Madrid, 2-4-07

DEJO DE LATIR

Dejo de latir
dejo de ser el pulso
donde antaño
vibrara el Universo.

Delicadamente me entrego
a las argucias del amor
abandono el pasado
mis versos anteriores.

MIGUEL OSCAR MENASSA
Argentina-1940
De “La poesía y yo”


Madrid, 3-4-07

SOY EL CANTOR LE DIJE SONRIENTE

Soy el cantor le dije sonriente,
no tengo nada que perder, sólo mi canto.
Así que usted y yo, podemos besarnos,
pisar fuerte la tierra, volar más alto.

Ya sé que no es decente, amar la vida tanto,
que no es honesto, sincero, quererla para mí.
Que el infinito fuego debe ser apagado.
Que el inquietante deseo, debe morir.

Sin embargo, usted y yo podríamos
hundirnos levemente en el abismo
llenar todo el abismo con mi canto.

 Aunque en verdad nadie lo quiera,
vivir, vivir, podríamos mil años.
Yo sería el cantor y usted mi canto.

MIGUEL OSCAR MENASSA
Argentina-1940
De “Poemas y cartas a mi amante loca
joven poeta psicoanalista”


Madrid, 4-4-07

TUS MANOS Y LA MENTIRA

    Graves como las piedras,
Tristes como canciones de presidio,
Pesadas y macizas como bestias de carga,
Tus manos se parecen
            al rostro endurecido
                    de los niños hambrientos.

    Ágiles, laboriosas como abejas,
Pródigas como ubres desbordantes de leche,
Intrépidas lo mismo que la naturaleza,
Bajo su dura piel, tus manos guardan
            la amistad y el afecto.

    No está nuestro planeta sostenido
            por los cuernos de un buey:
    Tus manos lo sostienen...

    ¡Qué hombres, nuestros hombres!
Los mantienen a fuerza de mentiras,
Siendo que andan hambrientos,
Faltos de carne y pan,
Y dejan este mundo, al que cargan de frutos,
Sin poder verlos en la mesa propia
                ni siquiera una vez.

    ¡Qué hombres, nuestros hombres!
Sobre todo los de Asia, los de África,
                del medio Oriente, del Cercano Oriente,
                los de las tantas islas del Pacífico
                y los de mi país,
es decir, mucho más del setenta por ciento
                de los hombres del mundo:
Están adormecidos, están viejos,
Siendo listos y jóvenes como lo son sus manos...

    ¡Qué hombres, nuestros hombres!
Ustedes, mis hermanos de América o Europa,
Tan alertas y audaces,
A quienes, sin embargo, los aturden
                lo mismo que a sus manos,
Y les mienten,
                y los hacen marchar...

    ¡Qué hombres, nuestros hombres!
Si mienten las antenas de las radios,
Si mienten las enormes rotativas,
Si miente el libro y mienten los afiches,
Si mienten los anuncios de los diarios,
Si mienten las desnudas piernas de las muchachas
                en el teatro y en el cine,
Si hasta mienten las canciones de cuna,
Si miente el sueño, si el pecado miente,
Si miente el violinista de la boite,
Si miente el plenilunio
                 en las noches sin ninguna esperanza,
Si mienten la palabra,
                el color y la voz,
Si miente el que te explota,
                el que explota tus manos,
Si todo el mundo y todas, todas las cosas mienten,
                a excepción de tus manos,
Es para que tus manos siempre sean
                dóciles como arcilla,
                ciegas como la noche,
                idiotas como el perro del pastor,
Y para que jamás se subleven tus manos

Y para que no acabe jamás tanta injusticia
                -Ideal del traficante-
Sobre este mundo nuestro,
                este mundo mortal
Donde poder vivir
                sería lo mejor.

NÂZIM HITMET
Nace en Tesalónica en 1902


Madrid, 9-4-07

EL HIMNO COTIDIANO

 A la señorita Virginia Trewhela

 En este nuevo día
que me concedes, ¡oh Señor!,
dame mi parte de alegría
y haz que consiga ser mejor.

 Dame Tú el don de la salud,
la fe, el ardor, la intrepidez,
séquito de la juventud;
y la cosecha de verdad,
la reflexión, la sensatez,
séquito de la ancianidad.

 Dichoso yo si, al fin del día,
un odio menos llevo en mí;
si una luz más mis pasos guía
y si un error más yo extinguí.

 Y si por la rudeza mía
nadie sus lágrimas vertió,
y si alguien tuvo la alegría
que mi ternura le ofreció.

 Que cada tumbo en el sendero
me vaya haciendo conocer
cada pedrusco traicionero
que mi ojo ruin no supo ver.

 Y más potente me incorpore,
sin protestar, sin blasfemar.
Y mi ilusión la senda dore,
y mi ilusión me la haga amar.

 Que dé la suma de bondad,
de actividades y de amor
que a cada ser se manda dar:
suma de esencias a la flor
y de albas nubes a la mar.

 Y que, por fin, mi siglo engreído
en su grandeza material,
no me deslumbre hasta el olvido
de que soy barro y soy mortal.

 Ame a los seres este día;
a todo trance halle a luz.
Ame mi gozo y mi agonía:
¡ame la prueba de mi cruz!

 GABRIELA MISTRAL
C
hile-1889
De “Ternura”


Madrid, 10-4-07

DOS ÁNGELES

No tengo sólo un Ángel
con ala estremecida:
me mecen como al mar
mecen las dos orillas
el Ángel que da el gozo
y el que da la agonía,
el de alas tremolantes
y el de las alas finas.

Yo sé, cuando amanece,
cuál va a regirme el día,
si el de color de llama
o el color de ceniza,
y me les doy como alga
a la ola, contrita.

Sólo una vez volaron
con las alas unidas:
el día del amor,
el de la Epifanía.

¡Se juntaron en una
sus alas enemigas
y anudaron el nudo
de la muerte y la vida!

 GABRIELA MISTRAL
C
hile-1889
De “Tala”


Madrid, 11-4-07

AGUA

 Hay países que yo recuerdo
como recuerdo mis infancias.
Son países de mar o río,
de pastales, de vegas y aguas.
Aldea mía sobre el Ródano,
rendida en río y en cigarras;
Antilla en palmas verdi-negras
que a medio mar está y me llama;
¡roca lígure de Portofino:
mar italiana, mar italiana!

 Me han traído a país sin río,
tierras-Agar, tierras sin agua;
Saras blancas y Saras rojas,
donde pecaron otras razas,
de pecado rojo de atridas
que cuentan gredas tajeadas;
que no nacieron como un niño
con unas carnazones grasas,
cuando las oigo, sin un silbo,
cuando las cruzo, sin mirada.

 Quiero volver a tierras niñas;
llévenme a un blando país de aguas.
En grandes pastos envejezca
y haga al río fábula y fábula.
Tenga una fuente por mi madre
y en la siesta salga a buscarla,
y en jarras baje de una peña
en agua dulce, aguda y áspera.

 Me venza y pare los alientos
el agua acérrima y helada.
¡Rompa mi vaso y al beberla
me vuelva niña las entrañas!

 GABRIELA MISTRAL
C
hile-1889
De “Tala”


Madrid, 12-4-07

EL REPARTO

 Si me ponen al costado
la ciega de nacimiento,
le diré, bajo, bajito,
con la voz llena de polvo:
-Hermana, toma mis ojos.

 ¿Ojos? ¿Para qué preciso
arriba y llena de lumbres?
En mi Patria he de llevar
todo el cuerpo hecho pupila,
espejo devolvedor
ancha pupila sin párpados.

 Iré yo a campo traviesa
con los ojos en las manos
y las dos manos dichosas
deletreando lo no visto
nombrando lo adivinado.

 Tome otra mis rodillas
si las suyas se quedaron
trabadas y empedernidas
por las nieves o la escarcha.

 Otra tómeme los brazos
si es que se los rebanaron.
Y otras tomen mis sentidos
con su sed y con su hambre.

 Acabe así, consumada
repartida como hogaza
y lanzada a sur o a norte
no seré nunca más una.

 Será mi aligeramiento
como un apear de ramas
que me abajan y descargan
de mí misma, como de árbol.

 ¡Ah respiro, ay dulce pago
vertical descendimiento!

 GABRIELA MISTRAL
C
hile-1889
De “Desvarío”


Madrid, 13-4-07

LEÑADOR

 Quedó sobre las hierbas
el leñador cansado,
dormido en el aroma
del pino de su hachazo.
Tienen sus pies majadas
las hierbas que pisaron.
Le canta el dorso de oro
y le sueñan las manos.
Veo su umbral de piedra,
su mujer y su campo.
Las cosas de su amor
caminan su costado;
las otras que no tuvo
le hacen como más casto,
y el soñoliento duerme
sin nombre, como un árbol.

 El mediodía punza
lo mismo que venablo.
Con una rama fresca
la cara le repaso.
Se viene de él a mí
su día como un canto
y mi día le doy
como pino cortado.
Regresando, a la noche,
por lo ciego del llano,
oigo gritar mujeres
al hombre retardado;
y cae a mis espaldas
y tengo en cuatro dardos
nombre del que guardé
con mi sangre y mi hálito.

GABRIELA MISTRAL
C
hile-1889
De “Tala”


Madrid, 16-4-07 

EL DESNUDO

I

¿Qué llevas ahí, en tu gracioso cesto de margaritas
     ligeras?
El poniente sin mancha quiere besarme desde tus
     mejillas inocentes.
Un cándido corpiño encierra la gloria dulce de un
     mediodía prisionero,
mientras tu cuello erguido sostiene la crespa
     concentración de la luz,
sobre la que los pájaros virginales se encienden.

Pero suelta, suelta tu gracioso cestillo,
mágica mensajera de los campos;
échate sobre el césped aquí a la orilla del río.
Y déjame que en tu oído yo musite mi sombra,
mi penumbrosa esperanza bajo los álamos
     plateados.

 VICENTE ALEIXANDRE
(España-1898)
De “Sombra del paraíso”


Madrid, 17-4-07

EL DESNUDO

II

Acerca ahora tus pies desnudos,
húndelos en el agua.
Un hervor de oro, de carmín, de plata rápida,
cruza ligero, confundiendo su instantáneo fulgor
con tu espuma constante, oh rosa.
Déjame ahora beber esa agua pura,
besar acaso ciegamente
unos pétalos frescos, un tallo erguido,
un perfume mojado a primavera,
mientras tu cuerpo hermoso arriba orea
su cabello luciente y tus dos manos ríen
entre su luz, y tu busto palpita.

 VICENTE ALEIXANDRE
(España-1898)
De “Sombra del paraíso”


Madrid, 18-4-07

EL DESNUDO

III

Tu desnudo mojado no teme a la luz.
Todo el verde paisaje se hace más tierno
en presencia de tu cuerpo extendido.
Sobre tu seno alerta un pájaro rumoroso
viene a posar su canción, y se yergue.
Sobre la trémula cima su garganta extasiada
canta a la luz, y siente dulce su calor propagándole.
Mira un instante la tibia llanura aún húmeda del
     rocío
y con su lento pico amoroso bebe,
bebe la perlada claridad de tu cuerpo,
alzando al cielo su plumada garganta,
ebrio de amor, de luz, de claridad, de música.

VICENTE ALEIXANDRE
(España-1898)
De “Sombra del paraíso”


Madrid, 19-4-07

EL DESNUDO

IV

Mirar anochecer tu cuerpo desnudo,
goteante todavía del día,
sobre el césped tranquilo, en la mágica atmósfera
     del amor.
Con mi dedo he trazado sobre tu carne
unas tristes palabras de despedida.
Tu seno aterciopelado silencia mi caricia postrera:
ya casi tu corazón se para.
En tu cuello una música se ensordece,
mudo gemido del poniente anhelante,
y si te miro veo la luz, la luz última
sin sangre, extinguirse en un gran grito final
     contra mis ojos, ciega.

Súbitamente me hundo en tu boca
y allí bebo todo el último estertor de la noche.

VICENTE ALEIXANDRE
(España-1898)
De “Sombra del paraíso”


Madrid, 20-4-07

LOS BESOS

Sólo eres tú, continua,
graciosa, quien se entrega,
quien hoy me llama. Toma,
toma el calor, la dicha,
la cerrazón de bocas
selladas. Dulcemente
vivimos. Muere, ríndete.
Sólo los besos reinan:
sol tibio y amarillo,
riente, delicado,
que aquí muere, en las bocas
felices, entre nubes
rompientes, entre azules
dichosos, donde brillan
los besos, las delicias
de la tarde, la cima
de este poniente loco,
quietísimo, que vibra
y muere. –Muere, sorbe
la vida. –Besa. –Beso.
¡Oh mundo así dorado!

VICENTE ALEIXANDRE
(España-1898)
De “Sombra del paraíso”


Madrid, 23-4-07

ÁNGEL DE LAS BODEGAS

    Fue cuando la flor del vino se moría en penumbra
y dijeron que el mar la salvaría del sueño.
Aquel día bajé a tientas a tu alma encalada y húmeda,
y comprobé que un alma oculta frío y escaleras
y que más de una ventana puede abrir con su eco otra voz,
      si es buena.
   Te vi flotar a ti, flor de agonía, flotar sobre tu mismo
      espíritu.
(Alguien había jurado que el mar te salvaría del sueño.)
Fue cuando comprobé que murallas se quiebran con suspiros
y que hay puertas al mar que se abren con palabras.

 RAFAEL ALBERTI
(España-1902)
De "Sobre los ángeles"


Madrid, 24-4-07

LOS ÁNGELES MUDOS

 Inmóviles, clavadas, mudas mujeres de los zaguanes
y hombres sin voz, lentos, de las bodegas,
quieren, quisieran, querrían preguntarme.
   -¿Cómo tú por aquí y en otra parte?
Querrían hombres y mujeres, mudos, tocarme,
saber si mi sombra, si mi cuerpo andan sin alma
por otras calles.
Quisieran decirme:
   -Si eres tú, párate.
   Hombres, mujeres, mudos, querrían ver claro,
asomarse a mi alma,
acercarle una cerilla
por ver si es la misma.
   Quieren, quisieran...
-Habla.
   Y van a morirse, mudos,
sin saber nada. 

RAFAEL ALBERTI
(España-1902)
De "Sobre los ángeles"


Madrid, 25-4-07

LOS ÁNGELES MUERTOS 

   Buscad, buscadlos:
en el insomnio de las cañerías olvidadas,
en los cauces interrumpidos por el silencio de las basuras.
No lejos de los charcos incapaces de guardar una nube,
unos ojos perdidos,
una sortija rota
o una estrella pisoteada.
   Porque yo los he visto:
en esos escombros momentáneos que aparecen en las neblinas.
Porque yo los he tocado:
en el desierto de un ladrillo difunto,
venido a la nada desde una torre o un carro.
Nunca más allá de las chimeneas que se derrumban
ni de esas hojas tenaces que se estampan en los zapatos.
   En todo esto.
Mas en esas astillas vagabundas que se consumen sin fuego,
en esas ausencias hundidas que sufren los muebles
      desvencijados,
no a mucha distancia de los nombres y signos
       que se enfrían en las paredes.
   Buscad, buscadlos:
debajo de la gota de cera que sepulta la palabra de un libro
o la firma de uno de esos rincones de cartas
que trae rodando el polvo.
Cerca del casco perdido de una botella,
de una suela extraviada en la nieve,
de una navaja de afeitar abandonada al borde de un precipicio.

 RAFAEL ALBERTI
(España-1902)
De "Sobre los ángeles"


Madrid, 26-4-07

LOS ÁNGELES COLEGIALES

    Ninguno comprendíamos el secreto nocturno
      de las pizarras
ni por qué la esfera armilar se exaltaba tan sola cuando
      la mirábamos.
Sólo sabíamos que una circunferencia puede no ser redonda
y que un eclipse de luna equivoca a las flores
y adelanta el reloj de los pájaros.
   Ninguno comprendíamos nada:
ni por qué nuestros dedos eran de tinta china
y la tarde cerraba compases para al alba abrir libros.
Sólo sabíamos que una recta, si quiere, puede ser curva
      o quebrada,
y que las estrellas errantes son niños que ignoran la aritmética.

 RAFAEL ALBERTI
(España-1902)
De "Sobre los Ángeles"


Madrid, 27-4-07

EL ÁNGEL DEL MISTERIO

    Un sueño sin faroles y una humedad de olvidos,
pisados por un nombre y una sombra.
No sé si por un nombre o muchos nombres,
si por una sombra o muchas sombras.
Reveládmelo.

   Sé que habitan los pozos frías voces,
que son de un solo cuerpo o muchos cuerpos,
de un alma sola o muchas almas.
No sé.
Decídmelo.
   Que un caballo sin nadie va estampando
a su amazona antigua por los muros.
Que en las almenas grita, muerto, alguien
que yo toqué, dormido, en un espejo,
que yo, mudo le dije...
No sé.
Explicádmelo.

 RAFAEL ALBERTI
(España-1902)
De "Sobre los ángeles"


Selección de Poemas Editados

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