Madrid, 1-2-05

TIERRA

Si me tendiera sobre ti, la muerte
sobrevendría trémula, en seguida,
como una sombra trascendida
de pájaros. Así sería mi muerte.

Tendida sobre ti me pienso al verte
como sombra de pájaros, tendida
entre flores, y florecida
en esa paz que siento al verte.

Yo sé que en mí florecerá la muerte,
verdadera como una espiga
sobre tu piel abierta a las preguntas

y el llanto del que pasa.
                                       Quiero verte,
quiero cantarte y ser tu amiga,
ya que tanto tendremos que estar juntas.

MARÍA ELENA WALSH
Argentina-1930
De “Baladas con Ángel”


Madrid, 2-2-05


COMPORTAMIENTO DE GUITARRAS

En países guardados como el mío
hay un comportamiento de guitarras.
Reinan por toda la extensión del aire
con más autoridad que las campanas,
y también, en terrestre delincuencia,
a veces roban brío de fogatas.

Hay guitarras que imitan al oscuro
y otras mejores que ejecutan agua,
y las que lo madrugan al silencio
en estremecedoras circunstancias,
y están las que persiguen a los hombres
con una habilidad llena de lástima. 

No sé qué dicen otras cuando hay luna
y nuestro territorio es la desgracia.
Sólo comprendo misteriosamente
que a un pobre cuerpo le regresa el alma,
y que entre espigas que se caen de mudas
tanta solicitud nos hace falta.

Cuando la intimidad es argentina
suele reconocerse por guitarras.
Unas solitas, otras con arrimo
de un latido fatal llamado caja,
donde la muerte tiene domicilio
en machacados huesos de vidalas.

No sé qué poderío submarino,
algo como noticias de las algas,
o informes sobre lluvias que suceden
bajo la tierra, sumergidas causas
y brujerías y disposiciones,
todo lo comunican y traspasan.

Y entonces nos quedemos a vivir
-si Dios nos presta sangre y esperanza-
a la sombra de tanto desconsuelo,
pero con la memoria acompañada
para siempre quizás por el origen
de lentas humanísimas guitarras.

MARÍA ELENA WALSH
Argentina-1930
De “Hecho a mano”


Madrid, 3-2-05

INVITACIÓN AL VALS

Dulzura a mediodía, algas, enredaderas,
palomas te diría
si quieres, si quisieras
regresa todavía,
dispongo de las manos y maneras.

Agua lisa divierte,
hay alas en verano,
mira qué bien, qué suerte
ser dócilmente humano,
qué pasa con la muerte
no sé, dame el amor, dame la mano.

Solamente me cuento
cómo eres, cómo eras
tu mitigado aliento
conmigo, si supieras,
como un velamen lento
empecemos, si quieres, cuando quieras.

Te reúno y espero
de siempre, de repente,
qué delicado esmero,
ven, vamos suavemente,
en fin, yo te sugiero
que la piel es lo único inocente.

MARÍA ELENA WALSH
Argentina-1930
De “Correspondencia” 


Madrid, 4-2-05

BORRADOR DE TESTAMENTO

Me ocurres por amor, en Buenos Aires
precisamente y a la edad oscura
en que uno desconfía porque ha visto
garabatear pizarras a la muerte,
y acumula nociones de naufragio,
coraje en naftalina, días rotos,
dolor en pañuelitos y quién sabe.

Tómala, recupera entre tus párpados
tanta dura invención como mis ojos
quemaron, tanta oscuridad inútil,
y disuélvela con la luz que tienes
para que pueda yo por fin cubrirme
de tu salud, no conocer reparo
más que tu permanencia defendiéndome.

Ambulo entre manías y escaleras
y de pronto me ocupas, desbaratas
peligros, soledad, desasosiego,
promueves hábito de la alegría
y desanudas inocentemente
hilos de tal desorden compartido
que yo me empiezo y canto porque estás.

Pero si me acabara de improviso
te dejo inolvidable testimonio,
es decir, en el aire y en papeles,
nuestra privada suavidad, la ilesa
manera de integrarnos, eso es todo,
porque de veras ya no tengo nada
más que la intimidad que nos ocurre.

MARÍA ELENA WALSH
Argentina-1930
De “Correspondencia”


Madrid, 7-2-05

ARENA 

Arena,
y más arena,
y nada más que arena.

De arena el horizonte.
El destino de arena.
De arena los caminos.
El cansancio de arena.
De arena las palabras.
El silencio de arena.

Arena de los ojos con pupilas de arena.
Arena de las bocas con los labios de arena.
Arena de la sangre de las venas de arena. 

Arena de la muerte...
De la muerte de arena.

¡Nada más que de arena!

OLIVERIO GIRONDO
(Argentina-1891)
De “Persuasión de los días”


Madrid, 8-2-05

GRATITUD

Gracias aroma
azul,
fogata
encelo.

Gracias pelo
caballo
mandarino.

Gracias pudor
turquesa
embrujo
vela,
llamarada
quietud
azar
delirio.

Gracias a los racimos
a la tarde,
a la sed
al fervor
a las arrugas,
al silencio
a los senos
a la noche,
a la danza
a la lumbre
a la espesura. 

Muchas gracias al humo
a los microbios,
al despertar
al cuerno
a la belleza,
a la esponja
a la duda
a la semilla,
a la sangre
a los toros
a la siesta.

Gracias por la ebriedad,
por la vagancia,
por el aire
la piel
las alamedas,
por el absurdo de hoy
y de mañana,
desazón
avidez
calma
alegría,
nostalgia
desamor
ceniza
llanto.

Gracias a lo que nace,
a lo que muere,
a las uñas
las alas
las hormigas,

Los reflejos
el viento
la rompiente,
el olvido
los granos
la locura. 

Muchas gracias gusano.
Gracias huevo.
Gracias fango,
sonido.
Gracias piedra.
Muchas gracias por todo.
Muchas gracias.

Oliverio Girondo,
agradecido.

OLIVERIO GIRONDO
(Argentina-1891)
De “Persuasión de los días”


Madrid, 9-2-05

EXPIACIÓN

Allí,
bajo la tierra,
más lejos que los ruidos,
que el polvo,
que las tumbas;
más allá del azufre,
del agua,
de las piedras;
allí,
en lo convulso,
donde todo se parte,
donde todo se funde,
en ígneo cataclismo,
en calcinante escoria,
en bullente derrumbe,
en mineral catástrofe;
allí, allí
en cráteres
inestables,
voraces,
en fétidos apriscos,
en valles torturados;
allí,
en lo caótico;
sumido
amalgamado
en una pasta informe,
viscosa,
putrefacta;
las lenguas carcomidas por vocablos hipócritas,
los pulmones que criban anhelos de serpiente,
las esponjosas manos embebidas de usura,
las vísceras heladas de batracios humanos,
los sexos que trafican disfrazados de arcángeles,
las vértebras roídas por rencores insomnes,
todo, todo
hacinado,
revuelto,
confundido,
en un turbio amasijo
de infección
y de pústulas;
adentro del estruendo,
hundido en el abismo,
en una pira enorme
de expiación,
de exterminio.
Allí,
en lo profundo,
debajo de la tierra. 

OLIVERIO GIRONDO
(Argentina-1891)
De “Persuasión de los días”


Madrid, 10-2-05

DERRUMBE

Me derrumbé,
caía
entre astillas y huesos,
entre llantos de arena
y aguaceros de vidrio,
cuando oí
que gritaban:
“¡Abajo!”
“¡Más abajo!”
y seguía cayendo,
dando vueltas
y vueltas,
entre ásperas cenizas
y gritos mutilados,
“¡Abajo!”
“¡Más abajo!”
en espiral,
rodando,
envuelto en lo derruido,
en turbios remolinos
de trozos y fragmentos,
de esquirlas,
de gemidos,
“¡Abajo!”
“¡Más abajo!”
entre escombros y ruinas
ululantes,
informes,
a través de la asfixia,
del horror, del misterio,
más allá del aliento,
de la luz,
del recuerdo.

OLIVERIO GIRONDO
(Argentina-1891)
De “Persuasión de los días”


Madrid, 11-2-05

INVITACIÓN AL VÓMITO

Cúbrete el rostro
y llora.
Vomita.
¡Sí!
Vomita,
largos trozos de vidrio,
amargos alfileres,
turbios gritos de espanto,
vocablos carcomidos;
sobre este purulento desborde de inocencia,
ante esta nauseabunda iniquidad sin cauce,
y esta castrada y fétida sumisión cultivada
en flatulentos caldos de terror y de ayuno.

Cúbrete el rostro
y llora…
pero no te contengas.
Vomita.
¡Sí!
Vomita,
ante esta paranoica estupidez macabra,
sobre este delirante cretinismo estentóreo
y esta senil orgía de egoísmo prostático:
lacios coágulos de asco,
macerada impotencia,
rancios jugos de hastío,
trozos de amarga espera…
horas entrecortadas por relinchos de angustia.

OLIVERIO GIRONDO
(Argentina-1891)
De “Persuasión de los días”


Madrid, 14-2-05

XIV

En la tierra de nadie, roca blanca,
nube o astro, ¿quién sabe qué contempla?
Una cima de gloria se levanta
sobre un grito de luz que la sustenta.

¿Eres Tú lo que sueñan los mortales
cuando tristes no saben lo que sueñan?
¿O es el sueño sin Ti, que así Te vales
para hacerte sentir mientras Te esperan?

Soledad de criaturas, pero un mundo
que nos ciega al mirarlo abiertamente.
Es un poco de Ti, lo más profundo
y lo alto también: eternamente.

¡Cuántas olas pujando contra orillas
que el camino sujetan al desierto!
¡Cuántos labios con sed, duras semillas
que florecen su amor dentro del viento!

CARMEN CONDE
(España-1907)
De “En la tierra de nadie”


Madrid, 15-2-05

QUIETO ME VES Y NO RESPIRAS

Quieto me ves y no respiras. Quieto
me turbas con tu espera, porque esperas.
Tú sabes que si dudo, si tropiezo,
caeré como una piedra entre tus mantos.

Sonríes en silencio, con segura
certeza de mi débil resistencia…
Que yo vacilaré lo sabes siempre
y aguardas, en silencio, que eso sea.

Arcángeles custodios velan cerca
y soplan con sus céfiros mis labios.
Sentado en una piedra del acoso,
relámpagos de ti me soliviantan.

Te digo que dormir sin otros sueños,
que estar soñando en paz, es mi plegaria.
¡Oh mal presagio mío, bórrate
y déjame soñar sin pesadumbre!

En ascua desvelada tú me miras,
y cada vez seré menos dichosa
si tú sigues en vilo de esperanza
de hallarme sometida sin ventura.

¿Qué milagro podría retenernos:
a ti, con tu misterio inacabable,
y a mí, con mi luchar desesperado?

Contémplame llorar, no te lo hurto.
¡Me quiero ir de ti, aunque no pueda
rompernos, sin la muerte, tanta vida!

CARMEN CONDE
(España-1907)
De “Derribado arcángel”


Madrid, 16-2-05


NO TE CONOCERÁN. SABRÁN TAN SÓLO 

No te conocerán. Sabrán tan sólo
que tientas con tu voz, con tu sonrisa,
y que caes, y que caes…: te derramas
del aire de tu olor. Que eres pecado.

Abrirán sus ventanas a la noche,
creyendo que eres tú lo que es oscuro;
y una sombra en la selva, temblarán
de que seas, que no seas ¡Oh, si fueras!

Tu contacto, soñando que llegaras,
pensarán que es de fuego, que es de nieve…
y tus labios, tu paso, tu gemido,
sentirán, al soñar, como despiertos.

¡Qué delicia de ti, que no conocen
ni siquiera los mismos que te inventan!
Solamente mi amor, que no te busca,
te tomó, rechazando tu presencia.

CARMEN CONDE
(España-1907)
De “Derribado arcángel”


Madrid, 17-2-05

 

YO DEJARÉ QUE EL OTRO DIGA 

Yo dejaré que el otro diga
los nombres de todas las cosas.
Llamar con exactitud
es casi divino…
Indago lo que contienen
las horas amarillas de la tarde,
y el agua sin frescor
de las mañanas.

¿Hundisteis las manos
en el agua de una mañana tersa
y la hallasteis fresquísima?
¡Eran vuestras manos
recientes del sueño y del reposo,
jamás el agua!

¿Y las horas de la tarde,
fueron azules o rojas…?
¡Amarillas son siempre,
como flores que se aprietan
y desangran contra el corazón!

Sabiendo todo eso
renuncio a nombrar lo evidente.
Lo que vale del pájaro
no es su pluma ni su peso,
sino su vuelo.
Su ir de ave a un cenit.
Y de los seres que nos habitan,
su gracia o su milagro.
¿Preferís que se llamen todos
algo definitivamente suyo?
¡Bendita la incertidumbre, rayo
de intuiciones ardientes!

El otro sabe. Dejo a su cuidado
mi propia designación.
Para mí, el mundo
es una selva misteriosa
realmente deshabitada…
El ángel que me cercó,
el malo, el derribado,
tampoco lleva un nombre perfecto.
A veces es el que no es, y otras
es todos y es cada uno.

¡Andar con los pies descalzos
por senderos abiertos,
entre malezas desarraigadas!
Saltarse las fuentes,
fustigar con cabellos
el aire desnudo del día,
y hallarse abrumada
por tanto querer del mundo
sensaciones perfectas…

Ir así por la vida no sirve
al que enuncia las cosas
con su boca tranquila.
Si pegáis el oído a la luz,
a la sombra, al misterio,
no sabréis cómo se llaman, lo sé.
¿Y qué cosa merece que nadie
coja su nombre y lo abrace
con un límite eterno?

CARMEN CONDE
(España-1907)
De “Derribado arcángel”


Madrid, 18-2-05

¿QUÉ CÓMO ME ES DADO SABERLO?

¿Que cómo me es dado saberlo?
Recordando ahincadamente, recordando.
Hay misterios que no pueden escurrirse
a través del lenguaje.
La gloria de llamar y nombrar
sus límites tiene.
Las palabras se inclinan
ante todo lo representable.
un estado participa del poder ser distinto
cuanto menos el alma
se complace en saberlo.

Entender es esfuerzo ciclópeo
de la triste inteligencia,
que no puede explicar lo que siente
cuando ansiosa se vuelca, velando,
al borde sombrío y ardoroso
de un precipicio de nuncas. 

CARMEN CONDE
(España-1907)
De “Sea la luz”


Madrid, 21-2-05

A LO MEJOR, SOY OTRO...

A lo mejor, soy otro; andando, al alba, otro que marcha
en torno a un disco largo, a un disco elástico:
mortal, figurativo, audaz diafragma.
A lo mejor, recuerdo al esperar, anoto mármoles
donde índice escarlata, y donde catre de bronce,
un zorro ausente, espúreo, enojadísimo.
A lo mejor, hombre al fin,
las espaldas ungidas de añil misericordia,
a lo mejor, me digo, más allá no hay nada.

Me da la mar el disco, refiriéndolo,
con cierto margen seco, a mi garganta;
¡nada en verdad, más ácido, más dulce, más kanteano!

Pero sudor ajeno, pero suero
o tempestad de mansedumbre,
decayendo o subiendo, ¡eso, jamás!

Echado, fino, exhúmome,
tumefacta la mezcla en que entro a golpes,
sin piernas, sin adulto barro, ni armas,
una aguja prendida en el gran átomo...
¡No! ¡Nunca! ¡Nunca ayer! ¡Nunca después!

Y de ahí este tubérculo satánico,
esta muela moral de plesiosaurio
y estas sospechas póstumas,
este índice, esta cama, estos boletos.

CÉSAR VALLEJO
(Perú-1892)


Madrid, 22-2-05

TENGO UN MIEDO TERRIBLE DE SER UN ANIMAL

Tengo un miedo terrible de ser un animal
de blanca nieve, que sostuvo padre
y madre, con su sola circulación venosa,
y que, este día espléndido, solar y arzobispal,
día que representa así a la noche,
linealmente
elude este animal estar contento, respirar
y transformarse y tener plata.

Sería pena grande
que fuera yo tan hombre hasta ese punto.
Un disparate, una premisa ubérrima
a cuyo yugo ocasional sucumbe
el gonce espiritual de mi cintura.
Un disparate... En tanto,
es así, más acá de la cabeza de Dios,
en la tabla de Locke, de Bacon, en el lívido pescuezo
de la bestia, en el hocico del alma.

Y, en lógica aromática,
tengo ese miedo práctico, este día
espléndido, lunar, de ser aquél, éste talvez,
a cuyo olfato huele a muerto el suelo,
el disparate vivo y el disparate muerto.

¡Oh revolcarse, estar, toser, fajarse,
fajarse la doctrina, la sien, de un hombre al otro,
alejarse, llorar, darlo por ocho
o por siete o por seis, por cinco o darlo
por la vida que tiene tres potencias.

CÉSAR VALLEJO
(Perú-1892)


Madrid, 23-2-05

LA CÓLERA QUE QUIBRA AL HOMBRE EN NIÑOS

La cólera que quiebra al hombre en niños,
que quiebra al niño en pájaros iguales,
y al pájaro, después, en huevecillos;
la cólera del pobre
tiene un aceite contra dos vinagres.

La cólera que el árbol quiebra en hojas,
a la hoja en botones desiguales
y al botón, en ranuras telescópicas;
la cólera del pobre
tiene dos ríos contra muchos mares.

La cólera que quiebra al bien en dudas,
a la duda, en tres arcos semejantes
y al arco, luego, en tumbas imprevistas;
la cólera del pobre
tiene un acero contra dos puñales.

La cólera que quiebra al alma en cuerpos,
al cuerpo en órganos desemejantes
y al órgano, en octavos pensamientos;
la cólera del pobre
tiene un fuego central contra dos cráteres.

CÉSAR VALLEJO
(Perú-1892)


Madrid, 24-2-05

HOY LE HA ENTRADO UNA ASTILLA...

Hoy le ha entrado una astilla.
Hoy le ha entrado una astilla cerca, dándole
cerca, fuerte, en su modo
de ser y en su centavo ya famoso.
Le ha dolido la suerte mucho,
todo;
le ha dolido la puerta,
le ha dolido la faja, dándole
sed, aflixión

y sed del vaso pero no del vino.
Hoy le salió a la pobre vecina del aire,
a escondidas, humareda de su dogma;
hoy le ha entrado una astilla.

La inmensidad persíguela
a distancia superficial, a un vasto eslabonazo.
Hoy le salió a la pobre vecina del viento,
en la mejilla, norte, y en la mejilla, oriente;
hoy le ha entrado una astilla.

¿Quién comprará, en los días perecederos, ásperos,
un pedacito de café con leche,
y quién, sin ella, bajará a su rastro hasta dar luz?
¿Quién será, luego, sábado, a las siete?
¡Tristes son las astillas que le entran
a uno,
exactamente ahí precisamente!
Hoy le entró a la pobre vecina de viaje,
una llama apagada en el oráculo;
hoy le ha entrado una astilla.

Le ha dolido el dolor, el dolor joven,
el dolor niño, el dolorazo, dándole
en las manos
y dándole sed, aflixión
y sed del vaso, pero no del vino.
¡La pobre pobrecita!

CÉSAR VALLEJO
(Perú-1892)


Madrid, 25-2-05

 EL ALMA QUE SUFRIÓ DE SER SU CUERPO

Tú sufres de una glándula endocrína, se ve,
o, quizá,
sufres de mí, de mi sagacidad escueta, tácita.
Tú padeces del diáfano antropoide, allá, cerca,
donde está la tiniebla tenebrosa.
Tú das vuelta al sol, agarrándote el alma,
extendiendo tus juanes corporales
y ajustándote el cuello; eso se ve.
Tú sabes lo que te duele,
lo que te salta al anca,
lo que baja por ti con soga al suelo.
Tú, pobre hombre, vives; no lo niegues,
si mueres; no lo niegues,
si mueres de tu edad ¡ay! y de tu época.
Y, aunque llores, bebes,
y, aunque sangres, alimentas a tu híbrido colmillo,
a tu vela tristona y a tus partes.
Tú sufres, tú padeces y tú vuelves a sufrir horriblemente,
desgraciado mono,
jovencito de Darwin,
alguacil que me atisbas, atrocísimo microbio.

Y tú lo sabes a tal punto,
que lo ignoras, soltándote a llorar.
Tú, luego, has nacido; eso
también se ve de lejos, infeliz y cállate,
y soportas la calle que te dio la suerte
y a tu ombligo interrogas: ¿dónde? ¿cómo?

Amigo mío, estás completamente,
hasta el pelo, en el año treinta y ocho,
nicolás o santiago, tal o cual,
estés contigo o con tu aborto o con-
migo
y cautivo en tu enorme libertad,
arrastrado por tu Hércules autónomo...
Pero si tú calculas en tus dedos hasta dos,
es peor; no lo niegues, hermanito.

¿Qué no? ¿Qué sí, pero que no?
¡Pobre mono!... ¡Dame la pata!... No. La mano, he dicho.
¡Salud!  ¡Y sufre!

CÉSAR VALLEJO
(Perú-1892)


Madrid, 28-2-05

JAULA VACÍA

 

    AQUÍ, donde solloza encarcelado
el aire, sin saber que un solo esguince
de su claro no ser le bastaría
para la libertad, latió un pena,
un gozo malherido, un canto de oro.
Aquí tembló la pluma (tiembla ahora
la pluma), fue muriendo un esperanza

día tras día, en cada nuevo sol,

aquí, garganta fiel, cayó la noche
de pronto y siguió el mundo su pelea,
su danza el corazón, su huida el río.

 

     Hundo la mano en su pequeño vientre
buscando vida, palpo el doloroso
signo de la infinita soledad,
la piel helada del vacío; paso
los dedos por los débiles barrotes
un polvo rojo los inunda; aquí
el agua presa quiso inútilmente
calmar la sed; aquí el dorado grano
dio sus treinta monedas por el hijo
del cielo azul, en pago de su lágrima.

 

       Una brizna olvidada, el peso leve,
el miedo leve de una hormiga oscura
—pero viva— en la palma de la mano
es todo cuanto queda. Ayer cantaba
la vida aquí, la luz hecha murmullo,
la gracia candeal de la ternura
—aunque muriendo— en medio de la casa.
Hoy, en este desván donde la sombra
hizo su nido, donde el tiempo duerme
su son, unos alambres carceleros
—aquí— pusieron puertas a este campo
de mi alegría, y floreció la lluvia
aquí, donde solloza el aire. Aquí.

CARLOS MURCIANO
España-1931


Selección de Poemas Editados
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