Madrid, 1-12-08 

LOS AVIONES 

Las luces se apagaron ante el torrente súbito,
el gran Tomate Histórico se instaló en las afueras.
Los huevos que cayeron inventaron al Bosco.
Parecía mentira tanta muerte a pedazos.

Tanta muerte a torrentes hacia la mar corriendo,
hacia la mar remota de desiertos poblados,
hacia la oscura noche de la perfecta ausencia
que apenas entrevemos cuando estamos dormidos.

Después la calma ardiente y violenta de un trópico
de sangre y humo bajo las ruinas de la luna.
Los perros que tenían el secreto del miedo
lamieron los escombros de la pálida sombra.

Los tranvías llevados a encerrar, retornaron;
la Cibeles detuvo sus leones heridos;
un lobo aullante, largo, se instaló en la avenida.
La sirena anunciaba el crimen ya pasado.

La sonrisa no había sucumbido del todo.
Un pueblo enamorado de la vida sacaba
de su dolor antiguo, universal y abierto,
la fuerza necesaria para una sonrisa. 

RAÚL GONZÁLEZ TUÑÓN
Argentina-1905
De “La muerte en Madrid”


Madrid, 2-12-08

POEMA QUE COMPUSO
JUANCITO CAMINADOR
PARA LA SUPUESTA MUERTE
DE JUANCITO CAMINADOR

 Juancito Caminador...
Murió en un lejano puerto
el prestidigitador.
Poca cosa deja el muerto.

Terminada su función
-canción, paloma y baraja-
todo cabe en una caja.
Todo, menos la canción.

Ponle luto a la pianola,
al conejito, a la estrella,
al barquito, a la botella,
al botellón, a la bola.

Música de barracón
-canción, baraja y paloma-,
flor de trapo sin aroma.
Todo, menos la canción.

Ponle luto a la veleta,
al gallo, al reloj de cuco,
al fonógrafo, al trabuco,
al vaso y a la carpeta.

Su prestidigitación
-canción, paloma y baraja-
el tiempo humilla y ultraja.
Todo, menos la canción.

Mucha muerte a poca vida.
¡Que lo entierre de una vez
la Reina del Ajedrez
y un poeta lo despida!

Truco mágico, ilusión
-canción, baraja y paloma-
que todo en broma se toma.
¡Todo, menos la canción!

RAÚL GONZÁLEZ TUÑÓN
Argentina-1905
De “Los caprichos de Juancito Caminador”


Madrid, 3-12-08 

EL VISITANTE 

“El poeta es un espía de dios.”
shakespeare 

Cuando el invierno vele los fantasmas azules
de la niebla en el barrio
y ya sean memoria la mudanza, el entierro del gorrión,
   el domingo,
y los libros se callen en las estanterías
para que vuelva sin temor el grillo
del hogar, fugitivo de un distante verano,
preguntará al olvido
dónde se oculta el espía del tiempo,
en qué relojería, en qué almanaque,
en qué caja de música
abandonada por un niño
y junto a cuál de las sutiles ventanas del crepúsculo
donde sólo hacia adentro puede asomarse uno
la saudade construye sus delicados puentes. 

Y desde qué clavel del aire
o qué alga marina, o qué arpa de Harpo Marx
apareciendo en un desván, de súbito,
el porvenir –que es poeta- nos mira. 

RAÚL GONZÁLEZ TUÑÓN
Argentina-1905
De “Poemas para el atril de una pianola”


Madrid, 4-12-08 

BLUES DE LA ISLA DE PAPEETE 

No sé por qué una estatua musgosa, rota con un hilo
     de agua verde en la podrida piedra; no sé por qué
     me ha hecho recordar Papeete, adonde van a refugiarse
     los fracasados de la aventura, la resaca...
¿Qué tendrá que ver una cosa con la otra?
Le diré que detrás de la estatua rota hay chimeneas,
     usinas, niños que juegan en las rampas y desocupados
     al pie de las cocinitas.
Le diré que delante de la estatua rota se extiende la rambla salada
     de todos los vientos y el mar abierto de todos los caminos.
¿En que pueblo, en qué ciudad azul y olvidada, en qué ciudad
     con corazón de isla he visto la estatua rota que me hizo
     recordar Papeete?
¿Cuándo he visto Papeete yo, recortado en un muro sonoro,
     bajo la lluvia intermitente y huidiza de los ukeleles?
Charles Simonds acaba de servirme un “Mint juleps” y luego
     me tomaré un “Tom Collins”.
¿A dónde van las cartas perdidas, las fotografías de estrellas
     desaparecidas, los gritos de tantos niños abandonados,
     las voces desatadas de tantos imposibles amores?
¿Por qué encuentro tantos subpaisajes, tantos submundos
     y nadie quiere creerme y nadie me hace caso mientras
    en el Dispensario gritan las parturientas?
Si yo te llevara conmigo, si te dijera: Mira. Quizá tú, espantada,
     exclamarías: “¡Madre, el vecino del segundo se ha vuelto loco!”
Y soy tan humano, impresionable y terrible como un niño.
Cuidando y observando siempre las vidas y las muertes de los otros;
     sin cuidar de mi vida y de mi muerte.
Porque cada uno lleva su vida y su muerte consigo.
¡Lejana luna de maremoto! Sería lindo ser poeta para cantarla.
Sólo he podido verla desde un ojo de buey, porque yo estaba
     en el sueño.
Y todos estamos presos en el sueño.
Y todos somos el sueño de Dios. Él nos está soñando y nosotros
     creemos que verdaderamente vivimos. (Qué hermosa idea
     se me ha ocurrido, pero sin duda falsa, tan falsa como mi viaje
     a la isla de Papeete).
Porque cada uno es real.
Porque el alma, los sueños, el clima humano, son realidad.
Porque cada uno lleva su vida y su muerte consigo
     y eso es también hermoso. 

RAÚL GONZÁLEZ TUÑÓN
Argentina-1905
De “El otro lado de la estrella”


Madrid, 5-12-08 

LA CALLE SIN NOMBRE 

¿Y qué dirá la muerte cuando vaya
y nadie sepa dónde vive
la persona que busca en esa calle,
la oscura, la cortada,
la ignorada del censo municipal, sin nombre,
sin ayer, sin mañana? 

Perdida entre los yuyos y la siesta,
la soledad y la desesperanza. 

RAÚL GONZÁLEZ TUÑÓN
Argentina-1905
De “Poemas para el atril de una pianola” 


Madrid, 9-12-08 

LA PALABRA 

La libertad está aquí, en este hueco
sonoro,
en esta breve concha pronunciada.
Saberla, darle un orden, entenderla,
cuidarla como a madre o como a hija,
potenciar su fervor y su sentido,
vivificarla con la propia sangre,
sentarla en las rodillas de las gentes,
acunarla en el pecho hondo del pueblo,
templarla al sol rugoso de los campos,
airearla en las puras arboledas,
pasarla por las piedras ancestrales,
proyectarla a la lumbre de mañana,
dejarla que jadee entre fabriles
maquinismos, en tráfagos mineros,
asociarla al trabajo y a la pena,
a la rosa inicial de la alegría
y al gris rosario de las decepciones,
acompasar su música al latido
del corazón de todos, masticarla
como el pan que se suda, hacerla trago
de agua o de vino para sed y seca
garganta, convertirla en guante oscuro
para agarrar el hierro incandescente
del ansia de justicia, hacerla paño
para las cotidianas vestiduras,
dejarla recorrer como un zafiro
líquido entre los dientes defensores,
como un diamante blando y moldeable
mojarla entre los labios sensualmente.
Decirla y repetirla: pronunciarla.
Es el más subversivo y más humano
de los pronunciamientos.

 

LEOPOLDO DE LUIS
España-1918
De “Igual que guantes grises”
 


Madrid, 10-12-08 

DA MIEDO 

Da miedo ver la luna silenciosa
que el hombre pisa como a muerto olvido
o muere en torno suyo hecho satélite
de hueso seco en un cósmico exilio. 

Da miedo ver la noche en torno nuestro
grave propagación de un precipicio
en cuyo fondo duermen los cadáveres
de cada uno de nosotros mismos. 

Da miedo ver el día por un cielo
donde el remoto pecho avanza ígneo
del sol que si amanece para todos
va a tener un reparto muy distinto. 

Da miedo ver la vida manejada,
introducida en ciegos laberintos,
transfigurada en tiendas de disfraces,
manipulada por malabarismos. 

Da miedo ver la gente por la calle,
dan miedo el hombre, la mujer, el niño
que van andando sin saberlo sobre
las grietas de inminentes cataclismos. 

Da miedo abrir los ojos y ver fuera
y da miedo cerrarlos de egoísmo.
 

LEOPOLDO DE LUIS
España-1918
De “Igual que guantes grises”


Madrid, 11-12-08 

LAS PALABRAS 

No digas que son poco las palabras,
esos guantes que visten
los infinitos dedos del silencio,
esas manos cargadas de sentido
merced a su gamuza tan sonora
que hasta la soledad se vuelve humana
y salen desde el fondo de la tierra
las sílabas heridas o pequeños gusanos
que balbucen raíces y misterios. 

No digas que son poco las palabras
porque no desintegran los refugios
del hambre o la injusticia. ¿Es poco el sol,
y tampoco derrota a la amargura?
¿Con qué manejarían nuestras manos
la fuerza nuclear que es nuestra vida
a no ser con su guante que pronuncia?
¿Con qué si no con su manopla hablada
iban a usar el bisturí del miedo
para cortar el cáncer de la muda
indiferencia que nos hace bloques
solitarios, ajenos, inauditos? 

Las teje densa urdimbre solidaria,
un hilo humano las hilvana y cose
y en su hueco sonoro soy fraterno. 

LEOPOLDO DE LUIS
España-1918
De “Igual que guantes grises”


Madrid, 12-12-08 

LÁSTIMA
QUE NO VALGAN LOS VALORES ETERNOS
 

Lástima que no valgan los valores eternos
para salvar los charcos de un agua ensangrentada.
Todos fuimos cogidos por trágicos inviernos.
De esa aventura triste ya no nos salva nada. 

Esos que fueron puros también se han salpicado.
Libres y espirituales, la realidad los cerca.
Que no piensen que todo está por fin juzgado.
La culpa que les toca es una loba terca. 

Las torres de marfil están sitiadas.
El tiempo llega siempre, pegajoso y espeso.
Si alguien quiere salir, ya se ha hecho tarde. 

Pobres conciencias puras, quedaron atrapadas.
Pobre arte en libertad, quedó de pronto preso.
La realidad por todos los costados hoy arde. 

LEOPOLDO DE LUIS
España-1918
De “Igual que guantes grises” 


Madrid, 15-12-08 

ROTOS, ROTOS: ¡QUÉ ROTOS! 

Rotos, rotos: ¡Qué rotos!
Rotos: cristales rotos
de tanto dilatarse
en ver, arder, querer,
luchar, odiar, mis ojos. 

Rotos: por siempre rotos.
Rotos: espejos rotos
caídos, sin imagen,
sin dirección, tus ojos. 

MIGUEL HERNÁNDEZ
España-1910
De “Cancionero de ausencias”


Madrid, 16-12-08 

ROSARIO, DINAMITERA 

Rosario, dinamitera,
sobre tu mano bonita
celaba la dinamita
sus atributos de fiera.
Nadie al mirarla creyera
que había en su corazón
una desesperación,
de cristales, de metralla
ansiosa de una batalla,
sedienta de una explosión. 

Era tu mano derecha,
capaz de fundir leones,
la flor de las municiones
y el anhelo de la mecha.
Rosario, buena cosecha,
alta como un campanario,
sembrabas al adversario
de dinamita furiosa
y era tu mano una rosa
enfurecida, Rosario. 

Buitrago ha sido testigo
de la condición de rayo
de las hazañas que cayo
y de la mano que digo.
¡Bien conoció el enemigo
la mano de esta doncella,
que hoy no es mano porque de ella,
que ni un solo dedo agita,
se prendó la dinamita
y la convirtió en estrella! 

Rosario, dinamitera,
puedes ser varón y eres
la nata de las mujeres,
la espuma de la trinchera.
Digna como una bandera
de triunfos y resplandores,
dinamiteros pastores,
vedla agitando su aliento
y dad las bombas al viento
del alma de los traidores. 

MIGUEL HERNÁNDEZ
España-1910
De “Viento del pueblo”


Madrid, 17-12-08 

CANTO A TERESA
(Fragmento)  

¿Por qué volvéis a la memoria mía,
tristes recuerdos del placer perdido,
a aumentar la ansiedad y la agonía
de este desierto corazón herido?
¡Ay!, que de aquellas horas de alegría
le quedó al corazón sólo un gemido,
y el llanto que al dolor los ojos niegas
lágrimas son de hiel que el alma anegan.

¿Dónde volaron, ¡ay!, aquellas horas
de juventud, de amor y de ventura,
regaladas de músicas sonoras,
adornadas de luz y de hermosura?
Imágenes de oro bullidoras,
sus alas de carmín y nieve pura,
al son de mi esperanza desplegando,
pasaban, ¡ay!, a mi alrededor cantando. 

Gorjeaban los dulces ruiseñores,
el sol iluminaba mi alegría,
el aura susurraba entre las flores,
el bosque mansamente respondía,
las fuentes murmuraban sus amores...
¡Ilusiones que llora el alma mía!
¡Oh! ¡Cuán suave resonó en mi oído
el bullicio del mundo y su rüido! 

JOSÉ DE ESPRONCEDA
España-1808


Madrid, 18-12-08 

EL ESTUDIANTE DE SALAMANCA 

Segundo don Juan Tenorio,
alma fiera e insolente,
irreligioso y valiente,
altanero y reñidor:

Siempre el insulto en los ojos,
en los labios la ironía,
nada teme y todo fía
en su espada y su valor. 

Corazón gastado, mofa
de la mujer que corteja,
y, hoy despreciándola, deja
la que ayer se le rindió. 

Ni el porvenir temió nunca,
ni recuerda en lo pasado
la mujer que ha abandonado
ni el dinero que perdió. 

Ni vio el fantasma entre sueños
del que mató en desafío,
ni turbó jamás su brío
recelosa previsión. 

Siempre en lances y en amores,
siempre en báquicas orgías,
mezcla en palabras impías
un chiste a una maldición. 

En Salamanca famoso
por su vida y buen talante,
al atrevido estudiante
le señalan entre mil. 

Fueros le da su osadía,
le disculpa su riqueza,
su generosa nobleza,
su hermosura varonil. 

Que su arrogancia y sus vicios,
caballeresca apostura,
agilidad y bravura
ninguno alcanza a igualar: 

Que hasta en sus crímenes mismos,
en su impiedad y altiveza,
pone un sello de grandeza
don Félix de Montemar.

JOSÉ DE ESPRONCEDA
España-1808


Madrid, 19-12-08 

LA VIOLENCIA DE LAS HORAS 

Todos han muerto. 

Murió doña Antonia, la ronca, que hacía pan barato en el burgo. 

Murió el cura Santiago, a quien placía le saludasen los jóvenes
y las mozas, respondiéndoles a todos, indistintamente:
“Buenos días, ¡José! Buenos días, ¡María!"

Murió aquella joven rubia, Carlota, dejando un hijito
de tres meses, que luego también murió, a los ocho días
de la madre. 

Murió tía Albina, que solía cantar tiempos y modos de heredad,
en tanto cosía en los corredores, para Isidora, la criada de oficio,
la honrosísima mujer. 

Murió un viejo tuerto, su nombre no recuerdo,
pero dormía al sol de la mañana, sentado
ante la puerta del hojalatero de la esquina. 

Murió Rayo, el perro de mi altura, herido de un balazo
de no se sabe quién. 

Murió Lucas, mi cuñado en la paz de las cinturas,
de quien me acuerdo cuando llueve y no hay nadie
en mi experiencia. 

Murió en mi revólver mi madre, en mi puño mi hermana
y mi hermano en mi víscera sangrienta,
los tres ligados por un género triste de tristeza,
en el mes de Agosto de años sucesivos. 

Murió el músico Méndez, alto y muy borracho,
que solfeaba en su clarinete tocatas melancólicas,
a cuyo articulado se dormían las gallinas de mi barrio,
mucho antes de que el sol se fuese. 

Murió mi eternidad y estoy velándola. 

CÉSAR VALLEJO
(Perú-1892)
De “Poemas humanos”
 


Madrid, 22-12-08 

UN SÁBADO

Un hombre ciego en una casa hueca
fatiga ciertos limitados rumbos
y toca las paredes que se alargan
y el cristal de las puertas interiores
y los ásperos lomos de los libros
vedados a su amor y la apagada
platería que fue de los mayores
y los grifos del agua y las molduras
y unas vagas monedas y la llave.
Está solo y no hay nadie en el espejo.
Ir y venir. La mano roza el borde
del primer anaquel. Sin proponérselo,
se ha tendido en la cama solitaria
y siente que los actos que ejecuta
interminablemente en su crepúsculo
obedecen a un juego que no entiende
y que dirige un dios indescifrable.
En voz alta repite y cadenciosa
fragmentos de los clásicos y ensaya
variaciones de verbos y de epítetos
y bien o mal escribe este poema. 

JORGE LUIS BORGES
Argentina-1899
De “Historia de la noche”


Madrid, 23-12-08 

A QUIEN ESTÉ LEYÉNDOME 

Eres invulnerable. ¿No te han dado
los números que rigen tu destino
certidumbre de polvo? ¿No es acaso
tu irreversible tiempo el de aquel río
en cuyo espejo Heráclito vio el símbolo
de su fugacidad? Te espera el mármol
que no leerás. En él ya están escritos
la fecha, la ciudad y el epitafio.
Sueños del tiempo son también los otros,
no firme bronce ni acendrado oro;
el universo es, como tú, Proteo:
Sombra, irás a la sombra que te aguarda
fatal en el confín de tu jornada;
piensa que de algún modo ya estás muerto. 

JORGE LUIS BORGES
Argentina-1899
De “El otro, el mismo”


Madrid, 26-12-08 

AQUEL* 

Oh días consagrados al inútil
empeño de olvidar la biografía
de un poeta menor del hemisferio
austral, a quien los hados o los astros
dieron un cuerpo que no deja un hijo
y la ceguera, que es penumbra y cárcel,
y la vejez, aurora de la muerte,
y la fama, que no merece nadie,
y el hábito de urdir endecasílabos
y el viejo amor de las enciclopedias
y de los finos mapas caligráficos
y del tenue marfil y una incurable
nostalgia del latín y fragmentarias
memorias de Edimburgo y de Ginebra
y el olvido de fechas y de nombres
y el culto del Oriente, que los pueblos
del misceláneo Oriente no comparten,
y las vísperas de trémula esperanza
y el abuso de la etimología
y el hierro de las sílabas sajonas
y la luna, que siempre nos sorprende,
y esa mala costumbre, Buenos Aires,
y el sabor de las uvas y del agua
y del cacao, dulzura mexicana,
y unas monedas y un reloj de arena
y que una tarde, igual a tantas otras,
se resigna a estos versos. 

JORGE LUIS BORGES
Argentina-1899
De “La cifra”


Madrid, 26-12-08 

AQUEL* 

Oh días consagrados al inútil
empeño de olvidar la biografía
de un poeta menor del hemisferio
austral, a quien los hados o los astros
dieron un cuerpo que no deja un hijo
y la ceguera, que es penumbra y cárcel,
y la vejez, aurora de la muerte,
y la fama, que no merece nadie,
y el hábito de urdir endecasílabos
y el viejo amor de las enciclopedias
y de los finos mapas caligráficos
y del tenue marfil y una incurable
nostalgia del latín y fragmentarias
memorias de Edimburgo y de Ginebra
y el olvido de fechas y de nombres
y el culto del Oriente, que los pueblos
del misceláneo Oriente no comparten,
y las vísperas de trémula esperanza
y el abuso de la etimología
y el hierro de las sílabas sajonas
y la luna, que siempre nos sorprende,
y esa mala costumbre, Buenos Aires,
y el sabor de las uvas y del agua
y del cacao, dulzura mexicana,
y unas monedas y un reloj de arena
y que una tarde, igual a tantas otras,
se resigna a estos versos. 

JORGE LUIS BORGES
Argentina-1899
De “La cifra”


Madrid, 29-12-08 

UN LIBRO 

Apenas una cosa entre las cosas
pero también un arma. Fue forjada
en Inglaterra, en 1604,
y la cargaron con un sueño. Encierra
sonido y furia y noche y escarlata.
Mi palma la sopesa. Quién diría
que contiene el infierno: las barbadas
brujas que son las parcas, los puñales
que ejecutan las leyes de la sombra,
el aire delicado del castillo
que te verá morir, la delicada
mano capaz de ensangrentar los mares,
la espada y el clamor de la batalla. 

Ese tumulto silencioso duerme
en el ámbito de uno de los libros
del tranquilo anaquel. Duerme y espera. 

JORGE LUIS BORGES
Argentina-1899
De “Historia de la noche” 


Madrid, 30-12-08 

LABERINTOS 

No habrá nunca una puerta. Estás adentro
y el alcázar abarca el universo
y no tiene ni anverso ni reverso
ni externo muro ni secreto centro.
No esperes que el rigor de tu camino
que tercamente se bifurca en otro,
que tercamente se bifurca en otro,
tendrá fin. Es de hierro tu destino
como tu juez. No aguardes la embestida
del toro que es un hombre y cuya extraña
forma plural da horror a la maraña
de interminable piedra entretejida.
No existe. Nada esperes. Ni siquiera
en el negro crepúsculo la fiera. 

JORGE LUIS BORGES
Argentina-1899
De “Elogio de la sombra 


Selección de Poemas Editados

 

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