin embargo, vive en silencio.
Todo el mundo está cubierto por plantas que sufren
bajo la luz y ni siquiera se oye un suspiro.
Es una luz tierna. Ignora el muchacho
de dónde procede, anochece; pero los troncos destacan
sobre un fondo mágico. Dentro de poco, habrá oscurecido. 

El muchacho –hay quien sigue siendo un muchacho
por tiempo excesivo- que se asustaba de la oscuridad
va por la calle y no repara en las casas ensombrecidas
por el crepúsculo. Inclina la cabeza a la escucha
de un lejano recuerdo. En las calles, desiertas
como plazas, se acumula un pesado silencio.
El transeúnte podría estar solo en un bosque,
donde los árboles fuesen enormes. La luz
con un escalofrío recorre los faroles. Las casas
ofuscadas se vislumbran entre el vapor azulado
y el muchacho levanta la vista. Aquel silencio lejano
que agarrotaba el aliento del transeúnte ha florecido
en la luz inesperada. Son los antiguos árboles
del muchacho. Y la luz es el embrujo de entonces. 

Y, por el diáfano círculo, alguien comienza
a pasar en silencio. Por la calle, nadie
revela jamás la pena que le roe la vida.
Caminan apresurados, como si estuviesen abstraídos en su andar,
y grandes sombras se bambolean. Tienen rostros surcados
y ojeras dolientes, pero nadie se queja.
A lo largo de toda la noche, en la luz azulada,
deambulan como en un bosque, entre casas infinitas. 

CESARE PAVESE
Italia-1908
De “Trabajar cansa”


Madrid, 20-2-08 

MAÑANA 

La ventana entornada recuadra un rostro
sobre el campo del mar. Los lindos cabellos
acompañan el tierno ritmo del mar. 

No hay recuerdos en este rostro.
Sólo una sombra huidiza, como de nubes.
La sombra es húmeda y dulce como la arena
de una intacta caverna, bajo el crepúsculo.
No hay recuerdos. Sólo un susurro
que es la voz del mar convertida en recuerdo. 

En el crepúsculo, el agua mullida del alba,
que se impregna de luz, alumbra el rostro.
Cada día es un milagro intemporal,
bajo el sol: lo impregnan una luz salobre
y un sabor a vívido marisco. 

No existe recuerdo en este rostro.
No hay palabra que lo contenga
o vincule con cosas pasadas. Ayer,
se desvaneció de la angosta ventana,
tal como se desvanecerá dentro de poco, sin tristeza
ni humanas palabras, sobre el campo del mar. 

CESARE PAVESE
Italia-1908
De “Trabajar cansa”


Madrid, 21-2-08 

A C. DE C.

Tú,
sonrisa moteada
sobre nieves heladas-
viento de marzo,
ballet de ramas
combadas sobre la nieve,
gimiendo y encendiendo
tus pequeños "¡oh!"-
gamo de blancos miembros,
gentil,
podría saber
todavía
la gracia deslizante
de todos tus días,
la blonda espumosa
de todos tus caminos-
se ha helado el mañana
abajo en la llanura-
tú, sonrisa moteada,
tú, risa encendida.

CESARE PAVESE
Italia-1908
De “Vendrá la muerte y tendrá tus ojos


Madrid, 22-2-08 

CREACIÓN 

Estoy vivo y he sorprendido las estrellas en el alba.
Mi compañera continúa durmiendo y lo ignora.
Mis compañeros duermen todos. La clara jornada
se me revela más limpia que los rostros aletargados. 

A distancia, pasa un viejo, camino del trabajo
o a gozar de la mañana. No somos distintos,
idéntica claridad respiramos los dos
y fumamos tranquilos para engañar el hambre.
También el cuerpo del viejo debería ser sano
y vibrante –ante la mañana, debería estar desnudo. 

Esta mañana la vida se desliza por el agua
y el sol: alrededor está el fulgor del agua
siempre joven; los cuerpos de todos quedarán al descubierto.
Estarán el sol radiante y la rudeza del mar abierto
y la tosca fatiga que debilita bajo el sol,
y la inmovilidad. Estará la compañera
-un secreto de cuerpos. Cada cual hará sentir su voz. 

No hay voz que quiebre el silencio del agua
bajo el alba. Y ni siquiera nada que se estremezca
bajo el cielo. Sólo una tibieza que diluye las estrellas.
Estremece sentir la mañana que vibra,
virgen, como si nadie estuviese despierto. 

CESARE PAVESE
Italia-1908
De “Trabajar cansa”


Madrid, 25-2-08 

CUERPOS SOMBRÍOS 

He estado en la noche tendido al pie de cuerpos sin amarlos
                                                                          [o amándoles.
¡Qué extraña sensación de yacer ante algo inmenso, oscuro;
al pie de algo que en la sombra pudiera evadirse sin ruido,
                                                                            [sin rastro,
como serpiente o raíz por selva de invegetal negrura!
La cabellera elástica de esos cuerpos, echada sobre mí parece
contráctil red en su lacio espesor anudándome.
Les oigo respirar con lento mecanismo de aletargadas vísceras.
Exploro sus ojos secos que miran a lo interior de sí mismos,
como espejos volteados hacia opacas paredes.
Pudieran evadirse, pero cómo, si adentro, si afuera
hay llamas infranqueables oponiéndose, cortándoles la fuga.
Llamas, sí, llamas que yo invoco para mis sacrificios;
para calcinar cuanto la vida me arroja en la tiniebla
y arde en mí con la voracidad de un horno inextinguible.
Así es mi amor, ¡oh, débiles que la oscuridad amedrenta!
Penetrador de cuerpos sombríos, insaciado, insaciable.
Amor interno mío semejante al desorden del caos
cuando se junta para crear un nuevo sol todavía infulgente.
Amor mío cegado, ultrajador, patético;
develador de legítimas médulas, de olvidados orígenes.
La fuerza de mi pasión está en la noche. Dejadme en sus
                                                                         [distancias,
tendido al pie de cuerpos sin amarlos o amándoles.
Yo acostaré mi sorda vitalidad sobre sus planos, móviles
como porción de playas que mi avidez subyuga.
Y cuando llegue el día saldré de mi borroso amor mostrando
las quemaduras de un incendio gestador y despótico,
y bestiales cenizas de silencio y de abismo.
 

GERMÁN PARDO GARCÍA
(Colombia-1902)
De “U.Z. llama al espacio”


Madrid, 26-2-08 

NOCTURNO MENOR 

He olvidado. Es verdad. He olvidado con extraño olvido.
Hay hombres que olvidan como lo hacen todos los seres,
y apenas si vuelven los rostros para ver lo que amaron o aman.
En ellos está escrita la palabra nunca,
o siempre,
y ¡adiós! les gritan desde acantilados tempestuosos.
Atrás sufren habitaciones con efigies que luego se borran.
En las paredes ocultos rastros y en las páginas de los libros
flores que viven existencia de disecada sangre,
con olor a disueltos jardines y a cutáneos aromas.
Yo nada tengo que olvidar. En mi casa no hay ausentes
                                                                    [que habiten
el cuerpo de las horas.
No hay señales de seres amados y las páginas
de mis libros antiguos carecen de fechas como algunos sepulcros.
Detrás de mí no quedan bosques más hermosos cuando el otoño
con las últimas lluvias del verano los lava.
Cuando yo muera no habrá recuerdos míos custodiándome
ni devolverán las aguas tanta cosa mía hundida.
Aún así olvido. Lo siento mientras escribo este nocturno
como un ciego que pinta con carbón su nombre en las murallas.
Olvido. Es verdad. Olvido extrañamente
y cuando salgo en busca de cuerpos y de formas
para recordarlos,
revivirles
y amarles,
camino entre la sombra y las piedras se vuelven
como algodón negro que se hunde debajo de mis plantas. 

GERMÁN PARDO GARCÍA
(Colombia-1902)
De “Lucero sin orillas”


Madrid, 27-2-08 

A LAS FORMAS 

Dejadme conoceros,
formas apenas presentidas por mi espíritu.
Nada sé de vosotras que me habéis escoltado en el mundo.

Desconozco la densidad de la raíz
y la eternidad del ruiseñor. 

Ignoro todavía por qué la nube adquiere
estatura de hombre,
o de león que amenaza un valle.
En vosotras hay lenguas que no escucho.
Autónomos colores que no miro.
Sabor alucinante que no gozo
y olor indivisible en las esencias.
Si muriera sin conoceros, volvería
incorporado cual la voz al trueno;
como ansiedad a las centrales sombras
y como llanto a la invasión del agua.
Dejadme conoceros hasta saciar la luz que os viste
con la tez de su roce imaginario;
hasta hallar los espíritus benignos
que habitan en la pulpa del madero;
la lluvia que no baja en los diluvios;
los gérmenes arcanos de la almendra
y el silencio en los labios de los ruidos.
Hasta mirar la vida de la rosa,
desintegrada, altísima y desnuda,
y el iris de las conchas y los peces
brillando independiente de los cuerpos.
Entonces yo podré, como vosotras,
saber que entre mi sangre hay otra sangre;
figuras de mi ser ya separadas;
cristales que me nublan y poderes
de la noche integral que me descubren;
otros sueños yacentes en mis sueños;
orígenes detrás de mis orígenes,
y unas águilas blancas detenidas,
como orquídeas abiertas en mi espacio. 

GERMÁN PARDO GARCÍA
(Colombia-1902)
De “Lucero sin orillas”


Madrid, 28-2-08 

VICTORIA DE LA NOCHE 

He estado combatiéndole con mi rencor de rocas
y mi odio de montañas a su abismal dominio.
Él tiene los espacios y cada vez que truena
sobre mí, palidece temeroso mi océano.
Yo les grito a las piedras: defended mis llanuras
ante el hondo galope de sus potros divinos.
Y a mis arduas violencias: deshacedle sus nubes.
Y ordené rebelión a montañas y mares.
En la sombra telúrica me oculté rencoroso
por huir del asalto de su luz posesiva.
Tronó sobre mis cumbres otra vez como nunca
y cayeron diluvios y huracanes y rayos.
Victorioso en mis nieblas solidarias estuve.
Descubrió, por vencerme, sus más limpios luceros
y sentí desquiciarse mi seguro basalto.
Ya voy a ser vencido. Lo sé. Contra la noche
saturada de estrellas nada puede mi cólera. 

GERMÁN PARDO GARCÍA
(Colombia-1902)
De “Lucero sin orillas”


Madrid, 29-2-08 

PRIMER CONTACTO CON LA NIEVE 

Siempre recordaré el momento en que tuve contacto
                                                            [con la nieve
por la primera vez. Fue en un país nórdico, en la zona
de los lagos que apenas incitan
sus hipocampos de fallidos mares.
Devoraba el invierno lo salubre y terrestre
y sólo se veían estratos con la marca del frío incendio
bajo la falsa combustión de horizontes con hambre de vida.
Por agujeros cavados como laberintos asomaba
de cuando en cuando lanudo roedor solo,
único movimiento en la infelicidad de aquella zona inválida.
La contradictoria noche surgía cubierta de residuos.
En mis manos cayó un poco de nieve.
Me quedé contemplándola sin poder al principio entenderla.
Era el advenimiento de una densidad lejana.
Sin embargo sentí que mi roce no la derretía,
y comprendí que esa nieve estaba en contacto con otra
                                                                  [zona física,
o simplemente de la existencia, ah, sí, de la existencia,
o con alguna porción del hombre, ah, sí, del hombre,
                                             [nada más del hombre,
congelada en quién sabe qué tiempos confusos y vacíos. 

GERMÁN PARDO GARCÍA
(Colombia-1902)
De “Lucero sin orillas”


Selección de Poemas Editados

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