Madrid, 9-1-06

LAS CALLES
1

Buenos Aires comienza siempre
     en el destino de un sueño
o a la altura de un recuerdo más o menos
     intenso.
A veces es como un gran pensamiento
que se interna adentro de uno mismo
y se transforma de repente en la velocidad
     de una mirada
llena de fervor por las cosas más mínimas:
un nombre, unas calles,
el nivel de alguna duda que destrozamos
de improviso en un beso,
o alguna mujer por la cual corremos sin saber
     el porqué
ni hasta dónde llegamos.
Otras veces es un inmenso mapa de encuentros
más o menos hermosos
o una piel dibujada en los croquis de una guía
     de turismo,
o un trozo enorme del corazón,
del tuyo, del mío,
     del corazón de todos.

ATILIO JORGE CASTELPOGGI
(Argentina-1919)
De "Buenos Aires mi amante"


Madrid, 10-1-06

LAS CALLES

2

Porque yo conozco a las calles
     de mi ciudad
a superficie de todas mis sonrisas y mis llantos,
el barrio,
la porción de mi antiguo baldío
–ahora tan sólo fijado en un rincón
     de la memoria-
o los pedazos pintados por el asfalto
o por ese algo que nos pasa de pronto,
o esas zonas que nos miran desde las vidrieras
     lujosas
abiertas a toda tentación como si fueran

     los labios de una hembra
     que lleva todos los deseos de la tierra.

Yo conozco el centro lamido de perfumes
     y de gentes,
gentes con caras distintas
llenas de apuro en los teléfonos públicos,
o en las colas de compras,
o en los puestos de diarios y revistas cualquiera
sin tasa ni medida.
Conozco esas otras donde se trafica el hambre
     del amor
y la sed de algún abrazo,
y barrios elegantes y horizontales
     más modernos;
o aquellos maniatados de pobreza
de los que muerden la impotencia de mirarse
     las manos
y nada más.
O esos, de pizzerías y cines surtidos
en que todo es igual
como un tango de Discépolo.
Cambalaches para llorar a gritos
y jugos de frutas y copetín al paso,
y ese hasta luego siempre subiéndose al destino
volteando los días huidos de nosotros mismos,
y la pereza cotidiana que arremolina el tiempo.

ATILIO JORGE CASTELPOGGI
(Argentina-1919)
De "Buenos Aires mi amante"


Madrid, 11-1-06

LAS CALLES

3

Conozco también las calles más sombrías,
el Wall Street de Buenos Aires
limitado por reuniones de bancos
y casas de cambios y monedas,
donde se lotean fortunas que amasaron
     los otros,
y bajos con yirantas grises para el gusto
de algunos marineros,
cafés de fantasmas que tocan acordeones
     de París
y whiskys dormidos en la noche,
y vidas con historias lejanas que nos dicen
     las cosas:
La Corrientes angosta que no conocimos,
o las calles del mercado
enloquecidas de chatas y de bodegones
como en un puerto lejano,
o los bazares de Lima
y sus tiendas de todo a veinte alguna vez,
o la Vieja Balvanera de los compadres
     perdidos
que hoy negocian compraventa
otros hombres,
o las calles,
o la plaza de los mitines con voz
     de altoparlantes,
o casas para morir o para amar
casas de citas y sombría soledad,
casas con parejas que caminan la desdicha
     de un balazo
o el suspiro hermoso en el momento
     de la entrega
como un grito de sangre.
De maternidades donde rato a rato nace la vida
repitiendo el prodigio del tiempo.
Y calles de atentados,
“Porque todo lo que cae por la calle se levanta”
y que ahora repito porque me acuerdo
de los muertos de repente,
los muertos en la calle
por la misma voz de todos los que vamos
     por la calle.

ATILIO JORGE CASTELPOGGI
(Argentina-1919)
De "Buenos Aires mi amante" 


Madrid, 12-1-06

LAS CALLES

4

Pedazos de suburbio, de parque,
     de vía y terraplén,
barrios del sur o de San Telmo y conventillo,
paredes neblinosas que guardan secretos
     colgados del pasado
y ventanas con olor a confidencias,
sobre la piel en sombra de algún atardecer.
Calles donde una vez sentí el amor que ahora
     no recuerdo. 

ATILIO JORGE CASTELPOGGI
(Argentina-1919)
De "Buenos Aires mi amante"


Madrid, 13-1-06

LAS CALLES

5

Porque a veces me llamo
y no estoy,
y soy alguien que ha nacido en el horizonte
de un país desconocido,
alguien que se invade de misterios
y le pregunta a un pasajero distinto
-¿Quién es ese que soy yo, que soy yo mismo?
-¿Quién es ese que escribe letras intraducibles
en medio de la noche?
Y la misma voz me responde –Tu otro yo,
el mismo que posee la distancia
     de un relámpago,
el mismo que saluda al alba en medio
de las horas primeras de la sombra,
el mismo que habla al sol aun cuando
las estrellas pongan sus luces más brillantes.
El mismo que tritura su ilusión
para saber si tiene la fuerza infinita
de una luciérnaga brillando
a pleno día.

Porque a veces es necesario tocarse
     para adentro
para saber si es uno, uno mismo.
Examinarse de pensamiento a sangre
para alumbrar a la razón más fuerte.
Y buscamos distinguir lo que hay más allá
     del más allá,
buscamos decir algo no dicho,
y hay tanto que se esconde tras el biombo
     del sonido
o en esas escrituras
     de signos diferentes.

ATILIO JORGE CASTELPOGGI
(Argentina-1919)
De "Buenos Aires mi amante"


Madrid, 13-1-06

LAS CALLES

5

Porque a veces me llamo
y no estoy,
y soy alguien que ha nacido en el horizonte
de un país desconocido,
alguien que se invade de misterios
y le pregunta a un pasajero distinto
-¿Quién es ese que soy yo, que soy yo mismo?
-¿Quién es ese que escribe letras intraducibles
en medio de la noche?
Y la misma voz me responde –Tu otro yo,
el mismo que posee la distancia
     de un relámpago,
el mismo que saluda al alba en medio
de las horas primeras de la sombra,
el mismo que habla al sol aun cuando
las estrellas pongan sus luces más brillantes.
El mismo que tritura su ilusión
para saber si tiene la fuerza infinita
de una luciérnaga brillando
a pleno día.

Porque a veces es necesario tocarse
     para adentro
para saber si es uno, uno mismo.
Examinarse de pensamiento a sangre
para alumbrar a la razón más fuerte.
Y buscamos distinguir lo que hay más allá
     del más allá,
buscamos decir algo no dicho,
y hay tanto que se esconde tras el biombo
     del sonido
o en esas escrituras
     de signos diferentes.

ATILIO JORGE CASTELPOGGI
(Argentina-1919)
De "Buenos Aires mi amante"


Madrid, 16-1-06


ELEGÍA

Esos cuerpos que alguna vez latieron en mis brazos
cuando el sol era un lento reverbero en su piel,
cuando sus cabelleras se volcaban como oleadas de fiebre
     y de nostalgia,
ahora perduran sólo como una vibración
o una angustia indeleble en el fondo del alma
mientras va la gaviota por las playas.
Relucen ya tan lejos llenos de tentaciones desesperadas,
se irisan en la espuma del mar,
llaman con el recuerdo de su piel y su aliento
y vuelven a hechizarnos como lagos dormidos
o tibias sombras prisioneras de la tierra.

Fueron cuanto tuvimos de más ardiente y hondo
–los dones más intensos de este mundo-,
arrasaron al corazón con las más altas llamas
hasta dejarnos en un ciego abandono
a orillas de su huella de brasas invisibles.

Cuerpos enamorados que una vez fueron míos,
palpitando con sus tiernas reverberaciones,
con la inolvidable tersura de sus espaldas
y sus bocas ansiosas, sus muslos de esplendor
     y mediodía.

Así abrieron de par en par el mundo,
llamaron a la tormenta y al relámpago, se deslizaron
     por todos los rituales de la pasión,
y fueron arrastrados por la vorágine de los días
hasta perderse silenciosamente
como todos los dones más altos de esta vida
en el voraz horizonte donde nos extraviamos como
     niños errantes,
como todas las dádivas para siempre fugaces
que el azar y el destino nos dieron un instante.

ENRIQUE MOLINA
(Argentina-1910)
De "El adiós"


Madrid, 17-1-06

UN INSTANTE

En torno había una habitación, las cosas
esparcidas desordenadamente,
la tibieza del lecho donde despertaba
se disolvía en la mañana. Y la mujer
tendida a mi lado, inmensa, me ofrecía
su espalda desnuda, respiraba
con el aliento abrasador de su abandono.

Pero podía verla, aun en la oscuridad,
como si en el centro del sueño su imagen
persistiera, imborrable, de modo
que la lujuriosa cabellera se volcaba
sobre su espalda, dejando libre un hombro
pulido por los besos. Negra espesura,
sedosa espuma, marea delicada, ola
cayendo suntuosamente desde el horizonte
para disolverse hacia la eternidad y la memoria.

ENRIQUE MOLINA
(Argentina-1910)
De "El adiós" 


Madrid, 18-1-06


TORBELLINOS

Fui conducido en la lluvia
por espacios inmensos
donde revoloteaban las hojas
en los labios del viento.

Y cuanto había vivido intensamente
se repetía en la atmósfera donde
     reinaba la gracia
de tu cuerpo desnudo,
el reverbero de tu boca, tan ansiosa
ante el vértigo de lo desconocido,
cuando todo se tornaba extraño
tanto la cucharilla del café
como el brillo de tus uñas.

Y las dichas del mundo
se desplegaban tantálicamente
con pasiones y despedidas
entre los torbellinos fantasmas
     del corazón.

ENRIQUE MOLINA
(Argentina-1910)
De "El adiós"


Madrid, 19-1-06


SIN FRONTERAS

Ahí estabas
haciendo el don de
todos los prodigios.
Para todos:
para quien te roza,
para quien muere por tu luz,
para los mendigos,
para los reyes extraviados del sueño.

Para todos
la infinita ternura de tus pechos,
la palpitante majestad de tu cuerpo
–desnuda como el mar-
pura como el amor
en sus espacios sin fronteras.

Encarnas el delirio,
el resplandor salvaje del sexo:
la poesía.

ENRIQUE MOLINA
(Argentina-1910)
De "El adiós" 


Madrid, 20-1-06


UNA REUNIÓN DE AMIGOS

Una reunión de amigos
para celebrar juntos el estar vivos.
Los muros desaparecen y las olas
llegan hasta el umbral y cantan.
Es entonces cuando los árboles bailan,
ciertos lugares resucitan y el mar
está muy lejos pero siempre presente.

Suelen a veces llamar desde el pasado
las mujeres amadas que desaparecieron
en extrañas aventuras.
                                    O alguien
se despide y la vajilla tiembla.
O llega de improviso una dama fantasma
que a todos hechiza.
                                    Pero el día
es para siempre bendito, aunque de pronto
desaparece sin más rastro
que un reguero de nostalgia
en la frescura de la luz.

ENRIQUE MOLINA
(Argentina-1910)
De "El adiós" 


Madrid, 23-1-06


TRANSIDO, SALOMÓNICO, DECENTE…

Transido, salomónico, decente,
ululaba; compuesto, caviloso, cadavérico, perjuro,
iba, tornaba, respondía; osaba,
fatídico, escarlata, irresistible.

En sociedad, en vidrio, en polvo, en hulla,
marchóse; vaciló, en hablando en oro; fulguró,
volteó, en acatamiento;
en terciopelo, en llanto, replegóse.

¿Recordar? ¿Insistir? ¿Ir? ¿Perdonar?
Ceñudo, acabaría
recostado, áspero, atónito, mural;
meditaba estamparse, confundirse, fenecer.

Inatacablemente, impunemente,
negramente, husmeará, comprenderá;
vestiráse oralmente;
inciertamente irá, acobardaráse, olvidara.

CÉSAR VALLEJO
(Perú-1892)
De "Poemas humanos"


Madrid, 24-1-06


ESCARNECIDO,
ACLIMATADO AL BIEN, MÓRBIDO…
 

Escarnecido, aclimatado al bien, mórbido, hurente,
doblo el cabo carnal y juego a copas,
donde acaban en moscas los destinos,
donde comí y bebí de lo que me hunde.

Monumental adarme,
féretro numeral, los de mi deuda,
los de mi deuda, cuando caigo altamente,
ruidosamente, amoratadamente.

Al fondo, es hora,
entonces, de gemir con toda el hacha
y es entonces el año del sollozo,
el día del tobillo,
la noche del costado, el siglo del resuello.
Cualidades estériles, monótonos satanes
del flanco brincan,
del ijar de mi yegua suplente;
¡pero, donde comí, cuánto pensé!
¡pero cuánto bebí donde lloré!

Así es la vida, tal
como es la vida, allá, detrás
del infinito, así, espontáneamente,
delante de la sien legislativa.

Yace la cuerda así al pie del violín,
cuando hablaron del aire, a voces, cuando
hablaron muy despacio del relámpago.
Se dobla así la mala causa, vamos
de tres en tres a la unidad; así
se juega a copas
y salen a mi encuentro los que aléjanse,

acaban los destinos en bacterias
y se debe todo a todos.

CÉSAR VALLEJO
(Perú-1892)
De "Poemas humanos"


Madrid, 25-1-06


MARCHA NUPCIAL

A la cabeza de mis propios actos,
corona en mano, batallón de dioses,
el signo negativo al cuello, atroces
el fósforo y la prisa, estupefactos
el alma y el valor, con dos impactos

al pie de la mirada; dando voces;
los límites, dinámicos, feroces;
tragándome los lloros inexactos,

me encenderé, se encenderá mi hormiga,
se encenderán mi llave, la querella
en que perdí la causa de mi huella.

Luego, haciéndome del átomo una espiga,
encenderé mis hoces al pie de ella
y la espiga será por fin espiga.

CÉSAR VALLEJO
(Perú-1892)
De "Poemas humanos"


Madrid, 26-1-06


VINIERE EL MALO,
CON UN TRONO AL HOMBRO…

Viniere el malo, con un trono al hombro,
y el bueno, a acompañar al malo a andar;
dijeren “sí” el sermón, “no” la plegaria
y cortare el camino en dos la roca…

Comenzare por monte la montaña,
por remo el tallo, por timón el cedro
y esperaren doscientos a sesenta
y volviere la carne a sus tres títulos…

Sobrase nieve en la noción del fuego,
se acostare el cadáver a mirarnos,
la centella a ser trueno corpulento
y se arquearen los saurios a ser aves…

Faltare excavación junto al estiércol,
naufragio al río para resbalar,
cárcel al hombre libre, para serlo,
y una atmósfera al cielo, y hierro al oro…

Mostraren disciplina, olor, las fieras,
se pintare el enojo de soldado,
me dolieren el junco que aprendí,
la mentira que inféctame y socórreme…

Sucediere ello así y así poniéndolo,
¿con qué mano despertar?
¿con qué pie morir?
¿con qué ser pobre?
¿con qué voz callar?
¿con cuánto comprender, y, luego, a quién?

No olvidar ni recordar
que por mucho cerrarla, robáronse la puerta,
y de sufrir tan poco estoy muy resentido,
y de tánto pensar, no tengo boca.

 

CÉSAR VALLEJO
(Perú-1892)
De "Poemas humanos"


Madrid, 27-1-06


UN HOMBRE PASA
CON UN PAN AL HOMBRO…

Un hombre pasa con un pan al hombro
¿Voy a escribir, después, sobre mi doble? 

Otro se sienta, ráscase, extrae un piojo de su axila, mátalo
¿Con qué valor hablar del psicoanálisis?

Otro ha entrado a mi pecho con un palo en la mano
¿Hablar luego de Sócrates al médico?

Un cojo pasa dando el brazo a un niño
¿Voy, después, a leer a André Breton?

Otro tiembla de frío, tose, escupe sangre
¿Cabrá aludir jamás al yo profundo?

Otro busca en el fango huesos, cáscaras
¿Cómo escribir, después, del infinito?

Un albañil cae de un techo, muere y ya no almuerza
¿Innovar, luego, el tropo, la metáfora?

Un comerciante roba un gramo en el peso a un cliente
¿Hablar, después, de cuarta dimensión?

Un banquero falsea su balance
¿Con qué cara llorar en el teatro?

Un paria duerme con el pie a la espalda
¿Hablar, después, a nadie de Picasso?

Alguien va en un entierro sollozando
¿Cómo luego ingresar a la Academia?

Alguien limpia un fusil en su cocina
¿Con qué valor hablar del más allá?

 Alguien pasa contando con sus dedos
¿Cómo hablar del no-yó sin dar un grito?

CÉSAR VALLEJO
(Perú-1892)
De "Poemas humanos"


Madrid, 30-1-06

TRÍPTICO

I

Tendido
entre lo blanco,
la vi.
Se aproximaba.
Las pupilas baldías,
el cuerpo inhabitado,
sin cabellos,
sin labios,
inasible,
vacía;
junto a mí,
a mi lado…
¡Toda hecha de nada!

Se sentó.
¿Me esperaba?
La miré.
Me miraba.

II

Ya estaba entre sus brazos
de soledad,
y frío,
acalladas las manos,
las venas detenidas,
sin un pliegue en los párpados,
en la frente,
en las sábanas;
más allá de la angustia,
desterrado del aire,
en soledad callada,
en vocación de polvo,
de humareda,
de olvido.

III

 ¿Era yo,
la voz muerta,
los dientes de ceniza,
sin brazos,
bajo tierra,
roído por la calma,
entre turbias corrientes,
de silencio,
de barro?

¿Era yo,
por el aire,
ya lejos de mis huesos,
la frente despoblada,
sin memoria,
ni perros,
sobre tierras ausentes,
apartado del tiempo,
de la luz,
de la sombra;
tranquilo
transparente?

OLIVERIO GIRONDO
Argentina-1891
De “Persuasión de los días”


Madrid, 31-1-06


DICOTOMÍA INCRUENTA

Siempre llega mi mano
más tarde que otra mano que se mezcla a la mía
y forman una mano.

Cuando voy a sentarme
advierto que mi cuerpo
se sienta en otro cuerpo que acaba de sentarse
adonde yo me siento.

Y en el preciso instante
de entrar en una casa,
descubro que ya estaba
antes de haber llegado.

Por eso es muy posible que no asista a mi entierro,
y que mientras me rieguen de lugares comunes,
ya me encuentre en la tumba,
vestido de esqueleto,
bostezando los tópicos y los llantos fingidos.

OLIVERIO GIRONDO
Argentina-1891
De “Persuasión de los días”


Selección de Poemas Editados
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