Madrid, 1-10-02

PORTANUBE

tú llevas una mirada de piedra
sobre cuatro plumas
usted lleva un suspiro de piedra
sobre cuatro hojas
hablarse de usted o tutearse
sobre una montaña de tazas
refresca la fachada de los besos
riega las almas simétricas
que caen en su mano izquierda
en su boca derecha
y se devoran sin que venga el coco
hablarse de usted o tutearse
sobre una montaña de tazas
da noche a un día
de punta en blanco
que vuela con orejas de lujo
y zapatos de nieve
y se sienta en la cabeza de una estrella
que imita la voz humana

JEAN ARP
(Francia-1887)
De "Días deshojados"


Madrid, 2-10-02

EL AMOR

(I)

De pronto sales tú con tu llama y tu voz,
y eres blanca y flexible, y estás ahí mirándome,
y te quiero apartar y estás ahí mirándome,
y somos inocentes, y la azucena roja
me besa con tus labios, y es invierno, y estoy
en un puerto contigo, y es de noche.

Y no hay sábana donde dormir, y no hay, y no hay
sol en ninguna parte, y no hay estrella alguna
que arrancar a los cielos, y perdidos
no sabemos qué pasa, por qué la desnudez
nos devora, por qué la tempestad
llora como una loca, aunque nadie la escucha.

Ya ahora, justo ahora que eres clara -permite-,
que te deseo, que me seduce tu voz
con su filtro profundo, permíteme juntar
mi beso con tu beso, permíteme tocarte
como el sol, y morirme.

Tocarte, unirte al día que soy, arrebatarte
hasta los altos cielos del amor, a esas cumbres
donde un día fui rey, llevarte al viento libre de la aurora,
volar, volar diez mil, diez mil años contigo,
solamente un minuto, pero seguir volando.

GONZALO ROJAS
(Chile-19179)
De "Las hermosas"


Madrid, 3-10-02

ATARDECER
EN LAS COLINAS DE STRUGA

Esa mujer de luz que muere en las colinas
debe de ser mi alma. El frío siento
de la tarde que sube desde el lago
donde se ahoga otra mujer de tiempo.

Mujer de luz, mujer de tiempo: alma
que se confunde en un doble silencio.

Cae la tarde en Struga.
Aquel que vio morir el sol tan lejos
de estas orillas, ¿es acaso el mismo
que se sostiene en mis cansados huesos?

Quizá yo sea del lugar extraño
que emocionadamente ahora contemplo.
quizá nací en alguna de estas casas
que van ahora ojos de luz abriendo,
y vi a mi madre en la ventana aquella
asomada esperando mi regreso.

No hay tiempo, no hay lugares
ya para mí: todo es un mismo sueño,
todo una misma casa donde alguien
parte el pan y pregunta por el cuervo
de la vida que va cada mañana
dejando los estigmas de su vuelo
y cada tarde va a posarse sobre
la sombra fugitiva de los muertos.

No hay países, no hay patrias:
esta es mi patria tanto como el suelo
en que lloré de niño, como hoy lloro
en brazos de esta tarde, último fuego
de esta única tarde que es la vida
-mujer de luz y tiempo-
acongojada en lágrimas de luz
del Drim en los espejos.

LEOPOLDO DE LUIS
(España-1918)


Madrid, 4-10-02

EL AMOR VICTORIOSO

compañera

ya no me duele
el día

mujer

contigo nace
mi voz
la rama intensa
el viento
de tu nombre

todo cae
sobre mí

el cielo
el sur
tu noche de dos alas

tu eternidad

el fuego
de esa guitarra
que ayer
temblaba
sola

RODOLFO ALONSO
(Argentina-1934)


Madrid, 7-10-02

LLUVIA

A Amparo Mom

    Entonces comprendimos que la lluvia también era hermosa.
    Unas veces cae mansamente y uno piensa en los cementerios abandonados.
    Otras veces cae con furia y uno piensa en los maremotos que se han tragado espléndidas islas de extraños nombres.
    De cualquier manera la lluvia es saludable y triste.
    Sus tambores acunan nuestras noches y la lectura corre a su lado por los canales del sueño.
    Tú venías hacia mí y los otros seres pasaban.
    No habían despertado todavía al amor, no sabían nada de nosotros.
    De nuestro gran secreto.
    Ignoraban la intimidad de nuestros abrazos voluptuosos, la ternura de nuestra fatiga.
    Acaso los rostros amigos, las fotografías, los paisajes que hemos visto juntos, tantos gestos que hemos entrevisto o sospechado, los ademanes y las palabras de ellos. Todo, todo ha desaparecido y estamos solos bajo la lluvia, solos en nuestro compartido, en nuestro apretado destino, en nuestra posible muerte única, en nuestra posible resurrección.

Te quiero con toda la ternura de la lluvia.
Te quiero con toda la violencia de la lluvia.

Te quiero con todos los tambores de la lluvia.
Te quiero con todos los violines de la lluvia.
Aún tenemos fuerzas para subir la callejuela empinada.
Recién estamos descubriendo los puentes y las casas, las ventanas y las luces, los barcos y los horizontes.

Tú estás arriba, suntuosa y bíblica, pero tan humana; increíble, pero tan real; numerosa, pero tan mía.

Yo te veo hasta en la sombra imprecisa del sueño.
Oh visitante.
Ya es seguro que ningún desvío nos separa.
Iguales luces señaleras nos atraen hacia la compartida vida,
hacia el destino único.
Ni en nuestra carne ni en nuestro espíritu nunca pasaremos la línea del otoño.
Porque la intensidad de nuestro amor es tan grande, tan poderosa que no nos daremos cuenta cuando todo haya muerto, cuando tú y yo seamos dos sombras y todavía estemos pegados, juntos, subiendo siempre la callejuela sin fin de una pasión irremediable.

Oh, visitante.
Estoy lleno de tu vida y de tu muerte.
Estoy tocado de tu destino.
Al extremo de que nada le pertenece sino yo
Al extremo de que nada me pertenece sino tú.

Sin embargo yo quería hablar de la lluvia, igual, pero distinta, ya al caer sobre los jardines, ya al deslizarse por los muros, ya al reflejar sobre el asfalto las súbitas, las fugitivas luces rojas de los automóviles, ya al inundar los barrios de nuestra solidaridad y de nuestra congoja, los humildes barrios de los trabajadores.

La lluvia es bella y triste y acaso nuestro amor sea bello y triste, y acaso esa tristeza sea una manera sutil de la alegría. Íntima, recóndita alegría.

Estoy tocado de tu destino.

Oh, lluvia. Oh, generosa.

RAÚL GONZÁLEZ TUÑÓN
(Argentina-1905)


Madrid, 8-10-02

VIAJERO

Qué clima es éste de arenas movedizas y fuera de su edad
Qué país de clamores y sombreros húmedos
en vigilancia de horizontes
Qué gran silencio por la tierra sin objeto
preferida sólo de algunas palabras
Que ni siquiera cumplen su destino
No es cambiar la tristeza por una ventana o una flor
    razonable
Ni es un mar en vez de un recuerdo
Es una aspiración adentro de su noche
Es la vida con todas sus semillas
Explicándose sola y decorada como montaña que se
    despide
Es la lucha de las horas y las calles
Es el aliento de los árboles invadiendo las estrellas

Son los ríos derrochados
Es el hecho de ser amado y sangrar entre las alas
De tener carne y ojos hacia toda armonía
y bogar de fondo a fondo entre fantasmas reducidos
Y volar como muertos en torno al campanario
Andar por el tiempo huérfano de sus soles
De sueño a realidad y realidad a visión enredada de noche
Y siempre en hombre en diálogo secreto
En salto de barreras siempre en hombre

VICENTE HUIDOBRO
(Chile, 1893)


Madrid, 9-10-02

ELEGÍAS DE DUINO

Elegía I

¿Quién, si yo gritara, me oiría desde las jerarquías
de los ángeles?
y aún en el caso de que uno me cogiera
de repente y me llevara junto a su corazón:
        yo perecería por su
existir más potente. Porque lo bello no es nada
más que el comienzo de lo terrible, justo lo que
        nosotros todavía podemos soportar,
y lo admiramos tanto porque él, indiferente, desdeña destruirnos.
Todo ángel es terrible.
        Y por esto yo me contengo y ahogo el grito de reclamo
de un oscuro sollozo. Ay, ¿a quién podemos entonces recurrir?
A los ángeles no, a los hombres, no,
y los animales, sagaces, se dan cuenta ya
de que no estamos muy seguros, no nos sentimos en casa
en el mundo interpretado. Nos queda tal vez
algún árbol en la ladera, para que la volvamos a ver
todos los días; nos queda la calle de ayer y la mimada
        fidelidad de una costumbre
que se encontró a gusto con nosotros y por esto se
        quedó y no se fue.
        Oh, y la noche, cuando el viento lleno de espacio cósmico
muerde nuestro rostro, ¿para quién no se quedaría, la anhelada,
suavemente desilusionadora, penosamente inminente
para el corazón solitario? ¿Es más leve para los amantes?
Ay, ellos no hacen más que ocultarse el uno al otro su suerte.
        ¿No lo sabes aún? Arroja de tus brazos el vacío
y añádelo a los espacios que respiramos; tal vez los pájaros
sientan el aire ensanchado con el vuelo más íntimo.

RAINER MARÍA RILKE
Checoslovaquia, 1875
 


Madrid, 10-10-02

VII

Quidquid latet, apparebit

El día en que los ángeles
fuercen en las redondas
esquinas no soñadas de la tierra
sus ácidos clarines
y no encuentren respuesta,

el día en que los muertos se levanten
y vuelvan a morir con más convencimiento,

el día en que para siempre se haya roto
la tregua entre los dioses extinguidos
y su pálida imagen,

el día en que los corderos devoren dulcemente
la entraña de los lobos indefensos
hasta agotar su estirpe,

el día en que obligado
sea el convite, el traje impuesto,
rotativo el discurso
y la ocasión solemne e implacable,

el día en que las cuerdas de las arpas
estallen y se encojan
de horror los meridianos en su origen,

y cuando un solo hombre
desesperadamente en pie sobre su ombligo
vea crecer las aguas, pida auxilio,
y una paloma anuncie el pacto nuevo,

el día en que la hembra invertebrada
en su ávido seno nos sumerja
para alumbrarnos luego ya redentos,

el día en que palidezcan los cobardes,
las vírgenes asuman la venganza
y el estertor opaco de la víctima
nos una en fin a ella,
con un odio más puro,

el día en que los niños
certeramente apunten
con un fusil de sangre a los tiranos,

e indemnes los vencidos
coronen de excrementos melancólicos
los arcos de triunfo,

el día del laurel y la serpiente,

el día en que la cólera del mundo
destruya el mundo, el día de la ira.

JOSÉ ÁNGEL VALENTE
España, 1929


Madrid, 11-10-02

Y SI DESPUÉS DE TANTAS PALABRAS...

¡Y si después de tántas palabras,
no sobrevive la palabra!
¡Si después de las alas de los pájaros,
no sobrevive el pájaro parado!
¿Más valdría, en verdad,
que se lo coman todo y acabemos!

¡Haber nacido para vivir de nuestra muerte!
¡Levantarse del cielo hacia la tierra
por sus propios desastres
y espiar el momento de apagar con su sombra su tiniebla!

¡Más valdría, francamente
que se lo coman todo y qué más da!...

¡Y si después de tánta historia, sucumbimos,
no ya de eternidad,
sino de esas cosas sencillas, como estar
en la casa o ponerse a cavilar!
¡Y si luego encontramos,
de buenas a primeras, que vivimos,
a juzgar por la altura de los astros,
por el peine y las manchas del pañuelo!
¡Más valdría, en verdad,
que se lo coman todo, desde luego!

Se dirá que tenemos
en uno de los ojos mucha pena
y también en el otro, mucha pena
y en los dos, cuando miran, mucha pena...
Entonces... ¡Claro!... Entonces... ¡ni palabra!

CÉSAR VALLEJO
(Perú-1892)


Madrid, 14-10-02

NO DEBERÍAS DEJARME

No deberías dejarme solo
tropezando en los primeros tramos de la noche

si ayudaste a la tarde a cambiar sus colores
si favoreciste los últimos movimientos del sol
si abriste las estrellas iniciales en el cielo todavía claro
y ponías en marcha el viento donde viene la sombra
entonces qué te costaba dar unos pasos más unos grillos más
simplemente permanecer a mano
acompañarme hasta ese borde cortado a pico donde la noche
        se perfecciona en sueño
entonces sí dejarme caer en ese abismo
donde a veces te veo cruzar como luciérnaga dudosa

derribado es más fácil estar solo
dejarte y acostarme
es casi lo mismo que yacer a tu lado
entonces permanezco suspendido en el centro de la noche
y tú en el centro de mí
manando silenciosamente
hasta que todo es nada.

CESAR FERNÁNDEZ MORENO
(Argentina-1919)


Madrid, 15-10-02

ELLA...

Ella anuda hilos entre los hombres
y lleva de aquí para allá la mariposa profunda
-ala del paisaje y del alma de un país, con un polen...

Ella hace sensible el clima de los días, con su color y su
        perfume...
a su pesar, muchas veces, como bajo un destino.
Testimonio involuntario, ella,
de un cierto estado de espíritu, de un cierto estado de las
        cosas,
en que la circunstancia da su hálito...

Pero se dirige siempre a un testigo invisible,
jugando naturalmente con la tierra y el ángel,
el infinito a su lado y el presente en el confín...

Mas es el don absoluto, y la ternura,
ella que es también el término supremo y la última esencia
con las melodías de los sentidos y los símbolos y las visiones
        y los latidos
para el encuentro en los abismos...

Mas tiene cargo de almas, y es la comunicación,
el traspaso del ser, "como se da una flor", en el nivel de los
        niños,
más allá de sí misma, en el olvido puro de ella misma...

Y no busca nunca, no, ella...
espera, espera, toda desnuda, con la lámpara en la mano,
en el centro mismo de la noche...

JUAN L. ORTIZ
(Argentina-1896)


Madrid, 16-10-02

43

La brisa pasa como una música por el fondo de la tarde.
Yo soy un árbol de cristal bajo las aguas transparentes,
la mano del misterio que se mueve en el silencio.

Yo soy lo que se ignora:
el estremecimiento de luz que precede a la aparición de
        las espadas;
yo soy eso, sólo eso;
yo espero lo que esperan
esos cinco hombres mudos, tristes, sentados en un salón
        de terciopelo morado.

Al atardecer suenan clarines de oro.
Un león de llamas huye por el fondo del bosque;
la virgen de ojos verdes se cubre el rostro con las manos.

Es mi momento, el último momento:
cuando la luz rompe los cristales nada más tocarlos con
        la yema de los dedos;
cuando huye el pájaro encerrado en las blancas
        clausuras de lo abstracto;
cuando uno de los hombres del salón morado dice a los
        otros:
"Ya no puede tardar."

Es el último momento.
Me deslizo al filo de un silencio que casi es la muerte.
La virgen de los ojos verdes me muestra la más peligrosa de
        sus sonrisas.

Es el último momento.
Estalla el oro morado del crepúsculo:
las raíces de la carne me duelen;
siento como un temblor que me hago transparente.

Es el último momento:
la muerte pasa muy cerca murmurando sus secretos;
es entonces
cuando las estatuas son el sueño del silencio
y los pianos
huelen como un niño muerto entre los lirios.

Es el último momento,
cuando da miedo volver la cabeza
cuando parece que lo comprendemos todo y, sin embargo,
        no sabemos nada;
cuando uno de los hombres del salón morado, quieto ante
        el balcón,
mira hacia el espejo con los ojos en blanco.

GABRIEL CELAYA
(España-1911)


Madrid, 17-10-02

MUNDO DE SIETE POZOS

Se balancea,
arriba, sobre el cuello,
el mundo de las siete puertas:
la humana cabeza...

Redonda, como dos planetas:
arde en su centro
el núcleo primero.
Ósea la corteza;
sobre ella el limo dérmico
sembrado
del bosque espeso de la cabellera.

Desde el núcleo
en marcas
absolutas y azules,
asciende el agua de la mirada
y abre las suaves puertas
de los ojos como mares en la tierra.
        ... tan quietas
esas mansas aguas de Dios
        que sobre ellas
mariposas e insectos de oro
se balancean.

Y las otras dos puertas:
las antenas acurrucadas
en las catacumbas que inician las orejas;
pozos de sonidos,
caracoles de nácar donde resuena
la palabra expresada
y la no expresa;
tubos colocados a derecha e izquierda
para que el mar no calle nunca,
y el ala mecánica de los mundos
rumorosa sea.
Y la montaña alzada
sobre la línea ecuatorial de la cabeza:
la nariz de batientes de cera
por donde comienza
a callarse el color de vida;
las dos puertas
por donde adelanta
-flores, ramas y frutas-
la serpiente olorosa de la primavera.

Y el cráter de la boca
de bordes ardidos
y paredes calcinadas y resecas;
el cráter que arroja
el azufre de las palabras violentas,
el humo denso que viene
del corazón y su tormenta;
la puerta
en corales labrada suntuosos
por donde engulle, la bestia,
y el ángel canta y sonríe
y el volcán humano desconcierta.

Se balancea,
        arriba,
sobre el cuello,
el mundo de los siete pozos:
la humana cabeza.

Y se abren praderas rosadas
        en sus valles de seda:
las mejillas musgosas.
        Y riela
sobre la comba de la frente,
desierto blanco,
la luz lejana de una luna muerta...

ALFONSINA STORNI
(Poeta argentina nacida en Suiza-1892)
De "Mundo de siete pozos"


Madrid, 18-10-02

PANORAMA CIEGO DE NUEVA YORK

Si no son los pájaros
cubiertos de ceniza,
si no son los gemidos que golpean las ventanas de la boda,
serán las delicadas criaturas del aire
que manan la sangre nueva por la oscuridad
        inextinguible.
Pero no, no son los pájaros,
porque los pájaros están a puntos de ser bueyes;
pueden ser rocas blancas con la ayuda de la luna
y son siempre muchachos heridos
antes de que los jueces levanten la tela.

Todos comprenden el dolor que se relaciona con la
        muerte,
pero el verdadero dolor no está presente en el espíritu.
No está en el aire ni en nuestra vida,
ni en estas terrazas llenas de humo.
El verdadero dolor que mantiene despiertas las cosas
es una pequeña quemadura infinita
en los ojos inocentes de los otros sistemas.

Un traje abandonado pesa tanto en los hombros
que muchas veces el cielo los agrupa en ásperas
        manadas.
Y las que mueren de parto saben en la última hora
que todo rumor será piedra y toda huella latido.

Nosotros ignoramos que el pensamiento tiene arrabales
donde el filósofo es devorado por los chinos y las orugas.
Y algunos niños idiotas han encontrado por las cocinas
pequeñas golondrinas con muletas
que sabían pronunciar la palabra amor.

No, no son los pájaros.
No es un pájaro el que expresa la turbia fiebre de
        laguna,
ni el ansia de asesinato que nos oprime cada momento
ni el metálico rumor de suicidio que nos anima cada
        madrugada.
Es una cápsula de aire donde nos duele todo el mundo
es un pequeño espacio vivo al loco unisón de la luz,
es una escala indefinible donde las nubes y rosas
        olvidan
el griterío chino que bulle por el desembarcadero de la
        sangre.
Yo muchas veces me he perdido
para buscar la quemadura que mantiene despiertas las
        cosas
y sólo he encontrado marineros echados sobre las
        barandillas
y pequeñas criaturas del cielo enterradas bajo la nieve.
Pero el verdadero dolor estaba en otras plazas
donde los peces cristalizados agonizaban dentro de los
        troncos;
plazas del cielo extraño para las antiguas estatuas ilesas
y para la tierna intimidad de los volcanes.

No hay dolor en la voz. Sólo existen los dientes,
pero dientes que callarán aislados por el raso negro.
No hay dolor en la voz. Aquí sólo existe la Tierra.
La tierra con sus puertas de siempre
que llevan al rubor de los frutos.

FEDERICO GARCÍA LORCA
(España-1898)
De "Poeta en Nueva York"


Madrid, 21-10-02

ODA AL HAMBRE

A nadie duela o pese esta cadena...

La mente, con temor iba abriendo los ojos
y ya sorbías tú las chispas sustanciales
que se unían, por ti, en un beso recóndito.
¡Oh virtud vigilante! ¡Oh nupcial luminaria!

Te obedece el rebaño de toda carne dócil..
Pero aquel que la perla de tu verdad alcanza
te eleva y te contempla, porque olvidarte es muerte,
porque en el paraíso que los párpados guardan,
en el edén secreto que los labios custodian
eres la primavera, el iris de la sangre.

Por ti el hombre abandona su soledad altiva
porque el cuerpo se pudre como un fruto cortado
sin el hilo granate con que tú lo encadenas,
le enlazas a las fuentes de potencia y dulzura.

ROSA CHACEL
(España-1931)


Madrid, 22-10-02

VAN PASANDO MUJERES

Cada día que pasa, más dueña de mí misma,
sobre mí misma cierro mi mirada interior;
en medio de los seres la soledad me abisma.
Ya ni domino esclavos ni tolero señor.

Ahora van pasando mujeres a mi lado
cuyos ojos trascienden la divina ilusión.
El fácil paso llevan de un cuerpo aligerado:
se ve que poco o nada les pesa el corazón.

Algunas tienen ojos azules e inocentes;
van soñando embriagadas, los pasos al azar;
la claridad del cielo se aposenta en sus frentes
y como son muy finas se les oye soñar.

Sonrío a su belleza, tiemblo por sus sueños;
el fino tul de su alma, ¿quien lo recogerá?
Son pequeñas criaturas, mañana tendrán dueños,
y ella pedirá flores..., y él no comprenderá.

Les llevo una ventaja que place a mi conciencia:
los sueños que ellas tejen no los supe tejer,
y en mis manos ignorantes no perdí mi inocencia.
Como nunca la tuve, no la pude perder.

Nací yo sin blancura; pequeña todavía
el pequeño cerebro se puso a combinar;
cuenta mi pobre madre que, como comprendía,
yo aprendí temprano la ciencia de llorar.

Y el llanto fue la llama que secó mi blancura
en las raíces mismas del árbol sin brotar,
y el alma está candente de aquella quemadura,
¡Hierro al rojo mi vida! ¿Cómo pude durar?

Alma mía, la sola; tu limpieza, escondida
con orgullo sombrío, nadie la arrullará;
si en música divina fuera el alma dormida,
el alma, comprendiendo, no despertará ya.

Tengo sueño mujeres, tengo un sueño profundo.
Oh, humanos, en puntillas el paso deslizad;
mi corazón susurra: me haga silencio el mundo,
y mi alma musita fatigada: ¡callad!...

ALFONSINA STORNI
(Poeta argentina nacida en Suiza-1892)


Madrid, 23-10-02

EL CANTO DE LA TINIEBLA

La luz del crepúsculo se atenúa:
¡Inquietos espíritus, sea dulce la tiniebla
Para el corazón que ya no ama!
Manantiales manantiales hemos de escuchar,
Manantiales, manantiales que saben
manantiales que saben que hay espíritus
Que hay espíritus que están escuchando...
Escucha: ¡la luz del crepúsculo se atenúa
Y para los inquietos espíritus es dulce la tiniebla;
Escucha: te ha vencido la Fortuna
Pero para los corazones ligeros otra vida está a las puertas:
No hay dulzura que pueda igualar a la Muerte
Más Más Más
Comprende a quien aún te acuna
Comprende a la dulce muchacha
Que dice al oído: Más Más
Y de pronto se eleva y desaparece
El viento: que vuelve del mar
¡Y de pronto sentimos jadear
Al corazón que más nos amó!
Miramos: ya el paisaje
De los árboles y las aguas es nocturno
El río se aleja taciturno...
¡Pum! ¡mamá ese hombre allá arriba!

DINO CAMPANA
(Italia-1885)
Traducción de Antonio Aliberti


Madrid, 24-10-02

CONFIANZAS

se sienta a la mesa y escribe

"con este poema no tomarás el poder" dice
"con estos versos no harás la Revolución" dice
"ni con miles de versos harás la Revolución" dice

y más: esos versos no han de servirle para
que peones maestros hacheros vivan mejor
coman mejor o él mismo coma viva mejor
ni para enamorar a una le servirán

no ganará plata con ellos
no entrará al cine gratis con ellos
no le darán ropa por ellos
no conseguirá tabaco o vino por ellos

ni papagayos ni bufandas ni barcos
ni toros ni paraguas conseguirá por ellos
si por ellos fuera la lluvia lo mojará
no alcanzará perdón o gracia por ellos

"con este poema no tomarás el poder" dice
"con estos versos no harás la Revolución" dice
"ni con miles de versos harás la Revolución" dice
se sienta a la mesa y escribe

JUAN GELMAN
(Argentina-1930)


Madrid, 25-10-02

UNA PALABRA

Yo tengo una palabra en la garganta
y no la suelto, y no me libro de ella
aunque me empuje su empellón de sangre.
Si la soltase, quema el pasto vivo,
sangra al cordero, hace caer al pájaro.

Tengo que desprenderla de mi lengua,
hallar un agujero de castores
o sepultarla con cales y cales
porque no guarde como el alma el vuelo.

No quiero dar señales de que vivo
mientras que por mi sangre vaya y venga
y suba y baje por mi loco aliento.
Aunque mi padre Job la dijo, ardiendo
no quiero darle, no, mi pobre boca
porque no ruede y la hallen las mujeres
que van al río, y se enrede a sus trenzas
y al pobre matorral tuerza y abrase.

Yo quiero echarle violentas semillas
que en una noche la cubran y ahoguen
sin dejar de ella el cisco de una sílaba.
O rompérmela así, como a la víbora
que por mitad se parte con los dientes.

Y volver a mi casa, entrar, dormirme,
cortada de ella, rebanada de ella,
y despertar después de dos mil días
recién nacida de sueño y olvido.

¡Sin saber más que tuve una palabra
de yodo y piedra-alumbre entre los labios
ni saber acordarme de una noche,
de una morada en país extranjero,
de la celada y el rayo de la puerta
y de mi carne marchando sin su alma!

GABRIELA MISTRAL
(Chile-1889)


Madrid, 28-10-02

NI DONDE VIVIRÉ
POR LARGOS AÑOS

Ni donde viviré por largos años,
ciudad prometida primavera,
ni donde amante amor aguarda.

Atravesando la tierra, la temerosa rueda,
quizá un árbol florecido pueda
sostener la derramada soledad.

Quizá en la sombra aquella se encontrará
sed abundante, sangre, carne, hueso,
en que albergar la voz que ahora huye.

ÁLVARO CUNQUEIRO
(España-1911)


Madrid, 29-10-02

LA NOSTALGIA

Hay un día en que las cosas son un hondo precipicio
conozco el rostro húmedo y las manos que nunca me abandonan
la noche que se abre
como un pueblo de alondras disperso en la tormenta.

Yo he escuchado a mi amor desde lejos en una lengua extraña
mientras la nostalgia murmuraba sus frases de curiosa
        hechicera
ella alargaba sus caricias en las ventanas del insomnio
como una huésped cuya mano asolaba el relámpago.

Porque ella no era el día
y tampoco era el ángel sediento de palabras
mi propia voz la nombra como a una desterrada
desabrigada madre, de pechos dulcemente vacíos.

Más allá de la noche, donde se enciende la ternura
más allá de la calle donde el viento deshace la forma de los pasos
sé que hay un país nuevo, cansado de las sombras.

Una música fija
un tiempo de colores intensos como dioses desnudos.

Pero mi corazón sigue clavado para siempre en todos los sitios
        imposibles.

ELIZABETH AZCONA CRANWELL
(Argentina-1933)


Madrid 30-10-02

POR EL PUENTE DE LA PALABRA

Entre él y ella
la palabra
era el único puente que tenían
aunque usaran las manos
los labios los ojos
la persuasiva piel

No era un puente sobre un río
era un puente sobre el abismo
un puente sobre señales de terror
un puente sobre los malos vientos

Ninguno de los dos cobraba peaje
esperaba al otro
ninguno de los dos
era un puente sobre la gran desventura
era un puente sobre la desesperanza

Pero era un puente
eran entonces dos lugares a unir
dos tierras distintas digamos
no dos orillas distintas
no era un puente sobre un río
era un puente sobre la soledad
dos tierras arrasadas
desoladas
dos tierras con sentido para vivir
por el puente de la palabra
por el puente donde ninguno acechaba
por el puente que ni la muerte dinamitará

PONI MICHARVEGAS
(Argentina-1935)


Madrid, 31-10-02

EL MAR EN PERSONA

He aquí el mar alzado en un abrir y cerrar de ojos de pastor
He aquí el mar sin sueño como un gran miedo de tréboles en flor
y en postura de tierra sumisa al parecer
Ya se van con sus lanas de evidencia su nube y su labor
A la sombra de un olmo nunca hay tiempo que perder

Crédula exquisita la oscuridad sale a mi encuentro
Mi frente abriga la corteza del pan que llevo adentro
cortado a pico sobre un pájaro inseguro

Y así me alejo bajo la acción del piano
que me cose a las plantas precursoras del mar
Un ciervo de otoño baja a lamer la luna de tu mano
Y ahora a mi orilla el mundo se empieza a desnudar
para morirse de árboles al fondo de mis ojos.

Mis cabellos se llenan de peces de penumbra
y de esqueletos de navíos forzosos

Sin ir más lejos
tú eres fría como el hacha que derriba el silencio
en la lucha entre el paisaje y su golpe de vista

Mas cuando el cielo exporta sus célebres pianistas
y la lluvia el olor de mi persona
cómo tu hermoso corazón se traiciona

JUAN LARREA
(España-1895)


Selección de poemas editados

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