Madrid, 1-9-04

LA VERDAD

 ¡Presiento que me estoy aproximando
a una Verdad de poderoso brillo!
¡Cada vez mi universo es más sencillo
y en una limpia claridad girando!

¿Qué es este germinar que está integrando
nuevos orbes de luz, y qué este anillo
de intensos electrones, amarillo
cual un sol de otros mundos despertando?

 ¡Disparad vuestras sondas orbitales,
satélites de esféricos metales
que aún padecéis incógnitos desvíos!

¡Latid, neuronas de mi mente, abiertas
con la celeridad de unas compuertas
por donde fluyan los futuros ríos!

GERMÁN PARDO GARCÍA
(Colombia-1902)
De "Himnos del hierofante"


Madrid, 2-9-04

LAS NUEVAS FORMAS

¡Desde este proyectil en el que un sueño

matemático impulsa la Energía,
guarismos ultrasónicos envía
mi sien intensa al pedestal roqueño

donde dejó mi voluntad su empeño
de ser vasta y palpar su geometría
transformándose en lúcida cuantía!
¡Y desde aquí, desde el bajel pequeño

sometido a presiones inauditas,
cómo la concreción de la amargura
transparenta sus órbitas marchitas

y cómo crece el Pensamiento y dura,
colmado de visiones infinitas
con otra densidad y otra hermosura! 

GERMÁN PARDO GARCÍA
(Colombia-1902)
De "Himnos del hierofante"


Madrid, 3-9-04

GÉMINIS

¡Alguien toca mi mano en este instante!
¡Alguien por mí secretamente escribe!
¡Hay otro oído que en mi ser percibe
pitagórica música distante!

 

¡Exploro mi terrígeno semblante:
todo es igual en él, que alza y exhibe
su diaria identidad, donde recibe
lo mismo el sol que la lunar menguante!

 

¡Pero algo modifica sus moléculas,
como cambian sus iris las nubéculas
desintegradas que la noche enfría!

 

¡Es mi gemelo cósmico, el que lanza
su peso celestial en la balanza,
si el otro hacia la Muerte se extravía!

GERMÁN PARDO GARCÍA
(Colombia-1902)
De "Himnos del hierofante"


Madrid, 6-9-04

 CANTO PRIMERO

 Fragmento

Lector, quizás desees que invoque al odio en el comienzo de esta obra. ¿Quién te dice que no has de olfatearlo, sumergido en innumerables voluptuosidades, tanto como quieras, con tus orgullosas narices, anchas y afiladas, volviéndote de vientre, semejante a un tiburón, en el aire hermoso y negro, como si comprendieras la importancia de ese acto y la importancia no menos de tu legítimo apetito, lenta y majestuosamente, las rojas emanaciones? Te aseguro que los dos deformes agujeros de tu horroroso hocico, oh monstruo, se regocijarán, si te dispones de antemano a respirar tres mil veces seguidas la conciencia maldita de lo Eterno. Tus narices, desmesuradamente dilatadas por la inefable satisfacción, por el éxtasis inmóvil, no pedirán otra cosa al espacio, embalsamado de perfumes e incienso, pues se colmarán de una dicha completa, como los ángeles que habitan en la magnificencia y la paz de los gratos cielos.

CONDE DE LAUTRÉAMONT
(Isidore Ducasse)
(Poeta francés nacido en Uruguay- 1846)
De "Los Cantos de Maldoror"


Madrid, 7-9-04

CANTO PRIMERO

Fragmento

He visto, durante toda mi vida, sin una sola excepción, a los hombres de hombros estrechos realizar numerosos actos estúpidos, embrutecer a sus semejantes, y pervertir a las almas por todos los medios. A los motivos de su acción le llaman: la gloria. A todos a la vez los he visto, unas veces con el puño más robusto dirigido hacia el cielo, como el de un niño ya perverso contra su madre, probablemente excitados por algún espíritu del infierno, con los ojos recargados de un remordimiento punzante y al mismo tiempo lleno de odio, en un silencio glacial, sin atreverse a manifestar las vastas e ingratas meditaciones que encubría su seno –tan llenas estaban de injusticia y horror-, y entristecer así de compasión al Dios misericordioso; otras veces, a cada momento del día, desde el comienzo de la infancia hasta el fin de la vejez, diseminando increíbles anatemas, que no tenían el sentido común, contra todo lo que respira, contra ellos mismos y contra la Providencia, prostituir a las mujeres y a los niños, y deshonrar así las partes del cuerpo consagradas al pudor. Entonces los mares levantan sus aguas, sumergen en sus abismos los maderos; los huracanes y los terremotos derriban las casas; la peste y las diversas enfermedades diezman a las familias rezantes. Pero los hombres no se dan cuenta. También los he visto enrojecer o palidecer de vergüenza por su conducta en esta tierra; raramente. Tempestades hermanas de los huracanes, firmamento azulado cuya belleza no admito, mar hipócrita, imagen de mi corazón, tierra de seno misterioso, habitantes de las esferas, universo eterno, Dios que los has creado con magnificencia, a ti te invoco: ¡muéstrame a un hombre bueno! Pero, que tu gracia decuplique mis fuerzas naturales, pues ante el espectáculo de ese monstruo, yo puedo morir de asombro: se muere por mucho menos. 

CONDE DE LAUTRÉAMONT
(Isidore Ducasse)
(Poeta francés nacido en Uruguay- 1846)
De "Los Cantos de Maldoror"


Madrid, 8-9-04

CANTO PRIMERO

 Fragmento

    Viejo océano, tu forma armoniosamente esférica, que alegra la cara grave de la geometría, me recuerda demasiado los pequeños ojos del hombre, similares por su pequeñez a los del jabalí, y a los de las aves nocturnas por la perfección circular de su contorno. Sin embargo, el hombre se ha creído hermoso en todos los siglos. Pero yo supongo, más bien, que el hombre sólo cree en su belleza por amor propio, pues en realidad no es bello y él lo sospecha; si no, ¿por qué mira el rostro de su semejante con tanto desprecio? ¡Te saludo, viejo océano!

   Viejo océano, eres el símbolo de la identidad: siempre igual a ti mismo. Nunca cambias de una manera esencial, y, si tus olas están en alguna parte furiosas, más lejos, en alguna otra zona, se hallan en la más completa calma. No eres como el hombre, que se detiene en la calle para ver cómo se atenazan por el cuello dos dogos y no se detiene cuando pasa un entierro, que por la mañana es asequible y por la tarde está de mal humor, que ríe hoy y mañana llora. ¡Te saludo, viejo océano!

   Viejo océano, no sería nada imposible que escondieras en tu seno futuras utilidades para el hombre. Ya le has dado la ballena. No dejas adivinar fácilmente a los ojos ávidos de las ciencias naturales los mil secretos de tu íntima organización: eres modesto. El hombre se vanagloria de continuo, y por minucias. ¡Te saludo, viejo océano!

CONDE DE LAUTRÉAMONT
(Isidore Ducasse)
(Poeta francés nacido en Uruguay- 1846)
De "Los Cantos de Maldoror"


Madrid, 9-9-04

CANTO TERCERO

Fragmento

Recordemos los nombres de esos seres imaginarios, de naturaleza angelical, que mi pluma, durante el segundo canto, ha extraído de un cerebro que brilla con un fulgor emanado de ellos mismos. Mueren, desde su nacimiento, como esas chispas que, por su rápida desaparición, el ojo apenas puede seguir sobre el papel ardiendo. ¡Leman!... ¡Lohengrin!... ¡Lombano!... ¡Hozer!... Aparecisteis un momento, recubiertos por las insignias de la juventud, en mi horizonte encantado, pero os dejé caer en el caos, como campanas de buzo. No saldréis más. Me basta con haber conservado vuestro recuerdo, pero tenéis que dejar el sitio a otras sustancias, acaso menos bellas, que dará a luz el desbordamiento tormentoso de un amor que ha resuelto no calmar su sed junto a la raza humana. Amor hambriento, que se devoraría a sí mismo si no buscara su alimento en ficciones celestiales: creando, a la larga, una pirámide de serafines, más numerosos que los insectos que hormiguean en una gota de agua, para entrelazarlos en una elipse que hará arremolinar a su alrededor. Durante ese tiempo, el viajero, detenido frente al espectáculo de una catarata, si alza el rostro, verá en la lejanía, a un ser humano arrastrado hacia la caverna del infierno por una guirnalda de camelias vivas.

CONDE DE LAUTRÉAMONT
(Isidore Ducasse)
(Poeta francés nacido en Uruguay- 1846)
De "Los Cantos de Maldoror"


Madrid, 10-9-04

CANTO CUARTO

Fragmento

Es un hombre o una piedra o un árbol el que va a comenzar el cuarto canto. Cuando el pie resbala sobre una rana, se tiene una sensación de repugnancia, pero cuando se roza apenas el cuerpo humano con la mano, la piel de los dedos se agrieta, como las escamas de un bloque de mica que se rompe a martillazos; y lo mismo que el corazón de un tiburón que ha muerto hace una hora palpita todavía con tenaz vitalidad sobre el puente, lo mismo nuestras entrañas se agitan en su totalidad mucho tiempo después del contacto. ¡Tanto horror le inspira el hombre a su propio semejante! Puede ser que al decir esto me equivoque, pero puede ser también que diga la verdad. Conozco, concibo una enfermedad más terrible que los ojos hinchados por largas meditaciones sobre el extraño carácter del hombre, pero aunque la busco todavía... ¡no he podido encontrarla! No me creo menos inteligente que otros, y sin embargo, ¿quién se atrevería a afirmar que he acertado en mis investigaciones? ¡Que mentira saldría de su boca!

CONDE DE LAUTRÉAMONT
(Isidore Ducasse)
(Poeta francés nacido en Uruguay- 1846)
De "Los Cantos de Maldoror"


Madrid, 13-9-04

 AMOR PERDIDO
LOS INDIOS

I

Escribir un soneto para un indio es cosa fácil.
Pongo aquí una injusticia, aquí pongo una burla.
Pongo las tumbas violadas de mis antepasados
y para terminar esta cuarteta, una niña vejada.

Un soneto no es cosa complicada para un indio,
puntuando, tengo la humillación de cinco siglos,
en la mitad, precisa, del quehacer estos versos.
Y ahora para hacer el espacio dejo caer el oro.

Y así empieza el final de estos comienzos,
por eso pongo aquí el peso duro de la carne,
nuestros muertos al defender tierra arrebatada.

El cuerpo de la fertilidad de nuestra tierra.
El humus encantado que hace vivir al indio,
Esa flor siempre-viva, clavada en las Américas.

MIGUEL OSCAR MENASSA
Argentina-1940
De “Amores perdidos”


Madrid, 14-9-04

AMOR PERDIDO

LOS INDIOS

 
II

Esta vez soy el indio que no hará la guerra.
Esta vez soy el indio que no someterán.
Esta vez soy el indio que habla las palabras.
Esta vez soy el indio que se libera en versos.

No véis que ya no quedan puñales en mis ojos,
ni lanzas a caballo corriendo hacia la muerte.
No véis que Cristo ha caído de los Andes,
que ya no quedan, en mis ojos, plegarias.

Esta vez soy el indio que viene del futuro.
No tengo tesoros que guardar, ni templos,
ni mujeres enamoradas, ni tierras fértiles. 

No haré la guerra ni el amor, ni escaparé, cobarde.
Provengo de sumergidas Atlántidas del verbo.
Soy el indio poeta, esa civilización imposible.

MIGUEL OSCAR MENASSA
Argentina-1940
De “Amores perdidos”


Madrid, 15-9-04

AMOR PERDIDO

LOS INDIOS

 
III

Y soy americano y soy de América.
Mi voz es una voz americana.
Mis lujurias mis locas ambiciones de volar,
son americanas y Madrid, mi querida,
mis pequeños huérfanos parisinos,
no es Europa ni lo será en mil años.
Madrid es trozo central,
del gran diamante americano.
La lengua que genera un don que la supera.
La increíble madre que se quedó sin dueño
y se deja llevar tranquilamente por sus hijos.
El tiempo no es el ser,
pero el ser no puede ser fuera del tiempo
y tiempo es una lengua, una escritura.

Yo soy, de piedra, el indio americano,
que no mató España en la conquista.
Vengo de un cielo, cálido, sin dioses.
De una llanura fértil, casi sin límites. 

Soy el sangrante y hablador guaraní,
la pura lágrima, límpida del maya,
el surco abierto, con firmeza, por el inca,
la tristeza, infinita, de lo que no muere.

Soy el árbol, la fruta, el oro, la pérfida esmeralda.
Plata descuartizada, sangriento cobre ametrallado.
Montañas y mujeres saqueadas en nombre de Dios.

Soy de América el verbo, la pluma diferente,
indígena y galáctico, histórico y superfluo,
granítica presencia, hiel de los tiempos.

MIGUEL OSCAR MENASSA
Argentina-1940
De “Amores perdidos”


Madrid, 16-9-04

AMOR PERDIDO

LOS INDIOS

 
IV

Aplastado por el hambre crecí profundo,
llegué a tocar, en el centro de la tierra,
en el borde, exacto, de la vida plena,
el fuego máximo, los calores extremos. 

Fui expulsado del centro mismo de la tierra,
por ambiciones de mineros y comerciantes.
Las aguas me llevaron hasta donde el océano,
se repliega, sobre sí mismo, para ser el amor.

En esa negra profundidad turbulenta,
donde no había, una cúspide posible,
de la perfecta roca surgió mi cuerpo.

Pescadores y gobernantes me expulsaron del mar.
Y, aún, fuego volcánico, tierra, agua desesperada,
vuelo, ahora, perfilándome viento, letra futura.

MIGUEL OSCAR MENASSA
Argentina-1940
De “Amores perdidos”


Madrid, 17-9-04

AMOR PERDIDO

LOS INDIOS 
 

V

Hoy quiero hablar de la soberbia del indio americano.
Lágrima que para pedir piedad no ha sido derramada.
Hoy quisiera ser yo que, al escribir, llore ese pedido,
cuando los salvajes recuerdos de mi vida me detienen.

Cualquiera de los jefes diría, sabiamente,
que si hay una lágrima todavía escondida,
una lágrima guardada durante cinco siglos,
pequeña lágrima que, todavía, es nuestra.

Si esa lágrima existe, debe quedarse donde está,
allí, guardada, escondida, esperando el momento,
esperando los truenos, la expansión de la selva.

Esa perla del alma, esa lágrima nuestra,
debe esperar del alba, antes de derramarse,
los gritos enloquecidos de Dios arrepentido.

MIGUEL OSCAR MENASSA
Argentina-1940
De “Amores perdidos”


Madrid, 20-9-04

SENSACIÓN

En los atardeceres azules de verano iré por los senderos,
picoteado por el trigo, a pisar la hierba menuda:
soñador, sentiré su frescura bajo mis pies.
Dejaré que el viento bañe mi cabeza desnuda.

No hablaré ni pensaré nada,
pero el amor infinito ascenderá en mi alma,
e iré lejos, muy lejos, igual que un bohemio,
por la Naturaleza, feliz como junto a una mujer.

ARTHUR RIMBAUD
(Francia-1854)
De " Poesías y otros textos"


Madrid, 21-9-04

PRIMERA VELADA

Ella estaba tan desnuda...
grandes árboles indiscretos
tendían al cristal sus ramas
con malicia, cerca, cerca.

Sentada en mi gran silla,
el cuerpo semidesnudo, ella trenzaba las manos.
Sobre el suelo de la estancia,
de gozo se estremecían sus piececitos tan finos.

Miré, color de la cera,
un pequeño rayo montés
mariposeando en su sonrisa
y por encima de su pecho como mosca en un rosal.

Besé sus finos tobillos.
Su risa dulce y brutal
se desgranó en claros gorjeos
alegres y cristalinos.

Los pies bajo la camisa
se escurrieron: “¡Estáte quieto!”
El primer atrevimiento
fingió castigar su risa.

Palpitantes bajo mis labios,
besé muy suave sus ojos:
ella reclinó su cabeza
delicada: “¡Ah!, mucho mejor...

Señor, debo decirle algo...”
Le arrojé el resto a su pecho
en un beso que le produjo
risas de consentimiento...

Ella estaba tan desnuda...
Grandes árboles indiscretos
tendían al cristal sus ramas
con malicia, cerca, cerca.

ARTHUR RIMBAUD
(Francia-1854)
De " Poesías y otros textos"


Madrid, 22-9-04

EN LA TABERNA VERDE
cinco de la tarde

Llevaba ocho días destrozando mis zapatos
en los los guijarros del camino. Entré en Charleroi.
En la Taberna Verde: pedí unas rebanadas de pan
con mantequilla y jamón que estuviese templado.

Feliz, estiré las piernas bajo la mesa
verde: contemplé los motivos muy ingenuos
del tapiz. Y fue encantador, cuando
 la chica de enormes tetas y ojos vivos,

-¡a esa sí que no le asusta un beso!-
risueña, me trajo rebanadas con mantequilla,
jamón tibio, en un plato coloreado,

jamón rosa y blanco aromado con un diente
de ajo y me llenó la inmensa jarra con su espuma
que doraba un rayo de sol atrasado.

ARTHUR RIMBAUD
(Francia-1854)
De " Poesías y otros textos"
Traducción: Claire Deloupy


Madrid, 23-9-04

BUEN PENSAMIENTO AL AMANECER 

A las cuatro de la mañana, en verano,
el sueño de amor dura aún.
Bajo los pequeños bosques el alba evapora
el olor de la noche festejada.

 Pero allá en la inmensa obra
hacia el sol de las Hespérides,
en mangas de camisa, los carpinteros
ya se agitan.

En desierto de musgo, tranquilos
preparan artesonados valiosos
la riqueza de la ciudad
reirá bajo falsos cielos.

¡Ah! por estos Obreros encantadores,
súbditos de un rey de Babilonia,
¡Venus! deja un poco a los Amantes
su alma está en amores.

¡Oh Reina de los Pastores!
Lleva a los trabajadores el aguardiente
para que sus fuerzas estén en paz
mientras esperan el baño en el mar, a mediodía.

ARTHUR RIMBAUD
(Francia-1854)
De " Poesías y otros textos"
 


Madrid, 24-9-04

VERGÜENZA

Mientras la cuchilla no haya
cortado este cerebro,
este bulto blanco, verde y graso
de vapor jamás nuevo, 

(¡Ah! ¡Él debería cortarse
la nariz, los labios, las orejas,
el vientre, y abandonar
sus piernas! ¡oh maravilla!)

pero, no, creo, en verdad
que mientras la cuchilla
no haya pasado por su cabeza,
las piedras por su costado

y la llama por sus entrañas,
el niño molesto, la bestia tan tonta,
no debe cesar ni un instante
de engatusar y de ser traidor

como un gato de los Montes Rocosos,
¡de apestar todas las esferas!
que a su muerte, ¡oh Dios!
se eleve alguna oración.

ARTHUR RIMBAUD
(Francia-1854)
De " Poesías y otros textos"


Madrid, 27-9-04

DOMINGO

El sol y el viento, solos, sobre el pueblo.
Alegría de cal, de callejones últimos
entre un pudor de ramas,
por donde mis paseados, lentos días
salían a suaves campos.
Vecino era del agua y de la luz.

Campanas. Oh, la infancia que era como estas hojas,
grafía viva del aire y los reflejos
bajo la penetrante, mansa mirada de la tarde.

JUAN L. ORTIZ
Argentina-1896
De “El agua y la noche”


Madrid, 28-9-04

SEÑOR

He sido, tal vez, una rama de árbol,
una sombra de pájaro,
el reflejo de un río…

Señor,
esta mañana tengo
los párpados frescos como hojas,
las pupilas tan limpias como de agua,
un cristal en la voz como de pájaro,
la piel toda mojada de rocío,
y en las venas,
en vez de sangre,
una dulce corriente vegetal. 

Señor,
esta mañana tengo
los párpados iguales que hojas nuevas,
y temblorosa de oros,
abierta y pura como el cielo el alma. 

JUAN L. ORTIZ
Argentina-1896
De “El agua y la noche”


Madrid, 29-9-04 

SÍ, LAS ROSAS 

Sí, las rosas
y el canto de los pájaros.
Toda la hermosura del mundo,
y la nobleza del hombre,
y el encanto y la fuerza del espíritu.
Sí, la gracia de la primavera,
las sorpresas del cielo y de la mujer.
¿Pero la hondura negra, el agujero negro,
obsesionantes?

Sí, Dios, lo divino,
a través de la rosa y del rocío,
y del cielo móvil de unos ojos,
pero el vacío negro, el horror vago y permanente de la sombra?

Sí, muchachas en la tarde,
niños en los jardines,
paisajes que suenan como melodías perfectas,
versos de Rilke o de Brooke,
entusiasmo generoso de las jóvenes almas
capaz de cambiar el mundo,
belleza del sacrificio y del ideal,
y el amor, y el hijo, y la amistad,
¿pero el vacío negro, el escalofrío intermitente del abismo? 

JUAN L. ORTIZ
Argentina-1896
De “El alba sube”


Madrid, 30-9-04

 LA RIBERA

¿En qué sueños la vi, la vi en qué realidad?
Era ella de flores y con árboles altos
por entre cuyas ramas gráciles el verano
era un vapor azul que lejano temblaba.

¿Era la dicha pura, era la imagen de
la dicha delicada y común que esperaba
aquí cerca como una presencia misteriosa,
o era la esperanza emergiendo del agua

y llamando al confín entre las ramas quietas
cuando se miran niñas y amarillas las flores,
eternas, frente a los secretos pasos fluidos
del tiempo, de qué tiempo, del sueño o de la vida?

JUAN L. ORTIZ
Argentina-1896
De “El ángel inclinado”


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