Nada sé
de la magia que transforma
mi propia carne en versos.
Al caer en Madrid huyendo de mi
Patria
más que un camino lleno de aventuras
elegí el camino radiante
intransitable de la poesía.
Donde todo deja de ser lo que es.
Los nombres propios son palabras
y los sentimientos aunque violentos
se terminan bordando a las palabras.
El cielo para la Poesía
no tiene contenido
tan sólo cinco letras
y queda bien
cuando la frase
necesita para continuar
una palabra de dos sílabas.
MIGUEL OSCAR MENASSA
Argentina-1940 y España-1976
De “La poesía y yo”
Atado por mis vicios
a sórdidas cadenas
me oculto para no ser
el vuelo de los pájaros.
Del brazo de la muerte
llego por fin a la ciudad.
Viene del sur dirán
es el poeta.
Su amor ama la guerra
y llegó a la ciudad
acompañado por la muerte.
MIGUEL OSCAR MENASSA
Argentina-1940 y España-1976
De “La poesía y yo”
Hubo días y noches
que no encontraba consuelo
y los versos se agolpaban
como caballos furiosos
en mis manos
y de mi boca
brotaban las palabras
como cataratas de fuego.
Esos días
esas noches
donde la página escrita
era el único sobreviviente.
MIGUEL OSCAR MENASSA
Argentina-1940 y España-1976
De “La poesía y yo”
Hilos. Nudos. Sonrisas.
Pequeña gloria.
Hombre en las tinieblas.
Soy el que ya no sufre.
No pido pan.
Pido extensión marítima.
Tus bellos ojos
extendidos a mis pies
redondos
abismales
mirando cómo brillan
mis labios en lo alto.
Piel de nueces partidas
piel de alcántaras.
Beso tu boca encandilada.
Muerdo tu boca abierta
por el delirio de la sangre
y arranco de la estatua que soy
mi pecho enamorado.
No tengo sed.
Sólo pieles y versos
por el camino de los hombres.
MIGUEL OSCAR MENASSA
Argentina-1940 y España-1976
De “La poesía y yo”
Cada vez que atravieso la distancia
en el vagón que la distancia trilla,
renovando un impulso de la infancia
saco la mano por la ventanilla.
Y
retorno a vivir de tal manera
que la simpleza de los ojos ven
a unas cuantas vaquitas de madera,
que están girando alrededor del tren.
Canto el ritmo del tren sobre los rieles,
acompañando una canción sencilla
y tiro una pelota de papeles,
sobre el paisaje de la ventanilla.
El mismo sol con su calor intenso
recortando su cola en la barranca,
volverá a ser un barrilete inmenso
remontado en el cielo de la pampa.
Voy a sentir un silencioso miedo
después que el perro de las sombras ladre
y haré otra vez de cuenta que me quedo
dormido en las rodillas de mi padre.
Ya junto a una estación vendrá la noche
trayendo en ancas su olorcito a pastos,
y el chirriar de las ruedas de algún coche,
que se va desbordando de canastos.
¡La candidez del alma que se asombra
recibirá el rigor de dos ultrajes...!
¡El ojo de un farol que está en la sombra
y el pito que se clava en el paisaje...!
HOMERO MANZI
Argentina-1907
Sobre una colina chata
Garay trazó cuatro vientos.
Por un costado la pampa,
al otro lado el riachuelo
y el río contra la espalda
y contra el pecho el desierto
con su horizonte de paja
y su techumbre de cielo.
Garay trazó diez manzanas
sobre un cuadrado perfecto,
y el sitio de las campanas
y el lugar de su gobierno
y las casas capitanas
y los tejados modestos
y el ámbito de la plaza
para los grandes recuerdos.
Garay trazó con su espada
la forma de un pueblo nuevo.
¿Cómo era la pampa aquella
sin gauchos y sin cencerros,
sin chinas, ranchos ni huellas,
sin boliches ni puesteros...?
¿Sin un mazo de baraja,
sin el grito de un resero,
sin un fogón y una casa,
sin un mate y sin un cuento...?
¡Sólo era una pampa pampa,
con un desierto desierto,
con su horizonte de paja
y su techumbre de cielo...!
Qué raro que se quedaran
los españoles aquellos,
atados a las distancias
clavados a los silencios.
Tal vez porque ya eran otros,
distintos a los primeros.
Tal vez porque ya eran criollos
a fuerza de sufrimientos.
Porque llegaron del norte
inaugurando senderos,
madurados por los soles
y las lluvias de febrero.
HOMERO MANZI
Argentina-1907
Con un salto que muere en el río
se derrumba la costa entrerriana.
Brota el sol en un pozo de zarzas
y se pinta de luz la mañana.
En la ceja del monte lejano
abre un tajo de luz la picada
y por ella desfilan cien sombras
que acarician espinas y ramas.
En las abras se acampa otra tropa.
Pabellón de descanso en las armas.
Al rescoldo se doran las reses.
Y al recuerdo se tuestan las ganas.
Ganas gauchas de carga al descampo
que se esconden detrás de las barbas.
Y que duermen en sueños de lanzas
mientras muerden los pingos las bramas.
Hay un bárbaro aullido que nace
en la tropa que irrumpe en el abra
como un río de sangre y de duelo
que trajera la vieja picada.
Ya no muerden los pingos la brama.
Terminó el pabellón de las armas.
Tras un grito de mando se enciende
el querer que dormita en las ganas.
Retumbar de acortados galopes.
Encontrones de lanza y de rabia.
Banderolas de sangre y de cielo
que en los muertos parecen mortajas.
Tras la voz que recoge las ansias,
ponchos rojos han vuelto la espalda
y se adelantan al fondo del bosque
por la luz de la vieja picada.
HOMERO MANZI
Argentina-1907
Alrededor del alma gira y gira la historia
de un inútil recuerdo. (Inútil y querido).
Se fue por los caminos de la mala memoria
y retorna a mis versos como un niño perdido.
Era, (la reconstruye vaga reminiscencia)
una dulce muchacha, (prefiero dulce y triste).
Tenía, lo supongo, el temblor de la ausencia.
(Tengo que suponerlo, puesto que ya no existe).
Era (y hablo en pasado perfecto e imperfecto),
el vuelo fatigado que se posó en mi nido.
El tener pocos años fue mi enorme defecto
y mi culpa, la culpa de amontonar olvido.
Tal vez fue la más triste o fue la más sincera.
Tal vez la que me hubiera colmado de alegría.
Tal vez la que en el manso suceder de la espera
destejía en la noche los telares del día.
El mínimo rumor de su paso sin ruido
la trajo blandamente hasta un rincón cercano.
Con presencia de arena yo sé que la he tenido
y sé, también, que luego, se me fue de la mano.
Después busqué su vida en sórdidos intentos,
repitiendo su nombre, recordando sus ojos
y cavando en la tierra de mis remordimientos
con la mala esperanza de encontrar sus despojos.
Pero no es ni la luz que de pronto se apaga
y titila en el fondo de la noche perdida.
Es una estrella muerta, una estrella que vaga
más allá de ese cielo, más allá de esta vida.
Andará sobre el polvo que transitó mi paso.
(Caminos extraviados. Calles de pueblos viejos).
Y habrán de acompañarla en la hora del ocaso
las heladas imágenes que dejó en los espejos.
Estará acurrucada al lado de los días
que, sin duda, he vivido pero que no memoro,
junto con las palabras que una vez fueron mías
y los paisajes muertos por los que a veces, lloro.
HOMERO MANZI
Argentina-1907
Escúchame, al pasar, como yo
escucho,
la lluvia que murmura en la ventana,
pensando en algo que olvidé hace mucho,
entre las cosas de la vida vana.
Escúchame también como si oyeras,
esa canción que se enredó en tu vida,
y que vuelve de pronto sin que quieras,
y que es más triste cuando más se olvida.
Y piensa que mi voz es tu voz
misma,
y que murmuras lo que ya te dije,
y que mi vida se encuentra con tu vida,
y que estamos los dos un poco tristes.
Aquí estoy junto a ti, toma mi
mano,
no me preguntes para qué he venido.
Piensa que soy tu amigo más lejano,
y que esta noche vuelvo del olvido.
Escúchame pensando que estoy
lejos.
Nada acerca mejor que la distancia.
No te diré sentencia ni consejos,
ni escucharás mentiras ni alabanzas.
Escúchame, al pasar, indiferente,
como se escucha el ruido en la distancia.
Olvida las palabras que te cuente,
mis palabra no tienen importancia.
HOMERO MANZI
Argentina-1907
A veces
alguien te sonríe tímidamente en un supermercado
alguien te da un pañuelo
alguien te pregunta con pasión qué día es hoy en la sala
de espera del dentista
alguien mira a tu amante o a tu hombre con envidia
alguien oye tu nombre y se pone a llorar.
A veces
encuentras en las páginas de un libro una vieja foto de
la persona que amas y eso te da un tremendo
escalofrío
vuelas sobre el Atlántico a más de mil kilómetros por
hora y piensas en sus ojos y en su pelo
estás en una celda mal iluminada y te acuerdas de un
día luminoso
tocas un pie y te enervas como una quinceañera
regalas un sombrero y empiezas a dar gritos.
A veces
una muchacha canta y estás triste y la quieres
un ingeniero agrónomo te saca de quicio
una sirena te hace pensar en un bombero o en un
equilibrista
una muñeca rusa te incita a levantarle las faldas a tu
prima
un viejo pantalón te hace desear con furia y con dulzura
a tu marido.
A veces
explican por la radio una historia ridícula y recuerdas a
un hombre que se llama Leopoldo
disparan contra ti sin acertar y huyes pensando en tu
mujer y en tu hija
ordenan que hagáis esto o aquello y enseguida te
enamoras de quien no hace ni caso
hablan del tiempo y sueñas en una chica egipcia
apagan lentamente las luces de la sala y ya buscas la
mano de tu amigo.
A veces
esperando en un bar a que ella vuelva escribes un
poema en una servilleta de papel muy fino
hablan en catalán y quisieras de gozo o lo que sea
morder a tu vecina
subes una escalera y piensas que sería bonito que el
chico que te gusta te violara antes del cuarto piso
repican las campanas y amas al campanero o al cura o a
Dios si es que existiera
miras a quien te mira y quisieras tener todo el poder
preciso para mandar que en ese mismo instante se
detuvieran todos los relojes del mundo.
A veces
sólo a veces gran amor.
JOSÉ AGUSTÍN GOYTISOLO
España-1928
De “A veces gran amor”
Se amaban. Era el tiempo
de las primeras lluvias de verano
y se amaban. Los días
fueron como una larga cinta blanca
que rodeara sus cuerpos enlazados.
Pasó un año, tal vez,
y luego tres o siete, y todavía
ellos se amaban muy directamente,
buscándose en la sombra de los parques,
en los lechos furtivos.
No hablaban casi nunca. Ella
decía
que la esperaban, que tenía miedo,
y él trabajaba en la oficina,
y miraba el reloj, esperando la hora
de volver a su lado nuevamente.
Eran distintos y se amaban. Él
estaba casado con una rubia idiota,
y ella tenía cuatro hijos
y un marido metódico y alegre
que nunca la entendió.
Se amaban en silencio
como cumpliendo un gran deber.
Sus vidas eran diferentes, pero
algo muy fuerte les unía, algo
que quedaba cumplido en sus abrazos.
JOSÉ AGUSTÍN GOYTISOLO
España-1928
De “Algo sucede”
ALTA FIDELIDAD
Entre todos los ruidos de la noche
yo distingo sus pasos. Sé
cómo va vestida, lo que piensa,
qué música prefiere. No me importa
su nombre, dónde vive
o en la casa de quién, y todavía
mucho menos aún qué hará mañana,
hacia dónde se irá, qué oscuros trenes
la envolverán con su jadeo sordo,
qué manos retendrán su mano tibia.
Ella camina ahora, y yo la siento
cerca de mí, real, cansada, siempre
con ojos asombrados, esperando
que algo nuevo suceda, algo que cambie
el monótono ritmo de las horas,
un gesto, acaso, que ella entendería,
y no sabe cuál es. Sólo la noche
acompaña sus pasos desolados,
le da cobijo entre las multitudes;
sólo la noche, como yo, la espera.
JOSÉ AGUSTÍN GOYTISOLO España-1928 De “Algo sucede”
Noche de los amantes: la
seducen
los momentos que vive. Ahora se mira,
acaricia su cuerpo muy despacio
mientras piensa por Dios que aún es hermosa.
Noche de los amantes; él
se acerca,
la abraza por la espalda ante el espejo
y así enlazados van a la vidriera.
Puso la mano ahí: tacto y dulzura.
Noche de los amantes: ella
observa
la ciudad ardiente y cree ver su casa
lejos entre otras muchas. Mueve un brazo
y saluda a su ausencia. Y se estremece.
JOSÉ AGUSTÍN GOYTISOLO
España-1928
El alba. Se oyen los
pájaros
como perdidos en la niebla;
el silencio sube sus cantos
a la penumbra de la estancia.
El percibe un temblor muy tenue
que estremece la piel que ama
dulce en su ensueño. Muy despacio
la va cubriendo con la sábana
por evitar que se desvele.
Pero unos brazos le envolvían
y se ciñeron a su cuerpo:
eternidad fue aquí lisura
miel y jazmín. Mucho más tarde
aún se oía el cantar los pájaros.
JOSÉ AGUSTÍN GOYTISOLO
España-1928
Ella es toda alegría.
Danza
su canción
desnuda
para ella.
Los demás ven un cuerpo
se balancean en la magia
conocen una rara
libertad.
Aúllan porque temen
temen esa alegría
de pronto
tan pura entre los muertos
tan parecida a dios
o a un poema.
RAÚL GUSTAVO AGUIRRE
Argentina-1927
Mulata, lo radioso está
totalmente entregado al movimiento.
Amor es tu piel de pus de vidrio, repartiendo los dones calientes de la vida,
dando a cada hombre su parte,
a cada mundo su parte.
FRANCISCO MADARIAGA
Argentina-1927
Seres adoradores del centro de la
tierra, del cuerpo
de la tierra, de los follajes de la tierra.
Tierra sentada junto a mí con miembros de doncella
bruja trabada
de cabellos-terrores del amor; quiere ella que le aten
los sexos vivos
de sus hombres de plata o de diamante, de rayos
o de espumas.
Sus hombres de celo de flores de locura de pájaros,
de intenciones rojas negras de pájaros.
¿Sus rodillas?: con la maldad del
aceite de todos
los colores.
Rodillas que se doblan porque su
corazón-sexo hierve
más aquí que
en cualquier continente.
FRANCISCO MADARIAGA
Argentina-1927
Todo ocurrió en la medida en que
ella y yo lo habíamos
imaginado previamente.
Ocurrió en trenes, en hoteles de poca categoría,
en habitaciones
del suburbio,
en litorales arenosos, en salas correctas con alfombras,
en momentos de euforia,
en automóviles insospechables, en muchas partes
ella y yo aplicábamos
nuestra inteligencia para salvar los primeros
inconvenientes.
Usted ahora, pálido y protegido
por la sombra,
escucha estos detalles menores que ella narra;
sus reservas éticas son cada día menos útiles,
sus portaligas constituyeron siempre el detalle
más pornográfico.
MIGUEL BRASCÓ
Argentina-1926
Estábamos en una de las
habitaciones favoritas
de mi infancia
ésa de piso embaldosado
y ventanas profundamente excavadas en el muro
ésa con puerta de dos hojas
que se abre de golpe sobre el enorme jazminero
yo quería besarte
planeaba el camino mejor hasta tus labios
pero había comprendido que ya era imposible
cuando te vi de pronto muy cerca de mí
apoyados los hombros contra la pared
entonces dije no sé qué frase
y antes de terminarla ya estaba sobre tu boca
tú permaneciste quieta
sólo tus dientes resistían en semicírculo
pero mientras mi beso premioso se cumplía
tus ojos lloraban grandes lágrimas silenciosas
que invadían lentamente tus pómulos tus mejillas
iluminaban tu cara con cambiantes reflejos plateados
y se acercaban serpenteando a la linde de nuestros labios
el sueño continuaba después
con alternativas sin importancia.
CÉSAR FERNÁNDEZ MORENO
Argentina-1919
Ahora como un ángel apareces
y me rodeas sin decirme nada.
Ángel que yo cuidara tantas veces
sin saberlo, callada.
En todo lo que miro permaneces
como el aire feliz de la mirada.
Me parezco a tu ausencia y te pareces
a mí, resucitada.
Porque viniste cuando me moría
a devolverme a vivas caridades;
porque mi noche muda se hizo día
por gracia de tu voz iluminada
en esta eternidad con que me invades
yo que no era, soy tu enamorada.
MARÍA ELENA WALSH
Argentina-1930
De “Baladas con Ángel”