Madrid, 2-9-02

LA VOZ DEL ANCIANO BARDO

Juventud de deleite, ven aquí
Y mira la mañana que despierta,
Imagen de la verdad recién nacida.
Han huido las dudas y las nubes de la razón,
Las sutiles disputas, los ingeniosos tormentos.
La insensatez es un laberinto interminable,
De enmarañadas raíces que confunden sus caminos:
¡Cuántos han caído allí!
Tropiezan toda la noche con los huesos de los muertos,
Y sienten que ignoran todo menos la inquietud,
Y desean guiar a otros, cuando deberían ser guiados.

WILLIAM BLAKE
(Inglaterra-1757)
De "Cantos de experiencia"


Madrid, 3-9-02

¿SERÁS, AMOR?

¿Serás, amor,
un largo adiós que no se acaba?
Vivir, desde el principio, es separarse.
En el primer encuentro
con la luz, con los labios,
el corazón percibe la congoja
de tener que estar ciego y solo un día.
Amor es el retraso milagroso
de su término mismo:
es prolongar el hecho mágico,
de que uno y uno sean dos, en contra
de la primer condena de la vida.
Con los besos,
con la pena y el pecho se conquistan,
en afanosas lides, entre gozos
parecidos a juegos,
días, tierras, espacios fabulosos,
a la gran disyunción que está esperando,
hermana de la muerte o muerte misma.
Cada beso perfecto aparta el tiempo,
le echa hacia atrás, ensancha el mundo breve
donde puede besarse todavía.
Ni en el llegar, ni en el hallazgo
tiene el amor su cima:
es en la resistencia a separarse
en donde se le siente,
desnudo, altísimo, temblando.
Y la separación no es el momento
cuando brazos, o voces,
se despiden con señas materiales.
Es de antes, de después.
Si se estrechan las manos, si se abraza,
nunca es para apartarse,
es porque el alma ciegamente siente
que la forma posible de estar juntos
es una despedida larga, clara.
Y que lo más seguro es el adiós.

PEDRO SALINAS
(España-1891)
De "Razón de amor"


 

Madrid, 4-9-02

MANO ENTREGADA

Pero otro día toco tu mano. Mano tibia.
Tu delicada mano silente. A veces cierro
mis ojos y toco leve tu mano, leve toque
que comprueba su forma, que tienta
su estructura, sintiendo bajo la piel alada el duro hueso
insobornable, el triste hueso adonde no llega nunca
el amor. Oh carne dulce, que sí se empapa del amor
    hermoso.

Es por la piel secreta, secretamente abierta,
    invisiblemente entreabierta,
por donde el calor tibio propaga su voz, su afán dulce;
por donde mi voz penetra hasta tus venas tibias,
para rodar por ellas en tu escondida sangre,
como otra sangre que sonara oscura, que dulcemente
    oscura te besara
por dentro, recorriendo despacio como sonido puro
ese cuerpo, que ahora resuena mío, mío poblado de mis
    voces profundas,
oh resonado cuerpo de mi amor, oh poseído cuerpo, oh
    cuerpo sólo sonido de mi voz poseyéndole.

Por eso, cuando acaricio tu mano, sé que sólo el hueso
    rehúsa
mi amor -el nunca incandescente hueso del hombre-.
Y que una zona triste de tu ser se rehúsa,
mientras tu carne entera llega un instante lúcido
en que total flamea, por virtud de ese lento contacto de
    tu mano,
de tu porosa mano suavísima que gime,
tu delicada mano silente, por donde entro
despacio, despacísimo, secretamente en tu vida,
hasta tus venas hondas totales donde bogo,
donde te pueblo y canto completo entre tu carne.

VICENTE ALEIXANDRE
(España-1889)
De "Instante del corazón"
 


Madrid, 5-9-02

COMO TÚ...

Así es mi vida,
piedra,
como tú. Como tú,
piedra pequeña;
como tú,
piedra ligera;
como tú,
canto que ruedas
por las calzadas
y por las veredas;
como tú,
guijarro humilde de las carreteras;
como tú,
que en días de tormenta
te hundes
en el cieno de la tierra
y luego centelleas
bajo los cascos
y bajo las ruedas;
como tú, que no has servido
para ser ni piedra
de una lonja,
ni piedra de una audiencia,
ni piedra de un palacio,
ni piedra de una iglesia...
como tú, piedra aventurera...
como tú,
que tal vez estás hecha
sólo para una honda...
piedra pequeña
y
ligera...

LEÓN FELIPE
(España-1884)


Madrid, 6-9-02

TUS MANOS Y LA MENTIRA

    Graves como las piedras,
Tristes como canciones de presidio,
Pesadas y macizas como bestias de carga,
Tus manos se parecen
            al rostro endurecido
                    de los niños hambrientos.

    Ágiles, laboriosas como abejas,
Pródigas como ubres desbordantes de leche,
Intrépidas lo mismo que la naturaleza,
Bajo su dura piel, tus manos guardan
            la amistad y el afecto.

    No está nuestro planeta sostenido
            por los cuernos de un buey:
    Tus manos lo sostienen...

    ¡Qué hombres, nuestros hombres!
Los mantienen a fuerza de mentiras,
Siendo que andan hambrientos,
Faltos de carne y pan,
Y dejan este mundo, al que cargan de frutos,
Sin poder verlos en la mesa propia
                ni siquiera una vez.

    ¡Qué hombres, nuestros hombres!
Sobre todo los de Asia, los de África,
                del medio Oriente, del Cercano Oriente,
                los de las tantas islas del Pacífico
                y los de mi país,
es decir, mucho más del setenta por ciento
                de los hombres del mundo:
Están adormecidos, están viejos,
Siendo listos y jóvenes como lo son sus manos...

    ¡Qué hombres, nuestros hombres!
Ustedes, mis hermanos de América o Europa,
Tan alertas y audaces,
A quienes, sin embargo, los aturden
                lo mismo que a sus manos,
Y les mienten,
                y los hacen marchar...

    ¡Qué hombres, nuestros hombres!
Si mienten las antenas de las radios,
Si mienten las enormes rotativas,
Si miente el libro y mienten los afiches,
Si mienten los anuncios de los diarios,
Si mienten las desnudas piernas de las muchachas
                en el teatro y en el cine,
Si hasta mienten las canciones de cuna,
si miente el sueño, si el pecado miente,
si miente el violinista de la boite,
Si miente el plenilunio
                 en las noches sin ninguna esperanza,
Si mienten la palabra,
                el color y la voz,
Si miente el que te explota,
                El que explota tus manos,
Si todo el mundo y todas, todas las cosas mienten,
                a excepción de tus manos,
Es para que tus manos siempre sean
                dóciles como arcilla,
                ciegas como la noche,
                idiotas como el perro del pastor,
Y para que jamás se subleven tus manos

Y para que no acabe jamás tanta injusticia
                -Ideal del traficante-
Sobre este mundo nuestro,
                este mundo mortal
Donde poder vivir
                sería lo mejor.

NÂZIM HITMET
Nace en Tesalónica en 1902


Madrid, 9-9-02

DONDE HABITE EL OLVIDO

Donde habite el olvido,
en los vastos jardines sin aurora;
donde yo sólo sea
memoria de una piedra sepultada entre ortigas
sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.

Donde mi cuerpo deje
al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
donde el deseo no exista.

En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
no esconda como acero
en mi pecho su ala,
sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.

Allá donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya,
sometiendo a otra vida su vida,
sin más horizontes que otros ojos frente a frente.

Donde penas y dichas no sean más que nombres,
cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
disuelto en niebla, ausencia,
ausencia leve como carne de niño.

Allá, allá lejos;
donde habite el olvido.

LUIS CERNUDA
(España-1902)


Madrid, 10-9-02

SÓNGORO COSONGO

¡Ay, negra,
si tú supiera!
Anoche te vi pasar
y no quise que me viera.
A él tú le hará como a mí,
que cuando no tuve plata
te corrite de bachata
sin acordarte de mí.

Sóngoro, cosongo,
songo be;
sóngoro, cosongo
de mamey;
sóngoro, la negra
baila bien;
sóngoro de uno,
sóngoro de tré.


vengán a ver;
aé, vamo pa ver;
¡vengan, sóngoro cosongo,
sóngoro cosongo
de mamey!

NICOLÁS GUILLÉN
(Cuba-1902)
De "Motivos de son"


Madrid, 11-9-02

UNA PAREJA PERDIDA

Iban los dos vestidos con descaro
-minifalda, melenas-
cogidos de la mano,
tan jóvenes que casi daban miedo,
tan absortos en un cero que,
aunque no se veían,
les unía absolutos algo fieramente puro.
Iban a cualquier parte cogidos de la mano.
Se amaban sin tristeza,
ni alegría, ni nada.
Y a veces se miraban,
pero no se veían.
Y luego se sentaban en un banco cualquiera.
Pero no se veían.
Ella era muy bonita,
parecía aturdida;
él, feroz y esmirriado.
No hablaban.
No tenían ya nada que decirse.
Ya no se deseaban.
Pero seguían juntos,
cogidos de la mano,
frente a algo que espantaba.
Mientras el transistor seguía sonando.

GABRIEL CELAYA
(España-1911)


Madrid, 12-9-02

ESTETOSCOPIO

Pon el oído sobre el pecho de este país del diluvio y la luna
con pálidas mandíbulas de plata enmascarado de malaria en
un celeste distrito prohibido
en el plumaje real de las hojas
                    escucha allí adentro
el sordo crujido de los roperos de la muerte hinchándose con
la dilatación del invierno el graznido de la pantanosa región
del delta toda esa agua inmovilizada por las estrellas en
    semejante esplendor enemigo
mira encenderse bajo la sombra de la niebla el filamento
    eléctrico de la muerte
el amenazante sueño de una raza en el revés de la tierra

Escucha en tu cerco (y uno es siempre extranjero) los
    fantasmas filtrados entre las raíces
escucha escucha
el trueno del monzón subterráneo el ronquido de las cebollas
    enterradas hace mil años el crótalo del hormiguero que se
    ramifica el corazón azul de los monos la savia terrible que
    nutre esas hojas vampiras el zumbido de los muertos
    preparando su cena y su salto

Escucha ese corazón delator
de detritus que ascienden hacia ti cal viva
minerales comidas del tiempo
                    y más abajo
el grito del negro injuriado el tumulto del saqueo el susurro
de plegarias en la iglesia llena de cuernos de búfalo y el blues
    del jabón nupcial de la amante desnuda en un líquido
perfumado que fosforece
en el país que ya no verás nunca

(Y nadie quería volver a nacer cubierto de escamas rojas
coronado de murciélagos en el gran final en el héroe indecente
en el usurpador con espalda de cerdo nadie quería ser amputado
por la selva beber esas esponjas tenebrosas de la niebla
escuchar esa lengua del revés del agua
del revés de las frutas
                     oír allá adentro ese chasquido
de tu piel sola sobre tus huesos solos)

ENRIQUE MOLINA
(Argentina-1910)
De "Monzón Napalm"


Madrid, 13-9-02

XXIX
(53)

la bocca mi baciò tutto tremante.
Dante, Commedia, Inf.. V.. 136

Sobre la falda tenía
            el libro abierto;
en mi mejilla tocaban
            sus rizos negros;
no veíamos las letras
            ninguno creo;
y sin embargo guardábamos
            hondo silencio.
¿Cuánto duró? Ni aun entonces
            pude saberlo.
Sólo sé que no se oía
            más que el aliento,
que apresurado escapaba
            del labio seco.
Sólo sé que nos volvimos
            los dos a un tiempo,
y nuestros ojos se hallaron
            ¡y sonó un beso!

* * *

Creación de Dante era el libro;
            era su Infierno.
Cuando a él bajamos los ojos,
            yo dije trémulo:
- ¿Comprendes ya que un poema
            cabe en un beso?
Y ella respondió encendida:
            - ¡Ya lo comprendo!

GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER
España-1836
De "Rimas"


Madrid, 16-9-02

LOS ESPEJOS

Yo que sentí el horror de los espejos
no sólo ante el cristal impenetrable
donde acaba y empieza, inhabitable,
un imposible espacio de reflejos

sino ante el agua especular que imita
el otro azul en su profundo cielo
que a veces raya el ilusorio vuelo
del ave inversa o que un temblor agita

y ante la superficie silenciosa
del ébano sutil cuya tersura
repite como un sueño la blancura
de un vago mármol o una vaga rosa,

hoy, al cabo de tantos perplejos
años de errar bajo la varia luna,
me pregunto qué azar de la fortuna
hizo que yo temiera los espejos.

Espejos de metal, enmascarado
espejo de caoba que en la bruma
de su rojo crepúsculo disfuma
ese rostro que mira y es mirado,

infinitos los veo, elementales
ejecutores de un antiguo pacto,
multiplicar el mundo como el acto,
generativo, insomnes y fatales.

Prolongan este vano mundo incierto
en su vertiginosa teleraña;
a veces en la tarde los empaña
el hálito de un hombre que no ha muerto.

Nos acecha el cristal. Si entre las cuatro
paredes de la alcoba hay un espejo,
ya no estoy solo. Hay otro. Hay el reflejo
que arma en el alba un sigiloso teatro.

Todo acontece y nada se recuerda
en esos gabinetes cristalinos
donde, como fantásticos rabinos,
leemos los libros de derecha a izquierda.

Claudio, rey de una tarde, rey soñado,
no sintió que era un sueño hasta aquel día
en que un actor mimó su felonía
con arte silencioso, en un tablado.

Que haya sueños es raro, que haya espejos,
que el usual y gastado repertorio
de cada día incluya el ilusorio
orbe profundo que urden los reflejos.

Dios (he dado en pensar) pone un empeño
en toda la inasesible arquitectura
que edifica la luz con la tersura
del cristal y la sombra con el sueño.

Dios ha creado las noches que se arman
de sueños y las formas del espejo
para que el hombre sienta que es reflejo
y vanidad. Por eso nos alarman.

JORGE LUIS BORGES
Buenos Aires (1899)
De " El Hacedor"


Madrid, 17-9-02

ELLA

Era septiembre en la ciudad
y nosotros, hacia el amor, crecíamos
apresuradamente.

Anclar no había sido nada fácil.
Tu cuerpo conservaba inalterable
su piel oscurecida a causa de los vientos
y de los peces comidos bajo el sol.

Extendida
tenía tu piel
la longitud de mi mirada.

Como un presagio
o como algo todavía más terrible que un presagio
recogías tu piel
como se recogen algunas redes marineras
con los movimientos precisos
los gritos necesarios.

Lo único desmedido
tus ojos desorbitados por el placer.
Tu mirada de loca.

MIGUEL OSCAR MENASSA
(Argentina-1940)
De "Yo pecador"


Madrid, 18-9-02

HE SOÑADO TANTO CONTIGO

He soñado tanto contigo que pierdes tu realidad.
  ¿Aún es tiempo de alcanzar ese cuerpo vivo y de besar en
esa boca el nacimiento de la voz amada?
  He soñado tanto contigo que mis brazos acostumbrados,
de tanto estrechar tu sombra, a cruzarse sobre mi pecho, no
se adaptarían al contorno de tu cuerpo, quizás.
  Y ante la apariencia real de lo que me obsesiona y me
gobierna desde hace días y años, me convertiría sin duda en
una sombra.

 Oh balanzas sentimentales.
   He soñado tanto contigo que ya no es tiempo sin duda de
despertar. Duermo de pie, el cuerpo expuesto a todas las
apariencias de la vida y del amor y tú, la única que hoy cuenta
para mí, has de saber que me sería más difícil tocar tu frente
y tus labios que los primeros labios y la primera frente que
llegaran.
  He soñado tanto contigo, caminado tanto, hablado tanto,
me he acostado tantas veces con tu fantasma que ya no me
queda más quizá, y sin embargo, que ser fantasma entre los
fantasmas, y cien veces más sombra que la sombra que se
pasea y se paseará alegremente por el reloj de sol de tu vida.

ROBERT DESNOS
(Francia-1900)


Madrid, 19-9-02

LA PRISIONERA

    Perro
no toques esos senos donde las más delicadas violetas orgánicas
    serán un hervidero de escorpiones un ladrido baldío
    era la ribera caliente de esa sirvienta de las hojas que ha
    trabajado tanto para esas flores enormes del martirio para
    los azorrales
con el gatillo del pantano al rojo vivo del silencio y la terrible
    prisionera
no cae no cede únicamente insulta
    con su gemido de supliciada

    Perro
no toques ese pelo mordido por la lluvia entre las lentas
pantallas del follaje
en la sombra de la injusticia
            ella
            la empecinada la desnuda
            entre las hojas cómplices

No toques ese cuerpo conectado a las fibras de un pueblo
de dientes fulgurantes conectado a la savia y a la luna que
recoge esos muertos de una negra cosecha al grito del amor
y del monzón
al alarido del soldado consumido por un soplo de gelatina
ardiente

Esa presa es tantálica
como el país sin sueño que defiende
ese país de plantaciones de odio que se contagia de hoja
    en hoja

Esa presa es tantálica

ENRIQUE MOLINA
(Argentina-1910)
De "Monzón Napalm"


Madrid, 20-9-02

RAÍCES DEL ODIO

¡Oh profundas raíces,
amargor de veneno hasta mis labios
sin estrellas, sin sangre!
¡Furias retorcedoras
de una vida delgada en indeciso
perfume! ¡Oh yertas, soterradas furias!

¿Quién os puso en la tierra
del corazón? Que yo buscaba pájaros
de absorto vuelo en la azorada tarde,
jardines vagos cuando los crepúsculos
se han hecho dulce vena,
tersa idea divina,
si hay tercas fuentes, sollozante música,
dulces sapos, cristal, agua en memoria.
Que yo anhelaba aquella flor celeste,
rosa total -sus pétalos estrellas,
su perfume el espacio,
y su color el sueño-
que en el tallo de Dios se abrió una tarde,
conjunción de los átomos en noma,
el tibio, primer día,
cuando amor se ordenaba en haces de oro.

Y llegabais vosotras, llamas negras,
embozadas Euménides, enlutados espantos,
raíces sollozantes,
vengadoras raíces,
seco jugo de bocas ya borradas.

¿De dónde el huracán,
el fúnebre redoble
del campo, los sequísimos
nervios, mientras los agrios violines
hacen crujir, saltar las cuerdas últimas?
¡Y ese lamer, ese lamer constante
de las llamas de fango,
voracidad creciente
de las noches de insomnio, negra hiedra
del corazón, mano de lepra en flecos
que retuerce, atenaza
las horas secas, nítidas,
inacabables, ay,
hozando con horrible
mucosidad,
tibia mucosidad,
la boca virginal, estremecida!
¡Oh! ¿De dónde, de dónde, vengadoras?

¡Oh vestigios! ¡Oh furias!
Ahí tenéis el candor, los tiernos prados,
las vaharientas vacas de la tarde,
la laxitud dorada y el trasluz
de las dulces ojeras,
¡ay viñas de San Juan,
cuando la ardiente lanza del solsticio
se aterciopela en llanto!

Ahí tenéis la ternura
de las tímidas manos ya no esquivas,
de manos en delicia, abandonadas
a un fluir de celestes nebulosas,
y las bocas de hierba suplicante
próximas a la música del río.
¡Ay del dulce abandono! ¡Ay de la gracia
mortal de la dormida primavera!

¡Ay palacios, palacios,
termas, anfiteatros, graderías,
que robasteis sus alas a los vientos!
¡Ay torres de mi afán, ay altos cirios
que vais a Dios por las estrellas últimas!
¡Ay del esbelto mármol, ay del bronce!

¡Ay chozas de la tierra,
que dais sueño de hogar al mediodía,
borradas casi en sollozar de fuente
o en el bullir del romeral solícito,
rubio de miel sonora!

¿Pero es que no escucháis, es que no veis
cómo el fango salpica
los últimos luceros putrefactos?
¿No escucháis el torrente de la sangre?
¡Y esas luces moradas,
esos lirios de muerte, que galopan
sobre los duros hilos de los vientos!

Sí, sois vosotras, hijas de la ira,
frenéticas raíces
que penetráis, que herís,
que hozáis, que hozáis con vuestros secos brazos,
flameantes banderas de victoria,
donde lentas se yerguen,
súbitas se desgarran
las afiladas testas viperinas.

Sádicamente, sabia-
mente, morosamente,
roéis la palpitante,
la estremecida pulpa voluptuosa.
Lúbricos se entretejen
los enormes meandros,
las pausadas anillas;
y las férreas escamas
abren rastros de sangre y de veneno.

¡Cómo atraviesa el alma vuestra gélida
deyección nauseabunda!
¡Cómo se filtra el acre,
el fétido sudor de vuestra negra
corteza sin luceros,
mientras salta en el aire en amarilla
lumbrarada de pus, vuestro maldito
semen...!

¡Morir! ¡Morir!
¡Ay, no dais muerte al mundo, sí alarido,
agonía, estertor inacabables!

Y ha de llegar un día
en que el mundo será sorda maraña
de vuestros fríos brazos,
y una charca de pus el ancho cielo,
raíces vengadoras,
¡oh lívidas raíces pululantes,
oh malditas raíces
del odio, en mis entrañas,
en la tierra del hombre!

DÁMASO ALONSO
(España- 1898)
De "Hijos de la ira"


Madrid, 23-9-02

LOS REFLEJOS INFIELES

Me moldeó muchas caras esta sumisa piel,
adherida en secreto a la palpitación de lo invisible
lo mismo que una gasa que de pronto revela figuras
    emboscadas en la vaga sustancia de los sueños.
Caras como resúmenes de nubes para expresar la intraducible
    travesía;
mapas insuficientes y confusos donde se hunden los cielos
    y emergen los abismos.
Unas fueron tan leves que se desgarraron entre los dientes
    de una sola noche.
Otras se abrieron paso a través de la escarcha, como proas
    de fuego.
Algunas perduraron talladas por el heroico amor en la
    memoria del espejo;
algunas se disolvieron entre rotos cristales con las primeras
    nieves.
Mis caras sucesivas en los escaparates veloces de una historia
    sin paz y sin costumbres:
un muestrario de nieblas, de terror, de intemperies.
Mis caras más inmóviles surgiendo entre las aguas de un
    ágata sin fondo que presagia la muerte,
solamente la muerte,
apenas el reverso de una sombra estampada en el hueco
    de la separación.
Ningún signo especial en estas caras que tapizan la ausencia.
Pero a través de todas,
como la mancha de ácido que traspasa en el álbum los
    ambiguos retratos,
se inscribió la señal de una misma condena:
mi vana tentativa por reflejar la cara que se sustrae y que
    me excede.
El obstinado error frente al modelo.

OLGA OROZCO
(Argentina-1920)


Madrid, 24-9-02

44

Porque esta noche duermes lejos
y en una cama con demasiado sueño,
yo estoy aquí despierto,
con una mano mía y otra tuya.

Tú seguirás allí
desnuda como tú
y yo seguiré aquí
desnudo como yo.

Mi boca es ya muy larga y piensa mucho
y tu cabello es corto y tiene sueño.

Ya no hay tiempo para estar
desnudos como uno
los dos.

ROBERTO JUARROZ
(Argentina-1925)


Madrid, 25-9-02

SOLAMENTE

ya comprendo la verdad
estalla en mis deseos

y en mis desdichas
en mis desencuentros
en mis desequilibrios
en mis delirios

ya comprendo la verdad

ahora
a buscar la vida

ALEJANDRA PIZARNIK
(Argentina-1939)


 Madrid, 26-9-02

EL ALMA EN PENA

    Ese alma en pena, sola,
ese alma en pena siempre perseguida
por un resplandor muerto.
Por un muerto.
    Cerrojos, llaves, puertas
saltan a deshora
y cortinas heladas en la noche se alargan,
se estiran,
se incendian,
se prolongan.
    Te conozco,
te recuerdo,
bujía inerte, lívido halo, nimbo difunto,
te conozco aunque ataques diluido en el viento.
    Párpados desvelados
vienen a tierra.
Sísmicos latigazos tumban sueños,
terremotos derriban las estrellas.
Catástrofes celestes tiran al mundo escombros,
alas rotas, laúdes, cuerdas de arpas,
restos de ángeles.
    No hay entrada en el cielo para nadie.
    En pena, siempre en pena,
alma perseguida.
A contraluz siempre,
nunca alcanzada, sola,
alma sola.
    Aves contra barcos,
hombres contra rosas,
las perdidas batallas en los trigos,
la explosión de la sangre en las olas.
Y el fuego.
El fuego muerto,
el resplandor sin vida,
siempre vigilante en la sombra.
    Alma en pena:
el resplandor sin vida,
tu derrota.

RAFAEL ALBERTI
(España-1902)
De "Sobre los ángeles"


Madrid, 27-9-02

LUZ DE PATÍBULO

¡No quiero morir! me digo a menudo como un imbécil
    descorriendo los paños agrios del amanecer sobre mi
    máscara de mono
sobre mi corazón sin principios
¡entre la avaricia de la tierra confusa y ardiente como el
    camarín de una loca!

No quiero morir sin conocer a fondo una piedra una mano
    la rueda de hormigas y vino que mueve la noche la amistad
    de los pájaros en esas regiones baldías donde se muele la harina
    sin fin en el calendario
con mi alma de encrucijada y de caricia girando en el viento
    de la frustración
excitante como el horizonte
¡como un sexo insatisfecho hasta los últimos óvulos de la
    costa que se pierde de vista!

¡No quiero morir! me digo aullando con la apuesta perdida
    de otro día en plena sangre
yo que insultaba a esos cargadores de inmundicias y a esos
    otros devoradores de migajas benditas por amor a la muerte
exijo una piel de orquídeas bajo la demencia de las estrellas
una injuria de prisionero secuestrado por las olas
esas mujeres fanáticas insomnes en sus pobres hospitales de
    besos entre los fuegos nocturnos.

Yo hijo de labores incompletas y regiones extrañas
hijo de sementeras errantes y de matrices ansiosas
hijo de corrientes de uñas hambrientas
hijo de hembra fosforescente
no quiero morir bajo mi piel
bajo mi voz
para vociferar en la sombra tras esos ventanales inmensos
    y empañados
donde apoyan la frente criaturas de muralla y de lluvia...

ENRIQUE MOLINA
(Argentina-1910)
De "El pasajero de la habitación nº 23"


 

Madrid, 30-9-02

PARA VIVIR

Para vivir,
yo busqué un sitio oscuro.
Para vivir.

Para vivir,
practiqué el mimetismo.
Para vivir.

Me compuse mil caras,
mil caras inocentes,
mil caras complacientes.
Para vivir.

Mil caras diferentes,
mi amor, mi buen amor,
mi amor que sólo tienes
la cara del amor.

Yo cavaba la tierra,
callaba, me escondía,
borré todas mis huellas,
me deshice de todo,
mi amor, para vivir.

Para vivir,
yo busqué un sitio puro.
Para vivir.

Para vivir,
sólo había este abismo,
mi amor, para vivir.

RAÚL GUSTAVO AGUIRRE
Argentina-1927


Selección de poemas editados
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