Madrid,
2-1-04
Bajo
la sombra de la magnolia
que va desvaneciéndose,
una brisa que apenas se siente
me roza como la punta de una flecha, perdiéndose.
Como
una hoja que cae
del chopo y que el viento
muda su color –como la caricia de una mano
deslizándose más allá de ese verdor.
Una
risa misteriosa
atraviesa desde las viejas ramas
hasta mi pecho, lo estremece
con un trino que hace arder mi sangre,
y
río contigo bajo la rueda
desfigurada de la sombra, me entrego
hasta fundirme con las huesudas
raíces que se alzan y hiero
con hilos de paja su rostro..
EUGENIO
MONTALE
Italia-1896
Salgo todos los días y siempre buscando un otro diferente,
ya he interrogado a todas las sendas del país;
en lo alto de las colinas frescas, ya visité todas las sombras
y las fuentes; arriba y abajo anda errante mi alma,
implorando reposo: así huye el ciervo herido hacia
los bosques,
donde a mediodía casi siempre descansaba en la oscuridad:
pero el verde lecho ya no es reparador para su corazón,
gimiendo e insomne, las espinas le azuzan.
Ni el calor de la luz, ni el frescor de la noche ayudan ya
y baña en vano sus heridas en las olas del río.
Y cómo la tierra le tiende inútilmente sus alegres hierbas curativas,
y ninguno de los céfiros calma su sangre ardiente,
¡así conmigo, queridos!, así parece, y,
¿no puede nadie quitarme de la frente el triste sueño?
J. C. FRIEDRICH HÖLDERLIN
Alemania-1770
De “Lamentaciones de Menón por Diótima”
Pero,
¡oh, tú!, que ya antes, en las encrucijadas,
abismado por ti, confortado por lo más bello,
tú, que antaño me enseñabas a ver lo sublime y más alegre cantar a los
dioses,
como son, sin palabras, tranquilamente apasionada.
¡Criatura celestial! ¿Te aparecerás ante mí, me saludarás, como antaño, a
mí,
me hablarás de nuevo, como antaño, de cosas sublimes?
¡Mira! llorando ante ti, debo lamentarme, incluso,
al recordar tiempos mejores, de esos de los que el alma se avergüenza.
Ya que, desde hace tanto, por los agotadores senderos de la tierra,
acostumbrado a ti, te he buscado en la locura,
¡alegre espíritu guardián! y, sin embargo en vano, se sucedieron los años
desde que nos vislumbramos contemplando resplandecientes las tardes.
J. C. FRIEDRICH HÖLDERLIN
Alemania-1770
De “Lamentaciones de Menón por Diótima”
De “Lamentaciones de Menón por Diótima”
A ti sólo, a ti sostiene tu luz, ¡Oh, Heroína!, en la luz
y tu aguante sostiene lo amado, oh bondadosa
y nunca jamás estás sola, compañeros de juego hay suficientes
donde floreces y descansas entre las rosas del año.
Y el padre, él mismo, a través de las musas que respiran dulzura,
te envía las más tiernas canciones de cuna.
¡Sí!, ¡Es ella! De la cabeza a los pies flotando,
caminando tranquila como antes, la ateniense ante mí.
¡Y cómo, adorable espíritu! de tu serena frente pensativa,
bendecidos y firmes caen tus rayos entre los mortales
así me afirmas, y me dices, tal que a otros
yo repito, incluso a los que no lo creen,
que, al final, la alegría y un aúreo día cada día son más inmortales
que las preocupaciones y enojos.
J. C. FRIEDRICH HÖLDERLIN
Alemania-1770
De “Lamentaciones de Menón por Diótima”
Así
pues, celestiales, quiero daros las gracias, y del liviano
pecho,
al fin, los ruegos del cantor pueden surgir una vez más.
Y como cuando estaba con ella sobre las cumbres soleadas
me habla y vivifica un dios desde el interior del templo.
¡Quiero vivir aún! ¡Ya reverdece todo! Y, como desde una
sagrada lira,
de los plateados montes de Apolo un sonido me llama.
¡Ven! Fue sólo un sueño. Las alas ensangrentadas ya han
curado
y, rejuvenecida, la esperanza vive.
Aún hay por descubrir mucha grandeza, y quien amó,
quien tanto amó, debe tomar la senda de los dioses.
Acompañadnos vosotras, sagradas horas, solemnes, juveniles,
permaneced, presentimientos, santas oraciones,
vosotros, entusiasmos, y vosotros, todos, genios tutelares
a quienes place estar junto a los que se aman;
permaneced aún a nuestro lado, hasta el día que en el suelo
común,
allí donde los celestiales se preparan para su retorno,
donde moran las águilas y los astros, los heraldos del Padre,
donde moran las musas, los héroes, los amantes,
allí nos sea dado reunirnos, o en la isla de escarcha
donde al fin los nuestros estarán, floreciendo juntos en
jardines,
donde los cantos son verdad y las primaveras más tiempo
hermosas permanecen
y un nuevo año para nuestras almas habrá de comenzar.
J.
C. FRIEDRICH HÖLDERLIN
Alemania-1770
De “Lamentaciones de Menón
por Diótima”
Agua de sol,
cencerros de horizontes
enlazaban la intensidad
armónica
de nuestros cuerpos
claros y vigorosos,
en plenitud de luces infinitas.
Sones de
llamas
en el aire rosado;
jadear de bosques y expansión de mares.
¡La danza de la tierra!
¡La sinfonización del universo!
Y repicaban
los paisajes;
agua de sol,
cencerros de horizontes.
¡La alegría
del mundo
en el pecho redondo de la tarde!
(Rusia-1898)
De “Molino rojo”
Por las arenas
rojas
se arrastraba tu olor a monte
como una sombra verde.
Se anaranjaba
el bronce enloquecido
de tu cuerpo ágil
en las manos del sol.
Reíamos de gozo.
Mordí tu piel más lisa que los vientos.
Tus ojos
desparramaron las semillas
negras de tus miradas.
Todos los trópicos
se hicieron jugos en tu boca.
¡Los cantos de las selvas guardáronse en tus formas!
JACOBO FIJMAN
(Rusia-1898)
De “Molino rojo”
Oíase
a través de las olas subidas el grito de los puertos
y las ciudades
y el frío de las campanas.
Los cielos mueven el puente de los días.
El frío se sumerge en las ramas.
Recogemos
la sombra que cae de los pájaros.
Te has ido.
Enumero las albas bajo la espuma azul de la noche.
Corderos
desfigurados reflejan en sus ojos las vueltas
de las estrellas
y los viejos molinos.
JACOBO
FIJMAN
(Rusia-1898)
De “Hecho de estampas”
Ha
caído mi voz, mi última voz, que aún
guarda mi
nombre.
Mi
voz:
pequeña línea, pequeña canción que nos separa
de las cosas.
Estamos
lejos de mi voz y el mundo, vestidos de
humedades
blancas.
Estamos en el mundo y con los ojos en la noche.
Mi voz es fría y sucia como la piel de los muertos.
JACOBO
FIJMAN
(Rusia-1898)
De “Hecho de estampas”
Cavar,
cavar los ojos enarenados como se
ahuecan los
cuellos largos de los pozos.
Cerrados en implacables soledades.
Excavo
la bienaventuranza.
Cruzas llanuras
y acaecen palomas entre las manchas negras
de las quejas.
Siento en mis ojos las anguilas fuera de sí de los
silencios monta
JACOBO
FIJMAN
(Rusia-1898)
De “Hecho de estampas”
COMO
un abrevadero de bestias indelebles
Partido por el rayo desbordando el agua
Refleja la migración de las aves de tierra
En la noche de tierra salobre
Un
portón cerrado sobre un campo baldío
Refugio del amor clandestino
Una igualdad de piedra que se cierra bajo
La gota de agua que sube de la tierra
Sobre
centenares de cabezas decapitadas
Una mujer desnuda como una lámpara
Hace
brillar los ojos de los muertos
Como peces de caudas de fibrillas argentíferas
El oro y el hierro conocen su destino
De tierra podrida el pulular de la selva
Le acompaña y vierte sobre los hombros
De los fantasmas familiares mantos arborescentes
Cascadas de sangre y miríadas de narices
(10 de enero de 1938)
CÉSAR
MORO
(Perú-1903)
De "Otros poemas"
Madrid, 20-1-04
Como
un piano de cola de caballo de cauda de estrellas
Sobre el firmamento lúgubre
Pesado de sangre coagulada
Arremolinando nubes arco-iris falanges y planetas y
miríadas de aves
El fuego indeleble avanza
Los cipreses arden los tigres las panteras y los animales
nobles se tornan incandescentes
El
cuidado del alba ha sido abandonado
Y la noche se cierne sobre la tierra devastada
La
comarca de tesoros guarda para siempre su nombre
{México,
abril 1938)
CÉSAR
MORO
(Perú-1903)
De "Otros poemas"
VELO
desgastado libre cielo
Y brevemente nocturno en el ojo
Con párpado embriagado
Miente el vaso roto para siempre
En tu mano
Libertad
CESAR
MORO
(Perú-1903)
De "Poemas escritos en francés"
Es
mi morada suprema, de la que ya
no se vuelve.
KRISHNA,
Bhagavad Gita
COMO
una madre sostenida por ramas fluviales
de espanto y de luz de origen
como un caballo esquelético
radiante de luz crepuscular
tras el ramaje denso de árboles y árboles de angustia
lleno de sol el sendero de estrellas marinas
el acopio fulgurante
de datos perdidos en la noche cabal del pasado
como un jadear eterno si sales a la noche
al viento calmar pasan los jabalíes
las hienas hartas de rapiña
hendido a lo largo el espectáculo muestra
faces sangrientas de eclipse lunar
el cuerpo en llamaradas oscila
por el tiempo
sin espacio cambiante
pues el eterno es el inmóvil
y todas las piedras arrojadas
al vendaval a los cuatro puntos cardinales
vuelven como pájaros señeros
devorando lagunas de años derruidos
insondables telarañas de tiempo caído y leñoso
oquedades herrumbrosas
en el silencio piramidal
mortecino parpadeante esplendor
para decirme que aún vivo
respondiendo por cada poro de mi cuerpo
al poderío de tu nombre oh Poesía.
CESAR
MORO
(Perú-1903)
De "Viaje hacia la noche"
Tener
entre las manos largamente una sombra
De cara al sol
Tu recuerdo me persiga o me arrastre sin remedio
Sin salida sin freno sin refugio sin habla sin aire
El tiempo se transforma en casa de abandono
En cortes longitudinales de árboles donde tu imagen
se disuelve en
humo
El sabor más amargo que la historia del hombre conozca
El mortecino fulgor y la sombra
El abrir y cerrarse de puertas que conducen al dominio
encantado de tu
nombre
Donde todo perece
Un inmenso campo baldío de hierbas y de pedruscos
interpretables
Una mano sobre una cabeza decapitada
Los pies
Tu frente
Tu espalda de diluvio
Tu vientre de aluvión un muslo de centellas
Una piedra que gira otra que se levanta y duerme
en pie
Un caballo encantado un arbusto de piedra un lecho
de piedra
Una boca de piedra y ese brillo que a veces me rodea
Para explicarme en letra muerta las prolongaciones
misteriosas de
tus manos que vuelven con el
aspecto
amenazante de un cuarto modesto con
una cortina roja
que se abre ante el infierno
Las sábanas el cielo de la noche
El sol el aire la lluvia el viento
Sólo el viento que trae tu nombre
CESAR
MORO
(Perú-1903)
De "La tortuga ecuestre"
Eres
como una tierra
que nadie ha pronunciado.
Tú no esperas nada
salvo la palabra
que brotará del fondo
como un fruto entre las ramas.
Hay un viento que te alcanza.
Cosas secas y exánimes
te impiden el paso y van en el viento.
Miembros y palabras antiguas.
Tiemblas en el verano.
CESARE PAVESE
Italia-1908
De
“La tierra y la muerte”
Tú
no conoces las colinas
donde se derramó la sangre.
Todos huimos,
todos arrojamos
el arma y el nombre. Una mujer
nos miraba al huir.
Sólo uno de nosotros
se paró con el puño cerrado,
vio el cielo vacío,
inclinó la cabeza y murió
bajo el muro, callando.
Ahora no es más que un guiñapo de sangre
y su nombre. Una mujer
nos espera en las colinas.
CESARE PAVESE
Italia-1908
De
“La tierra y la muerte”
Y
entonces nosotros, cobardes,
que amábamos la tarde susurrante,
las casas,
los senderos sobre el río,
las luces rojas y sucias
de aquellos parajes, el dolor
endulzado y callado-
arrancamos las manos
de la viva cadena
y callamos, pero el corazón
se nos sobresaltó sangriento,
y ya no hubo dulzura,
ya no hubo abandono
en el sendero del río-
ya nunca más siervos, supimos
que estamos vivos y solos.
CESARE PAVESE
Italia-1908
De
“La tierra y la muerte”
Eres
la tierra y la muerte.
Tu estación es la oscuridad
y el silencio. No vive
cosa más lejana
que tú del alba.
Cuando
pareces reanimarte
eres sólo dolor,
lo tienes en los ojos y en la sangre,
pero no sientes. Vives
como una piedra,
como la tierra dura.
Y te visten sueños,
movimientos, sollozos
que ignoras. El dolor,
como el agua de un lago,
tiembla y te circunda.
Hay círculos en el agua.
Dejas que se disipen.
Eres la tierra y la muerte.
CESARE PAVESE
Italia-1908
De
“La tierra y la muerte”
El
muerto está retorcido y no mira las estrellas:
tiene los cabellos pegados al adoquinado. La noche es más
fría.
Los vivos regresan al hogar, todavía temblando.
Es difícil ir con ellos; se dispersan todos
y hay quien sube por una escalera y quien baja a la bodega.
Hay quien camina hasta el alba y se tumba en un prado
bajo el sol. Mañana alguien sonreirá
con desesperación en el trabajo. Más adelante, también
esto pasará.
Cuando
duermen, se asemejan al muerto: si hay también
una mujer,
el olor es más fuerte, pero se asemejan a muertos.
Los cuerpos, retorcidos, se aprietan contra el lecho
como contra el rojo empedrado: el largo cansancio
desde el alba bien merece una breve agonía.
Una sucia oscuridad se coagula sobre cada cuerpo.
Únicamente aquel muerto está tendido bajo las estrellas.
También
parece muerto el manojo de harapos, que el sol
calienta con fuerza, apoyado contra el muro. Dormir
en la calle demuestra confianza en el mundo.
Hay una barba entre los harapos por los que corren moscas
sumamente ocupadas; por la calle, los transeúntes se
mueven
como moscas; el pordiosero forma parte de la calle.
La miseria recubre con barbas las sonrisas burlonas,
al igual que una hierba, y confiere aspecto sosegado. Ese
viejo
que podría morir retorcido, entre sangre,
parece, en cambio, una cosa y está vivo. De ese modo,
salvo la sangre, todo forma parte de la calle.
No obstante, las estrellas han visto sangre en la calle.
CESARE PAVESE
Italia-1908
De “Trabajar cansa”