Los tormentos de amor mi alma
rehúsa.
Grato pesar, dulce dolor;
de nada saber yo quiero,
todo me inspira aversión,
salvo esos ojos ardientes
y esos besos de pasión.
¡Quédese para los perros
aceptar con sumisión
goce con pena mezclado!
Yo soy de otra condición.
A mí has de darme, muchacha,
placer sólo y diversión,
sin mezcla de pena alguna
que acibare su dulzor.
JOHANN WOLFGANG VON GOETHE
(Alemania-1749)
Una mesa servida con el mayor
lujo
Desmesuradamente larga
Me separa de la mujer de mi vida
A la que veo mal
Entre la estrella de vasos de todos los tamaños que la
mantienen caída hacia atrás
Descotada como un golpe de viento
ANDRÉ BRETON
Francia-1896
De “1940-1943”
Como quieres he aquí que los
plomos saltan una vez más
He aquí la jibia que se apoya con un gesto de desafío
en la ventana
Y he aquí sin saber por dónde desplegar su relumbrante
reja de alcantarilla
El clown del eclipse completamente blanco
Con los ojos en su bolsillo
Las mujeres huelen la nuez moscada
Y los principales empastelados festejan a su hermano
el viento
Que se ha puesto el traje de torniquete de los días festivos
Mandarín con botones de brújulas locas
Señores los trozos de papel se saludan de arriba debajo
de las casas
Nueva York
ANDRÉ BRETON
Francia-1896
De “1940-1943”
Con un golpe de baqueta tuvieron lugar las flores
Y la sangre
El rayo se posó en la ventana helada
Nadie
Pfff comprendimos que el espacio se destapaba
Después la almohada de aire se deslizó bajo el pipirigallo
Las avalanchas erigieron la cabeza
Y en el interior de las piedras unos hombros se alzaron
Los ojos aún estaban cerrados en el agua desconfiada
Desde las profundidades ascendía la triple gorguera
Que iba a formar el orgullo del armario
Y la canción de las cigarras tomaba su billete
En la estación todavía rodeada de todos sus hijos
La mujer mordía una manzana de vapor
Sobre las rodillas de un enorme animal blanco
En los talleres sobre los bancos silenciosos
La garlopa de la luna cepillaba las hojas afiladas
Y la muela escupía sus mariposas
Sobre la cenefa del papel en que escribo
ANDRÉ BRETON
Francia-1896
De “1940-1943”
Los combados
armarios del campo
Se deslizan silenciosamente sobre los raíles de leche
Es la hora en que las muchachas elevadas por la marea
de la noche que hace rodar unos dogos
Se resisten a la mordedura del armiño
Cuyo grito
Moldea las tachuelas de su cuello
Los
acontecimientos de otro orden están
absolutamente desprovistos de interés
No me habléis de ese papel mural para
decorar alambradas
Que no tiene otra urgencia
Que la de herirse él mismo
Las llamas
negras luchan en la reja con las lenguas de
hierba
Un galope lejano
Es la carga subterránea anunciada en el bosque violeta
y el boj
La habitación entera se derrumba
La espléndida alineación de las medidas de estaño se acaba
en una sola que además es el vino gris
El muslo
siempre demasiado apresurado sobre la pizarra
en la tormenta del día
Los yacimientos humanos los lagos de murmullos
El pensamiento girando sobre su collar de viejos
nichos
Que me dejen de una vez para siempre con eso
Los
diablos-moscas ven en esas uñas
Las pepitas del pedazo de manzana del rocío
Traído desde el fondo de la vida
El cuerpo envuelto de peces surge de la red que chorrea
En el requesón
Del aire en torno al lecho
El argos de la amada deriva con los ojos fijos medio
abiertos medio cerrados
ANDRÉ BRETON
Francia-1896
De “1935-1940”
Mis maletas no tienen ya peso las
etiquetas son resplandores
que corren sobre un charco
Será todo esto bastante para esa comarca a donde se dirige
mucho después de desechada la diligencia nocturna
Toda de cristal negro a lo largo de los almiares giratorios
de codornices
Castillo que tiembla y juro que en él se acaba de posar
delante de mí un relámpago
Lugar frustrado de todo lo que podría hacerlo habitable
No veo más que estrechos pasillos encabestrados
Escaleras de caracol
Solamente en lo alto de la atalaya
Resplandece supersticiosamente el primitivo lugar de una
brazada de juncos para extenderse
El arquitecto loco de lo que quedaba de espacio libre
Parece haber soñado un garaje para mil pesas redondas
En cada una de las cuales se presume cenarán con caviar y
champán
Conmigo unos bustos de cera más bellos unos que otros
pero entre ellos irreconocible se ha deslizado un busto
vivo
Bustos pues sólo hay un mantel de reflejos cambiantes
para todas las mesas
Bastante lacunar para aprisionar el talle de todas las mujeres
falsas y verdaderas
todo lo que es o deja de ser por debajo del mantel se aparta
entre la música
Oráculo esperado por la naveta de un zapato
Más brillante que un pez tirado en la hierba
O por una pantorrilla que forma un ramillete de lámparas
de minero
O por la rodilla que lanza un volante en mi corazón
O por una boca que se inclina que se inclina hasta derramar
su perfume
O por una mano primeramente un poco en marcha hasta
el instante mismo en que aparece y que no evita una
relación de alas con mi mano
Oh meniscos
Más allá de todos los regalos permitidos y prohibidos
A lomo de elefantes esos pilares que se adelgazan hasta
ser un hilo de seda en las grutas
Meniscos adorable cortina de tangencia cuando la vida no
es más que una garceta que cojea
Y dices tú además que ya no te volveré a ver
ANDRÉ BRETON
Francia-1896
De “1940-1943”
IV
A la orilla
de este río
O en los bordes de aquel otro,
Pasan en fila mis días.
Nada me impide o me impele,
Ni me da calor o frío.
Miro al río
y a lo que hace
Cuando no hace nada el río.
Miro los rastros que deja
En su tránsito al borrarse
Lo que se ha quedado atrás.
Miro y
mirando medito,
No en la corriente que pasa
Sino en lo que estoy pensando,
Pues lo que miro en el agua
Es no ver que está pasando.
Voy por la
orilla del río
Que pasa no sé por dónde
Y a su corriente me fío:
Visto o no visto este río,
Él pasa y yo me confío.
FERNANDO PESSOA
Portugal-1888
Otro, ser otro siempre,
Viajar, perder países,
Vivir un ver constante,
Alma ya sin raíces.
Ir al frente de mí,
Ansia de conseguir,
Ya sin pertenecerme,
La ausencia que es seguir.
¡Viajar así, qué viaje!
Sólo en sus pensamientos
Mi pensamiento viaja:
El resto es tierra y cielo.
FERNANDO PESSOA
Portugal-1888
Soy un evadido.
Luego que nací
En mí me encerraron
Pero yo me fui.
La gente se cansa
Del mismo lugar,
¿De estar en mí mismo
No me he de cansar?
Mi alma me busca
Por montes y valles.
Ojalá que nunca
Mi alma me halle.
Ser uno es cadena,
No ser es ser yo.
Huyéndome vivo
Y así vivo estoy.
FERNANDO PESSOA
Portugal-1888
Reposa,
sobre el trigo
que ondula, un sol parado.
No me entiendo conmigo,
Ando siempre engañado.
Si yo
hubiese logrado
Nunca saber de mí,
Habríame olvidado
De este olvidarme así.
El trigo
mece leve
Al sol ajeno, igual.
El alma aquí, ¡qué breve,
Con su bien y su mal!
FERNANDO PESSOA
Portugal-1888
Hojas, audible sonrisa,
Apenas rumor de viento.
Si yo te miro y me miras,
¿Quién primero se sonríe?
El primero luego ría.
Ríe y mira de repente,
Lo mira por no mirar,
Entre las hojas tupidas
El son del viento pasar.
Todo es disfraz, todo es viento.
El que mira está mirando
Adonde no ve: se vuelve:
Estamos los dos hablando
Lo que no se conversó.
¿Esto se acaba o empieza?
FERNANDO PESSOA
Portugal-1888
Hay una raíz amarga
y un mundo de mil terrazas.
Ni la mano más pequeña
quiebra la puerta del agua.
¿Dónde vas, adónde, dónde?
Hay un cielo de mil ventanas
–batalla de abejas lívidas-
y hay una raíz amarga.
Amarga.
Duele en la
planta del pie
el interior de la cara,
y duele en el tronco fresco
de noche recién cortada.
¡Amor,
enemigo mío,
muerde tu raíz amarga!
FEDERICO GARCÍA
LORCA
España-1898
De "Gacelas, Casidas y Sonetos"
Nadie comprendía el perfume
de la oscura magnolia de tu vientre.
Nadie sabía que martirizabas
un colibrí de amor entre los dientes.
Mil caballitos persas se dormían
en la plaza con luna de tu frente
mientras que yo enlazaba cuatro noches
tu cintura enemiga de la nieve.
Entre yeso y jazmines, tu mirada
era un pálido ramo de simientes.
Yo busqué para darte por mi pecho
las letras de marfil que dicen “siempre.
Siempre, siempre”, jardín de mi agonía,
tu cuerpo fugitivo para siempre,
la sangre de tus venas en mi boca,
tu boca ya sin luz para mi muerte.
FEDERICO GARCÍA
LORCA
España-1898
De "Gacelas, Casidas y Sonetos"
Y que yo me la llevé al río
creyendo que era mozuela,
pero tenía marido.
Fue la noche de Santiago
y casi por compromiso.
Se apagaron los faroles
y se encendieron los grillos.
En las últimas esquinas
toqué sus pechos dormidos,
y se me abrieron de pronto
como ramos de jacintos.
El almidón de su enagua
me sonaba en el oído,
como una pieza de seda
rasgada por diez cuchillos.
Sin luz de plata en sus copas
los árboles han crecido
y un horizonte de perros
ladra muy lejos del río.
* * * *
Pasadas las zarzamoras,
los juncos y los espinos,
bajo su mata de pelo
hice un hoyo sobre el limo.
Yo me quité la corbata.
Ella se quitó el vestido.
Yo el cinturón con revólver.
Ella sus cuatro corpiños.
Ni nardos ni caracolas
tienen el cutis tan fino,
ni los cristales con luna
relumbran con ese brillo.
Sus muslos se me escapaban
como peces sorprendidos,
la mitad llenos de lumbre,
la mitad llenos de frío.
Aquella noche corrí
el mejor de los caminos,
montado en potra de nácar
sin bridas y sin estribos.
No quiero decir, por hombre,
las cosas que ella me dijo.
La luz del entendimiento
me hace ser muy comedido.
Sucia de besos y arena
yo me la llevé al río.
Con el aire se batían
las espaldas de los lirios.
Me porté como quien soy.
Como un gitano legítimo.
Le regalé un costurero
grande de raso pajizo,
y no quise enamorarme
porque teniendo marido
me dijo que era mozuela
cuando la llevaba al río.
FEDERICO GARCÍA
LORCA
España-1898
De "Andalucía mítica"
Verde que te
quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre el mar
y el caballo en la montaña.
Con la sombra en la cintura,
ella sueña en su baranda
verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Verde que te quiero verde.
Bajo la luna gitana,
las cosas la están mirando
y ella no puede mirarlas.
* * * *
Grandes
estrellas de escarcha,
vienen con el pez de sombra
que abre el camino del alba.
La higuera frota su viento
con la lija de sus ramas,
y el monte, gato garduño,
eriza sus pitas agrias.
¿Pero quién vendrá? ¿Y por dónde...?
Ella sigue en su baranda
verde carne, pelo verde,
soñando en la mar amarga.
* * * *
Compadre,
quiero cambiar,
mi caballo por su casa,
mi montura por su espejo,
mi cuchillo por su manta.
Compadre, vengo sangrando,
desde los puertos de Cabra.
Si yo pudiera, mocito,
este trato se cerraba.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.
Compadre, quiero morir
decentemente en mi cama.
De acero, si puede ser,
con las sábanas de holanda.
¿No veis la herida que tengo
desde el pecho a la garganta?
Trescientas rosas morenas
lleva tu pechera blanca.
Tu sangre rezuma y huele
alrededor de tu faja.
Pero yo ya no soy yo.
Ni mi casa es ya mi casa.
Dejadme subir al menos
hasta las altas barandas,
¡dejadme subir! Dejadme
hasta las verdes barandas.
Barandales de la luna
por donde retumba el agua.
FEDERICO GARCÍA
LORCA
España-1898
De "Andalucía mítica"
Ya suben los
dos compadres
hacia las altas barandas.
Dejando un rastro de sangre.
Dejando un rastro de lágrimas.
Temblaban en los tejados
farolillos de hojalata.
Mil panderos de cristal,
herían la madrugada.
* * * *
Verde que te
quiero verde,
verde viento, verdes ramas.
Los dos compadres subieron.
El largo viento, dejaba
en la boca un raro gusto
de hiel, de menta y de albahaca.
¡Compadre! ¿Dónde está, dime?
¿Dónde está tu niña amarga?
¡Cuántas veces te esperó!
¡Cuántas veces te esperara
cara fresca, negro pelo,
en esta verde baranda!
* * * *
Sobre el
rostro del aljibe,
se mecía la gitana.
Verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Un carámbano de luna,
la sostiene sobre el agua.
La noche se puso íntima
como una pequeña plaza.
Guardias civiles borrachos,
en la puerta golpeaban.
Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar.
Y el caballo en la montaña.
FEDERICO GARCÍA
LORCA
España-1898
De "Andalucía mítica"
He cometido el peor de los pecados
que un hombre puede cometer. No he sido
feliz. Que los glaciares del olvido
me arrastren y me pierdan, despiadados.
Mis padres me engendraron para el juego
arriesgado y hermoso de la vida,
para la tierra, el agua, el aire, el fuego.
Los defraudé. No fui feliz. Cumplida
no fue su joven voluntad. Mi mente
se aplicó a las simétricas porfías
del arte, que entreteje naderías.
Me legaron valor. No fui valiente.
No me abandona. Siempre está a mi lado
la sombra de haber sido un desdichado.
JORGE LUIS BORGES
Argentina-1899
De “La moneda de hierro”
El aljibe. En el fondo la tortuga.
Sobre el patio la vaga astronomía
del niño. La heredada platería
que se espeja en el ébano. La fuga
del tiempo, que al principio nunca pasa.
Un sable que ha servido en el desierto.
Un grave rostro militar y muerto.
El húmero zaguán. La vieja casa.
En el patio que fue de los esclavos
la sombra de la parra se aboveda.
Silba un trasnochador por la vereda.
En la alcancía duermen los centavos.
Nada. Sólo esa pobre medianía
que buscan el olvido y la elegía.
JORGE LUIS BORGES
Argentina-1899
De “Historia de la noche”
Me habré cruzado con él
en una esquina cualquiera.
Yo era un chico, él era un hombre.
Nadie me dijo quién era.
No sé por qué en la oración
ese antiguo me acompaña.
Sé que mi suerte es salvar
la memoria de Muraña.
Tuvo una sola virtud.
Hay quien no tiene ninguna.
Fue el hombre más animoso
que han visto el sol y la luna.
A nadie faltó el respeto.
No le gustaba pelear,
pero cuando se avenía,
siempre tiraba a matar.
Fiel como un perro al caudillo
servía en las elecciones.
Padeció la ingratitud,
la pobreza y las prisiones.
Hombre capaz de pelear
liado al otro por un lazo,
hombre que supo afrontar
con el cuchillo el balazo.
Lo recordaba Carriego
y yo lo recuerdo ahora.
Más vale pensar en otros
cuando se acerca la hora.
JORGE LUIS BORGES
Argentina-1899
De “La cifra”
Desde el desierto llegó
en su azulejo el infiel.
Era un pampa de los toldos
de Pincén o de Catriel.
Él y el caballo eran uno,
eran uno y no era dos.
Montado en pelo lo guiaba
con el silbido o la voz.
Había en su toldo una lanza
que afilaba con esmero;
de poco sirve una lanza
contra el fusil ventajero.
Sabía curar con palabras,
lo que no puede cualquiera.
Sabía los rumbos que llevan
a la secreta frontera.
De tierra adentro venía
y a tierra adentro volvió;
acaso no contó a nadie
las cosas raras que vio.
Nunca había visto una puerta,
esa cosa tan humana
y tan antigua, ni un patio
ni el aljibe y la roldana.
No sabía que detrás
de las paredes hay piezas
con su catre de tijera,
su banco y otras lindezas.
No lo asombró ver su cara
repetida en el espejo;
la vio por primera vez
en ese primer reflejo.
Los dos indios se miraron,
no cambiaron ni una seña.
uno -¿cuál?- miraba al otro
como el que sueña que sueña.
Tampoco lo asombraría
saberse vencido y muerto;
a su historia la llamamos
la Conquista del Desierto.
JORGE LUIS BORGES
Argentina-1899
De “Los conjurados”