Madrid, 3-12-07
Rubio,
fuerte, manso,
triste sin melancolía
como el mediodía,
lento como la tierra,
toscas las manos que parten
el pan y abarcan el seno
maternal de Ceres,
Menalcas apacienta sus grandes vacas rojas
frente al mar: estupor
de luz en la inmensidad.
¡Oh mar, oh campo, oh bestias!
¡Oh siesta, pesadumbre
del cuerpo poderoso que, ahora, inerte,
se cubre como de una enfermedad de cantos
monótonos y vagos,
mientras la tierra sueña,
muge lenta
como una vaca triste que esperara
la fecunda inquietud de las estrellas,
la sagrada
palpitación escondida,
el amante
nocturno que no dice su nombre!
GABRIEL CELAYA
España-1911
De “El principio sin fin”
Madrid, 4-12-07
Si te
estuvieras ahogando, acudiría a salvarte,
a taparte con mi manta y a ofrecerte té caliente.
Si yo fuera comisario, te arrestaría
y te encerraría en una celda con la llave echada.
Si fueras un
pájaro, grabaría un disco
y escucharía toda la noche tu trino agudo.
Si yo fuera sargento, tú serías mi recluta
y, chico, te aseguro que te encantaría la instrucción.
Si fueras
china, aprendería tu idioma,
quemaría mucho incienso, llevaría ropa rara.
Si fueras un espejo, asaltaría el aseo de señoras,
te daría mi lápiz rojo de labios y te soplaría en la nariz.
Si te
gustaran los volcanes, yo sería lava
en constante erupción desde mi oculto origen.
Y si fueras mi esposa, yo sería tu amante,
porque la Iglesia está firmemente en contra del divorcio.
JOSEPH BRODSKY
Rusia-1940
De "Etcétera"
Madrid, 5-12-07
Me meto
dentro y cierro la ventana.
Traen el velón y dan las buenas noches.
Y mi voz da, contenta, las buenas noches.
Ojalá mi vida sea siempre esto:
el día lleno de sol, o suave de lluvia,
o tempestuoso como si se acabase el Mundo.
La tarde suave y las cuadrillas que pasan
miradas con interés desde la ventana,
la última mirada amiga al sosiego de los árboles,
y después, cerrada la ventana, el velón encendido,
sin leer nada, ni pensar en nada, ni dormir,
sentir a la vida correr por mí como un río por su cauce,
y ahí fuera un gran silencio, como el de un dios que duerme.
FERNANDO PESSOA
Portugal-1888
De “El guardador de rebaños”
Poemas de ALBERTO CAEIRO
Madrid, 10-12-07
EL GUARDADOR
DE REBAÑOS
30
Desde la
ventana más alta de mi casa,
con un pañuelo blanco digo adiós
a mis versos, que viajan hacia la humanidad.
Y no estoy alegre ni triste.
Ése es el destino de los versos.
Los escribí y debo enseñárselos a todos
porque no puedo hacer lo contrario,
como la flor no puede esconder el color,
ni el río ocultar que corre,
ni el árbol ocultar que da frutos.
He aquí que ya van lejos, como si fuesen en la diligencia,
y yo siento pena sin querer,
igual que un dolor en el cuerpo.
¿Quién sabe
quién los leerá?
¿Quién sabe a qué manos irán?
Flor, me cogió el destino para los ojos.
Árbol, me arrancaron los frutos para las bocas.
Río, el destino de mi agua era no quedarse en mí.
Me resigno y me siento casi alegre,
casi tan alegre como quien se cansa de estar triste.
¡Idos, idos de mí!
Pasa el árbol y se queda disperso por la Naturaleza.
Se marchita la flor y su polvo dura siempre.
Corre el río y entra en el mar y su agua es siempre la
que fue suya.
Paso y me quedo, como el Universo.
FERNANDO PESSOA
Portugal-1888
De “El guardador de rebaños”
Poemas de ALBERTO CAEIRO
Madrid, 11-12-07
VIAJE
NOCTURNO SOBRE EL PUENTE
DEL RHIN EN COLONIA
El expreso
avanza a tientas en tanto cruza por la oscuridad.
Ninguna estrella quiere asomarse. El mundo entero no es
sino la estrecha galería de una mina encarrilada en la
noche,
en la que, a veces, pozos de un azul resplandor desgarran
horizontes repentinos: un círculo de fuego
de faroles, tejados, chimeneas, chorreando, humeando...
tan sólo unos segundos...
Todo negro otra vez. Como si descendiéramos, cuando es
nuestro turno, hasta la misma entraña de la noche.
Ahora oscilan las luces, extraviadas, desesperadamente
solitarias. Se agrupan. Y se adensan.
Los esqueletos de las fachadas grises se muestran al
desnudo, muertos en la penumbra mientras palidecen.
Algo debe pasar. Con pesadez lo noto en mi cerebro. Canta
en la sangre una opresión. Luego retumba el suelo,
de pronto, como el mar:
volamos, regiamente elevados por un aire que se arrancó
a la noche, muy altos, sobre el río. Curvatura de luces
a millares, callada vigilancia
ante cuya revista de centellas las aguas pesadamente
ruedan. Filas interminables, formadas en la noche
para saludar.
Antorchas, al ataque. Alegre. Salva de barcos sobre el
mar azul. Fiesta estrellada.
Rebosantes, fluyendo con luminosos ojos. Hasta donde
las últimas casas de la ciudad despiden a su huésped.
Luego, la larga soledad. Las riberas desnudas. Quietud.
Noche. Retorno. Recogimiento. Comunión. Y ardor
y ansia
hacia el final, la bendición. La fiesta de los sexos. Hacia
la voluptuosidad. Y la oración. Y el mar. Hacia el
ocaso.
ERNST MARIA RICHARD STADLER
Alemania-1883
Madrid, 12-12-07
La silueta de
tu cuerpo al alba está oscura ante la
turbia luz
de corridas persianas. Acostado, siento tu rostro vuelto
hacia mí como una imagen de la eucaristía.
Cuando te despediste de mis brazos, tu susurrar “tengo
que irme” sólo alcanzó los más lejanos portales de
mi sueño.
Ahora veo tu mano como a través de un velo, cómo
ligeramente pasa la blusa blanca por los pechos. Las
medias,
ahora después la falda, el pelo recogido. Ya eres otra
mujer, una extraña ataviada para el mundo y el día.
Entreabro la puerta. Te beso. Tú devuelves, mientras
avanzas, un adiós. Y te alejas.
Acostado de nuevo oigo cómo se pierde tu pisada suave
por el hueco de las escaleras
vuelvo a estar encerrado en el aroma de tu cuerpo que,
brotando de las almohadas, cálidamente invade mis
sentidos.
Amanece aún más. Las cortinas ondulan. Un viento joven
y un sol temprano quieren penetrar.
Se levantan los ruidos. Música del amanecer. Me duermo
suavemente arrullado por sueños matutinos.
ERNST MARIA RICHARD STADLER
Alemania-1883
Madrid, 13-12-07
Las palabras
se las lleva el viento,
decían los ciudadanos más acomodados
y tenían razones poderosas para no saber.
Ahora somos
palabras que venimos del viento, de la ráfaga.
Palabras con la velocidad del tiempo en la sangre,
palabras con la velocidad del tiempo metida en la sangre.
Palabras como aullidos desgarrados, nervios en libertad.
Gemidos,
somos los gemidos arrancados del viento.
Palabras destinadas a permanecer, ser el lenguaje.
PoesíaPsicoanálisis, un nuevo tiempo de la muerte,
imposible de poner en el espacio como el propio amor.
Un amor
imposible de ubicar en el tiempo,
como el propio inconsciente, su verdad.
Un deseo, desesperado, abierto, múltiple,
imposible en la vida como la propia poesía.
Cíclopes
amarrados a sí mismos, giran,
hacen girar el mundo como si fuera luz.
MIGUEL OSCAR MENASSA
Argentina-1940
De “Poemas y cartas a mi amante
loca joven poeta psicoanalista”
Madrid, 14-12-07
Hoy amo este
dolor que me hace sentir vivo,
empecinados dolores, clavándose en mi alma,
en mi corazón, lujurias lacerantes y vivas,
en mi carne, veneno enamorado sobre mi piel.
Es dolor del
mundo, me digo cabizbajo,
son las sangrantes tripas de occidente,
son el silencio trepidante del oriente,
son los mundos quebrándose en mis ojos.
Son, me digo,
los cadáveres desesperados,
los muertos que, recuerdan haber muerto,
para que en mi cuerpo viva la humanidad.
Las
libertades, hembras muertas de amor,
me llaman a los gritos, dolor iluminado
y humano y vivo, amante del vacío, canto.
MIGUEL OSCAR MENASSA
Argentina-1940
De “Poemas y cartas a mi amante
loca joven poeta psicoanalista”
Madrid, 17-12-07
JC. FRIEDRICH VON SCHILLER
Alemania, 1759
Madrid, 18-12-07
Para Luis Cardoza y Aragón
Equivocar el
camino
es llegar a la nieve
y llegar a la nieve
es pacer durante varios siglos las hierbas de los cementerios.
Equivocar el camino
es llegar a la mujer,
la mujer que no teme a la luz,
la mujer que mata dos gallos en un segundo,
la luz que no teme a los gallos
y los gallos que no saben cantar sobre la nieve.
Pero si la nieve se equivoca de corazón
puede llegar el viento Austro
y como el aire no hace caso de los gemidos
tendremos que pacer otra vez las hierbas de los cementerios.
Yo vi dos dolorosas espigas de cera
que enterraban un paisaje de volcanes
y vi dos niños locos
que empujaban llorando las pupilas de un asesino.
Pero el dos no ha sido nunca un número
porque es una angustia y su sombra,
porque es la guitarra donde el amor se desespera,
porque es la demostración del otro infinito que no es suyo
y es las murallas del muerto
y el castigo de la nueva resurrección sin finales.
Los muertos odian el número dos,
pero el número dos adormece a las mujeres,
y como la mujer teme la luz,
la luz tiembla delante de los gallos
y los gallos sólo saben volar sobre la nieve,
tendremos que pacer sin descanso las hierbas de los cementerios.
FEDERICO GARCÍA LORCA
España-1898
De "Tierra y luna"
Madrid, 19-12-07
El viento
explora cautelosamente
qué viejo tronco tenderá mañana.
El viento: con la luna en su alta frente
escrito por el pájaro y la rana.
El cielo se
colora lentamente,
una estrella se muere en la ventana
y en las sombras tendidas del naciente
luchan mi corazón y su manzana.
El viento
como arcángel sin historia
tendrá sobre el gran álamo que espía,
después de largo acecho, la victoria,
mientras mi
corazón, en la luz fría,
frente al vago espejismo de la Gloria,
lucha sin descifrar el alma mía.
FEDERICO GARCÍA LORCA
España-1898
De "Canciones"
Madrid, 20-12-07
En el blanco
infinito,
nieve, nardo y salina,
perdió su fantasía.
El color
blanco, anda,
sobre una muda alfombra
de plumas de paloma.
Sin ojos ni
ademán,
inmóvil sufre un sueño.
Pero tiembla por dentro.
En el blanco
infinito,
¡qué pura y larga herida
dejó su fantasía!
En el blanco
infinito.
Nieve. Nardo. Salina.
FEDERICO GARCÍA LORCA
España-1898
De "Tres retratos con sombra"
Madrid, 21-12-07
A veces
una robusta afirmación
toma la forma de la pierna humana.
Erguido un árbol cruje, se abre súbito,
se dispersa en ramaje.
Pero la pierna es concreción y no predice
rama, vapor, o nube.
Desde la inicial finura (el árbol es ancho en su base)
se concentra al ensancharse fuerte,
y en su dorso se agolpa;
un momento creyérase
que allí se iba a acabar; sigue, persigue
su misma soledad, con un esfuerzo
de nueva concentración nudosa alcanza
su más compacto instante.
Allí juega, podría por dentro jugar, resbalar cual partirse,
pero con nueva decisión toda su fuerza viva se concentra
ensanchándose,
todavía despacio, y muscularmente se abre rauda
hacia un cielo inmediato: el fin o techo o tronco
o templo del estar de los hombres.
VICENTE ALEIXANDRE
España-1898
De "En un vasto dominio"
Madrid, 26-12-07
LA PIERNA
Así hemos
visto crecer
la pierna fuerte
o la pierna templada,
la pierna femenina que delicada asciende,
o la erguida palabra hecha masa concreta
con que se afirma el hombre.
No confundáis
la piedra
con una pierna humana.
El pensamiento arriba, muy lejos, señorea
bajo la nube airosa.
Para su pierna, el hombre
piensa casi en el cielo:
tan alta va su frente.
Mas si se inclina
con carga de trabajo,
con edad o con pena,
la materia es la misma,
y al final, sí, la pierna,
la cabeza, extendidas,
a un nivel mismo duermen.
VICENTE ALEIXANDRE
España-1898
De "En un vasto dominio"
Madrid, 27-12-07
EL BRAZO
I
Primero fue
desde el tronco la aventura,
el proyecto,
la insinuación lentísima y robusta: el hombro duro.
Un empujón de la materia sólo;
dentro, cerrado, poroso, decidido,
un surtidor de hueso puro: el húmero.
En seguida la
llave, el giro delicado,
la posibilidad abierta, destinada y útil
al mismo tiempo: el suavísimo codo numerario,
casi infinitamente móvil
frente a la redondez del horizonte.
Luego el enlace más fino, dúo de voluntad así logrado,
así disparado,
doble relámpago de hueso
en suspensión sin fin: cúbito, radio.
Y dando en el blanco, deteniéndose, vibrando
en la palma, su prolongada vibración suavísima:
los dedos.
Onda casi invisible que perdura
todavía, estrellada y dispersa, con materia
y origen reconocibles.
Desde el hombro a la uña: una herramienta
del mundo, un prodigio de voluntad
material. Un suceso sin fin.
¡El brazo humano!
VICENTE ALEIXANDRE
España-1898
De "En un vasto dominio"
EL BRAZO
II
Pero no. Todo
es sólo la misma
carne o masa
obedecida, que como una ola pura
cubrió la arena o hueso de ese brazo.
Hasta llegar caliente, viva a la mano extendida
y allí doblar como una onda que muere
salpicando, ya rota entre los dedos.
El brazo así
completo nació y puso
su peso mineral sobre la tierra.
Movió el agua, plantó el árbol, quebró el cerco
de la masa uniforme: el mundo inerte.
Hizo el fuego, tejió el lino imprevisto,
forjó el hierro, fundó la rosa viva.
Izó la rosa viva, el faro vivo.
Rasgó la tierra y derramó los trigos
como un océano verde sobre el mundo.
Se alzó, en
su fin la mano, y otra mano
desde el confín llegó, estrechó: cercaban
la redondez entera del planeta.
¡Dos manos estrechadas, con su brazo,
rodeándola,
eran límite vivo de la tierra!
VICENTE ALEIXANDRE
España-1898
De "En un vasto dominio"