Madrid, 2-11-04 

CANCIÓN 

Nacía un potro bajo las hojas de bronce. Un hombre puso bayas amargas en nuestras manos. Extranjero. Que pasaba. Y he aquí que hay un rumor de otras provincias que me agrada... “Te saludo, hija mía, bajo el mayor de los árboles del año”.

*

Pues el sol entra en Leo y el Extranjero ha puesto el dedo en la boca de los muertos. Extranjero. Que reía. Y nos habla de una hierba. ¡Ah, cuántas brisas en las provincias! ¡Cuánta holgura en nuestros caminos! ¡Cómo me deleita la trompeta, y la pluma sabia en el escándalo del ala!... ”Alma mía, muchacha, tenías costumbres que no son las nuestras.” 

*

 Nació un potro bajo las hojas de bronce. Un hombre puso esas bayas amargas en nuestras manos. Extranjero. Que pasaba. Y he aquí un gran rumor en un árbol de bronce. ¡Alquitrán y rosas, don del canto! ¡Truenos y flautas en las alcobas! ¡Ah, cuánta holgura en nuestros caminos! ¡Ah, cuántas historias en el año, y el Extranjero a su talante por los caminos de toda la tierra!... “Te saludo, hija mía, bajo la vestidura más hermosa del año”. 

SAINT-JOHN PERSE
Guadalupe (Colonia francesa) -1887

De “Anábasis”



 

Madrid, 3-11-04 

LLUVIAS

II 

   Nodrizas sospechosas, Acompañantes con los ojos velados por la edad,
oh Lluvias por las cuales
   El hombre insólito mantiene su casta, ¿qué le diremos este atardecer
a quien mida la altura de nuestra vigilia?
   ¿Sobre qué nuevo lecho, a qué cabeza esquiva otra vez arrebataremos
la centella valiosa? 

   Mudo el Ande sobre mi techo, tengo una aclamación muy fuerte en
mí, ¡y es para vosotras, oh Lluvias!
   Llevaré mi causa ante vosotras: ¡en la punta de vuestras lanzas lo más
claro de mi bien!
   ¡La espuma en los labios del poema como una leche de corales! 

   Y aquella que danza como un encantador de serpientes a la entrada de
mis frases,
   La idea, más desnuda que una espada en el juego de las facciones,
   Me enseñará el rito y la medida contra la impaciencia del poema. 

   Señor terrible de mi risa, guárdame de la confesión, de la acogida y del
canto.
   Señor terrible de mi risa, ¡cuánta ofensa hay en los labios del aguacero!
   ¡Cuántos fraudes consumados bajo nuestras más altas migraciones! 

   En la noche clara de mediodía, nosotros ofrecemos más de una
proposición nueva
   Sobre la esencia del ser...¡Oh, esas humaredas sobre la piedra del
hogar!
   Y la lluvia tibia sobre nuestros tejados hizo muy bien en apagar las
lámparas en nuestras manos. 

SAINT-JOHN PERSE
Guadalupe (Colonia francesa)-1887

De “Exilio”


Madrid, 4-11-04 

CRÓNICA

IV 

   Errantes, oh Tierra, soñábamos... 

   No poseemos tenencia de feudo ni bienes raíces. No hemos conocido herencia y nada podemos legar. ¿Quién supo nunca nuestra edad y nuestro nombre humano? ¿Y quién habría de disputar nunca sobre nuestro lugar de nacimiento? Epónimo, el ancestro, y su gloria, sin huella. Nuestras obras viven lejos de nosotros en sus vergeles de relámpagos. Y no tenemos puesto entre los hombres del instante. 

   Errantes, ¿qué sabíamos del lecho de la abuela, por mucho escudo de armas que hubiese en su madera moteada de las Islas?... No había nombre para nosotros en el viejo gong de bronce de la antigua morada. No había nombre para nosotros en el oratorio de nuestras madres (madera de jacarandá o de cidro), ni en la móvil antena de oro en la frente de las guardianas de color. 

   No estábamos en la madera de violero de la espineta o del arpa, ni en el cuello de cisne de los grandes muebles lustrosos, color vino de especias. No estábamos tampoco en los cincelados del bronce ni en el ónice ni en las estrías de las pilastras, ni en los vidrios poblados de árboles de los altos armarios de libros, todos miel y oro y cuero rojo de Emir, 

   Sino en la concha de la tortuga gigante aún maloliente, y en la ropa de las criadas, y en la cera de los guadarneses por donde se pierde la avispa; ¡ah! en la piedra del viejo fusil del negro y en el olor de viruta fresca de los carpinteros de ribera, y en el espolón del velero en el dique familiar; mejor, en la pasta de coral blanco aserrada para las terrazas, y en la piedra negra y blanca de los grandes embaldosados de las cocinas, y en el yunque del herrador, y en ese cabo de cadena brillante, bajo la tormenta, que alza, cuerno alto, el animal negro y pesado que tiene bolsa de cuero... 

El alga fétida de medianoche fue nuestra compañía en los desvanes. 

SAINT-JOHN PERSE
Guadalupe (Colonia francesa)-1887

De “Crónica”


Madrid, 5-11-04 

NOCTURNO 

   Ya están maduros esos frutos de un receloso destino. Surgidos de nuestro sueño, alimentados con nuestra sangre, ellos, que obsesionaban la púrpura de nuestras noches, son los frutos del largo afán, son los frutos del largo deseo, fueron nuestros cómplices más secretos y, a menudo próximos a la confesión, nos empujaban a sus metas fuera del abismo de nuestras noches... ¡Favor a la luz del día! Ya están maduros y bajo la púrpura esos frutos de un imperioso destino –No los encontramos de nuestro agrado.

   ¡Sol del ser, traición! ¿Dónde estuvo el fraude, dónde la ofensa? ¿Dónde estuvieron la culpa y la tara y cuál es el error? ¿Volveremos a coger el tema desde su nacimiento? ¿Reviviremos la fiebre y el tormento?... Majestad de la rosa, no nos contamos entre tus devotos: hacia algo más amargo va nuestra sangre, hacia algo más severo nuestros afanes, inseguros son nuestros caminos y profunda es la noche en que se alejan nuestros dioses. Rosas caninas y zarpas negras pueblan para nosotros las orillas del naufragio.

   Ya están madurando esos frutos de otra orilla. “¡Sol del ser, cúbreme!” –palabra del tránsfuga. Y los que lo hayan visto pasar dirán: ¿quién fue ese hombre y cuál su morada? ¿Iba solitario bajo la luz del día para mostrar la púrpura de sus noches?... ¡Sol del ser, Príncipe y Señor! Nuestras obras están dispersas, nuestras tareas sin honor y nuestros trigos sin cosecha: la gavilladora espera al pie del atardecer-. Ya están teñidos de nuestra sangre esos frutos de un tormentoso destino.

Con su paso de gavilladora, se va la vida sin odio ni rescate. 

SAINT-JOHN PERSE
Guadalupe (Colonia francesa)-1887

De “Canto para un Equinoccio”


Madrid, 8-11-04

SOY ESA FLOR 

Tu vida es un gran río, va caudalosamente,
A su orilla, invisible, yo broto dulcemente.
Soy esa flor perdida entre juncos y achiras
Que piadoso alimentas, pero acaso ni miras. 

Cuando creces me arrastras y me muero en tu seno,
Cuando secas me muero poco a poco en el cieno;
Pero de nuevo vuelvo a brotar dulcemente
Cuando en los días bellos vas caudalosamente. 

Soy esa flor perdida que brota en tus riberas
Humilde y silenciosa todas las primaveras. 

ALFONSINA STORNI
Suiza-1892
De “Irremediablemente”


Madrid, 10-11-04 

OJO 

Reposa.
El crepúsculo
muere más
allí, donde, pájaro quieto,
aguarda. 

Mares tristes,
apretados,
mueven
en él
sus olas. 

Los paisajes
del día
lo navegan
lentos. 

Tímidas,
las primeras estrellas
lloran
su luz insabora
en la pupila fija 

En el fondo oscuro
largas hileras humanas
se le desplazan
incesantemente: 

Parten
en distintas
direcciones;
retroceden;
retroceden:
tocan
los primeros
hombres: 

Gimen porque nace el sol.
Gimen porque muere el sol… 

Todo está allí,
apretado en la cuenca,
donde,
pájaro quieto,
aguarda.

ALFONSINA STORNI
Suiza-1892
De “Mundo de siete pozos”


Madrid, 11-11-04 

PASIÓN 

Unos besan las sienes, otros besan las manos,
otros besan los ojos, otros besan la boca.
Pero de aquél a éste la diferencia es poca.
No son dioses, ¿qué quieres? son apenas humanos.

Pero, encontrar un día el espíritu sumo,
la condición divina en el pecho de un fuerte,
el hombre en cuya llama quisieras deshacerte
¡como al golpe del viento las columnas del humo! 

La mano que al posarse, grave, sobre tu espalda,
haga noble tu pecho, generosa tu falda,
y más hondos los surcos creadores de tus sesos. 

Y la mirada grande, que mientras te ilumine
te encienda al rojoblanco, y te arda, y te calcine
¡hasta el seco ramaje de los pálidos huesos! 

ALFONSINA STORNI
Suiza-1892
De “Mundo de siete pozos”


Madrid, 12-11-04 

AMOR 

Baja del cielo la endiablada punta
con que carne mortal hieres y engañas.
Untada viene de divinas mañas
y cielo y tierra su veneno junta. 

La sangre de hombre que en la herida apunta
florece en selvas: sus crecidas cañas
de sombras de oro, hienden las entrañas
del cielo prieto y su ascender pregunta. 

Aguardando en la noche la respuesta
las cañas doblan la empinada testa.
Flamea el cielo sus azules gasas. 

Vientos negros, detrás de los cristales
de las estrellas, mueven grandes masas
de mundos muertos, por sus arrabales. 

ALFONSINA STORNI
Suiza-1892
De “Mundo de siete pozos”


Madrid, 15-11-04

LA ROSA GRIS

Todo está en esta rosa gris. La vida
menudamente canta. En este pájaro
de plumas incontables está el vuelo
que va del ojo al corazón y al labio.

Aquel amor, aquella risa, aquella
esperanza, en su playa se bañaron.
Nacieron de su arena aquella angustia,
aquel rencor, aquellos desencantos.

Llaman las cosas desde fuera, dicen
su cuento, abren su río cotidiano;
multiplica la luz sus abalorios,
y la música quiebra su rosario.

Desterrada aventura, sueño antiguo,
ceniza azul, espuma de entusiasmo,
ramillete de escarcha, sombra mía,
circunscripción de cerebrales planos.

La vida va por esta rama oscura,
por este diminuto sol opaco,
por esta nube de materia donde
cae la lluvia del tiempo como un llanto.

Todo está en esta rosa gris. Efunde
desde esta realidad todo el milagro.

LEOPOLDO DE LUIS
España-1918
De “Reformatorio de adultos”


Madrid, 16-11-04 

LA ROPA EN LA VENTANA 

Como falsos ahorcados en el aire
sus cuerpos vacilantes y vacíos,
desnudos de nosotros, brazos, piernas,
cinturas, pechos, cuellos, suspendidos.

Pasa la luz de enero, entre los blancos
fantasmas con su frío.
Deshabitadas formas desvividas,
huecos humanos ateridos.

Esa silueta con que juega el viento,
ese perfil he sido.
Tus manos compañeras lo han salvado
con su dolor de qué tristes residuos.

En el aire tal vez me reconozco,
un poco soy bandera al viento herido.
Jirón que se estremece mudamente,
por un cristal me miro. 

Y no sé si es la ropa o es la vida
la que pende de un hilo.

LEOPOLDO DE LUIS
España-1918
De “Reformatorio de adultos”


Madrid, 17-11-04

CÓMPLICES

No olvides que tú y yo estamos unidos
por un asesinato. Somos cómplices
mutuamente, y culpables cada uno
de haber matado al otro la esperanza.

Yo no intento la huida. No la intentes
tú. ¿A dónde iría? ¿A dónde irás? Retorna.
Las yemas de tus dedos que he besado
tanto, traicionarían tu inocencia.

Sabemos de nosotros demasiado.
Somos dos delincuentes: no es posible
la regeneración. Reformatorio
de adultos. ¿Qué reforma?

Cuando convictos y confesos hemos
sido llevados al lugar del crimen
dijimos: “volveríamos a hacerlo”
y “no estaremos nunca arrepentidos”.

LEOPOLDO DE LUIS
España-1918
De “Reformatorio de adultos”


Madrid, 18-11-04

EL TESTIMONIO

Te lo he contado todo ya. En el tiempo
y la esperanza, todo te lo he dicho
y hemos mirado, mientras nos mirábamos,
cómo hasta aquí llegó el agua del río.

Te he explicado que estamos a la puerta
de una casa que tal vez no ha existido,
que hemos anclado hasta el cansancio, juntos,

La realidad hemos mirado, tú
y yo, como quien mira su destino,
y hemos logrado descubrir las cosas
libres de cortinajes y exorcismos.

Sabemos cómo son y, aunque nos duela,
ya no nos coge nada sorprendidos.
La vida es una azul muchacha que
se ve al espejo y en su cara hay siglos.

La crueldad tiene los ojos grises,
tiene el rencor los ojos amarillos,
el miedo tiene azules las pupilas
y la miseria de un pálido esquivo.

El dolor es un hombre que camina
y un perro que le clava su colmillo,
y la desesperanza una mujer
con un hueco en los brazos en vez de hijo.

La soledad es una niña que
nunca salió a la plaza los domingos,
y tú y yo somos soplo acongojado
del mundo en que nos toca ser testigos. 

LEOPOLDO DE LUIS
España-1918
De “De aquel agua de amor”


Madrid, 19-11-04

ABRIL PONE SU CLARO

Todo lo que perdí
volverá con las aves
J.G.

Abril pone su claro
milagro en el paisaje,
su adolescente rosa
de luz sobre la tarde.

La flor y la pureza,
el tibio amor del aire:
todo vuelve en las alas
de pájaros fugaces.

Pero ayer yo era otro
por este mismo parque.
De lo que perdí, nada
volverá con las aves.
La cigüeña celeste,
blanca cruz en el aire.

La golondrina negra
llena de claridades,
pájaros que devuelven
pubertad al paisaje.

Pero lo que he perdido
nunca lo traen las aves.

Aquel niño no tiene
hoy su mirada de antes.
El corazón vestirse
de almendros ya no sabe.
¡Abril, abril! gritaba.
Pero si Octubre abate
con sus manos oscuras
los verdes alminares…
Lo que se pierde, ¿siempre
retorna con las aves?
¿Cómo al rosal la rosa?
¿Cómo la brisa al sauce?

Pájaros imposibles
de anidar en mi sangre.
Oh plumas que no logran
sostenerse en mi aire. 

Pájaros imposibles. 

Lo que he perdido nunca
volverá con las aves.

LEOPOLDO DE LUIS
España-1918
De “Herido va de luz el pájaro de octubre”


Madrid, 22-11-04

MANOS 

   Manos, interjecciones en el día,
punzón de la palabra, roedoras
del cadáver del viento, exploradoras
de su mansión de alada geometría.

   Manos palpantes, que en la sombra fría,
a seno, mármol, flor doráis las horas,
evocando a otra luz, desveladoras,
la atónita belleza, que dormía.

   Manos que a pleno sol vais nocherniegas,
garzas entre la bruma del instinto,
frenesí de expresar lo zahareño.

   Manos, tristes de tacto; lindes ciegas
de nuestro melancólico recinto.
Oh torpes manos, límites del sueño.

DÁMASO ALONSO
(España-1898)
De “Oscura noticia”


Madrid, 23-11-04

DESTRUCCIÓN INMINENTE

    ¿Te quebraré, varita de avellano,
te quebraré quizás? Oh tierna vida,
ciega pasión en verde hervor nacida,
tú, frágil ser que oprimo con mi mano.

    Un chispazo fugaz, sólo un liviano
crujir en dulce pulpa estremecida,
y aprenderás, oh rama desvalida,
cuánto pudo la muerte en un verano.

    Más, no; te dejaré... Juega en el viento,
hasta que pierdas, al otoño agudo,
tu verde frenesí, hoja tras hoja.

    Dame otoño también, Señor, que siento
no sé qué hondo crujir, qué espanto mudo.
Detén, oh Dios, tu llamarada roja.

 DÁMASO ALONSO
(España-1898)
De “Oscura noticia”


Madrid, 24-11-04

NOCHE

   Pozo de alto bullir –escalofríos
y hervores de tus fuentes azuladas-,
que, en pulular de estrellas enjambradas,
riegas a Dios sus lóbregos baldíos:

   Aún hay más noche en los veneros míos,
donde las aguas rugen represadas,
más lívidas estrellas derramadas,
más turbias nebulosas, más vacíos.

   Acaso tú, al brocal de tu ancho cielo,
entre mis negras aguas de amargura
miras mi torpe rebullir lejano.

   Yo interrogo a tu abismo desde el suelo.
Oh doble pozo oscuro. Oh doble hondura.
Tú, pozo sideral; yo, pozo humano.

DÁMASO ALONSO
(España-1898)
De “Oscura noticia”


Madrid, 25-11-04

TORRENTE DE LA SANGRE

¡Ceja, testuz fatal! ¡Cómo te siento,
furibundo, embestir contra mi sienes!
Ciega bestia en acoso, ¿por qué vienes
contra el dique a romper de tu aposento?

   ¿Qué frenesí te acucia? Ese lamento
mugidor, di ¿por qué? ¿Por qué, si tienes
mis más dorados días en rehenes
y en prenda un corazón que fue del viento?

   Árbol de pulpa roja, arrebatado
del huracán de mi secreta mina,
por donde en sombra rompes tu camino; 

   Árbol, cual yo, torrente despeñado,
ciega bestia, cual yo. ¡Mi ángel de ruina!
¡Oh ciclón de mi propio torbellino!

DÁMASO ALONSO
(España-1898)
De “Oscura noticia”


Madrid, 26-11-04

ORACIÓN POR LA BELLEZA
DE UNA MUCHACHA
 

   Tú le diste esa ardiente simetría
de los labios, con brasa de tu hondura,
y en dos enormes cauces de negrura,
simas de infinitud, luz de tu día; 

   esos bultos de nieve, que bullía
al soliviar del lino la tersura,
y, prodigios de exacta arquitectura,
dos columnas que cantan tu armonía. 

   Ay, tú, Señor, le diste esa ladera
que en un álabe dulce se derrama,
miel secreta en el humo entredorado. 

   ¿A qué tu poderosa mano espera?
Mortal belleza eternidad reclama.
¡Dale la eternidad que le has negado! 

DÁMASO ALONSO
(España-1898)
De “Oscura noticia”


Madrid, 29-11-04

PÁJAROS DE LAS ISLAS…

    Pájaros de las islas: en vuestra concurrencia
hay una voluntad,
hay un arte secreto y una divina ciencia,
gracia de eternidad.
   Vuestras evoluciones, academia expresiva,
signos sobre el azur,
riegan a Oriente ensueño, a Occidente ansia viva,
paz a Norte y a Sur.

   La gloria de las rosas y el candor de los lirios
a vuestros ojos son,
y a vuestras alas líricas son las brisas de Ulises,
los vientos de Jasón:
   Almas dulces y herméticas que al eterno problema
sois, en cifra veloz,
lo mismo que la roca, el huracán, la gema,
el iris y la voz.
   Pájaros de las islas, ¡oh pájaros marinos!
vuestros revuelos, con
ser dicha de mis ojos, son problemas divinos
de mi meditación.
   Y con las alas puras de mi deseo abiertas
hacia la inmensidad,
imito vuestros giros en busca de las puertas
de la única Verdad.

RUBÉN DARÍO
Nicaragua-1867
De “Poesía dispersa”


Madrid, 30-11-04

 EL FAISÁN

   Dijo sus secretos el faisán de oro.
En el gabinete, mi blanco tesoro;
de sus claras risas el divino coro.

   Las bellas figuras de los gobelinos,
los cristales llenos de aromados vinos,
Las rosas francesas en los vasos chinos.

   (Las rosas francesas, porque fue allá en Francia
donde, en el retiro de la dulce estancia,
esas frescas rosas dieron su fragancia.)
   La cena esperaba. Quitadas las vendas,
iban mil amores de flechas tremendas
en aquella noche de Cartestolendas.
   La careta negra se quitó la niña,
y tras el preludio de una alegre riña
apuró mi boca vino de su viña.
   Vino de la viña de la boca loca,
que hace arder el beso, que el mordisco invoca.
¡Oh los blancos dientes de la loca boca!
   En su boca ardiente yo bebí los vinos,
y, pinzas rosadas, sus dedos divinos
me dieron las fresas y los langostinos.
   Yo la vestimenta de Pierrot tenía
y aunque me alegraba y aunque me reía,
moraba en mi alma la melancolía.
   La carnavelesca noche luminosa,
dio a mi triste espíritu la mujer hermosa,
sus ojos de fuego, sus labios de rosa.
   Y en el gabinete del café galante
ella se encontraba con su nuevo amante,
peregrino pálido de un país distante.

   Llegaban los ecos de vagos cantares,
y se despedían de sus azahares
miles de purezas en los bulevares.
   Y cuando el champaña me cantó su canto,
por una ventana vi que un negro manto
de nube, de Febo cubría el encanto.
   Y dije a la amada de un día: “¿No viste
de pronto ponerse la noche tan triste?
¿Acaso la Reina de luz ya no existe?”
   Ella me miraba. Y el faisán, cubierto
de plumas de oro: -“¡Pierrot, ten por cierto
que tu fiel amada, que la Luna, ha muerto!”.

RUBÉN DARÍO
Nicaragua-1867
De “Prosas profanas”


Selección de Poemas Editados
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