Madrid, 1-9-03

VUELO SIN ORILLAS

 

ABANDONÉ las sombras,
las espesas paredes,
los ruidos familiares,
la amistad de los libros,
el tabaco, las plumas,
los secos cielorrasos;
para salir volando,
desesperadamente.

Abajo: en la penumbra,
las amargas cornisas,
las calles desoladas,
los faroles sonámbulos,
las muertas chimeneas,
los rumores cansados;
pero seguí volando, 
desesperadamente.

Ya todo era silencio,
simuladas catástrofes,
grandes charcos de sombra,

aguaceros, relámpagos, 
vagabundos islotes
de inestables riberas;
pero seguí volando, 
desesperadamente.,

Un resplandor desnudo,
una luz calcinante .
se interpuso en mi ruta,
me fascinó de muerte,
pero logré evadirme
de su letal influjo,
para seguir volando, 
desesperadamente.

Todavía el destino
de mundos fenecidos,
desorientó mi vuelo
-de sideral constancia-
con sus vanas parábolas
y sus aureolas falsas;
pero seguí volando, 
desesperadamente.

Me oprimía lo fluido,
la limpidez maciza, 
el vacío escarchado,
la inaudible distancia,
la oquedad insonora, 
el reposo asfixiante; 
pero seguí volando, 
desesperadamente.

Ya no existía nada,
la nada estaba ausente;
ni oscuridad, ni lumbre, 
-ni unas manos celestes-
ni vida, ni destino,
ni misterio, ni muerte:
pero seguía volando,
desesperadamente.

 

OLIVERIO GIRONDO
Argentina-1891
De "Persuasión de los días"


Madrid, 2-9-03

CANSANCIO

CANSADO
¡Si!
cansado
de usar un solo brazo,
dos labios,
veinte dedos,
no sé cuántas palabras,
no sé cuantos recuerdos,
grisáceos,
fragmentarios.

cansado,
muy cansado,

de este frío esqueleto,
tan púdico, 
tan casto,
que cuando se desnude
no sabré si es el mismo
que usé mientras vivía.

Cansado.
¡Sí!
Cansado
por carecer de antenas,
de un ojo en cada omóplato
y de una cola auténtica,
alegre,
desatada,
y no este rabo hipócrita,
degenerado,
enano.

Cansado,
sobre todo,
de estar siempre conmigo,
de hallarme cada día,
cuando termina el sueño,
allí, donde me encuentre,
con las mismas narices
y con las mismas piernas;
como si no deseara
esperar la rompiente con un cutis de playa,
ofrecer, al rocío, dos senos de magnolia,
acariciar la tierra con un vientre de oruga,
y vivir, unos meses, adentro de una piedra.

 

OLIVERIO GIRONDO
Argentina-1891
De "Persuasión de los días"


Madrid, 3-9-03

EJECUTORIA DEL MIASMA

 

ESTE CLIMA de asfixia que impregna 
                       [los pulmones
de una anhelante angustia de pez 
                              [recién pescado.
Este hedor adhesivo y errabundo,
que intoxica la vida
y nos hunde en viscosas pesadillas de 
                         [lodo.
Este miasma corrupto,
que insufla en nuestros poros 
apetencias de pulpo,
deseos de vinchuca,
no surge,
ni ha surgido
de estos conglomerados de sucia  
                         [hemoglobina,
cal viva,
soda cáustica,
hidrógeno,
pis úrico,
que infectan los colchones,

los techos,
las veredas,
con sus almas cariadas,
con sus gestos leprosos.
Este olor homicida,
rastrero,
ineludible,
brota de otras raíces,
arranca de otras fuentes.
A través de años muertos,
de atardeceres rancios,
de sepulcros gaseosos,
de cauces subterráneos,
se han ido aglutinando con los juegos
                                [pestíferos,
los detritus hediondos,
las corrosivas vísceras,
las esquirlas podridas que dejaron el 
                              [crimen,
la idiotez purulenta,
la inquietud sin sexo,
el grangrenoso engaño,
hasta surgir el aire,
expandirse en el viento,
y tornarse corpóreo;
para abrir las ventanas,
penetrar en los cuartos,
tomarnos del cogote,
empujarnos al asco,
mientras grita su inquina,
su adversión,
su desprecio,
por todo lo que allana la acritud de
                         [las horas,
por todo lo que alivia la angustia de
                               [los días.

 

OLIVERIO GIRONDO
Argentina-1891
De "Persuasión de los días"


Madrid, 4-9-03

¡AZOTADME!

 

Aquí estoy,
¡Azotadme!
Merezco que me azoten.

No lamí la rompiente,
la sombra de las vacas,
las espinas,
la lluvia;
con fervor,
durante años;
descalzo,
estremecido,
absorto,
iluminado.

No me postré ante el barro,
ante el misterio intacto
del polen,
de la calma,
del gusano,
del pasto;
por timidez,

por miedo,
por pudor,
por cansancio.

No adoré los pesebres,
las ventanas heridas,
los ojos de los burros,
los manzanos,
el alba;
sin restricción,
de hinojos,
entregado,
desnudo,
con los poros erectos,
con los brazos al viento,
delirante,
sombrío;
en comunión de espanto,
de humildad,
de ignorancia,
como hubiera deseado...
¡como hubiera deseado!

OLIVERIO GIRONDO
Argentina-1891
De "Persuasión de los días"


Madrid, 5-9-03

 

NOCTURNOS

 

1

No soy yo quien escucha
ese trote llovido que atraviesa mis venas.
No soy yo quien se pasa la lengua entre los labios,
al sentir que la boca se me llena de arena.
No soy yo quien espera,
enredado en mis nervios,
que las horas me acerquen el alivio del sueño,
ni el que está con mis manos, de yeso enloquecido,
mirando, entre mis huesos, las áridas paredes.
No soy yo quien escribe estas palabras huérfanas.

 

2

DEBAJO de la almohada
una mano,
mi mano,
que se agranda,
se agranda,
inexorablemente,
para emerger,
de pronto, 
en la más alta noche,
abandonar la cama, 
traspasar las paredes, 
mezclarse con las sombras,
distenderse en las calles.
y recubrir los techos de las casas sonámbulas.
A través de mis párpados
yo contemplo sus dedos, 
apacibles,
tranquilos, 
de ciclópeas falanges; 
los millares de ríos
zigzagueantes, 
resecos
que recorren la palma desierta de esa mano,
desmesurada, 
enorme, 
adherida al insomnio,
a mi brazo, 
a mi cuerpo el diminuto, 
perdido a en medio de las sábanas;
sin explicarme cómo esa mano
es mi mano, 
ni saber por qué causa se empeña en disminuirse.

3

ME ASOMO a los ladridos.
¿Qué hace este árbol despierto?
Las sombras no se apartan,
se aprietan a sus cuerpos.
No me agrada esta calma,
este silencio muerto,
sin carne,
puro hueso.
A través de la veta, mineral, de una nube,
aparece la luna.
Ya me lo sospechaba.
¿Qué hacer?
             ¿Qué hacer?
La miro.
         Quiero ulular.
                        No puedo.

 

4

Y TÚ también
quejido,
inútil,
extraviado,
de tranvía ya loco
de trajes
y de horarios;
adentro de mis venas,
en mi tiempo,
en mis huesos,
mezclado a mi silencio,
a mi pulso,
a mi fiebre,
a todo lo que impregna
esta vigilia estéril,
con ritmo de gotera,
de persiana que se abre
y golpea, golpea,
aquí,
adentro de lo hueco,
donde estoy confinado,
recluido entre tendones,
asomado a los párpados, 
entre azoteas,
ventanas
moribundos, 
vajillas que se bañan,
rodeado de papeles,
de todo lo que sufre , 
mi presencia obstinada: 
los libros,
la ceniza, 
los lápices, 
la silla, 
el pelo y la dulzura
que se acerca y me mira,
la mesa
y el ropero,
con sus trajes ahorcados,
la cama que me espera
el velamen tendido--
anclada en la penumbra,
¿en el sueño?,
¿en la vida?,
las cortinas,
la alfombra,
que miro y me entristece
cuando voy a sacarme,
con calma,
los botines,
y llega algún recuerdo
fragmentario,
perdido:
las plazas de mi infancia.
un camino,
una casa; 
las manos
las caderas 
las piernas amputadas 
de mujeres diluidas  
por las horas,
los ruidos,
que suelen detenerme,
de pronto
en la certeza 
de haberlas poseído
entre muebles extraños;
mientras oigo la calle,
la noche que oscuramente muge,
como una vaca enferma,
al ir a cobijarse
en los grandes hangares
que orinan los inviernos,
mientras salen los trenes,
taciturnos,
quejosos,
que van hacia la aurora
desgarrando el silencio,
con un grito oxidado
que se mezcla a mis nervios,
a mi tinta,
a mi sangre.

 

5

La lluvia,
con frecuencia
penetra por mis poros,
ablanda mis tendones,
traspasa mis arterias,
me impregna, 
poco a poco,
los huesos, 
la memoria. 

Entonces, 
me refugio
en un rincón cualquiera
y estirado en el suelo
escucho,
durante horas,
el ritmo de las gotas
que manan de mi carne,
como de una gotera.

 

6

BUENAS noches, lechuza.
Me agrada la presencia de tus ojos callados,
y ver pastar las sombras debajo de los árboles.
Pero hay algo esta noche,
desazonado,
hueco,
latente,
inexpresado.
¡Ah! Lechuza. Lechuza.
¡Si tuviese tu quena!...
¿Será el viento,
la sombra?
Está aquí.
En la nuca.
A mi espalda.
En tus ojos.
¡Por favor!
No te rías,
No te rías, lechuza.

 

7

LA NOCHE, navegando , como ayer,
como siempre,
por aguas de silencio,
de calma,
de misterio.
y el campo, las ciudades,
los árboles,
lo inmóvil,
rodando por el aire,
como ayer,
como siempre,
a miles de kilómetros,
hacia el sol,
hacia el día,
para seguir de nuevo,
sin descanso,
sin tregua,
el mismo derrotero
de oscuridad,
de estrellas,

¡Qué motivo de asombro!
¡Cuánta monotonía!

 

8

UN CABALLO y un coche.
¿Un coche muerto?
Más allá del silencio,
debajo del asfalto,
sobre las chimeneas,
en el aire,
en mis venas,
socavando la noche,
la angustia,
las paredes,
con su trote vacío,
con su ritmo de muerte.
Un caballo y un coche.

 

9

SOLO,
con mi esqueleto,
mi sombra,
mis arterias,
como un sapo en su cueva,
asomado al verano,
entre miles de insectos
que saltan,
retroceden,
se atropellan,
fallecen;
en una delirante actividad sin rumbo,
inútil,
arbitraria,
febril,
idéntica a la fiebre
que sufren las ciudades.
Solo,
con la ventana
abierta a las estrellas,
entre árboles y muebles que ignoran mi existencia,
sin deseos de irme,
ni ganas de quedarme
a vivir otras noches,
aquí,
o en otra parte,
con el mismo esqueleto,
y las mismas arterias,
como un sapo en su cueva
circundado de insectos
.

OLIVERIO GIRONDO
Argentina-1891
De "Persuasión de los días"


Madrid 8-9-03

LLUVIA

hoy llueve mucho, mucho,

y pareciera que están lavando el mundo
mi vecino de al lado mira la lluvia
y piensa escribir una carta de amor/
una carta a la mujer que vive con él
y le cocina y le lava la ropa y hace el amor con él
y se parece a su sombra/
mi vecino nunca le dice palabras de amor a la mujer/
entra a la casa por la ventana y no por la puerta/
por la puerta se entra a muchos sitios/
al trabajo, al cuartel, a la cárcel,
a todos los edificios del mundo/
pero no al mundo/
ni a una mujer/ni al alma/
es decir/a ese cajón o nave o lluvia que llamamos así/
como hoy/que llueve mucho/
y me cuesta escribir la palabra amor/
porque el amor es una cosa y la palabra amor es otra cosa/
y sólo el alma sabe dónde las dos se encuentran/
y cuándo/y cómo/
pero el alma qué puede explicar/
por eso mi vecino tiene tormentas en la boca/
palabras que naufragan/
palabras que no saben que hay sol porque nacen y
            mueren la misma noche en que amó/
y dejan cartas en el pensamiento que él nunca escribirá/
como el silencio que hay entre dos rocas/
o como yo/que escribo palabras para volver
a mi vecino que mira la lluvia/
a la lluvia/
a mi corazón desterrado/

JUAN GELMAN
Argentina-1930
De su libro “Eso”


Madrid 10-9-03

CITA XII

estas palabras como piedras que
caen de vos amontonando muros/
estos muros de vos como palabras
que me piedran la muda/sorda/ciega

 alma que me brillás/cuerpo que hierve
amurado a tu dulce compañía/
sequedades de arder en la herramienta
que labra el alma como piedra que
cayó de vos/o muros sordo/ciego/
mudo de guerra altísima/sonido
inevitable de tu ser/o astro
girando en la batalla de la noche

JUAN GELMAN
Argentina-1930
De su libro “Notas”


Madrid 11-9-03

NOTA V

no echés a la tristeza del fogón/
siéntese aquí a mi lado/vieja/
usté nunca me va a dejar/
perdóneme si la olvidé

si anduve de rabia en rabia
saliendo de un muerto entrando
a otro muerto o mundo roto/
si así viajé todos estos años/

arrímese/tristeza/que
me hace frío tanta furia
y tanto puerto muerto y
necesito viajar/viajar

JUAN GELMAN
Argentina-1930
De su libro “Notas”


Madrid 12-9-03

ARTE POÉTICA

como un martillo la realidad/bate
las telitas del alma o corazón/forja en
caliente o frío/no presume/resaca
ilusiones podridas/piensa

como un pájaro ronco/delira
en su revés/ruge cual
la tigra de Pascual/pisa
las telitas del alma o corazón/crepitaba

mañana en tu calor/sonará
como un tiro en la frente del compañero muerto ayer
y en lo que todavía habrá que morir y nacer/
como un martillo

JUAN GELMAN
Argentina-1930
De su libro “Hechos”


Madrid, 15-9-03

El POETA CIEGO

a Jorge Luis Borges

La onda extendía su designio entre el deseo y la piedra
y golpeaba el tiempo en que se deslizaba la profecía:
los recuerdos inscribían tu retrato que caía de los años
y Guillermo Tell horadaba las palabras que iluminaban tu cabeza.
La noche aún no había sido devorada
pero en el retrato estaban tus ancestros y el rey Lear
que contaba las guerras
                                       el río de sangre
                                                                y las ausencias
el rostro que llevaste cuando la ceguera de Homero
           forjaba la espada de Ilión
           y el sexo acuoso de Circe.
Ahora
       en noche repetida
       cuando las tinieblas bailan en el alba
enumeras el cansancio de Antígona y los ojos ciegos
        de Edipo
        la visión de Swedenborg
                     y el cierre espinoso de John Donne
que caían en las campanas que doblaban in tenebris.

Los ángeles ciegos del abismo que vienen en busca del
        olvido
brillan en tus cuencas para ver la ausencia:
traen la oscuridad de un dios en el exilio
que has negado al enfrentarlo en la noche sin verbos de Tlön
y en el rostro multiplicado del simurg.

Ya no te ves en los espejos que aceleraban la infamia
ni en el timbre que vibraba en los días recurrentes
ni aún en las palabras que se arrastraban en tu impulso.
Sólo ves desde una ventana ciega abierta al vacío
que los hombres acuñaron con el nombre de gloria.

En tus ojos crecieron otros ojos
y en tu rostro la eternidad sin ojos.

JUAN-JACOBO BAJARLÍA
Argentina-1914


Madrid, 16-9-03

IN MEMORIAM
ANTONIO DI BENEDETTO

El exilio era el camino,
los días que caían
en la soledad de una botella,
        en el tiempo que se arrastraba a tus pies
        bajo las altas barreras del desprecio.

Cuatro muros y un camastro,
un agujero y un ojo en el agujero
que crecían en la noche,
        dos puntas que hurgueteaban tu cuerpo
        y se metían en la sangre,
        una palabra extraída de un freezer
        y el grito enarbolado de los diablos
        te abrían las tinieblas
                      repartiendo el exilio.

Ellos venían lentamente:
Don Diego de Zama devoraba las sombras
y juntaba los miedos en la punta de la espada,
la voz en los muñones y la sangre.
El Silenciero enumeraba el estallido
y reunía las noches detrás de los barrotes.

Ellos venían lentamente
sobre ese papel que simulabas en la barba
    masticando el destino
                                      sin amigos
        sin perro ni mujer ni aire caliente
        sin una frazada para tu sombra
                         ni un bébete la fiebre
                                        ni un signo
ni un gato que se arqueara buscando las ausencias.
Ellos venían barriendo las esperas
         los espejos que devolvían el deseo.

Soñabas...
        y eran sombras, sólo sombras:
        Heráclito enterrado bajo el estiércol,
                                           mordido por el odio.
        Yeats aplastado entre dos fantasmas
        que descifraban el Tetragrámaton.
Soñabas...
        y eran sombras, sólo sombras:
        Ezra Pound devorado por la usurocracia,
        y César Vallejo sorbido en un pantano.

La muerte te esperaba
                  golpeando las esperas
                  mordiendo tu silencio
                  detrás del alba oscura.
Y fue a las tres de una madrugada
                   a las tres del pensamiento:
tu cuerpo desnudo contra el muro,
         el muro de los gallos a las tres de la espera
         y el pelotón apuntando tus palabras
                     gatillando el olvido
         cuando la muerte paría sus engendros
         sobre una sombra llovida en la memoria.

JUAN-JACOBO BAJARLÍA
Argentina-1914


Madrid, 17-9-03

POEMA DE LAS COMPENSACIONES

Vino desde el otro lado de las sombras
         y trajo la luz y las palabras
         el horizonte que enumeraba las estrellas
         y las rutas que caían al abismo.
Vino desde las tierras que habitó el exilio
cubierto de semáforos
y de hilos enredados a su voz
         que volaban en la noche
         bajo los árboles que mordían el alba.

Pidió pan y le ofrecieron las tinieblas
         agua y le dieron el acíbar.
Pidió una mano y le trajeron un deseo
         el fervor y le trajeron una mueca
         que brillaba en la oscuridad
         y cabalgaba en los ojos.
Vino desde el otro lado de las sombras
          que habitaron el exilio.
Pidió el amanecer y le trajeron la sangre.

JUAN-JACOBO BAJARLÍA
Argentina-1914


Madrid, 18-9-03

SE QUE ME BUSCAS

Sé que estás ahí,
metida en la madera que me llama
        bajo la luz que teje la cara del infierno,
que enhebras el miedo en el hilo
        que cose nuestros ojos.

La vida que me dieron te pare lentamente,
busca mi doble en las tinieblas
         para hallarse con él del otro lado del camino.
No puedes ver el sol pero vibras en la sed
y a veces tocas la flauta que hierve en mis oídos.
Tu madera se hace gusano
        que se alimenta de la noche
donde otra madera muerde el rencor y pare el olvido.
Sé que estás esperándome para que crezcas.

Los árboles han perdido el origen
        pero me llaman:
el mundo desciende de sus hojas
y tú me buscas llena de frío entre los huesos.

JUAN-JACOBO BAJARLÍA
Argentina-1914


Madrid, 19-9-03

BRINDIS

a Primavera y
Gabriel Eduardo

En esta mesa del bar, bajo el
bullicio, cuando la luna arroja
los signos de seres cósmicos
diluidos en la asepsia

Brindo por los que se jugaron a cara o cruz
        y hallaron el abismo,
por los hombres y mujeres que se fueron al amanecer
        y reinventaron sus vientres en las ciénagas,
por los inextinguibles vendedores de sueños.
Brindo por los que murieron en Hiroshima
        y se convirtieron en pieles voladoras,
por las manos que dieron la señal del vacío
        y vieron al monstruo en Dallas,
        en Memphis o en Buenos Aires.
Brindo por los que lloran,
por los que perdieron sus ojos,
por los que extraviaron su voz en las tinieblas
        y desaparecieron en Vietnam,
        en Biafra o en Nigeria,
por el Sermón de la Montaña
       y la justicia en el gesto,
por Lautréamont que odiaba los gemidos,
por Saint-Pol-Roux, quien al acostarse
        ponía un cartel en su puerta
        que decía: El poeta trabaja.
Brindo por el Poverello de Asís
       que festejaba al hermano lobo.

Algo se detiene en mis ojos.
Brindo por los que se perdieron en la luz
        y no hallaron las palabras.
Brindo por mis hijos
       que un día se sentarán en esta mesa repetida
       para devorar sus lágrimas
y por los hijos de mis hijos
que vivirán en una galaxia lejana,
intoxicados de espacio.
Brindo por los tristes
        que arañan las entrañas del planeta
        y cavan las raíces del hombre,
por Neferkeptáh que fue disuelto en el aire,
y por Gilgamesh que perdió la inmortalidad.

Algo se detiene en mis ojos
        donde veo el hambre,
        la noche que se oxida
        y el sexo que se pudre en las probetas.
Algo se detiene
        cuando los que tienen sed reciben un lanzazo
        y los átomos gangrenan los planetas.
Algo se detiene
       y brindo por Lucifer, ya viejo y derrotado,
por los hambrientos que vendieron el alma,
por los ojos de los muertos
        que transitan en los ataúdes,
por todos los que habitan en mi sangre
        y crecen en mis ojos.

JUAN-JACOBO BAJARLÍA
Argentina-1914


Madrid, 22-9-03

DESCUBRIMIENTO DE ESPAÑA

Un día viniendo del Sur,
del Sur también de mi sangre, del Sur de mi ceniza,
de la ceniza de los que me dieron la sangre, el hueso, la
            mirada,
una niñita llegó y dijo: El aire.
Y después el aire del país y el aceite.
Hermanos, hermanos.

Un día viniendo del Sur,
vine a dar adonde nunca había estado pero volvía sin
            embargo,
reconocí los aldabones, el tahonero, la gorda de la
            pescadería,
una niñita llegó y dijo: La tierra.
Y después la tierra del país y el vino.
Amigos, amigos.

Un día viniendo del sur,
del sur de la Madre patria a ella, de la muerte de mis
            padres,
encontré de pronto la música, la luz que me arrebataron
            casualmente,
una niñita llegó y dijo: El agua.
Y después el agua del país y el pan.
Madre, madre.

Un día viniendo del Sur
vine a dar al país de donde había salido antes de nacer
–cuando mi madre adolescente me soñaba en el fondo
            del trasatlántico-
una niñita llegó y dijo: El fuego.
Y después el fuego del país y el amor.
Querida, querida.

RAÚL GONZÁLEZ TUÑÓN
Argentina-1905
De “La muerte en Madrid”


Madrid, 23-9-03

LA REBELIÓN DE LA SANGRE

 (Madrid está despierta,
sangre y ceniza,
los muertos y los vivos
¡qué bien la cuidan!
Qué bien la cuidan, sí,
qué bien la cuidan,
sangre y ceniza bordan
su banderita.)

¡Es la salida de la sangre!

Ya está sobre la tierra acontecida
y al precioso subsuelo de los huesos
y al sótano caliente de ceniza
llega su grito rojo.
¡Es la salida de la sangre!

Viene con su tambor arrebatado
–el tam-tam de la sangre-
viene con los claveles desatados
y los agudos lirios iracundos
color de rojo sangre enamorado.
¡Es la salida de la sangre!

Las miradas se tiñen en el río
que desborda la arena.
¡Es la pasión! le ponen banderillas
la copla popular y las arengas.
¡Es la salida de la sangre!

Nada más que la sangre.
Nada más que la tierra.

Y el hombre en la colina enarbolando
el fusil, la rosa, la estrella. 

¡Es la salida de la sangre!
Es la salida de la sangre.
Es la salida de la sangre.
Es la salida.

RAÚL GONZÁLEZ TUÑÓN
Argentina-1905
De “La muerte en Madrid”


Madrid, 24-9-03

LOS VOLUNTARIOS 

(“Puente de los Franceses.
nadie te pasa,
porque los milicianos
¡qué bien te guardan!”
Qué bien te guardan, sí,
qué bien te guardan,
cubierta de ceniza
la madrugada.)

No preguntaron.

Vinieron de tierras subidas a los mapas.
Según la latitud agrias o dulces,
duras o fraternales.
Oh viajeros,
con puñales, con rosas, fotografías de jefes queridos,
de niños solos, lugares y muertes.

No preguntaron.

Así vinieron,
nadie los llamó.
Un día llegaron a morir en los muros de la ciudad

            sitiada,
de la que sólo vieron sus orillas.

No preguntaron.

¡Tan delicadamente!
Qué aristocracia popular,
qué señores de la sangre y qué ilustre morir
cuya herida
explicaba el secreto de la pólvora.

No preguntaron.

Ellos,
los hombres de la primera columna voluntaria,
no preguntaron ¿cómo se va al museo?

¿dónde están las mujeres y las coplas?
¿cómo se come aquí? ¿dónde está la taberna?
¿cómo se va a la catedral? ¿dónde está el cementerio?
ni cualquier otra cosa que pregunta un viajero
que conoce la sed, el hambre, el mundo.

No preguntaron.

RAÚL GONZÁLEZ TUÑÓN
Argentina-1905
De “La muerte en Madrid”


Madrid, 25-9-03

EL VISITANTE

“El poeta es un espía de dios.”

Cuando el invierno vele los fantasmas azules
de la niebla en el barrio
y ya sean memoria la mudanza, el entierro del gorrión,
            el domingo,
y los libros se callen en las estanterías
para que vuelva sin temor el grillo
del hogar, fugitivo de un distante verano,
preguntará al olvido
dónde se oculta el espía del tiempo,
en qué relojería, en qué almanaque,
en qué caja de música
abandonada por un niño
y junto a cuál de las sutiles ventanas del crepúsculo
donde sólo hacia adentro puede asomarse uno
la saudade construye sus delicados puentes.

y desde qué clavel del aire
o qué alga marina, o qué arpa de Harpo Marx
apareciendo en un desván, de súbito,
el porvenir –que es poeta- nos mira.

RAÚL GONZÁLEZ TUÑÓN
Argentina-1905
De “Poemas para el atril de una pianola”


Madrid, 26-9-03

  DOMINGO FERREIRO

Toca la gaita Domingo Ferreiro
toca la gaita... «¡Non queiro, non queiro!»
Porque están llenas de sangre las rías,
porque no quiero, no quiero, no quiero.

Y se secaron los ramos floridos
que ella traía en la falda del viento,
que ella traía a su novio soldado
o pescador, labrador, marinero.

Sobre Galicia ha caído la peste,
ay, los oscuros sargentos vinieron.
Están colgando en los pinos los hombres,
toca la gaita, no quiero, no quiero.

Nuestros hermanos que están allá abajo
pronto vendrán a vengar a los muertos,
pronto vendrán en mitad del verano,

pronto vendrán en mitad del invierno.

El que no ha muerto andará por el monte
y en las aldeas cayeron los buenos.
Ay, que no vayan los lobos al monte,
toca la gaita, no quiero, no quiero.

Ya llegarán las valientes milicias
para acabar con la hez del desierto.
Ya llegarán en mitad de la Historia,
ya llegarán en mitad de los tiempos.

Toca la gaita... ¡que baile el obispo!
Toca la gaita, no quiero, no quiero.
Porque no es hora de fiesta en España,
porque no quiero, no quiero, no quiero.

Ya llegarán los soldados leales
para acabar con los pájaros negros,
ya llegarán en mitad de la Biblia,
ya llegarán en mitad de los muertos.

Toca la gaita. ¡Que baile la víbora!
Toca la gaita, no quiero, no quiero.
Porque la gaita no quiere que toque.
Porque se ha muerto Domingo Ferreiro.

RAÚL GONZÁLEZ TUÑÓN
Argentina-1905
 


Madrid, 29-9-03

INTRODUCCIÓN A LA ODA

Varón callado y hembra silenciosa
me dieron la privanza de la tierra:
El último yo soy, y el que despunta.

Los hombres de mi sangre cosechaban el mar,
pero no levantaron la canción entre peces:
            Junto al mar el silencio
            fue sudor de sus años,
            estela de sus naves
            y aroma de sus muertes;
porque el silencio entonces era un gran corazón
            que no debe partirse.
El Primero y el Último es mi nombre:
            el último callado
y el primero que suena.

En el día sin lanzas amasé mi canción
            con un barro durable.
Se habían pronunciado las palabras:
”Toda canción es flecha de destierro”.
            Y en el día sin lanzas
            por encima del hombro
            disparé mi canción.
Fructificaba el árbol con altura de árbol
            y al sol el buey mugía
            con altura de buey;
pero mi voz, ¡oh, duelo! era más alta
            que mi altura de hombre. 

            Y la muerte del árbol
estaba más distante que la muerte del buey;
pero mi muerte ya era un fuego vivo
y era mi canto el humo de mi muerte.

(Esta canción tiene los pies de niño
            y el corazón de hombre:
pie que gira en el baile de la hoguera,
            corazón que redobla
            en la danza del humo).

¡Qué bien pesaban en la tierra el árbol
y el hombre y sus pacientes animales!
            La longitud era canción,
            la latitud era canción
            y era canción la altura.

            Tres canciones atadas
            componían el mundo
y al hombre y sus pacientes animales.
¡Oh, geometría en todo su verdor!
¡Oh, fuertes ataduras en el día sin lanzas!

             Pero mi voz crecía
            por sobre mi cabeza
y un nudo se soltaba en mi canción.

LEOPOLDO MARECHAL
Argentina-1900
De “Odas para el hombre y la mujer”


Madrid, 30-9-03

DE LA ADOLESCENTE

Entre mujeres alta ya, la niña
            quiere llamarse Viento.
Y el mundo es una rama que se dobla
            casi junto a sus manos,
            y la niña quisiera
            tener filos de viento.

            Pero no es hora, y ríe,
            ya entre mujeres alta:
sus dedos no soltaron todavía
            el nudo de la guerra
ni su palabra inauguró en los vivos
regiones de dolor, campos de gozo.
            Su boca está cerrada
            junto a las grandes aguas.

            Y dicen los varones:
”Elogios impacientes la maduran:
            cuando se llame Viento
            nos tocará su mano
            repleta de castigos”.

Y las mujeres dicen:
            “Nadie quebró su risa:
Maneras de rayar le enseñaron los días”.

La niña entre alabanzas amanece:
            cantado es su verdor,
            increíble su muerte.

LEOPOLDO MARECHAL
Argentina-1900
De “Odas para el hombre y la mujer”  


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