Madrid, 3-3-03

PALABRAS

Me borré el doctor
hace mucho tiempo.

Borré la inicial
de mi nombre feo.

No quiero ser nada
ni malo ni bueno.

Un pájaro pardo
perdido en el viento.

BALDOMERO FERNÁNDEZ MORENO
(Argentina-1896)


Madrid, 4-3-03

 LA TORRE MÁS ALTA

-La torre, madre, más alta
es la torre de aquel pueblo,
la torre de aquella iglesia
hunde su cruz en el cielo. 

Dime, madre, ¿hay otra torre
más alta en el mundo entero?
-Esa torre sólo es alta,
hijo mío, en tu recuerdo. 

Tu brazo de siete años
alcanzaba sin esfuerzo
una piedra a sus campanas.
¿Te acuerdas, hijo? –Me acuerdo.

 Pero la torre más alta
del mundo, es la de aquel pueblo.

 BALDOMERO FERNÁNDEZ MORENO
(Argentina-1896)
De “Aldea española”


Madrid, 5-3-03

 A PUNTA DE VERSO

A punta
de verso,
me abrí un caminito
por el bosque espeso.

A punta
de verso,
me hice una corona
de besos.

 A punta
de verso,
heriré al olvido
en mitad del pecho,

 grabaré mi nombre
en mármol eterno:
Fernández
Moreno.

A punta
de verso.

BALDOMERO FERNÁNDEZ MORENO
(Argentina-1896)
De “Otros poemas”


Madrid, 6-3-02

NOCHE

Sin ti no sé interpretar
ni la tierra ni las aguas.
¿Qué es ese sotillo de álamos?
¿Y qué esa barca dorada?

¿Quién soy yo con mi bastón,
con mi chambergo y mis gafas?

¿Qué clase de pluma al viento,
de fuego fatuo o fantasma?

BALDOMERO FERNÁNDEZ MORENO
(Argentina-1896)
De “Libro de Sara”


Madrid, 7-3-03

 PASTOR DEL AIRE

Ni poeta, ni soldado
sólo quiero ser pastor,
pero no pastor de ovejas
ni de valle ni de alcor.
Quiero ser pastor del aire,
de una nueva condición.
Ir detrás de una avecica
es ya mi sola misión.
Que no se hiele en la luna,
que no se queme en el sol,
que no se pierda entre estrellas
ni entre nubes de algodón.
Que corte recta el espacio,
en el pico una canción.
Que vuele lo que quisiere
que se aproxime hasta Dios,
pero que torne a su jaula
si le hago una seña yo.
Ser pastor así es difícil,
sin cayado y sin zurrón,
el pájaro es muy pequeño
y muy grande la extensión.
Y mis pies están cansados
y mis ojos y mi voz.

BALDOMERO FERNÁNDEZ MORENO
(Argentina-1896)
De “Sonetos y romances del pastor   


Madrid, 10-3-03

MÁRMOLES

Nadie podrá olvidar
la voz velada del arqueólogo en cuclillas
buscando entre antiguas ruinas
las huellas de la angustia de los siglos
hundidas en la arena
sólo prosperan las prostitutas petrificadas
que conservan a través de los siglos
un inagotable deseo de amor
la voz velada y lejana busca lo viviente en lo
     muerto
a la sombra de la voz
la más deliciosa de las doncellas se desnuda de sus
     heridas

piadosamente
cae una noche rota
piadosamente
sopla sobre los antiguos mármoles
el gran viento de los acoplamientos
en cada instante nacen y mueren de un modo
     infinito
seres invisibles que fecundan al tiempo
la voz lejana llama
al misterio derramado entre los monumentos
     arqueológicos
una tempestad de mordiscos
hace sangrar los mármoles
sangre coagulada del tiempo inalcanzable
sangre inalcanzable del vacío.

ALDO PELLEGRINI
Argentina-1903


Madrid, 11-3-03

HORIZONTE LÍQUIDO

Con paso tranquilo
los transeúntes avanzan hasta el umbral de las
     pupilas
amantes negros
ahuyentan a los perros enfurecidos
es la hecatombe de la lujuria
que se agita detrás de los rostros demudados
con paso tranquilo
amantes policromos se cruzan en la alameda de la
     angustia
en su alcándara
el espectador perfecto estudia impasible las señales
     de vértigo
el fuego latente de las vírgenes
el semblante inmaculado de las puertas
una voz se entreabre para mostrar su oscuro deseo
el amante negro sube las escaleras arrebatado por
     la danza frenética
las ventanas se cierran
                                silencio de la noche de la carne
los desconocidos se estrechan la mano
una conversación interminable descansa en el
     extremo límite de la sombra
desde la fría pupila los gimnastas ruedan por las
     escaleras destrozadas
¿cómo llegar hasta lo que de ti no se ve?
¿cómo hacer brotar el deseo ardiente de tu carne
     entreabierta?
a sus pies
los perros enfurecidos ladran
ojos implacables
             en ellos se pierde el lenguaje de los deseos
el ahorcado se balancea al eco de los ladridos
buenas noches
                      todo termina
los perros aterrados huyen del horizonte ardiente y
     líquido
palidece el vigor
de los brazos ávidos
una noche tranquila para el desconocido que se
     aleja
una noche de olvido negro.

ALDO PELLEGRINI
Argentina-1903


Madrid, 12-3-03

NECESIDAD DE LA MÁQUINA DE CALCULAR

Los búhos de cráneo transparente
todas las mañanas engendran el mismo paisaje en
     sus ojos
de allí parten las sonámbulas vestidas de frío
para descender las desnudas escalas barométricas
de allí parten galopando las pestañas
para alcanzar la cumbre más alta de la pasión
los búhos de cráneo transparente
confunden el tiempo y la realidad
confunden el hombre y la miseria
confunden la ciencia con el sueño
sólo la máquina de calcular
puede aclarar la inmensa confusión que nos rodea
es necesario calcularlo todo
es necesario estudiar el origen de los precipicios
calcular el número de mujeres de rostro roído por
     la niebla
calcular la ferocidad de los dientes
calcular los denominadores frenéticos
calcular los ríos que corren por la memoria
calcular las personas que se detienen bruscamente
     en los puentes
calcular el vértigo de las láminas sumergidas
calcular los escalofríos
los castigos
la buena voluntad que se enfría
y calcular la distancia del hombre implacable
que se incorpora
para vomitar.

ALDO PELLEGRINI
Argentina-1903  


Madrid, 13-3-03

  UNA MANERA DE VIVIR

 

Mendigas felices, huérfanas de suave
fascinación
derrotadas por el secreto de la sed y las hormigas
     a solas con el sol
la ternura de los galopes a flor de tierra tan lejos de
     la atadura del polvo celeste
extranjera derrotada por el fulgor de los relámpagos

Entonces nadie acallaba la melodía de tus labios
que deslizaban su fiebre giratoria de plumaje de
     espumas
cerca o lejos el espacio siempre oculta su escama
     de frío
su desolada comarca donde los labradores hacen
     germinar la nieve de la tierra

  Dura comarca en que las mujeres esperan como
     leyendas en los umbrales
condenadas a cumplir el rito del fuego o de la
     extorsión
inmóviles con sus ornamentos funerarios donde se
     abre la puerta del amor
en una ciudad anclada en la tristeza

Faisán de la alabanza, tu corazón extraviado me guía
en tus ojos asoma el prodigio de los relámpagos
la cólera que cierra las puertas y rompe los hechizos
en un camino de fábulas interminables, con la
     negra cabellera presidiendo el incendio de los
     gestos, el calculado delirio de las estaciones
tan distante de los bosques enardecidos por el
     verano y su follaje moviéndose con lentitud
     de verdugo
en la pesada atmósfera de los sacrilegios

Unidas en el asombro
las hijas del verdugo exhiben sus pies de plata y
     los espectadores aplauden
los perros husmean las mejillas en busca de los
     caminos mentales
la naturaleza imita a la pesadumbre
naturaleza oscura
iluminada a ratos por los relámpagos de tu orgullo
arrastrando briznas de escalofrío
con tu violento eco en el aire, extranjera.

ALDO PELLEGRINI
Argentina-1903


Madrid, 14-3-03

  TODO TE NOMBRA

  Las trayectorias opuestas se encuentran se
     abren los muslos temerosos
el amor arranca sus raíces del sueño
una nube se cierne sobre el párpado
el gran señor de la mañana dormita

La noche atraviesa el puente el carruaje
extraviado de los que despiertan se detiene
en el punto donde se acumulan los murmullos
un árbol de frío eleva su voz colérica
la mirada de la angustia despliega sus reflejos
todo te nombra

La inmovilidad del río el barquero espera
las luces acuden en socorro de la fiesta del corazón
el deseo de la mujer es un grito el coro
de las damas elegantes en la nebulosa de la dádiva
se consume el temor rueda
la despiadada cadena de los visitantes lentamente
se purifica la esclavitud los nervios abiertos
recogen las intenciones extrañas el hábito
del perseguidor la aparición
de un vago suicidio en la mañana de los lamentos
     el definitivo
exterminio de los sollozos la estrella torturadora y
     el mago de la alta sombra
portador de la palabra lacerante
te nombra.

ALDO PELLEGRINI
Argentina-1903
 


Madrid, 17-3-03

YO

Mi portento inmediato,
mi frenética pasión de cada día,
mi flor, mi ángel de cada instante,
aun como el pan caliente con olor de tu hornada,
aun sumergido en las aguas de Dios,
y en los aires azules del día original del mundo:
dime, dulce amor mío,
dime, presencia incógnita,
45 años de misteriosa compañía,
¿aún no son suficientes
para entregarte, para desvelarte
a tu amigo, a tu hermano,
a tu triste doble?

¡No, no! Dime, alacrán, necrófago,
cadáver que se me está pudriendo encima
desde hace 45 años,
hiena crepuscular,
fétida hidra de 800.000 cabezas,
¿por qué siempre me muestras sólo una cara?
Siempre a cada segundo una cara distinta,
unos ojos crueles,
los ojos de un desconocido,
que me miran sin comprender
(con ese odio del desconocido)
y pasan:
a cada segundo.

Son tus cabezas hediondas, tus cabezas crueles,
oh hidra violácea.

Hace 45 años que te odio,
que te escupo, que te maldigo,
pero no sé a quién maldigo,
a quién odio, a quién escupo.

Dulce,
dulce amor mío incógnito,
45 años hace ya
que te amo.

DÁMASO ALONSO
(España-1898)
De “Hijos de la ira”


Madrid, 18-3-03

  MONSTRUOS

Todos los días rezo esta oración
al levantarme:

Oh Dios,
no me atormentes más.
Dime qué significan
estos espantos que me rodean.
Cercado estoy de monstruos
que mudamente me preguntan,
igual, igual que yo les interrogo a ellos.
Que tal vez te preguntan,
lo mismo que yo en vano perturbo
el silencio de tu invariable noche
con mi desgarradora interrogación.

Bajo la penumbra de las estrellas
y bajo la terrible tiniebla de la luz solar,
me acechan ojos enemigos,
formas grotescas me vigilan,
colores hirientes lazos me están tendiendo:
¡son monstruos,
estoy cercado de monstruos!

No me devoran.
Devoran mi reposo anhelado,
me hacen ser una angustia que se desarrolla a
     sí misma,
me hacen hombre,
monstruo entre monstruos.

No, ninguno tan horrible
como este Dámaso frenético,
como este amarillo ciempiés que hacia ti clama con
     todos sus tentáculos enloquecidos,
como esta bestia inmediata
transfundida en una angustia fluyente;
no, ninguno tan monstruoso
como esta alimaña que brama hacia ti,
como esta desgarrada incógnita
que ahora te increpa con gemidos articulados,
que ahora te dice:
”Oh Dios,
no me atormentes más,
dime qué significan
estos monstruos que me rodean
y este espanto íntimo que hacia ti gime en la noche.”

DÁMASO ALONSO
(España-1898)
De “Hijos de la ira”


Madrid, 20-3-03

  EN LA SOMBRA

  Sí: tú me buscas.

  A veces en la noche yo te siento a mi lado,
que me acechas,
que me quieres palpar,
y el alma se me agita con el terror y el sueño,
como una cabritilla, amarrada a una estaca,
que ha sentido la onda sigilosa del tigre
y el fallido zarpazo que no incendió la carne,
que se extinguió en el aire oscuro.

  Sí: tú me buscas.

  Tú me oteas, escucho tu jadear caliente,
tu revolver de bestia que se hiere en los troncos,
siento en la sombra
tu inmensa mole blanca, sin ojos, que voltea
igual que un iceberg que sin rumor se invierte en el
     agua salobre.

  Sí: me buscas.
Torpemente, furiosamente lleno de amor me buscas.

  No me digas que no. No, no me digas
que soy náufrago solo
como esos que de súbito han visto las tinieblas
rasgadas por la brasa de luz de un gran navío,
y el corazón les puja de gozo y de esperanza.
Pero el resuello enorme
pasó, rozó lentísimo, y se alejó en la noche,
     indiferente y sordo.

  Dime, di que me buscas.
Tengo miedo de ser náufrago solitario,
miedo de que me ignores
como al náufrago ignoran los vientos que le baten,
las nebulosas últimas, que, sin ver, le contemplan.

  DÁMASO ALONSO
(España-1898)
De “Hijos de la ira"


Madrid, 21-3-03

  DOLOR

Hacia la madrugada
me despertó de un sueño dulce
un súbito dolor,
un estilete
en el tercer espacio intercostal derecho.

Fino, fino,
iba creciendo y en largos arcos se irradiaba.
Proyectaba raíces, que, invasoras,
se hincaban en la carne,
desviaban, crujiendo, los tendones,
perforaban, sin astillar, los obstinados huesos,
     durísimos
y de él surgía todo un cielo de ramas
oscilantes y aéreas,
como un sauce juvenil bajo el viento,
ahora iluminado, ahora torvo,
según los galgos-nubes galopan sobre el campo
en la mañana
primaveral.

Sí, sí, todo mi cuerpo era como un sauce abrileño,
     como un sutil dibujo,
como un sauce temblón, todo delgada tracería,
largas ramas eléctricas,
que entrechocaban con descargas breves,
entrelazándose, disgregándose,
para fundirse en nódulos o abrirse
en abanico.

¡Ay!
Yo, acurrucado junto a mi dolor,
era igual que un niñito de seis años
que contemplara absorto
a su hermano menor, recién nacido,
y de pronto le viera
crecer, crecer, crecer,
hacerse adulto, crecer
y convertirse en un gigante,
crecer, pujar, y ser ya cual los montes,
pujar, pujar, y ser como la vía láctea,
pero de fuego,
crecer aún, aún,
ay, crecer siempre.
Y yo era un niño de seis años
acurrucado en sombra junto a un gigante cósmico.

Y fue como un incendio,
como si mis huesos ardieran,
como si la médula de mis huesos chorreara fundida,
como si mi conciencia se estuviera abrasando,
y abrasándose, aniquilándose,
aún incesantemente
se repusiera su materia combustible.

Fuera, había formas no ardientes,
lentas y sigilosas,
frías:
minutos, siglos, eras:
el tiempo.
Nada más: el tiempo frío, y junto a él un incendio
     universal, inextinguible.

Y rodaba, rodaba el frío tiempo, el impiadoso tiempo
     sin cesar,
mientras ardía con virutas de llamas,
con largas serpientes de azufre,
con terribles silbidos y crujidos,
siempre,
mi gran hoguera.
Ah, mi conciencia ardía en frenesí,
ardía en la noche,
soltando un río líquido y metálico
de fuego,
como los altos hornos
que no se apagan nunca,
nacidos para arder, para arder siempre. 

DÁMASO ALONSO
(España-1898)
De “Hijos de la ira”


Madrid, 24-3-03

  INCONTRASTABLE

I

El arduo monte cuyo ardiente seno
germen fatal de cataclismo guarda;
el huracán que gemebundo emigra
quién sabe a qué región y qué distancia;
los mundos del sistema, viejos mundos
que la fusta del Sol rige y amasa;
y el mar, el ancho mar, el mar enorme
del torso azul, la tromba y la borrasca,
que los astros del cielo solicitan
y la ley del nivel doma y encauza
lo mismo que los ensueños ambiciosos
encrespan la marea de las almas,
lo mismo que los míseros instintos
al espíritu audaz cortan las alas...

¡no valen más que yo! Porque yo sufro
rebeliones y anhelos y nostalgias
y tragedias y angustias formidables
allá en mi soledad ¡y no me plasman!
allá en mi corazón ¡y no me postran!
allá en mi pensamiento ¡y no me apagan!
allá en mi pequeñez ¡y no me anulan!
allá en mi pulpa ruin ¡y no me matan!

  II

¡No! No tiene ese mar más amargura,
si se mide la mía y su desgracia,
si se pesa mi ser y su grandeza,-
vientos, mares, planetas y montañas! 

ALMAFUERTE (Pedro B. Palacios)
(Argentina-1854)


Madrid, 25-3-03

? ...

I

Densa nube de incienso que borra
del altar las imágenes santas,
con volutas fugaces asciende,
perfuma los aires y hunde en la nada:
¿dónde vas, blanca nube de incienso?
¿qué regiones del cielo traspasas
conduciendo en tu ser vaporoso
temblor de suspiros, fervor de plegarias? 

II

Casto velo de novia que ruedas
en raudales copiosos de gasa,
sobre curvas de carne marmórea
capaz de martirio, capaz de la falta;
blanca gruta de tul: ¿qué misterios,
qué tragedias, qué idilios encarna
esa estatua de mármol viviente
que bajo tus pliegues gimiendo no habla? 

III

Tierno beso de niña engendrado
sobre dedos de puntas rosadas,
que te lanzas al viento, -paloma
que busca en la selva su nido de ramas:-
¿dónde vas, dónde vas peregrino
de no sé qué amorosa cruzada?
¿qué pretendes, pasión sin objeto,
flechazo sin rumbo, caricia con alas? 

IV

Repentina visión angustiosa
que predices las horas infaustas;
sacudón de los nervios que anuncias
peligro que llega, traición que amenaza;
emoción incongruente que avisas
del espacio a través la desgracia:
¿qué potencia inicial os produce?
¿qué mano sin brazo, qué voz sin palabra? 

V

Torva idea que va germinando
del cerebro en las frágiles mallas
y le invade y atrofia y destruye
cual huésped perverso que incendia la casa;
centinela perpetuo: ¿qué quieres?
¿la razón de tu ser de quién sacas?...

¡formidable caballo de Atila
que agostas la tierra que injurian tus patas!

 VI

Nimiedad infantil candorosa
que tenaz en la mente se clava,
resistiendo las iras del tiempo
cual una marmórea sencilla pilastra;
remembranza pueril; ¿cómo vive
con aquellas tan graves que matan?
pincelazo de luz del pasado
¿qué mano divina te impuso en las almas? 

VII

Atavismo de raza que llegas,
en las horas de honor de la raza,
a poner el rubor en las frentes...
¡hedor del establo que invade la sala!
¿Por qué surges, crueldad del pasado,
cuando todo es estética y gracia?
¡Viejo rostro de mono riendo
detrás de la noble cabeza de Palas! 

VIII

Vocación repentina que tuerces
de una vida provecta la marcha,
reformando destinos a guisa
de autor descontento que borra sus dramas;
floración invernal, sueños locos,
ansiedades seniles de fama:
¿quién os puso en mi pecho lo mismo
que en páramo yerto semilla de palmas? 

IX

Intuición de la luz que sazonas
las conciencias más torpes o vanas;
atracción imperiosa, querube
que muestras de lejos laureles de plata;
comezón de vivir, de ser siempre,
de trepar a la cumbre más ardua:
¿quién os echa en el mundo? ¿qué objeto
tendrán los Deseos, tendrá la Esperanza? 

X

Implacable fustazo que azuzas
la carrera del Hombre y la Fauna,
disponiendo los seres de modo
que un sol de victoria les tiña las caras:
cuando vivan la vida sin muerte
-perfectas y puras y libres las razas-,
¿volverán otra vez a la sombra
como antes malditas, como antes esclavas? 

ALMAFUERTE (Pedro B. Palacios)
(Argentina-1854)


Madrid, 26-3-03

SEPULCROS BLANQUEADOS

¡Qué! ¿No tienes amigos amables
que te ponen el pie cuando pasas,
ni jamás un gorrión de tus migas
llamándote padre, rajó tus espaldas?
¡Qué! ¿No venden los grandes hermanos
a sus grandes hermosas hermanas
y los grandes maridos no suben
después que sus honras bajaron muy bajas?

¡Qué! ¿Dirás que tus niños de cera
no son tigres cachorros que lactan;
que tus laxos efebos no sufren
vigilias perplejas, insólitas ansias;
que tu joven doctor, -ese mismo
que modelan masaje y gimnasia-,
siente claro, vivaz, fulminante
cualquier resorte maestro del alma?

¡Qué! ¿Dirás que tu guante de Suecia
diez pulidas ganzúas no envaina?
¿Qué tu sacro cerebro de Newton
no vibra quién sabe qué celdas nefandas?
¡Qué! ¿Dirás que mi firme cuchilla
cuando hiere las carnes del paria,
porque bruñes tu piel con gamuza
no hiere tu propia, tu misma carnaza?

ALMAFUERTE (Pedro B. Palacios)
(Argentina-1854)


Madrid, 27-3-03

EL SOÑADOR

Le aserraron el cráneo,
le estrujaron los sesos,
y el corazón ya frío
le arrancaron del pecho.
Todo lo examinaron
los oficiales médicos
mas no hallaron la causa
de la muerte de Pedro;
de aquel soñador pálido
que escribió tantos versos,
como el espacio azules
y como el mar acerbos.
¡Oíd! Cuando yo muera,
cuando sucumba, ¡oh, médicos!
ni me aserréis el cráneo
ni me estrujéis los sesos,
ni el corazón ya frío
me arrebatéis del pecho,
que jamás hasta el alma,
llegó vuestro escalpelo.
Y mi mal es el mismo,
es el mismo de Pedro;
de aquel soñador pálido
que escribió tantos versos,
y como el espacio azules
y como el mar acerbos.

ALMAFUERTE (Pedro B. Palacios)
(Argentina-1854)


 Madrid, 28-3-03

AMARGUÍSIMA

 Como están bajo el rubio topacio
del provecto jerez agolpadas,
por sufrir y flotar y engreirse,
-chusmaje bravío,- las heces amargas;
como están en el frígido lecho
de los hondos aljibes de Arabia,
muchedumbres de vírgulas viles
debajo del puro cristal de las aguas;

como está la ocasión del estrago,
-ella misma, total, fulminaria-
tras el amplio dosel de esas nubes
fugaces cual sueños fugaces que pasan;
como cuelgan de regios tapices
primorosas, bellísimas dagas,
aguardando al Caín, al Otelo,
o al cívico Bruto que vibre sus lamas;

Cual desdobla crespones azules
en las cumbres del monte de lava,
mientras hierve iracunda en el fondo
como una iracunda, perpetua amenaza;
cuan recoge la bestia felina
su retráctil, su elástica zarpa,
mientras duerme feliz meditando
su opípara cena de carnes humanas; 

como terca y astuta y sumisa,
sin tal vez amargar, se recata
por detrás de la piel reluciente,
del cáncer hediondo la red soberana;
como corre a través de cien cráneos,
dubitante y anónima y cauta,
la imperial, la furiosa locura
que al fin sobre alguno se afirma y estalla; 

así están en tu ser los extremos
do tu heroico egoísmo se lanza
cada vez que tu yo, tu persona,
tu fin, tu destino, peligran y claman.
Así están aguardando pacientes
la ocasión de reinar como amas,
las que tú denominas torpezas
no sé con qué gesto de arcángel sin alas.

 Así está lo más vil soportando
su capullo de túnicas blancas,
sin decir, ni vibrar, ni radiarse
si el mar de tu vida no agita sus aguas...
¡Porque toda esa luz que refulges
puede ser en tinieblas trocada,
miserable montón de miserias
que todas las manos moldean y amasan!

Porque tú, -gran señor, gran patricio,
gran ilustre, gran genio, gran dama,-
por lo mismo que moro en las sombras,
a mí no me ciegas, te cuento las manchas;
y detrás de tu aspecto solemne,
del perfume de honor que derramas,
de la curva triunfal de tu testa...
¡Yo sé lo que sobra, yo sé lo que falta!

 ALMAFUERTE (Pedro B. Palacios)
(Argentina-1854)


Madrid, 31-3-03

EL PUENTE DE MIRABEAU

Bajo el puente Mirabeau fluye el Sena
Y nuestros amores
¡Ay! cómo me acuerdo
La alegría venía siempre después de la pena

Venga la noche suene la hora
Los días se van me quedo

Sigamos frente a frente las manos en las manos
Mientras bajo
El puente de nuestros brazos pasa
De las eternas miradas el agua tan cansada

Venga la noche suene la hora
Los días se van me quedo

El amor se va como esta agua que corre
El amor se va
Qué lenta es la vida
Y qué violenta la Esperanza

Venga la noche suene la hora
Los días se van me quedo

Pasan los días y pasan las semanas
Ni el tiempo pasado
Ni los amores vuelven
Bajo el puente Mirabeau corre el Sena

Venga la noche suene la hora
Los días se van me quedo

GUILLAUME APOLLINAIRE
(Poeta francés nacido en Roma-1880)
De “Alcoholes
Traducción: Claire Deloupy


Selección de Poemas Editados
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