Madrid,
3-11-03
Aquella tarde, al decirle
yo que me iba del pueblo,
me miró triste -¡qué dulce!-,
vagamente sonriendo.
Me dijo: ¿Por qué te vas?
Le dije: Porque el silencio
de estos valles me amortaja
como si estuviera muerto.
-¿Por qué te vas?- He
sentido
que quiere gritar mi pecho,
y en estos valles callados
voy a gritar y no puedo.
Y me dijo: ¿Adónde vas?
Y le dije: Adonde el cielo
esté más alto, y no brillen
sobre mí tantos luceros.
Hundió su mirada negra
allá en los valles desiertos,
y se quedó muda y triste,
vagamente sonriendo.
(Paisajes
del corazón)
JUAN
RAMÓN JIMÉNEZ
(España-1881)
De “Rima de
sombra”
Madrid,
4-11-03
El amor se va
por los campos; llega
a las puertas de
las pobres aldeas.
Y mujeres solas,
de miradas plenas,
lo sienten venir,
lo paran, lo besan.
“-¿De dónde eres tú?”
...Los ocasos dejan
errando, entre luces
vagas, su belleza,
y por el oscuro
árbol de la puerta,
los ojos, ¡qué grandes!
lo ven en la estrella.
Por la noche, llenos,
los cuerpos se sueñan;
y en el corazón,
que sin fe ni ciencia,
toda carne brota
-¡flores de la tierra!-
un nido, que huele
bien en la miseria,
a aquel niño hombre,
delicado espera.
Luego, el hombre viene.
La mujer se deja...
El barro peor
de la primavera.
JUAN
RAMÓN JIMÉNEZ
(España-1881)
De “Baladas de primavera”
Madrid,
5-11-03
Doraba
la luna el río
-¡fresco de la madrugada!-
Por el mar venían olas
teñidas de luz de alba.
El campo débil y triste
se iba alumbrando. Quedaba
el canto roto de un grillo,
la queja oscura de un agua.
Huía el viento a su gruta,
el horror a su cabaña;
en el verde de los pinos
se iban abriendo las alas.
Las estrellas se morían,
se rosaba la montaña;
allá en el pozo del huerto,
la golondrina cantaba.
JUAN
RAMÓN JIMÉNEZ
(España-1881)
De
“Pastorales”
Madrid,
6-11-03
Saco mi esperanza, igual
que una deslumbrante joya,
de mi corazón –su caja-,
la paseo entre las rosas,
la mimo, como a una hija,
una hermana, o una novia,
la miro infinitamente,
...y la guardo, otra vez, sola.
JUAN
RAMÓN JIMÉNEZ
(España-1881)
De "Estio
Madrid,
7-11-03
Yo le tiré al ideal,
creyendo que no le daba.
-¡Tiro negro, cómo abrió
tu culatazo mi alma!-
La tarde, después del tiro
que le partió las entrañas,
se calló, de pronto, oscuro
lo verde, la frente pálida.
Y oí, allá en mi corazón
que, saltando, lo esperaba,
el golpe seco del cielo
muerto, cerrado de alas.
(Rosas de setiembre)
JUAN
RAMÓN JIMÉNEZ
(España-1881)
De
“Olvidanzas”
Madrid,
10-11-03
A UN AMIGO QUE ME ENVIÓ UNAS ROSAS
Cuando
ya tarde paseaba por los campos felices
a la hora en que la alondra sacude el trémulo rocío
de su exhuberante escondite de trébol, cuando de nuevo
los bravos caballeros cogen sus abollados escudos:
vi la flor más linda que haya ofrecido la naturaleza silvestre,
una rosa almizcleña recién mecida por el viento; la primera en desprender
su fragancia al verano: crecía encantadora,
como si fuera el cetro que empuñara la reina Titania.
Y mientras me regalaba con su aroma,
pensé en la rosa de jardín, con mucho superada:
pero cuando, ¡Oh Wells!, tus rosas llegaron a mí,
mi sentido con su exquisitez quedó presagiado:
dulces voces tenían, que con tierna súplica,
me susurraban sobre paz, verdad e invencible coordialidad.
JOHN
KEATS
(Gran Bretaña-1795)
De “Sonetos”
Madrid, 11-11-03
¡CUANTOS BARDOS EMBELLECEN LOS LAPSOS DE TIEMPO!
¡Cuantos
bardos embellecen los lapsos de tiempo!
Algunos de ellos siempre fueron el alimento
de mi deleitada fantasía: podría meditar tristemente
sobre sus bondades, terrenas o sublimes:
y a menudo, cuando me siento a rimar,
se entrometerán en tropel delante de mi mente:
pero sin confusión, ni rudo trastorno,
por su función; es un grato repique.
Igual que los innumerables sonidos que guarda la tarde:
el canto de los pájaros, el murmullo de las hojas,
el rumor de los arroyos, la gran campana que se esfuerza por levantarse
con sonido solemne, y otros miles más,
que la distancia priva de reconocimiento,
hacen grata música, y no salvaje algarabía.
JOHN
KEATS
(Gran Bretaña-1795)
De
“Sonetos”
Madrid, 12-11-03
‘CUANDO
TENGO MIEDO DE QUE YO
PUEDA CESAR DE SER’
Cuando
tengo miedo de que yo pueda cesar de ser
antes de que mi pluma haya espigado mi atestado cerebro,
antes de que altas pilas de libros, en caracteres,
guarden como ricos graneros el grano totalmente maduro;
cuando contemplo, sobre el rostro estrellado de la noche,
símbolos inmensamente confusos de un gran romance,
y pienso que puede que no viva para trazar
sus sombras, con la mano mágica del azar;
y cuando siento, ¡encantadora criatura de una hora!
que nunca más podré pensarte
nunca gustar del poder idílico
del amor irreflexivo; así, en la orilla
del ancho mundo quedo solo y pienso,
hasta que amor y gloria en la nada se hunden.
JOHN
KEATS
(Gran Bretaña-1795)
De
“Sonetos”
Madrid,
13-11-03
¿POR
QUÉ REÍ ESTA NOCHE?
NINGUNA VOZ DIRÁ
¿Por
qué reí esta noche? Ninguna voz dirá:
Ni Dios, ni Demonio de severa respuesta,
se dignan a contestar desde Cielo o Infierno.
Así, a mi humano corazón me vuelvo enseguida:
-¡Corazón! Tú y yo estamos aquí tristes y solos;
¡Díme, por qué me reí! ¡Oh, dolor mortal!
¡Oh, Oscuridad! ¡Oscuridad! Siempre he de quejarme,
para preguntar al Cielo, y al Infierno,y al Corazón en vano.
¿Por qué me reí? Conozco ese lado del ser,
mi fantasía hasta su máxima felicidad se extiende;
ahora podría cesar en esta auténtica media noche,
y las llamativas insignias del mundo, ver en añicos.
Poesía, Fama y Belleza, son de hecho intensas,
pero la Muerte lo es más: La Muerte es el mayor premio de la Vida.
JOHN
KEATS
(Gran Bretaña-1795)
De
“Sonetos”
Madrid, 14-11-03
ESTRELLA
BRILLANTE, SI FUERA
CONSTANTE COMO TÚ
Estrella
brillante, si fuera constante como tú,
no en solitario esplendor colgada de lo alto de la noche
y mirando, con eternos párpados abiertos,
como de naturaleza paciente, un insomne Eremita,
las móviles aguas en su religiosa tarea
de pura ablución alrededor de tierra de humanas riberas,
o de contemplación de la recién suavemente caída máscara
de nieve de las montañas y páramos.
No, aún todavía constante, todavía inamovible,
recostada sobre el maduro corazón de mi bello amor,
para sentir para siempre su suave henchirse y caer,
despierto por siempre en una dulce inquietud,
silencioso, silencioso para escuchar su tierno respirar,
y así vivir por siempre o si no, desvanecerme en la muerte.
JOHN
KEATS
(Gran Bretaña-1795)
De
“Sonetos”
Madrid,
17-11-03
El
ser empieza entre mis manos de hombre.
El ser,
todas las manos,
cualquier palabra que se diga en el mundo,
el trabajo de tu muerte,
Dios, que no trabaja.
Pero el no ser también empieza entre mis manos de hombre.
El
no ser,
todas las manos,
la palabra que se dice afuera del mundo,
las vacaciones de tu muerte
la fatiga de Dios,
la madre que nunca tendrá hijo,
mi no morir ayer.
¿Pero mis manos de hombre dónde empiezan?
ROBERTO
JUARROZ
(Argentina-1925)
De
“Primera poesía vertical”
Madrid,
18-11-03
Hay
que caer y no se puede elegir dónde.
Pero hay cierta forma del viento en los cabellos,
cierta pausa del golpe,
cierta esquina del brazo
que podemos torcer mientras caemos.
Es
tan sólo el extremo de un signo,
la punta sin pensar de un pensamiento.
Pero basta para evitar el fondo avaro de unas manos
y la miseria azul de un Dios desierto.
Se
trata de doblar algo más una coma
en un texto que no podemos corregir.
ROBERTO
JUARROZ
(Argentina-1925)
De “Primera poesía vertical”
Madrid,
19-11-03
A
veces mis manos me despiertan.
Ellas hacen o deshacen algo sin mí,
mientras yo duermo,
algo terriblemente humano,
concreto como la espalda o el bolsillo de un hombre.
Las
oigo desde el sueño
en su labor afuera,
pero al abrir los ojos ya están quietas.
Sin embargo,
he pensado que tal vez yo sea hombre
por eso que ellas hacen
con su gesto y no el mío,
con su Dios y no el mío,
con su muerte, si también ellas mueren.
Yo
no sé hacer un hombre.
Tal vez lo hagan mis manos mientras duermo
y cuando esté acabado
me despierten del todo
y me lo muestren.
ROBERTO
JUARROZ
(Argentina-1925)
De “Primera poesía vertical”
Madrid,
20-11-03
El
amor empieza cuando se rompen los dedos
y se dan vuelta las solapas del traje,
cuando ya no hace falta pero tampoco sobra
la vejez de mirarse,
cuando la torre de los recuerdos, baja o alta,
se agacha hasta la sangre.
El
amor empieza cuando Dios termina
y cuando el hombre cae,
mientras las cosas, demasiado eternas,
comienzan a gastarse,
y los signos, las bocas y los signos,
se muerden mutuamente en cualquier parte.
El
amor empieza
cuando la luz se agrieta como un muerto disfrazado
sobre la soledad irremediable.
Porque
el amor es simplemente eso:
la forma del comienzo
tercamente escondida
detrás de los finales.
ROBERTO
JUARROZ
(Argentina-1925)
De
“Primera poesía vertical”
Madrid,
21-11-03
Lo
enterraremos todo,
los brazos, el movimiento y la pala,
la pasión de los viernes,
la bandera de andar solos,
la pobreza, esa deuda,
la riqueza, esa otra.
Lo
enterraremos hasta con sabiduría,
cortando sabiamente los terrones,
o cortándolos sin darnos cuenta, sabiamente.
Un
resto de mirada
quedará flotando como un pincel absurdo
sobre la tregua doblemente fiel de todo ausente.
Y menos mal que no habrá nadie
para escarbar luego bien hondo
y descubrir que no hay nada enterrado.
ROBERTO
JUARROZ
(Argentina-1925)
De “Segunda
poesía vertical”
Madrid,
24-11-03
Poeta
ayer, hoy triste y pobre
filósofo trasnochado,
tengo en monedas de cobre
el oro de ayer cambiado.
Sin
placer y sin fortuna,
pasó como una quimera
mi juventud, la primera...
la sola, no hay más que una:
la de dentro es la de fuera.
Pasó
como un torbellino,
bohemia y aborrascada,
hasta de coplas y vino,
mi juventud bien amada.
Y
hoy miro a las galerías
del recuerdo, para hacer
aleluyas de elegías
desconsoladas de ayer.
¡Adiós,
lágrimas cantoras,
lágrimas que alegremente
brotabais, como en la fuente
las limpias aguas sonoras!
¡Buenas
lágrimas vertidas
por un amor juvenil,
cual frescas lluvias caídas
sobre los campos de abril!
No
canta ya el ruiseñor
de cierta noche serena;
sanamos del mal de amor
que sabe llorar sin pena.
Poeta
ayer, hoy triste y pobre
filósofo trasnochado,
tengo en monedas de cobre
el oro de ayer cambiado.
ANTONIO
MACHADO
España-1875
De
“Varia”
Madrid,
25-11-03
Como
atento no más a mi quimera
no reparaba en torno mío, un día
me sorprendió la fértil primavera
que en todo el ancho campo sonreía.
Brotaban verdes hojas
de las hinchadas yemas del ramaje,
y flores amarillas, blancas, rojas,
alegraban la mancha del paisaje.
Y era una lluvia de saetas
de oro,
el sol sobre las frondas juveniles;
del amplio río en el caudal sonoro
se miraban los álamos gentiles.
Tras de tanto camino es la
primera
vez que miro brotar la primavera,
dije, y después, declamatoriamente:
-¡Cuán tarde ya para la
dicha mía!-
Y luego, al caminar, como quien siente
a las de otra ilusión: -Y todavía
¡yo alcanzaré mi juventud un día!
ANTONIO
MACHADO
España-1875
De “Humorismos, fantasías,
apuntes”
Madrid,
26-11-03
Yo meditaba absorto, devanando
los hilos del hastío y la tristeza,
cuando llegó a mi oído,
por la ventana de mi estancia, abierta
a una caliente noche de
verano,
el plañir de una copla soñolienta,
quebrada por los trémolos sombríos
de las músicas magas de mi tierra.
...Y era el Amor, como una
roja llama...
-Nerviosa mano en la vibrante cuerda
ponía un largo suspirar de oro
que se trocaba en surtidor de estrellas-.
...Y era la Muerte, al
hombro la cuchilla,
el paso largo, torva y esquelética.
-Tal cuando yo era niño la soñaba-.
Y en la guitarra, resonante
y trémula,
la brusca mano, al golpear, fingía
el reposar de un ataúd en tierra.
Y era un plañido solitario
el soplo
que el polvo barre y la ceniza avienta.
ANTONIO
MACHADO
España-1875
De
“Soledades”
Madrid,
27-11-03
Este noble poeta, que ha escuchado
los ecos de la tarde y los violines
del otoño en Verlaine, y que ha cortado
las rosas de Ronsard en los jardines
de Francia, hoy, peregrino
de un Ultramar de Sol, nos trae el oro
de su verbo divino.
¡Salterios
del loor vibran en coro!
La nave bien guarnida,
con fuerte casco y acerada prora,
de viento y luz la blanca vela henchida
surca, pronta a arribar, la mar sonora.
Y yo le grito: ¡Salve! a la bandera
flamígera que tiene
esta hermosa galera,
que de una nueva España a España viene.
ANTONIO
MACHADO
España-1875
De
“Elogios”
Madrid,
28-11-03
...Fue un tiempo de mentira, de infamia. A España toda,
la malherida España, de Carnaval vestida
nos la pusieron, pobre y escuálida y beoda,
para que no acertara la mano con la herida.
Fue ayer; éramos casi
adolescentes; era
con tiempo malo, encinta de lúgubres presagios,
mientras la mar dormía ahíta de naufragios.
Dejamos en el puerto la sórdida
galera,
y en una nave de oro nos plugo navegar
hacia los altos mares, sin aguardar ribera,
lanzando velas y anclas y gobernalle al mar.
Ya entonces, por el fondo de
nuestro sueño –herencia
de un siglo que vencido sin gloria se alejaba-
un alba entrar quería; con nuestra turbulencia
la luz de las divinas ideas batallaba.
Mas cada cual el rumbo siguió
de su locura;
agilitó su brazo, acreditó su brío;
dejó como un espejo bruñida su armadura
y dijo: “El hoy es malo, pero el mañana... es mío.”
Y es hoy aquel mañana de
ayer... Y España toda,
con sucios oropeles de Carnaval vestida
aún a tenemos: pobre y escuálida y beoda;
mas hoy de un vino malo: la sangre de su herida.
Tú, juventud más joven, si
de más alta cumbre
la voluntad te llega, irás a tu aventura
despierta y transparente a la divina lumbre,
como el diamante clara, como el diamante pura.
ANTONIO
MACHADO
España-1875
De
“Elogios”