Madrid, 1-10-04 

EN EL YAN-TSÉ 

Oh, las figuras del cariño, ¿dónde,
                        dónde ellas?

Llueve en mi corazón y llueve sobre el Yan-Tsé…

Pero ¿por qué no estáis aquí,
vidas, oh dulces vidas, a las que yo no sabía en otro espacio, también,
que el de mi corazón…?

Llueve en mi corazón y llueve sobre el Yan-Tsé…

¿Por qué no estáis aquí
enjugando conmigo o tratando de enjugar
el gris de Octubre?

O no seríamos, ya, junto con el río de la media-tarde,
más que unos hilos, unos hilos
para una suerte de trama que la melancolía misma está perdiendo,
                                         perdiendo?

Llueve en mi corazón y llueve sobre el Yan-Tsé…

De lágrimas Octubre, aquí, y acaso,
                          allí…
Pero allí será de alas, alas hasta en los pies, y aún en medio, ¿no?
                                                              de unas cortinas de nupcias,
                                y con mandolinas todavía por ahí… por las heridas
                                de los pajarillos, ¿no?
                   que corridas las cortinas, han de abrirle repentinamente, no
                                las fugas de los confines… 

Volará y bailará, ¿no? de jacarandaes…
Mas ¿estáis aquí?
Os miro a mi lado, los ojos en los míos…
¿De quiénes o de quién las estrellitas que mojan el minuto?
Unas pestañas, entonces, ¿de nadie? 

                                                        Y me doblo como un sauce…
Y sigue lloviendo en mi corazón y sigue lloviendo, lloviendo,
     lloviendo…
                                                         lloviendo sobre el Yan-Tsé…

JUAN L. ORTIZ
Argentina-1896
De “El junco y la corriente” 


Madrid, 4-10-04

 

EL OCASO DE LOS DIOSES

No hay nadie en la calle, en los ruidos húmedos, en el
     vuelo de las hojas y mis pasos quieren reiniciar
     las maderas de la adolescencia. 

Pero todo está abandonado, no hay nada que pueda
     favorecernos; ningún aire de inconsciencia, ningún
     reino de libertad. Sólo hábitos tolerantes haciendo
     crujir nuestra memoria. “Ha estado bien”, decimos.

 Dueños del incendio, de la bondad del crepúsculo,
     de nuestro hacer, de nuestra música, del único
     amor incoherente; soberanos de esa calle donde los
     tactos y la impresión hicieron su universo.

Las sombras acarician aún sus veredas, tu mismo
     nombre y tu gesto son una forma nocturna que en
     esa constelación crece y sabe enrostrar nuestra
     culpa.

Y todo termina con una esperanza, con una dilación
     -“ha estado bien”-, o en un bostezo, o en otro
     lugar donde es menester el coraje.

FRANCISCO URONDO
Argentina-1930
De “Poemas de batalla”


Madrid, 5-10-04

FIN Y PRINCIPIOS

Estoy en los ruidos de la tristeza,
en las tablas de la perdición,
en el aire de este tiempo maldito, infortunado;
llovizna criminal y sucia.

En aventuras, en la queja
del muerto y el terror de los vivos y el soplo
de los convalecientes.

Estoy en el clamor encontrado, fuera
de la felicidad y el fascismo y el olvido sin escuchar
la clausura y la ausencia,
sin tolerar la conmiseración, o desconocer
la alegría o la bondad o el dolor del caído.

Sin sentir resignaciones, sufriendo con rabia
la esperanza, viviendo a mi manera.

FRANCISCO URONDO
Argentina-1930
De “Poemas de batalla”


Madrid, 6-10-04

ASÍ ERA ELLA

A Agustín Zapata Gollán

 “En esta provincia de calchines y mocoretaes por parecerme
que En ellas ay las ptes y cosas que conviene
Juan de Garay

allá por la fiebre
otra vez has venido
dulce cantora

haragana
señora del día perdido
y del que comienza para perderse

soñada
en los lugares del agua 

cascabel

mujer del aire
y del dolor

sobre el agua has venido
para salvar a nadie
para que nadie registrara tu gesto

FRANCISCO URONDO
Argentina-1930
De “Poemas de batalla”


Madrid, 7-10-04

II

LA PETITE SENSACION

La arena eterna y movediza
de tu vientre; tu espalda –almohada del amor-, los
desfiladeros, las cumbres de tu cuerpo; las imperfecciones
que enternece. La voluntad
de ser libres, como cualquier país
subdesarrollado, enceguecido, dispuesto a la guerra. Hetaira
que busca su aire y su placer
compitiendo inútilmente con el brazo de mi privilegio.

El muslo enjoyado, el montón
de trigo que baja de tu cintura hebrera, los dos
cabritos, la torre
del cuello; sos
hermosa como los racimos, como las manzanas, como el sabor
de tu paladar. A levantarse,
mi amor, a salir a los campos,
a ventilar esta ciudad inseparable y maldita.

Aspiraba a muy poco. Sólo
quería el sol de tu cuerpo y las desdichas
de este mundo. Pretendía
las alternativas
del tiempo que raspa el alma y la luz
del testigo y del combatiente. Más tarde,
supe que el precio de
todo amor, de toda compañía, de toda liberación,
de toda esperanza, era la propia vida, que tampoco dispone.

FRANCISCO URONDO
Argentina-1930
De “Poemas de batalla”


Madrid, 8-10-04

 POR SOLEDADES

Un hombre es perseguido, una
familia entera, una organización, un pueblo. La
responsable de esta situación no es la codicia, sino un
comerciante con sus precios, con la imposición
de las reglas del juego. Los empresarios, la policía
con la imposición de las reglas del juego. Por eso
ese hombre, ese pueblo, esa familia, esa organización, se
siente perseguida. Es más, comienzan
a perseguirse entre ellos, a delatarse,
a difamarse, y juntos, a su vez, se lanzan a perseguir
quimeras, a olvidarse de las legítimas,
de las costosas pero realizables aspiraciones;
marginan la penosa esperanza. Entonces
toda la familia, todo el pueblo, entra
en el nivel más alto de la persecución: la paranoia, esa
refinada búsqueda de los
     perseguidos históricos y culturales.
     Y ésta
es la triste historia de los pueblos
derrotados, de las familias envilecidas,
de las organizaciones inútiles, de los hombres solitarios, la
llama que se consume sin el viento, los aires
que soplan sin amor, los amores que se marchitan
sobre la memoria del amor o sus fatuas presunciones.

FRANCISCO URONDO
Argentina-1930
De “Poemas de batalla”


Madrid, 11-10-04

MERCADO

Música de las colinas áridas
A cuyo son trueca el viento
Piedras por resinas de plata
Arenas por legumbres cálidas
Soledad por granos ansiosos
Mantas por mariposas de alas ardientes como la codicia
Tesoros errantes apostados al azar de la fiesta
Cuyos sombreros de fuego protegen de la sombra
En los patios abiertos como la herida eterna de lo desconocido
Oculta por cabezas de león y espejos que destellan
En la sangre de los andenes

¡Oh estas grandes fogatas sólidas plantadas sobre piedras!

¡Estas cajas de lujuria estas presas de flancos devorados
   por el follaje del sol!

¡Estas graderías de saqueo!

¡Estas furias nacidas en los más altos éxodos del año!

¡Estos cueros y abalorios y serpientes y hierros y frazadas
y tinturas y sacos y comidas y cóleras!
Destilando el oscuro veneno de la tierra
Las fórmulas más puras del deseo
Que tan sólo interroga el vagabundo de mirada tristísima
Siempre al filo del alma
Siempre mojando con su sangre instantánea las fauces
   del oráculo
El hombre de la máscara de fango

ENRIQUE MOLINA
Argentina-1910
De “Costumbres errantes o la redondez de la tierra”


Madrid, 13-10-04

PUERTOS CALIENTES

   Con un olor de luna caliente cuyo vaho
quema con sorda plata desierta las orillas,

en las bandas de América se abren
unos puertos sin sueño, unos oasis de moscas
caldeados por el viento, entre la luz y el trueno,
en los rancios anillos de la arena
donde elevan sus humos de alabanza,
su portal de tullidos como un coro
de perros y profetas,
ardiendo en las terrazas de la lluvia,
en las lajas manchadas por el tiempo.

   Es la desolación del océano,
su filtro derramado en unos labios
que susurran infamias tentadoras,
promesas como hiedras;
enmascarado en trapos de colores,
entre mercaderías y tatuajes,
impasible en el fuego de miseria que brota de la tierra.

   Es una miel sombría de mulatas
en un país de grillos,
tras las ocres persianas de madera,
comiendo su jaíba tristemente en la lumbre nocturna,
en medio de cortinas voluptuosas
donde los días yacen como una sal dormida:
el que tocó la cresta de las islas,
el que huía de estrellas azules y fatídicas,
el que eligió la playa para lavar sus muertos
cantando roncamente.

   Un triste son de negros, un tablón que castiga
en medio de las aguas, comido por la broma,
en la maniobra pálida del mar.

Y cuando el sueño sopla
-como un aire de antorchas vacilantes-
el ligero velamen de gasa de los lechos,
en silencio y solemnes
como ahogados en viaje,
zarpan entre la niebla los durmientes, hundiendo sus
   cabellos en la noche,
seguidos por sus nubes de insectos,
por su copo de aliento como una mariposa.

    ¡Esa hermosura!
Marismas de prostíbulos y llamas
bajo las alas mórbidas del trópico
que aletean sin fuerzas tal un adiós incierto
en el desdén remoto de las olas. Red colmada
por los frutos brutales. Arrabal del océano
donde vaga la luna con los labios brillantes
como una reina loca, errando entre los médanos
con su pobre campana de ladridos.

   Un canto de nostalgia, en la expiación del año,
nacido del fulgor de las adormideras,
como un eco de cosas que ya ardieron
en la sal del espacio.

ENRIQUE MOLINA
Argentina-1910
De “Pasiones terrestres”


Madrid, 14-10-04

A VAHÍNE

   Negra Vahíne
tu oscura trenza hacia tus pechos tibios
baja con su perfume de amapolas,
con su tallo que nutre la luz fosforescente,
y miras melancólica como el cielo te cubre
de antiguas hojas, cuyo rey es sólo
un soplo de la estación dormida en medio del viento,
donde yaces ahora, inmóvil como el cielo,
mientras sostienes una flor sin nombre,
un testimonio de la enloquecedora primavera en que moras

    ¿Conservará la sombra de tus labios
el beso de Gauguin, como una terca gota de salmuera
corroyendo hasta el fondo de tu infierno
la inocencia –el obstinado y ciego afán de tu ser-;
ya errante en la centella de los muertos,
lejana criatura del océano...?

   ¿Dónde labra tu tumba
el ácido marino?
Oh Vahíne, ¿dónde existes
ya sólo como piedra sobre arenas azules,
como techo de paja batido por el trópico,
como una fruta, un cántaro, una seta
que pueblan los espíritus del fuego, picada por los pájaros,
pura en la antología de la muerte...?

   No una guirnalda de sonrisas
no un espejuelo de melosas luces,
sino una ley furiosa, una radiante ofensa
al peso de los días
era lo que él buscaba, junto a tu piel,
junto a tus chatas fuentes de madera,
entre los grandes árboles,
cuando la soledad, la rebeldía,
azuzaban en su alma,
la apasionada fuga de las cosas.
Porque ¿qué ansía un hombre
sino sobrepujar una costumbre llena de polvo y tedio?

   Ahora, Vahíne, me contemplas sola,
a través de una niebla azotada por el vuelo de tantas
   invisibles aves muertas.
Y oyes mi vida que a tus pies se esparce
como una ola, un término de espuma
extrañamente lejos de tu orilla.

ENRIQUE MOLINA
Argentina-1910
De “Pasiones terrestres”


Madrid, 15-10-04

LA VOLUPTUOSIDAD
DE LAS AVES MIGRATORIAS

 Tan lejos de la felicidad de las familias
como la mendiga que riega los geranios con un líquido
   fosforescente
Como los pies de la aventura sobre el nácar de lo
   imprevisto
Nos amamos en la casa que corta todo lazo
Un lugar de hierros al rojo
Hierro de canciones de mar de náufrago de golpe de
   sueños contra los arrecifes de cocina ennegrecidos
   por el uso
Y las lámparas colgando de los mástiles de la
   techumbre
Con el secreto de las aves migratorias y el viento que
   provoca una sed inextinguible en esas cabezas de
   fuego cercenadas sobre un haz de leña
Siempre rodeados de tentáculos marinos ramificados
   sobre el lecho
Pues allí palpitaban como un diamante vivo todos
los espejismos del ocio
En esos pianos de la marea llenos de plantas oceánicas
   cuyo perfume es la música de la nostalgia
Y en una ampolla de cristal sobre el estrépito de los
   muelles a cada partida licuaban su sangre las reliquias
   de la noche venerada por los amantes
¡Oh Dios mío!
Demasiado feroces demasiado azuzados
Donde jamás la Rueda de la Fortuna deja de tender
   sus brazos perpetuamente jóvenes y amenazadores
Y nunca tocamos un objeto que no se convirtiera en
   polvo de idolatría sobre los sentidos
Y nunca hombre ni mujer se destruyeron tan
   apasionadamente en el esplendor de su amor

Así conocimos las fórmulas de la locura
La pasión de los perros vagabundos
Frases ininteligibles que sólo las caricias descifran
Las lluvias y el desenfreno de la noche
Y las águilas ardientes que caen de pronto sobre los
   cuerpos queridos para tributarles su cólera
En la barca de plumas varadas a manera de lecho
sobre la arena de los dormitorios
Con esas nubes de insectos como grandes esferas que
hacen tan bella luz suspensas en los lugares más
perdidos de este mundo
Iguales al farol de ciertos carros con largos ejes de
   canciones en ruinas recogiendo los despojos de la
   tormenta

(La ventana se abría a una resina misteriosa de color
   azul pálido
Que pegaba a los vidrios su rostro de niña embellecida
   por el frío
El piso era un colchón de hojas rojas con el tornasol
   de la hermosura inalcanzable
Con la fascinación de los abandonos súbitos
Y restos de aves marinas preferidos a todos los juegos
   de la memoria)

ENRIQUE MOLINA
Argentina-1910
De “Costumbres errantes o la redondez de la tierra”


Madrid, 18-10-04

UN ANIMAL ACABA DE MOVERSE

Un animal acaba de moverse

Se oyó un zueco raspar el pavimento bajo la paja 

                            Luego un grito

Preparaos para lo que va a pasar

                            Alguien acercó el ojo al tragaluz
                            Y miró

Todavía era de noche pero el reloj movía su péndola
sin dar las horas y hubo que esperar el día para saber
de qué se trataba

                            Los años pasan rápido en la cabeza
                            a oscuras de un niño

Después no hay sino un recuerdo único que se transforma

                            Sin embargo si uno mirara atenta-
                            mente el mismo punto se daría
                            cuenta de que no se ha movido

Es un juego de luces
Ya no se ven los mismos colores
Y los oídos también habrán cambiado

                            Qué espesa humareda

Intentando apartar las tinieblas con los dedos se ha
destrozado el rostro y el corazón

Si se hubiera encontrado a sí mismo en alguna
encrucijada

La rueda de un coche lo rozó al pasar y su chaqueta siguió
manchada de barro hasta el fin

                            Cuánto tiempo hacía que había
                            salido

Entre todos los objetos había un vacío que le hubiera
gustado llenar y su cabeza flotaba de uno a otro

                            Si hubiese querido el viento lo hubiera
                            llevado por encima de los árboles

Y tú te quedas allí inclinado sobre el parapeto
como si esperaras

                            La campana que tañe no te llama

                            Las sirenas hacen gemir los ardores de
                           otro clima

Una imagen

Es necesario romper todas las trabas y partir
                                                             las manos delante

En el fondo de uno siempre hay un pobre niño que
llora

PIERRE REVERDY
Francia-1889
De “El ladrón de Talad –novela en verso-


Madrid, 19-10-04

PARA MENTIR UNA SOLA VEZ

                          Apenas tocó el viejo el rincón del cielo
                          con la punta de su muleta se puso a
                          llover

                                       Abajo un niño insultaba
                                        a gritos

                                               Una ventana se cerraba y la
                                            calle volvía a la tranquilidad

Todo lo bueno me llega solo de arriba

La fuerza y la alegría

                                                             Nada de la tierra

En ella el sol brilla casual y debería reinar una noche
negra

                                El infierno no es menos placentero

Si pudiera cambiar de lugar

                                       Con gusto iría a pie pues tengo
                                       alas y si me descalzara no me
                                       cansaría
                                       Pero la poesía no existe en otra parte

                                       Las calles que no acaban

                                       Las casas cuya altura
                                       y miradas nos abruman

               A veces una sonríe

                                            Una cortina se levanta
                                            Un rostro se muestra entero
                                            Y esto es todo lo que uno se lleva
                                       Una imagen vive en algún sitio

El mago Abel había venido a ver a su amigo al que
había instalado desde hacía tres meses en un pequeño
cuarto de Montmartre

                                       Si a veces el viento sopla para
                                       sacudir los árboles y ahuyentar el
                                       polvo a quién se lo debemos

Sin mí los niños no sabrían jugar
He enseñado a cantar a los pájaros

A los poetas a servirse de las estrellas y de las luciérnagas
sin confundirlas

                                       He hecho malabarismos con el sol
                                       y la luna
Así he creado la haltera

                                            y el cielo

                                       Alguien que recorría el pasillo se detuvo

                                       De noche se habría podido ver a través
                                       de los muros el desfilar de sombras
                                                           Unas luces se desplazaban
                                       entre las puertas

                                                            Ligeros ruidos rozaban
                                       los tabiques y pasaban mujeres
                                       cantando

                                            Más pálidas que antiguos recuerdos

Esa noche faltaba una llave en el tablero

                                                             El nuevo inquilino había
                                                             salido

                                          Al partir se puede ya pensar en volver

                                          Y los que nunca se extravían

                                                                         En invierno la casa
                                                                         parecía más sola a
                                                                         causa de la nieve

                                                               Era un paisaje más lejano

                     A veces un triste puerto de mar

La casa permanecía sola en medio del lúgubre solar

                               Una bocina anunciaba la partida
a todos lo que se quedaban

PIERRE REVERDY
Francia-1889
De “El ladrón de Talad –novela en verso-


Madrid, 20-10-04

DETRÁS NUESTRO TODO SE ALZA

VIVO

                                      Y EL PASADO QUE

NOSOTROS MISMOS HEMOS CREADO
NO MUERE

           Vuelven los recuerdos

Sobre la estación una luz bajaba
del cielo
            La locomotora tenía una
gruesa linterna roja en el vientre
y un ojo verde

                                       Iba a traspasar pronto la noche
                                       que caía

En el andén todos esperaban la salida

                                  Los ojos dicen cosas tristes entre
                                  La muchedumbre extasiada

El tren se dirige a París

                                       Es un punto fluctuante que no
                                       se ve
                                                   Está en el otro extremo

                                       Los párpados se cierran sobre los ojos
                                       O sobre el corazón

                                       Es un velo

                                       Y cuando el telón se levanta

                                       Se puede por fin mirar ante sí

Nos preguntábamos ya dónde podría
andar el tren

                                                                La casa parecía vacía
Si hubiera podido no partir nunca

Al día siguiente nos sorprendíamos de que el
sol brillara todavía

                                                                        Tanto miedo
                                                                        habíamos tenido

Ahora la desgracia planeaba sobre la
aldea

Una nube que pasaba cortó en
dos el campanario

                                       Y el mar venía muy cerca
                                       a lamer los muros

Al atardecer una campana sacudió
el silencio

                                       y el tedio aún mayor que
                                       pesaba sobre los tejados

Ante la puerta cerrada la gente pasaba
lentamente mirando el suelo

                                       Buscaba la huella de mis pasos

PIERRE REVERDY
Francia-1889
De “El ladrón de Talad –novela en verso-


Madrid, 21-10-04

SI CAYERA SU CABEZA
NI SIQUIERA LA
RECOGERÍA

                                       Una voz subía desde el fondo y se extendía
                                       hasta la bóveda donde brillaba un agujero
                                       de rodillas para que aquellos a los que
                                       implora lo escuchen

          Los demás asistentes a su alrededor lo miran
          Sin embargo no son ni santos ni ángeles
          Y el hombre solo no está en una iglesia
          Si solamente fuera un establo

Pero las risas y los gritos estremecen los muros
Unos cristales se rompen
                                       él está en otra parte
e intenta en vano ser mejor

                                       Detrás se podría ver un río que ocupa
                                       todo el paisaje
                                                             Está en sombras
Sin embargo se ven algunos árboles
                                                          A través de los cristales

                                       Y todo eso entre la calle y el bulevar

                                                     En esto te veo pasar con un
                                                     rostro auténtico

Tu alegría me da miedo

                                       De dónde has sacado ese raro atuendo

                                                     Son gotas de agua más fresca
                                                     que se deslizan por tus manos

                                                     Y yo estoy dispuesto a morir

Música tras las ramas

                                                     El sol agita cascabeles en la
                                                     punta de cada barrote

Luego para levantar las manos más alto en un
momento de silencio él se subió a una silla

                                                     Pero siempre hay un techo
                                                     que separa

Era en una casa sin lumbre en la que todos
estaban a gusto

          Habíamos puesto paja
          para fundir la nieve

                                                     Es que ninguno de ellos recuerda

                                                     Su rostro no se parece a nada

Detrás delante
a la misma hora

                                       Hay que escuchar con atención para oír
                                       llorar a alguien

Pueden venir

                                       el peligro ya no me da miedo

                                       Hay tanto cansancio en nuestros
                                       miembros

                                  Cada uno se duerme para morir
                                  Esta noche

                                                     si nuestro suplicio acabara

                                  Rostros que danzan

                                                                 la llama se ha consumido

Y para el que se despierta

Siempre tendremos un pensamiento
                                                            incluso dormidos

Los árboles resplandecen en una esquina

                                       Lejos de aquí

                                                           Es un sueño

          Y yo

Una sola cabeza más pálida que se yergue

                                       Contra el muro

PIERRE REVERDY
Francia-1889
De “El ladrón de Talad –novela en verso-


Madrid, 22-10-04

NO VEÍAMOS SINO LO QUE
ESTABA DELANTE

                                              PERO

DETRÁS ALGO AMENAZABA
CON CAER SOBRE NUESTRAS
CABEZAS

                                       Si semejante calma continúa

                                                                              Todo se acabará

 Incluso el humo no sabe ya adónde ir

En pleno día se hubiera dicho muchas veces que era de noche

                                 Aunque sólo sea una amenaza ya no se respira

                                 Después serán más fuertes los golpes

                                 Todos los ríos dejarán de correr

                                 No habrá más que sangre por doquier y será
                                 el fin

Los que tienen miedo se detienen
para mirar hacia atrás

                                                                  Sólo es el viento

Como un dedo una veleta indica la dirección
a los pájaros que alzan el vuelo

                                                                       Pájaros más grandes

                                 Tras el pabellón se toca La Marsellesa

                                 Y en el calor que sube en bloque
                                 el sol se baña con los niños que
                                 no habían venido desde el año pasado

                                                                  Uno salpica al otro

                                 Una cinta oscura indica el límite
                                 donde el tiempo se detiene tras algún
                                 accidente mecánico

                                      Acaso se puede bostezar ante la Eternidad
                                      que continúa

                                 Todo el mundo se sobresalta
                                 con igual impaciencia y el
                                 malestar aumenta

                                                                  Se espera el disparo que
                                                                  abrirá la temporada

                                 Cerrar los ojos a causa del ruido

                                      Acaso había otro hombre para
                                 cantar al mismo tiempo que tú

El primer disparo no había matado
a nadie pero tu cara tenía un ojo
de más y tu risa se agrandaba

                                 Ahora qué se espera para partir

                                 El camino aguarda ya bajo los árboles
                                 Y también hay animales muy mansos que uno
                                 no reconocería sin los hombres que
                                 los montan

                                                                  Por fin la columna se mueve sin
                                                                  que nadie haya dado la señal

Acaso podía uno dormirse

Todas las trompetas tocaban diana tras
el foso y el sueño cortado por esta cuchilla
hay que partir ya

                                 Un imán obligaría siempre a mi corazón
                                 a volver

Mirando de más cerca se hubiera podido ver
a dónde conducía ese camino orlado de estrellas

El verde caía de cada lado en forma de bestias
feroces y se esperaba ver salir a un hombre

Una cuchilla gravitaba entre las copas de dos árboles
y se hubiera dicho que iba a caer
Pero no se debía cortar ninguna cabeza

                                 Y allí donde lo que se ama crece en intensidad
                                 todo se funde para quedar por siempre inmóvil

Al despertar ya no era en el
mismo mundo de antaño donde
se entraba

                                 Durante este tiempo había aprendido
                                 el oficio militar

A pesar del peligro siempre acechante
su rostro ovalado sonreía

Qué extraña cara

                                 Un andar más pesado se acercaba

El ronco trueno perseguía los
relámpagos ahora más resplandecientes

     Completamente estrellado el cielo cayó sobre la otra
     vertiente

Y los caballos que iban a desplomarse contra el liso
pavimento levantaron el vuelo

                                 Ya no quedaba nada

Allá lejos en el campo
apacible temblaron los cristales

                                 Un ruido rozaba el suelo
                                                                     Se esperaba
                                                                  sin saber qué

Pero apenas levantado el telón
alguien anunció otra
comedia en lugar del drama

                                 Por algunas gotas de sangre que han
                                 hecho brotar flores tricolores la
                                 muchedumbre se exaltó

                                 El sombrero que se agitaba en el aire
                                 demostraba un entusiasmo del que
                                 nadie pudo dudar

                                      Y el otro permanecía inmóvil con
                                 una cabeza menos grave y más tranquila
                                 El furor que reinaba pasó

                                      Su oleada cabrileó al nivel de los
                                 hombros estrechos

                                      No se vio más que un bastón que
                                 subía y de pronto la cabeza rebotó
                                 hasta el kiosco donde flameaba una
                                 bandera

                                      Pobre cabeza

                                      Tenía los ojos azules la frente
                                 blanca y la sangre que corría por
                                 tierra era tan roja

PIERRE REVERDY
Francia-1889
De “El ladrón de Talad –novela en verso- 


Madrid, 25-10-04

A LOS CUARENTA Y CINCO AÑOS

Sentado cerca, muy cerca, de mi alma,
miro las flores de mi pequeño jardín
y me estremezco.

Es mi jardín una gota pequeña de mi sangre.
Son mis flores colores de mi vista.
Reconozco crecer en el lento y pertinaz,
crecer de yerbas buenas, anémonas o
pequeñas caléndulas retorcidas de amor.

En el centro de mi pequeño jardín está la selva.
Esotéricas malvas, margaritas perdidas de inocencia.
Pequeñas campanillas multicolores pero con ruido a selva,
a tambores alucinados, a tambores quietos esperando la muerte,
a pequeños tambores de locura, a tambores valientes,
empedernidos, tercos tambores, que ya suenan sin manos,
que ya suenan por la simple alegría de sonar.

Tambores, tambores negros, tambores de la muerte.
Arranco de mi jardín, una inocencia, un don, una esperanza,
arranco del centro de mi jardín, del fondo mismo de la selva,
pequeña poesía enamorada, rota de amor, futura.

MIGUEL OSCAR MENASSA
España-1940
De “La patria del poeta”


Madrid, 26-10-04

CUANDO SE ABRAN LOS VIENTRES

Cuando se abran los vientres, yo no tomaré nada.
Entre los despedazados cuerpos confusos y alertas,
entre la poca realidad, lo negro, la débil vida,
amante del cuerpo de la letra, diré mis palabras.

Vengo de aquí, soy de aquí mismo, roca de soledad:

Nací en vuestra mirada, nací en vuestra impudicia,
nací como una fuente enloquecida, aguas del deseo,
para dejar palabras, voz de la poesía, en libertad.

Tengo, por haber atravesado los confines del hombre,
por haberme deslizado en la mirada de la muere,
algo del universo, una partícula de infinito en mi voz.

Vengo de aquí, soy de tus propias entrañas, el eco,
alucinado y luminoso de tu propio silencio oscuro,
el eco donde el tiempo, arrasa la memoria.

MIGUEL OSCAR MENASSA
España-1940
De “La patria del poeta”


Madrid, 27-10-04

LA VIDA VIVE EN MIS PALABRAS

La vida vive en mis palabras, el goce en mi voz
y vosotros, tendréis que resolver el acertijo.
Soy una herida abierta que sólo se repite sin dolor.
Soy una pulsación, sin ritmo, ni latidos.

Algo del ser que ya no fue sino representado.

Un hilo de luz en la montaña abierta y desolada,
pero sin que hubiera de haber desolación,
ni montaña, ni hilo, ni tan siquiera luz.

No soy el humo que parte de la llama y se disipa,
ni el grito que se arranca de la garganta para ser
ni el perfume que escapa de la piel del deseo.

Soy algo del humo, algo de la llama, que perdura:
lo que el grito no pudo asesinar de la garganta,
olor vacío de perfumes, agujero de piel, poesía.

MIGUEL OSCAR MENASSA
España-1940
De “La patria del poeta”


Madrid, 28-10-04

LEJANÍA 

Ahora estoy excitado, loco de contento,
me puse a decir cosas y nació un poema.
Después me sacudí las últimas cenizas de la muerte
y me puse a mirar la lejanía y, algo me estremeció.

No fue una luz de fuego, ni el dolor de la guerra,
ni del futuro las artes y las ciencias luminosas.
No vi cuando miré la lejanía la caída del mundo.
Ni bombas atónitas, ni láser asesino, ni venenos.

No vi al hombre en soledad encerrado en sí mismo.
Ni a la mujer crucificada queriendo ser nuevas religiones.
No vi familias encadenadas o muertas o estados corrompidos.

No vi niños raquíticos ni jóvenes drogados o perdidos.
Ni me vi, a mí mismo, viejo, con barba blanca, escribiendo.
Lo que vi fue, sencillamente, la lejanía y, eso, me estremeció. 

MIGUEL OSCAR MENASSA
España-1940
De “La patria del poeta”


Madrid, 29-10-04 

POESÍA 2000 

Deshojados rumores del tiempo
se abanican sobre mi cuerpo ya dejado de lado.

Son instantes que huelen a podrido, a carne agusanada.

Dejo volar mis manos
y el fin de siglo se conmueve por la pureza de mis gestos.

El Apocalipsis esperado era esta página.

En medio de la guerra,
en medio de la guerra atómica,
en medio de otras guerras,
la guerra sucia, la guerra fría.
En medio de la droga, la pólvora,
la mutilación, la muerte,
el sida silencioso,
ha nacido el poeta.

Aquí me tenéis, soy el ejemplo posible.
En medio exacto de la locura universal,
vivo, no padezco de nada y cuando canto,
es una carne ajena la que canta en mi voz. 

MIGUEL OSCAR MENASSA
España-1940
De “La patria del poeta”



Selección de Poemas Editados
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