El agua de mi voz,
la misma que corre por los espigones,
espera verte caer en algún círculo del cielo
para golpear feroz tus huellas en el puerto.
Vuelve,
alegre,
por todo aquello que sufrimos.
Mientras yo, acostado en la orilla
cambiaré el rumbo de los hombres
y mojaré caliente, con mi aliento,
el rostro de todos los barcos
de todos los puertos.
MIGUEL OSCAR MENASSA
Argentina-1940
De “Pequeña historia”
Bueno,
ahora ya me encuentro
humanamente solo.
No puedo con mis ojos
mirar a las muchachas
porque las miro
y lloro.
Y ustedes,
por qué no se detienen
y me tocan un poco,
por qué dejan mis manos
galopar despiadadas,
por qué no se detienen
y me lamen un poco.
Comprendo,
ustedes han partido
también
humanamente,
pero a mí no me queda
más que dos piernas
(las manos ya perdidas
no piensan
no vuelven)
y esta rabia de todos
de mí
que no me sirve.
MIGUEL OSCAR MENASSA
Argentina-1940
De “Pequeña historia”
Qué mujer
cruzaría sus piernas frente a mí
para mirarme
sentirse mía
cansarse en mi cansancio.
Quién concluiría su gesto
para amarme
en este pedacito que soy
de sed y de nostalgias.
Porque todos
nos encontramos algún día
y nos miramos
–en las muchachas quietas
en los caminos cortos–
que ya se han ido todos
y la apretada hendija de mi alma
cada vez más pequeña
cada vez más cerrada.
Quién podría amarme
en este pedacito que soy.
MIGUEL OSCAR MENASSA
Argentina-1940
De “Pequeña historia”
1
Dije yo en la Ciudad de
la Yegua Tordilla:
“La Patria es un dolor que aún no tiene bautismo.”
Los apisonadores de adoquines
me clavaron sus ojos de ultramar;
y luego devoraron su pan y su cebolla
y en seguida volvieron al ritmo del pisón.
2
¿Con qué derecho yo
definía la Patria,
bajo un cielo en pañales
y un sol que todavía no ha entrado en la leyenda?
Los apisonadores de adoquines
escupieron la palma de sus manos:
en sus ojos de allende se borraba una costa
y en sus pies forasteros ya moría una danza.
“Ellos vienen del mar y no escuchan”, me dije.
Llegan como el otoño, repletos de semilla,
vestidos de hojas muertas.”
Yo venía del Sur en caballos e idilios:
“La Patria es un dolor que aún no sabe su nombre.”
3
Una lanza española y un
cordaje francés
riman ese poema de mi sangre.
Yo también soy un hijo del otoño
que llegó del oriente sobre la tez del agua.
¿Qué harían en el Sur y en su empresa de toros
un cordaje perdido y una lanza en destierro?
Con la virtud erecta de la lanza
yo aprendí a gobernar los rebaños furiosos;
con el desvelo puro del cordaje
yo descubrí la Patria y su inocencia.
LEOPOLDO MARECHAL
Argentina-1900
DESCUBRIMIENTO DE LA PATRIA
La Patria era una niña de voz y pie desnudos.
Yo la vi talonear los
caballos frisones
en tiempo de labranza,
o dirigir los carros graciosos del estío,
con las piernas al sol y el idioma en el aire.
(Los hombres de mi estirpe no la vieron:
sus ojos de aritmética buscaban
el tamaño y el peso de la fruta.)
5
La Patria era un
retozo de niñez
en el Sur aventado, en la llanura
tambolireante de ganaderías.
Yo la vi junto al fuego de las hierras:
estampaba su risa en los novillos;
o junto al universo de los esquiladores,
cosechando el vellón en las ovejas
y la copla en las dulces guitarras de setiembre.
(No la vieron los hombres de mi clan:
sus ojos verticales se perdían
en las cotizadiones del Mercado de Lanas.)
6
Yo vi la Patria en
el amanecer
que abrían los reseros con la llave
mugiente de sus tropas.
La vi en el mediodía tostado como un pan,
entre los domadores que soltaban y ataban
el nudo de la furia en sus potrillos.
La vi junto a los pozos del agua y del amor,
¡niña, y trazando el orbe de sus juegos!
Y la vi en el regazo de las noches australes,
dormida y con los pechos no brotados aún.
LEOPOLDO MARECHAL
Argentina-1900
DESCUBRIMIENTO DE LA PATRIA
Por eso desbordé yo mi
copa de tierra
y un cachorro del viento pareció mi lenguaje.
Por eso no he logrado todavía
sacarme de los hombros este collar de frutas,
Ni poner en olvido
aquel piafante
cinturón de caballos
ni esta delicia en armas que recogí en Maipú.
8
Guardosos de semilla,
vestidos de hoja muerta,
los hombres de mi clan ignoraron la Patria.
Con el temblor sin sueño del cordaje
la descubrí yo solo allá en Maipú.
Y, de pronto, en el mismo corazón de mi júbilo,
sentí yo la piedad que se alarmaba
y el miedo que nacía.
“La patria es un temor que ha despertado”,
me dije yo en el Sur y en
su empresa de toros.
“Niña, y pintando el orbe de su infancia,
en su mano derecha reposa la del ángel
y en su izquierda la mano tentadora del viento.”
El temor de la patria y su niñez
me atravesó el costado (la cicatriz me dura).
9
Tal fue la enunciación,
el derecho y la pena
que traje a la Ciudad de la Yegua Tordilla.
Y así les hablé yo a los inventores
de la ciudad plantada junto al río
y a sus ensimismados arquitectos
o a sus frutales hombres de negocio:
“La patria es un amor en el umbral,
un pimpollo terrible y un miedo que nos busca:
no dormirán los ojos que la miren,
no dormirán ya el sueño pesado de los bueyes.”
(Los apisonadores de adoquines
masticaban su pan y su cebolla.)
LEOPOLDO MARECHAL
Argentina-1900
DESCUBRIMIENTO DE LA PATRIA
Y así les hablé yo a
los albañiles:
“La Patria es un peligro que florece:
niña y tentada por su hermoso viento,
necesario es vestirla con metales de guerra
y calzarla de acero para el baile
del laurel y la muerte.”
(Los albañiles, desde sus andamios,
hacían descender cautelosas plomadas.)
11
Y dije todavía en
la Ciudad,
bajo el caliente sol de los herreros:
“No sólo hay que forjar el riñón de la Patria,
sus costillas de barro, su frente de hormigón:
es urgente poblar su costado de Arriba,
soplarle en la nariz el ciclón de los dioses:
la Patria debe ser una provincia
de la tierra y del cielo.”
12
Me clavaron sus
ojos en ausencia
los amontonadores de ladrillos.
Los abismados hombres de negocio
median en pulgadas la madera del norte.
Nadie oyó mis palabras, y era justo:
yo venía del Sur en caballos y églogas.
LEOPOLDO MARECHAL
Argentina-1900
DESCUBRIMIENTO DE LA PATRIA
La Patria no ha de
ser para nosotros
una madre de pechos reventones;
ni tampoco una hermana paralela en el tiempo
de la flor y la fruta;
ni siquiera una novia que nos pide la sangre
de un clavel o una herida.
15
Yo la vi talonear los
caballos australes,
niña y pintanto el orbe de sus juegos.
La Patria no ha de ser para nosotros
nada más que una hija y un miedo inevitable,
y un dolor que se lleva en el costado
sin palabra ni grito.
16
Por eso, nunca más
hablaré de la Patria.
LEOPOLDO MARECHAL
Argentina-1900
Id, canciones mías, al
solitario y al insatisfecho,
id también al neurótico, id al esclavo de los convencionalismos,
llevadles mi desprecio hacia sus opresores.
Id como una inmensa ola de agua fresca,
llevad mi desprecio hacia los opresores.
Hablad contra la opresión
inconsciente,
hablad contra la tiranía de los que carecen de imaginación,
hablad contra las ataduras.
Id a la burguesa que muere de aburrimiento,
id a las mujeres de las urbanizaciones.
Id a las horriblemente casadas,
id a aquellas que disimulan su fracaso,
id a las mal maridadas,
id a la esposa comprada,
id a la mujer impuesta.
Id a aquellos que tienen
delicada lujuria,
id a aquellos cuyos deseos delicados se frustraron,
id como una plaga sobre la estupidez del mundo;
id con vuestro filo contra eso,
endureced las finas cuerdas,
llevad confianza a las algas y tentáculos del alma.
EZRA POUND
Estados Unidos-1885
De “Poemas de Lustra”
LA ESPOSA DEL MERCADER DEL RÍO:
UNA CARTA
Cuando aún llevaba el
pelo cortado a flequillo
jugaba delante del portón, cogiendo flores.
Tú llegaste sobre zancos de bambú, jugando a caballitos
y diste vueltas a mi silla, jugando con ciruelas azules.
Y seguimos viviendo en el pueblo de Chokan:
dos personitas, sin aversiones ni malicia.
A los catorce me casé
contigo, mi Señor.
Nunca reía, por mi timidez.
Bajaba la cabeza y miraba a la pared.
Aunque me llamaran mil veces, nunca miraba atrás.
A los quince, dejé de
fruncir el ceño,
deseaba que mis cenizas se mezclaran con las tuyas
para siempre jamás
¿Para qué tenía que subir al mirador?
A los dieciséis, te
marchaste,
fuiste hasta la lejana Ku-to-yen, por el río de hondos remolinos,
y te quedaste fuera cinco meses.
Los monos, en lo alto, lanzaban quejas de dolor.
Arrastrabas los pies cuando te fuiste.
Frente a la puerta, ahora, crece el musgo, los diferentes musgos,
¡demasiado arraigados para poder quitarlos!
Las hojas, con el viento, caen pronto este otoño.
Las parejas de mariposas ya están amarillas en agosto
sobre la hierba del jardín de poniente;
me hacen daño. Envejezco.
Si regresas por los desfiladeros del río Kiang,
por favor, avísame con antelación
y saldré a tu encuentro
en Cho-fu-Sa.
De Rihaku
EZRA POUND
Estados Unidos-1885
De “Cantay”
Alba
Cuando el ruiseñor a su
pareja
le canta al fin del día y durante la noche,
mi amor y yo nos escondemos
en la enramada,
entre las flores,
hasta que el vigilante en lo alto de la torre
grita:
“¡Eh, tú, bribón, levántate,
veo la blanca
luz
y la noche
huye.”
EZRA POUND
Estados Unidos-1885
De “Poemas de 1917-1920”
Ve, libro mudo de
nacimiento,
y dile a la que antaño me cantó aquella canción de Lawes:
si no tuvieses más canciones
que vasallos has conocido,
habría en ti motivo que condonara
hasta las culpas que sobre mí pesan,
y de sus glorias construir su longevidad.
Dile a quien derramó
tal tesoro en el aire
contando sólo con que sus gracias dieran
vida al momento,
que le prometo yo que vivirá
como las rosas en el ambar mágico,
de un rojo realzado con naranja y todo hecho
una sola substancia y un único color
desafiando al tiempo.
Dile a la que camina
con canción en los labios
pero no canta la canción ni sabe
quién la compuso, que alguna otra boca,
tan hermosa tal vez como la suya,
puede que le conquiste adoradores en épocas futuras,
cuando con el de Waller yazgan mi polvo y el suyo,
cribas de cribas en el olvido,
hasta que la mudanza haya desvencijado
todas las cosas salvo la Belleza.
EZRA POUND
Estados Unidos-1885
De “Hugh Selwyn Mauberley
(Contactos y Vida)”
La aparición de estos
rostros entre la multitud:
pétalos de una rama negra, húmeda.
[Primera versión: Poetry,
1913]
EZRA POUND
Estados Unidos-1885
De “Poemas no incluidos en libro”
COMO EL GUARDA EN LOS VIÑEDOS…
Como el guarda en los
viñedos
tiene su cabaña para velar,
yo soy, Señor, cabaña entre tus manos,
noche de tu noche.
Viñedos, pastor y prado,
campo que no olvida ninguna primavera,
higuera que aun en un suelo de mármol
das cien frutos:
Poco te importan los
cuidados del guarda.
Un perfume exhala tu ramaje ampuloso.
Sin temor, silenciosa, tu savia se eleva
y llega hasta mí, desde lo más profundo.
RAINER MARIA RILKE
Praga-1875
(Capital Checa que entonces pertenecía al Imperio Austro-Húngaro)
De “Libro de Horas”
Jamás estoy solo.
Los que vivieron antes que yo
y de mi huyeron
construyeron,
construyeron
lo que soy.
Y si a tu lado me siento
y suavemente te digo: sufro
¿me oyes?
Alguien, no sé quién
lo murmurará conmigo.
(Adviento)
RAINER MARIA RILKE
Praga-1875
(Capital Checa que entonces pertenecía al Imperio Austro-Húngaro)
De “Primeras poesías ”
Las primeras rosas
despiertan;
su perfume tiene la timidez
de una risa, ligera, ligera.
Huidizo, el día las roza
con su ala lisa de golondrina.
Todo cuanto tocas
sigue aún ansioso.
Los reflejos temen,
el sonido sigue silvestre.
Es demasiado nueva la noche
y púdica la belleza.
RAINER MARIA RILKE
Praga-1875
(Capital Checa que entonces pertenecía al Imperio Austro-Húngaro)
De “Cantos del Alba ”
Puedes oír ya el trabajo
de los primeros rastrillos;
oye: de nuevo el ritmo de los hombres
en el recato mudo de la tierra fuerte
al llegar el alba de la primavera. Con todo su sabor
ante ti aparece lo que
llega. Esta cosa que
siempre llegaba hasta ti,
parece volver a ti de nuevo, renovada.
Siempre la aguardaste, jamás la has poseído.
Fue ella la que te poseyó hace tiempo.
Hasta las hojas de las
encinas que han pasado el invierno
parecen en la oscuridad un fermento futuro.
Hay momentos en que el viento se hace señales.
Oscurecidos están los
matorrales.
Pero, los montículos de estiércol,
negrura aún más sombría,
fueron extendidos por los prados.
Cada hora que pasa, es más joven.
RAINER MARIA RILKE
Praga-1875
(Capital Checa que entonces pertenecía al Imperio Austro-Húngaro)
De “Los sonetos a Orfeo ”
Esperaré intranquilo
creyendo que todo sucederá.
Seré valiente
pensaré que la muerte
es inevitable.
Crecerán
con una violencia inusitada
algunas flores.
Nuevas palabras nos anunciarán
el acontecer de otros olores.
Nuevos hombres.
Fiestas del corazón.
MIGUEL OSCAR MENASSA
(Argentina-1940)
De " La poesía y yo"
Dame tu pan
y mi alegría
era ser tu pan.
Dame tu leche y mi alegría
era darte mi leche.
Dame tu carne y mi alegría
era darte mi cuerpo.
Dame tu sangre
y tuvimos hijos.
Dame tu pensamiento
y te pensaba.
Dame tu alma
y yo te contaba mis sueños.
Dame tu pan
tu libertad
tu pensamiento
y yo te dedicaba poesías.
Dame tu
leche amor
dame tu leche y mi alegría
era darte mi carne y mi sangre
y te contaba mis sueños.
Dame tu
placer
y yo te pedía tu libertad.
Dame mi libertad y yo
te preguntaba por el placer.
Dame tu ser
tu propio ser
el verdadero y yo
me puse en cuatro patas.
Dame tu yo
ese que no te sirve para nada.
Entonces yo te dije
amor mío
devuélvemelo todo
yo no puedo.
MIGUEL OSCAR MENASSA
(Argentina-1940)
De " La poesía y yo"
Estoy en el abismo de las horas
quietas.
Mi dolor no figura, aún, en los libros.
Todo se empequeñece cuando no estás
ajena y vagabunda de oscuridad lejana.
¿Qué harás sin mí?
Vuelva
le prometo señora
un universo de cristal y nubes.
Magníficas brujas quemándose cada
noche
para que usted pueda contarme su futuro.
Y en esa locura, nuestra tierna locura
nunca le diré que usted también morirá.
Nunca se lo diré.
Toda sed en mí,
amada,
es el paso perplejo
tembloroso del amor.
MIGUEL OSCAR MENASSA
(Argentina-1940)
De " La poesía y yo"
El amor. El Amor.
¿Dónde estará el amor?
Cuántas veces dibujé la
esquina
donde nunca llegaste
y te busqué
por los salones
y fui ladrón
para buscarte entre las sombras
y hubiera sido capaz de matar
si alguien me hubiese dicho
que en ese gesto te encontraba.
Fui solo y fui muchos.
Todos los cuerpos
fueron investigados
palmo a palmo.
Todas las máscaras
fueron arrasadas
para buscarte
en el centro de la verdad
y tampoco estabas.
Te busqué entre los pobres
entre las espesas capas del dolor
entre entrañas y sucios alcoholes
en el propio asco de la vida.
Después no te busqué más
encontré otras palabras.
MIGUEL OSCAR MENASSA
(Argentina-1940)
De " La poesía y yo"
Cuando fue necesario crecer
y disciplinarse
crecí y me puse
la nostalgia en la mirada.
La disciplina viene sola.
Aprendí a mirar de costado
a provocar catástrofes
y a rejuvenecer.
Me dieron un diploma.
Algunos vienen a preguntarme
por el crecimiento y la disciplina.
Les digo que el diploma lo guardé
en el cajón del escritorio donde guardo
las fotografías de los muertos.
Decidí tener más valor
practicar un deporte violento.
Volver a los guantes.
Ser un triunfador.
Escribí poemas acerca de eso.
Del pasado
quedó olvidada en el rostro
mi mirada de chulo.
Del pasado
me quedó la cadencia.
Después
fui quitando de mi cabeza
el sol
las tontas ilusiones.
MIGUEL OSCAR MENASSA
(Argentina-1940)
De " La poesía y yo"