Madrid, 1-3-02

ENCUENTRO

¿Por qué te contemplo? ¿Por qué te toco? ¿Qué busco en ti,
    mujer,
Que he de apresurarme para estar contigo una vez más?
¿Por qué debo sondear nuevamente tu nada abisal
Y extraer nada más que dolor?

Fijamente, fijamente miro tus ojos acuosos; pero no quedo más
    convencido
Ahora que alguna otra vez
De que sólo son dos espejos que reflejan la pálida luz del
    firmamento,
Eso y nada más.

Y aprieto mi cuerpo contra tu cuerpo como si esperara abrirme
    una brecha
Directamente a otra esfera;
Y me esfuerzo por hablar contigo con palabras más allá de mi
    palabra,
En las que todas las cosas son claras;
Hasta que exhausto me hundo una vez más en tu nada abisal
Y la fría nada de mí:
Tú, riendo y llorando en este cuarto ridículo
Con tu mano sobre mi rodilla;

Llorando porque me crees perverso y desdichado; y riendo
Por hallar nuestro amor tan extraño;
Con la vista mutuamente clavada en una última esperanza,
    ciega y desesperada,
De que el mundo entero cambie.

CONRAD AIKEN
(Estados Unidos-1889)


Madrid, 4-3-02

HERIDOS

He visto a los heridos:
¡Qué horribles son los trapos manchados de sangre!
Y los hombres que se quejan mucho;
y los que se quejan poco;
y los que ya han dejado de quejarse!
Y las bocas retorcidas de dolor;
y los dientes aferrados;
y aquel muchacho loco que se ha mordido la lengua
y la lleva de fuera, morada, como si lo hubieran ahorcado!

SALOMÓN DE LA SELVA
(Nicaragua-1893)
De "El soldado desconocido"


Madrid, 5-3-02

AQUÍ NACIÓ MI VIDA A LA ESPERANZA

    Aquí nació mi vida a la esperanza
y aquí esperó también que moriría;
ahora que vuelvo aquí, parecería
que el tiempo me persigue y no me alcanza.

    Detiene otoño el paso a la mudanza
que en la luz, en el aire se extasía:
los árboles son llamas, su alegría
enciende ya mi bienaventuranza.

   Todo pasó. Todo quedó lo mismo:
como si en este otoño floreciera,
ardiendo en el fulgor de su espejismo,

   última para mí, la primavera;
abismo del no ser al ser abismo
la eternidad del tiempo prisionera.

JOSÉ BERGAMÍN
(España-1897)


Madrid, 6-3-02

LA CANCIÓN DE LA PIEDRA

    Vida y muerte sueño son
y todo en el mundo sueña;
sueño es la vida en el hombre,
sueño es la muerte en la piedra.
   En vuestros ojos cerrados
está grabada una idea:
"Más que ver como ve el hombre,
vale estar ciego en la piedra."
  
En vuestros rígidos labios
dice una palabra yerta:
"Más que hablar como habla el hombre
vale estar mudo en la piedra."
   De vuestro pecho, en el fondo,
dice la esperanza muerta:
"Más que la vida en el hombre
vale la muerte en la piedra."
   Si muerte y vida son sueño,
si todo en el mundo sueña,
yo doy mi vida de hombre
por soñar muerto en la piedra.

ÁNGEL GANIVET
(España-1865)


Madrid, 7-3-02

LA TRAE UN CUERVO

    ¡Tengo rota la vida! En el combate
de tantos años ya mi aliento cede,
y al orgulloso pensamiento abate
la idea de la muerte, que lo obsede.
    Quisiera entrar en mí, vivir conmigo,
poder hacer la cruz sobre mi frente,
y sin saber de amigo ni enemigo,
apartado, vivir devotamente.
    ¿Dónde la verde quiebra de la altura
con rebaños y músicos pastores?
¿Dónde gozar de la visión tan pura
    que hace hermanas las almas y las flores?
¿Dónde cavar en paz la sepultura
y hacer místico pan con mis dolores?

RAMÓN MARÍA DEL VALLE-INCLÁN
(España-1866)


Madrid, 8-3-02

EL ARMARIO DE LOS ESQUELETOS

    En el taller complicado
del anatómico experto
en disecaciones sabias
y en conservación de fetos,
en un armario profundo
con un ventanal estrecho
hay un viejo guardarropa
de unos tres a cuatro metros
que ocupan completamente
unos cuantos esqueletos
de mujeres y de hombres,
de jóvenes y de viejos.
    Cuelgan estos armazones,
formados por blancos huesos,
de unos garfios que hay clavados
en la madera del techo;
unos parecen reír
con cierto mohín travieso,
otros tienen un empaque
de fatídicos espectros;
hay quien parece muy grave
y hay quien parece grotesco,
tipo de danza macabra,
como pintó el medievo.
    Cuando la calle retiembla,
al cruzar con gran estruendo
esos camiones enormes,
que llevan terrible peso,
todo el guardarropa oculto
sufre un estremecimiento
que intranquiliza el cotarro
de aquel armario siniestro.
    Hay esqueleto que mueve
las falanges de los dedos
y a quien le rechina el cráneo
con un lastimero acento.
Otro se siente jovial,
hay quien se siente flamenco,
y alguno se balancea
con un movimiento obsceno.
    Parece que aun se distingue
sin las carnes ni el pellejo
al estúpido y al sabio,
al granuja y al zopenco,
y sin grasas y sin pieles,
sin bultos y sin trasero,
estos restos de homo sapiens
dan a la par risa y miedo.

PÍO BAROJA
(España-1872)


Madrid, 11-3-02

15 enero 1899

Hoy, en la Castellana, la he visto. Hablaba descuidado, baja la vista, con un amigo... De pronto he levantado los ojos y me he encontrado con su mirada, una mirada tembladora, inconscientemente ansiosa, indefinible, en su misteriosa y fugaz expresión inefable. Hay fuerzas misteriosas, poderosas fuerzas, que atraen irresistiblemente a dos seres -hombre, mujer- que se ven por primera vez en la calle, en un teatro, en un tranvía... Parece que se trata de un reconocimiento, de afectuosa renovación de viejas amistades.

Pasan los días, pasan los meses, pasan los años...

Una tarde, una mañana, una noche rápidamente, al cruzar una plaza, al pasar en un coche, se renueva el encuentro; y vuelve, andando el tiempo a renovarse... El ansia misteriosa crece; titilean las miradas; hácese más densa y palpable de corriente que va de uno a otro espíritu...

Y las dos vidas siguen sus destinos impasibles, sojuzgadas por la fuerza de las cosas que las separa, contemplándose de lejos y fugazmente, trágicas y ansiosas.

¿Qué fuerza misteriosa las impulsa una hacia otra?

¿Qué implacable fatalidad una de otra las aleja?

AZORIN (José Martínez Ruiz)
(España-1873)
De "Diario de un enfermo"


Madrid, 12-3-02

PESCADORES DE SARDINAS

Aúpa la red... Hincad el duro remo
    en el rugiente mar.
Jugad la vida y desafiad las olas,
    porque no tenéis pan.
Aúpa la red... ¡Que el cielo airado cruja
    en bronca tempestad!
¡Vuestro amplio pecho, vuestro férreo brazo
    sus iras domará!
Aúpa la red... Y si rastrero empuje
    os hace zozobrar,
   caeréis luchando, triunfador el gesto,
    colérica la faz.

RAMIRO DE MAEZTU
(España-1874)


Madrid, 13-3-02

MAR DEL NORTE

2º CICLO
 PREGUNTAS

En una noche como el mar bravío
un joven, medio niño, medio hombre,
con el pecho en pena y la mente en duda
triste y solo interroga a las olas:

"Resolvedme el enigma de la vida,
el doloroso y ancestral enigma
que tantas cabezas se empeñaron en desentrañar,
cabezas con mitra jeroglífica,
magos con birrete, con peluca, con turbante,
y mil cabezas más, pobres, humanas,
bañadas en sudor.
Decidme: ¿Qué significa el Hombre?
¿Dónde está nuestro origen? ¿Adónde vamos?
¿Quién vive más allá de las doradas estrellas?"

Las olas susurran lo de siempre
y el viento sopla y las nubes pasan.
El firmamento está indiferente, frío,
y un necio aún espera respuesta.

HEINRICH HEINE
(Alemania-1797)
De "El libro de las canciones"


Madrid, 14-3-02

EL EMPERADOR DE LA CREMA HELADA

Llamad al que hace los grandes cigarros,
A ese musculoso y decidle que bata
En tazones de cocina cremas concuspiscentes.
Que las muchachas se recreen con las ropas
Que acostumbran usar y que los chicos
Traigan flores en diarios del mes pasado.
Que ser sea final de parecer.
El único emperador es el emperador de la crema helada.

Tomad del aparador de pino
Al que le faltan las tres perillas de vidrio, esa sábana
En la que ella una vez bordó palomas cola de abanico
Y extendedla de modo que su cara quede cubierta.
Si sus pies callosos sobresalen, aparecen
Para mostrar cuán fría está, y callada,
Que la lámpara ponga su rayo.
El único emperador es el emperador de la crema helada.

WALLACE STEVENS
(Estados Unidos-1879)


Madrid, 15-3-02

LOS AMORES

LIBRO PRIMERO
I
(Fragmento)

Yo me disponía a cantar en tono elevado las armas y las sangrientas batallas, materia conveniente a mis versos, el primero de la misma medida que el segundo; Cupido, según dicen, se echó a reír y arrebató al último uno de los pies. Niño cruel, ¿quién te dio tal derecho sobre mis cantos? Los vates somos esclavos de las Musas, y no tuyos. ¿Qué diríamos si Venus tomase la armadura de la rubia Minerva y ésta agitase las encendidas antorchas? ¿Quién vería sin extrañeza reinar a Ceres en los montuosos bosques y que los campos se cultivasen bajo las leyes de la virgen de la aljaba? ¿Quién armará de aguda lanza a Febo, insigne por su cabellera, mientras Marte pulse la lira de Aonía? ¡Oh niño!, ya es demasiado grande y poderoso tu imperio. ¿Por qué aspira tu ambición a nuevos dominios? ¿Acaso porque reinas en los ámbitos del mundo y son tuyos el Tempe(1) y el Helicón pretendes que Apolo pierda también su lira? Así que en la nueva página estampé el primer verso grandilocuente, se me aproximó el Amor y debilitó todos mis bríos. No me ofrecen asuntos de poemas ligeros ni un mancebo, ni una hermosa doncella de largos cabellos.

Apenas hube pronunciado estas quejas, Cupido, soltando de repente la aljaba, saca la flecha aguzada que ha de herirme, encorva brioso el arco con la rodilla, y exclama: "Ahí tienes, poeta, el asunto que debes cantar". ¡Desgraciado de mí!, aquel muchacho estuvo certero al herir: me abrazó, y el amor reina en mi pecho, antes vacío. Comience mi obra en verso de seis compases, seguidos de otros de cinco, ¡y adiós sangrientas guerras y metros en que sois cantadas! ¡Oh Musa!, ciñe tus áureas sienes con el mirto resplandeciente: sólo tienes que modular once pies en cada dos versos.

_______________
(1) Valle pintoresco de Tesalia, entre el Olimpo y el Osa, regado por las ondas del Peneo, donde tuvo Apolo su favorita residencia.

OVIDIO
(Sulmona, ciudad del Abruzzo-43 a. de C.)
De "Poemas Eróticos"


Madrid, 18-3-02

XVIII
A FAUNO
(Fragmento)

Fauno, perseguidor de las fugitivas ninfas, pisa benigno mis cercados y tierras de labor, y, antes de alejarte, mira propicio las crías de mis ganados, si es verdad que en tu honor se sacrifica el tierno cabrito al caer el año, que corre en abundancia el vino de la crátera amia de Venus, y que tu ara vetusta humea con las nubes del incienso.

Todo el rebaño salta de contento en los viciosos pastos, cuando nos traen tu fiesta las nonas de diciembre, y el pueblo con los bueyes ociosos se entrega al regocijo en los prados.

El lobo anda entre los corderos libres de temor, la selva alfombra el suelo de verdes hojas y el cavador goza golpeando con los pasos de la danza la tierra que tanto aborrece.

HORACIO
(Venusia-65 a.C.)
De "Odas"


Madrid, 20-3-02

INSOLADA

En una casa campesina había
una doncella que tenía
los diecisiete años de amor, y era tan bella
que decían de ella:
"Es una moza como un sol."
Ella bien sabía
el parentesco que con él tenía:
porque cada mañana,
de par en par abierta la ventana,
con su fuego ambarino y mañanero
le llenaba su cuarto por entero,
y ella, toda desnuda, con delicia,
se entregaba al fulgor de su caricia.
De tanto darse a estas tan dulces mañas,
el sol se le quedaba en las entrañas
y bien pronto sentía
un ardor que en su seno se movía.
"Adiós los míos y mi casa amada:
me voy al mundo, por la luz preñada."
Abandonada y sin hogar
por la comarca comenzó a vagar.
Alegre como un pájaro volando,
iba sola cantando:
"Yo me soy la alborada,
pues llevo dentro el sol y soy rosada,
mis cabellos rojean,
mis ojos centellean,
mis labios bermejean,
llevo en frente y mejillas su color
y en el pecho su ardor:
toda yo soy claror contra claror."
La gente que la oía
se paraba admirada y la seguía:
la seguía por el llano y la montaña
para escucharle su canción extraña,
que poco a poco la iba embelleciendo.
Que su hermosura era cabal sintiendo,
dijo: "Mi hora ha llegado."
No canto más y, hallándola a su lado,
entró en una cabaña que allí había.
La gente que en aquel entorno estaba
sólo veía un resplandor y oía
los gritos de dolor que ella lanzaba.
Las grietas de la puerta, de repente
lucieron como estrellas fuertemente.
En seguida se alzó una llamarada,
toda la gente huyó de allí aterrada,
y en la gran soledad sólo quedaba
un niño igual que el sol, que caminaba
y decía, subiendo por la sierra:
"Vengo a juntar al cielo con la tierra..."

JOAN MARAGALL
(España-1860)
De "1900-1911"


Madrid, 21-3-02

LIBRO I
(Fragmento)

Yo, aquel que en otro tiempo modulé cantares al son de leve avena, y dejando luego las selvas, obligué a los vecinos campos a que obedeciesen al labrador, aunque avariento, obra grata a los agricultores, ahora.

Canto las terribles armas de Marte y el varón que, huyendo de las riberas de Troya por el rigor de los hados, pisó el primero la Italia y las costas Lavinias. Largo tiempo anduvo errante por tierra y por mar, arrastrado a impulso de los dioses, por el furor de la rencorosa Juno. Mucho padeció en la guerra antes que lograse edificar la gran Ciudad y llevar sus dioses al Lacio, de donde vienen el linaje latino, y los senadores albanos, y las murallas de la soberbia Roma.

Musa, recuérdame por qué causas, dime por cuál numen agraviado, por cuál ofensa, la reina de los dioses impulsó a un varón insigne por su piedad a arrostrar tantas aventuras, a pasar tantos afanes. ¡Tan grandes iras caben en los celestes pechos!

Hubo una ciudad antigua, Cartago, poblada por colonos tirios, enfrente y a gran distancia de Italia y de las bocas del Tíber, opulenta y bravísima en el arte de la guerra. Es fama que Juno la habitaba con preferencia a todas las demás ciudades y aun a la misma Samos; allí tenía sus armas y su carro, y ya de antiguo revolvía en su mente el propósito y la esperanza de que llegase a ser señora de todas las gentes, si lo consintiesen los hados; pero había oído que del linaje de los troyanos procedería una raza que, andando el tiempo, había de derribar las fortalezas tirias y que de ella nacería un pueblo dominador del mundo, soberbio en la guerra y destinado a exterminar la Libia; así lo tenían hilado las Parcas. Temerosa de esto, y recordando la hija de Saturno aquella antigua guerra que ella la primera suscitó a Troya por sus amados griegos, tenía también presentes en su ánimo las causas de su enojo y sus crudos resentimientos. Vivos perseveraban en su alta mente el juicio de Paris y el desprecio hecho a su hermosura, y su odio al linaje troyano y las honras tributadas al arrebatado Ganimedes. Exasperada por estos recuerdos, apartaba a gran trecho del Lacio, haciéndolos juguete de las olas, a los troyanos, reliquias de los griegos y del cruel Aquiles; y así, a impulso de los hados, andaban, hacía muchos años, errantes por todos los mares. ¡Tan ardua empresa era fundar el linaje romano!

VIRGILIO
(Andes, Mantua-70 a.C.)
De "La Eneida"


Madrid, 22-3-02

PROCLAMACIÓN DE LA ESPERANZA

El aire se enrarece, adensa, espesa
hasta hacerse de plomo en los pulmones,
porque se está matando al hombre.

La sangre se entontece y aguachirla
de no salir al mundo y propagarse,
porque se está matando al hombre.

La luz de las estrellas palidece
y no consuela como en nuestra infancia,
porque se está matando al hombre.

La risa se deshoja, mustia, pasa
sin que nadie la coja y la disfrute,
porque se está matando al hombre.

El beso y el amor no tienen gusto,
agusanados de preocupaciones,
porque se está matando al hombre.

La selva está cercando nuestras casas,
y aúlla, brama y hoza en los umbrales,
porque se está matando al hombre.

Porque se está matando al hombre arde mi canto
tal un diluvio de oro por los trigos;
porque se está matando al hombre y nadie grita
quiero clamar hasta tirar las sombras;
porque se está matando al hombre mis palabras
quieren clavarse como puñaladas,
quieren herir, buscar raíces nobles,
dar coletazos que despierten siglos.

Le está doliendo su dolor al hombre,
un dolor que ya no es literatura
ni puede ser espanto y madamismo,
porque no quedará vivo quien cante
el naufragio indecente de las ratas:
porque los que se salven no tendrán memoria.

Está el hombre ante sí, trágicamente solo,
mientras las aguas crecen sin espera
ahogando justamente, santamente
lo que debe morir.

Perecerá quien deba perecer.
                                            El hombre,
desnudo, hacia el mañana, sobre el miedo.

Por eso está mi canto repicando
sobre el fuego, la muerte, y os convoca,
hombres, para que proclamemos la esperanza.

RAMÓN DE GARCÍASOL
(España-1913)
De "Palabras mayores"


Madrid, 25-3-02

BOOZ DORMIDO

Booz se había acostado, rendido de fatiga;
Todo el día había trabajado sus tierras
y luego preparado su lecho en el lugar de siempre;
Booz dormía junto a los celemines llenos de trigo.

Ese anciano poseía campos de trigo y de cebada;
Y, aunque rico, era justo;
No había lodo en el agua de su molino;
Ni infierno en el fuego de su fragua.

Su barba era plateada como arroyo de abril.
Su gavilla no era avara ni tenía odio;

Cuando veía pasar alguna pobre espigadora:
"Dejar caer a propósito espigas" -decía.

Caminaba puro ese hombre, lejos de los senderos desviados,
vestido de cándida probidad y lino blanco;
Y, siempre sus sacos de grano, como fuentes públicas, 
 del lado de los pobres se derramaban.

Booz era buen amo y fiel pariente;
aunque ahorrador, era generoso;
las mujeres le miraban más que a un joven,
pues el joven es hermoso, pero el anciano es grande.

El anciano que vuelve hacia la fuente primera,
entra en los días eternos y sale de los días cambiantes;
se ve llama en los ojos de los jóvenes,
pero en el ojo del anciano se ve luz.

* * * *

Así pues Booz en la noche, dormía entre los suyos.
Cerca de las hacinas que se hubiesen tomado por ruinas,
los segadores acostados formaban grupos oscuros:
Y esto ocurría en tiempos muy antiguos.

Las tribus de Israel tenían por jefe un juez;
la tierra donde el hombre erraba bajo la tienda, inquieto
por las huellas de los pies del gigante que veía,
estaba mojada aún y blanda del diluvio.

* * * *

Así como dormía Jacob, como dormía Judith,
Booz con los ojos cerrados, yacía bajo la enramada;
entonces, habiéndose entreabierto la puerta del cielo
por encima de su cabeza, fue bajando un sueño.

Y ese sueño era tal que Booz vio un roble
que, salido de su vientre, iba hasta el cielo azul;
una raza trepaba como una larga cadena;
Un rey cantaba abajo, arriba moría un dios.

Y Booz murmuraba con la voz del alma:
"¿Cómo podría ser que eso viniese de mí?
la cifra de mis años ha pasado los ochenta,
y no tengo hijos y ya no tengo mujer.

Hace ya mucho que aquella con quien dormía,
¡Oh Señor! dejó mi lecho por el vuestro;
Y estamos todavía tan mezclados el uno al otro,
ella semi viva, semi muerto yo.

Nacería de mí una raza ¿cómo creerlo?
¿Cómo podría ser que tenga hijos?
Cuando de joven se tienen mañanas triunfantes,
el día sale de la noche como de una victoria;

Pero de viejo, uno tiembla como el árbol en invierno;
viudo estoy, estoy solo, sobre mí cae la noche,
e inclino ¡oh Dios mío! mi alma hacia la tumba,
como un buey sediento inclina su cabeza hacia el agua".

Así hablaba Booz en el sueño y el éxtasis,
volviendo hacia Dios sus ojos anegados por el sueño;
el cedro no siente una rosa en su base,
y él no sentía una mujer a sus pies.

* * * *

Mientras dormía, Ruth, una Moabita,
se había recostado a los pies de Booz, con el seno desnudo,
esperando no se sabe qué rayo desconocido
cuando viniera del despertar la súbita luz.

Booz no sabía que una mujer estaba ahí,
y Ruth no sabía lo que Dios quería de ella.

Un fresco perfume salía de los ramos de asfodelas;
los vientos de la noche flotaban sobre Galgalá.
La sombra era nupcial, augusta y solemne;
allí, tal vez, oscuramente, los ángeles volaban,
a veces, se veía pasar en la noche,
algo azul semejante a un ala.

La respiración de Booz durmiendo
se mezclaba con el ruido sordo de los arroyos sobre el musgo.
Era un mes en que la naturaleza es dulce,
y hay lirios en la cima de las colinas.

Ruth soñaba y Booz dormía; la hierba era negra;
Los cencerros del ganado palpitaban vagamente;
Una inmensa bondad caía del firmamento;
Era la hora tranquila en que los leones van a beber.

Todo reposaba en Ur y en Jerimadet;
Los astros esmaltaban el cielo profundo y sombrío;
El cuarto creciente fino y claro entre esas flores de la sombra
brillaba en Occidente, y Ruth se preguntaba,

inmóvil, entreabriendo los ojos bajo sus velos,
qué dios, qué segador del eterno verano,
había dejado caer negligentemente al irse
esa hoz de oro en los campos de estrellas.

1º de mayo de 1859

VÍCTOR HUGO
(Francia-1802)
De "La leyenda de los siglos"


Madrid, 26-3-02

VIII

Vivo, muero: me quemo y me ahogo.
Siento calor extremo padeciendo frío:
La vida me es demasiado suave y demasiado dura.
Tengo grandes pesares mezclados con alegría.

Río y al mismo tiempo lloro
Y en el placer muchos graves tormentos padezco:
Mi bien se va, y perdura siempre:
Me seco y al mismo tiempo reverdezco.

Así Amor inconstantemente me lleva:
Y cuando pienso tener más dolor,
Sin pensarlo me encuentro fuera de pena.

Luego cuando creo cierta mi alegría,
Y estar en lo alto de mi deseada dicha,
Me pone de nuevo en mi primera desdicha.

LOUISE LABÉ
(Francia-1522)
De "Sonetos"
Traducción: Claire Deloupy


Madrid, 27-3-02

LUCHAS

En derredor del sol gira la tierra,
haciéndose, al girar, sombra a sí misma,
y en redor de mis propios sentimientos,
hallando sombra y luz, mi mente gira.
Yo no sé qué pensar; me alejo mucho
y otra vez vuelvo al punto de partida;
la luz de mi esperanza nunca muere,
y a impulsos del dolor siempre vacila.
Para soñar en mundos que no veo
me basta mi incansable fantasía,
y para comprender el que habitamos
no me bastan ni el alma ni la vista.
Sombras que ante la luz se desvanecen,
pasan mis ilusiones más queridas:
rocas fijas en medio de los mares,
duran mis penas grandes e infinitas.
Yo no sé qué pensar; mi pensamiento
tiene en mi corazón extraño guía;
batallo sin cesar, y amo la lucha,
y muero sin cesar, y aún tengo vida.

CONCEPCIÓN ESTEVARENA Y GALLARDO
(España-1854)
De "Últimas flores"


Selección de Poemas Editados

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