Madrid, 3-6-02

VERSOS

A pesar de la fortuna de la vista
tan ciego
tan sordo
a pesar del don del oído

Hoja en el viento en el amor solo
pájaro en la trampa en la lluvia canción
gusano en la rosa en la esperanza engaño
en la garganta llanto y sangre en las palabras

A pesar de la fortuna de la vista
tan ciego
tan sordo
a pesar del don del oído

F. HALAS
(Checoslovaquia-1901)


Madrid, 4-6-02

¡OH ABSORTOS OJOS!

¡Oh absortos ojos ojos más allá de los ojos!
ojos otros cuya mirada no conmueve
vosotros primos de la fe distantes de la luz
vosotros cuyo bálsamo es lo no curado
vosotros espías de los amores con todas sus nimiedades
vosotros que os quejáis en el momento del gozo
vosotros antes de la muerte ya de la muerte presos
vosotros que huís de poemas y muchachas
vosotros hojitas pequeñas sabias amigas
que descubren las puertas secretas del zaguán.

¡Oh absortos ojos ojos más allá de los ojos!
contemplar con vosotros los senos de la amante
no verlos con vosotros con vosotros soñarlos
vosotros decididos para siempre a no ver nunca más
vosotros decididos para siempre a hacer que toda voz enmudezca
vosotros únicos vosotros hermosas pupilas
vosotros que sabéis con el saber de Dios
de un corazón hambriento
que tener hambre es un invierno eterno
¡oh absortos ojos ojos más allá de los ojos!

J. ORTEN
(Checoslovaquía-1919)


Madrid, 5-6-02

UNA OSCURA PRADERA ME CONVIDA

Una oscura pradera me convida,
sus manteles estables y ceñidos,
giran en mí, en mi balcón se aduermen.
Dominan su extensión, su indefinida
cúpula de alabastro se recrea.
Sobre las aguas del espejo,
breve la voz en mitad de cien caminos,
mi memoria prepara su sorpresa:
gamo en el cielo, rocío, llamarada.
Sin sentir que me llaman
penetro en la pradera despacioso,
ufano en nuevo laberinto derretido.
Allí se ven, ilustres restos,
cien cabezas, cornetas, mil funciones
abren su cielo, su girasol callando.
Extraña la sorpresa en este cielo,
donde sin querer vuelven pisadas
y suenan las voces en su centro henchido.
Una oscura pradera va pasando.
Entre los dos, viento o fino papel,
el viento, herido viento de esta muerte
mágica, una y despedida.
Un pájaro y otro ya no tiemblan.

JOSÉ LEZAMA LIMA
(Cuba-1912)


Madrid, 6-6-02

NOCTURNO Y ELEGÍA

Si pregunta por mí, traza en el suelo
una cruz de silencio y de ceniza
sobre el impuro nombre que padezco.
Si pregunta por mí, di que me he muerto
y que me pudro bajo las hormigas.
Dile que soy la rama de un naranjo,
la sencilla veleta de una torre.

No le digas que lloro todavía
acariciando el hueco de su ausencia
donde su ciega estatua quedó impresa
siempre al acecho de que el cuerpo vuelva.
La carne es un laurel que canta y sufre
y yo en vano esperé bajo su sombra.
Ya es tarde. Soy un mudo pececillo.

Si pregunta por mí dale estos ojos,
estas grises palabras, estos dedos;
y la gota de sangre en el pañuelo.
Dile que me he perdido, que me he vuelto
una oscura perdiz, un falso anillo
a una orilla de juncos olvidados:
dile que voy del azafrán al lirio.

Dile que quise perpetuar sus labios,
habitar el palacio de su frente.
Navegar una noche en sus cabellos.
Aprender el color de sus pupilas
y apagarme en su pecho suavemente,
nocturnamente hundido, aletargado
en el rumor de venas y sordina.

Ahora no puedo ver aunque suplique
el cuerpo que vestí de mi cariño.
Me he vuelto una rosada caracola,
me quedé fijo, roto, desprendido.
Y si dudáis de mí creed al viento,
mirad al norte, preguntad al cielo.
Y os dirán si aún espero o si anochezco.

¡Ah! Si pregunta dile lo que sabes.
De mí hablarán un día los olivos
cuando yo sea el ojo de la luna,
impar sobre la frente de la noche,
adivinando conchas de la arena,
el ruiseñor suspenso de un lucero
y el hipnótico amor de las mareas.

Es verdad que estoy triste, pero tengo
sembrada una sonrisa en el tomillo,
otra sonrisa la escondí en Saturno
y he perdido la otra no sé dónde.
Mejor será que espere a medianoche,
al extraviado olor de los jazmines,
y a la vigilia del tejado, fría.

No me recuerdes su entregada sangre
ni que yo puse espinas y gusanos
a morder su amistad de nube y brisa.
No soy el ogro que escupió en su agua
ni el que un cansado amor paga en monedas.
¡No soy el que frecuenta aquella casa
presidida por una sanguijuela!

(Allí se va con un ramo de lirios
a que lo estruje un ángel de alas turbias.)
No soy el que traiciona a las palomas,
a los niños, a las constelaciones...
Soy una verde voz desamparada
que su inocencia busca y solicita
con dulce silbo de pastor herido.

Soy un árbol, la punta de una aguja,
un alto gesto ecuestre en equilibrio;
la golondrina en cruz, el aceitado
vuelo de un búho, el susto de una ardilla.
Soy todo, menos eso que dibuja
un índice con cieno en las paredes
de los burdeles y los cementerios.

Todo, menos aquello que se oculta
bajo una seca máscara de esparto.
Todo, menos la carne que procura
voluptuosos anillos de serpiente
ciñendo en espiral viscosa y lenta.
Soy lo que me destines, lo que inventes
para enterrar mi llanto en la neblina.

Si pregunta por mí, dile que habito
en la hoja del acanto y de la acacia.
O dile, si prefieres, que me he muerto.
Dale el suspiro mío, mi pañuelo;
mi fantasma en la nave del espejo.
Tal vez me llore en el laurel o busque
mi recuerdo en la forma de una estrella.

EMILIO BALLAGAS
(Cuba-1908)


Madrid, 7-6-02

EL FONDO DEL AGUA
1946

Hablo de ti
no de mi lámpara de sombra
de mi paso de galgo
El viento en el talón del oro
el viento en el brocal del pozo
el viento fuera dentro
no hay quien se escuche

Hablo de ti
Una muchedumbre responde
Hormigas sin voz sin gritos
Y sin embargo
el silencio mata como la muerte
el silencio reina sólo por nacer

Hablo de ti
y no eres no has existido nunca
Respondes a mis preguntas
La araña choca contra el aliento de los monstruos
contra la aguja de los vestidos apurados por terminar
El toro incendia el ruedo
donde el rey mendiga su reino
mancha de sangre zócalo de dolor
La más alta no eres tú
Todos los hilos de tus pupilas
anudados al sol
El mundo se despoja
y la frente del hombre aúlla en el centro
Sólo tú columna de cenizas con brazaletes de jade
y la cinta roja de lirios carcomidos en las raíces
y el turbante de islas desconocidas que te peina

Hablo de ti
de tus pechos en vanguardia de las praderas
del agua clara de tus pechos adormecidos
y de las orillas que ahoga

Hablo
del espejo de tus ojos secretos
todas las centinelas de la desesperanza
todas las barrenas de la vertiente embalsamada
La calle se vacía la estampida se estropea

Hablo de quien no conozco
de quien conoceré sólo las palabras
para ti muñecas desfiguradas

Aquí nadie
ibis del sueño mortinato
mariposa arrancada a la yedra

Nadie
sólo el cobre anduvo de capa caída

Nadie
sólo la escarcha del metal de las penas

Nadie
sólo el imperio de los espectros inconfesables
sombrilla de saliva para sapos

Nadie
sólo la noche prisionera lamentándose
sin cesar y escupiendo los lobos

Nadie
Y surges despacio seguramente
como la roca con pelos de lana
como el pájaro con pico de pluma
y el mar te lava

Nadie
Hablo para tu piel salada
para el sueño de tu piel morena
noche en la noche
para tu piel tatuada al infinito

Nadie
Nada más que una plancha de carne borracha
de su frigidez que las olas se llevan
que de nuca en nuca de agua ruda
viaja en la muerte

Nadie
Nada más que la que encuentras
al pasar y saludas indiferentemente

Hablo
para los racimos de ojos verdes
pegados en las ventanas
para la colina de polvo
que el viento saquea

Nadie
alrededor
Nada más que un nombre
la necesidad contenida de darte un nombre
de viña o de lava

Nada
sólo la luna ardiendo de algunas letras
encima del mundo

Sangre en nuestras manos callosas
sangre sobre el hombro del búho
sangre sobre las mejillas redondas de la primavera
Nada
sólo la armonía de la sangre sobre nuestros labios reunidos

Hablo sin razón
en los pasillos de las casas
acosadas de cisnes
sobre la terraza abrumada de los palacios
de pie contra el tiempo

Caballeros de antiguo broche de náufragos
sobre vuestras monturas de polvo sonoro
El corazón ahí late firmemente
en la amada que se acerca
Caballeros de las regiones bajas
desgarrando de un salto el espacio

Nada
sólo el día con rayas de tormentosa siembra

Nada
sólo el atractivo del día sobre una sombra sepultada

Nada
sólo tu sonrisa serpiente de paja
sólo tu nombre prestado terciopelo de las ciudades

Al sonido
de las lejanas cataratas
A la llamada apremiante
de las azucenas embrujadas
peces de vellones glaucos
Nada
sólo la fuente de las jaurías engendradas

Nada
sólo la caída del fuego
sobre una semilla de cristal
La rosa de hierro aletea
en el delirio consumido
después de nosotros después de ti

Tragaluces nos conocemos mal o no nos conocemos
La mano desnuda está de prueba
tendida como para rendirse
El paisaje no tiene pudor

Hablo
para las primeras cerezas azoradas
para las estaciones de perifollos al final de los naufragios
para las imágenes de plomo de las bailarinas partidas en dos

Hablo
para la linde de los remos pesados en el cuerpo

Oh te quiero
hija de fuente demente
hermana de agua salpicada
mi sed nada sobre mis venas
cruel a fuerza de pisarte los talones
fiel sed de condenado

Hablo para el arroyo con frente de piedra
para el cráter para el moreno de los montes
para la envidia con traje de pavo real
para no perderte más mi amor

Hablo para la meseta de las banderas
para la cala con ollares de maleza
todas las conchas y toda la arena de las barquillas
para no perderte más mi amor

Hablo para la rosa salvaje de las lluvias
para el pararrayos de los sauces
para las lágrimas de las emigrantes golpeadas
para no perderte más mi amor

Hablo para la explanada de las colmenas
para el dormitorio lleno de águilas
para el mantel de servidumbre gris
para no perderte más mi amor

para no dejarte más mi amor
hablo hablo hablo para la mosca
para la corteza de los pinos para la pizarra de las algas
para el viento en el mar mi amor

para la sal en las aletas mi amor
para el tomate para el barro fibroso de los magos
para la veleta con alegrías de bufanda para una página
blanca para la duración del gesto para nada mi amor

Nada
sólo para distraerte

Nada
sólo para gustarte

Nada
sólo para clavarte viva
a mi lado

Nada sólo para poblar tu recuerdo
por la sombra que sube de la tierra
Por el cielo que se desespera
Por mi corazón mi amor
Por mis brazos a causa de mi boca

Sólo
una vez

Sólo
un segundo

Por el viento
que te habita

Por la sangre
que te agita

Por el tiempo
que te apura

Oh paciente espera
El día está al alcance de nuestros dedos el sol muerde
Por mi amor por
la red deslumbrante de mi amor
echada esta noche sobre el mundo

EDMOND JABÉS
(Poeta francés nacido en El Cairo-1912)
Traducción: Clémence Loonis y Claire Deloupy


Madrid, 10-6-02

VIDA MENOR

La fuga de lo real,
más lejos todavía la fuga de lo mágico,
más lejos del todo, la fuga de sí mismo,
la fuga de la fuga, el exilio
sin agua y sin palabra, la pérdida
voluntaria de amor y memoria,
el eco
ya no correspondiendo a la llamada, y ésta fundiéndose,
la mano volviéndose enorme y desapareciendo
desfigurada, todos los gestos finalmente imposibles,
si no inútiles,
la innecesariedad del canto, la limpieza
del color, ni brazo moviéndose ni uña creciendo.
No la muerte, a pesar.

Sino la vida: captada en su forma irreductible,
ya sin ornato o comentario melódico,
vida a la que aspiramos como paz en el cansancio
(no la muerte)
vida mínima, esencial; un principio; un sueño;
menos que tierra, sin calor; sin ciencia ni ironía;
lo menos cruel que se pueda desear; vida
en que el aire, no respirado, más se envuelva;
ningún gasto de tejidos; su ausencia;
confusión entre mañana y tarde, y sin dolor,
porque el tiempo ya no se divide en secciones; el tiempo
elidido, domado.
No lo muerto ni lo eterno o divino,
sólo lo vivo, lo pequeñito, callado, indiferente
y solitario vivo.
Eso busco.

CARLOS DRUMOND DE ANDRADE
(Brasil-1902)


Madrid, 11-6-02

RESTAURADORA

La muerte es limpia.
Cruel mas limpia.

Con sus delantes de lino
-fámula- friega las vidrieras.
Tiene puños ágiles y esponjas.
Abre las ventanas, se precipita el aire
inaugural dentro de las salas.
Había huellas digitales en los muebles,
notas de polvo en los intersticios de las cerraduras.

Pero todo volvió a ser como antes de la carne
y su desorden.

HENRIQUETA LISBOA
(Brasil-1904)


Madrid, 12-6-02

VOLVÍA A CASA

Volvía a casa entre disparos y engañadas multitudes
ciegas en su tormenta, amado pueblo mío.
Qué trágico, qué duro, qué cruel nuestro destino
de arar sobre el mar y que la luz te enlute.

Desasosiego físico, que podía palpar
como un dolor de muelas en el alma,
me saturaba el cuerpo: zozobra que era náusea,
entre certeza y duda de tu verdad mañana.

Yo soy mi pueblo ciego con los ojos abiertos.
Mi pueblo luminoso embarrado de sombra.
La realidad y el sueño, la raíz y el lucero.
La guitarra que siembra la semilla del alba.

Por igual me dolían la bala y el herido.
Tu día levantaba sus blancas torres altas
lúcidas de esplendor, oh recio pueblo mío,
si tu noche invadíame con pirámides truncas.

Sólo soy la guitarra que canta con su pueblo.
Aliento de su barro mi voz suya.

LUIS CARDOZA Y ARAGÓN
(Guatemala-1904)


Madrid, 13-6-02

LOS CAZADORES CELESTES

"¡Oropensantes-luceros! ¡ojos-dioses!
¡Ojos-dioses orollameantes, orotitilantes,
orodistantes luceros! ¡Ojos-dioses!,
esta nuestra proclama,
este nuestro desafío!"

"Cazadores Celestes
levantamos los estandartes del rocío negro,
sudor de artesanía,
y partimos hacia el país
en que hay más flores que tierra,
roto el pacto con la mariposa
de las alas de lava,
rotas las joyas de la amistad
que en el cielo seguirá
celebrando su natalicio."

"Partimos a la cacería de Cuatricielo,
el Hombre de las Magias,
el Hombre de las Cuatro Magias,
el Hombre de los Cuatro Ombligos de Fuego,
quemadores de los cuatro copales preciosos de la
    vida
-poesía, pintura, música, escultura-
para deleite exclusivo de los ojos y los oídos
de los dioses asomados a los agujeros de la noche."

"¡Faz a faz sea dicho ante sus creadores,
nuestro desafío y nuestra proclama oída!"

"Cazaremos a Cuatrocielo, porque tiraniza en sus
    mansiones
situadas en los cuatro pétalos de la rosa celeste,
a los que son sus calcañales, sus espaldas, sus
    manos,
sus sombras, sus amanuences, sus hablacadáveres,
sus tributarios, sin permitir, por no ser del gusto
de los Ojos y los Oídos dioses, que dejen su
    clausura
y saquen la fiesta de su artesanía a las plazas
públicas."

"¡Faz a faz sea dicho ante sus creadores,
nuestro desafío y nuestra proclama oída!"

"Partimos hacia el país de los espejos,
la región en que hay más flores que tierra.
Partimos a la cacería de Cuatricielo,
sin conocer su nombre,
sin conocer su danza,
sin conocer su máscara,
a sabiendas que los ríos de su sangre
no son navegables para los barcos de la muerte."

"Partimos a la cacería
del Hombre de las Magias,
Cuatro-veces Cielo,
el que lloverá lava de volcanes
para borrar el rocío negro
de nuestros estandartes,
sudor de artesanías."

"¡Cazadores a tierra!"
                                    fue el grito
y bajaron del cielo, en naves de plumas,
el Jefe y sus Horizontes Águilas.

El Jefe de Cazadores, Águila de Árboles,
el de las huellas verdes pintadas en la tierra,
saboreadora de las huellas verdes que al andar
dejan los árboles -el viento se levanta y no acaba
de lamer las hojas, juntándolas, separándolas,
arremolinándolas- huellas verdes del jefe de
Cazadores,
Águila de Árboles,
Águila de uñas en medio de una tempestad de
    hojas verdes,
su cuerpo, membrillo de oro untado de grasa de
ciervo,
el escudo al brazo tatuado de serpientes verdes
y la flecha de pluma de quetzal apuntada hacia
mediodía.

Cuatro eran las magias
y cinco los cazadores.

Águila de Luciérnagas de Sol,
el de las huellas amarillas pintadas en la tierra,
saboreadora de las huellas amarillas que al andar
dejan las estrellas fugaces, el viento se levanta
y no acaba de lamer orfebrerías titilantes,
Cazador que fue de los Cuatrocientos Cazadores
Luceros,
Águila de Luciérnagas de Sol,
amarillos sus cabellos de miel sobre sus hombros,
bajo cascadas de plumas áureas,
de constelación húmeda su escudo,
de luz que se apaga y se enciende la punta de sus
flechas,
de su flecha que se apaga y se enciende apuntada
hacia Poniente,
en la tierra saboreadora de neblinas que van con pies de pluma,
el viento alza su lengua y lame la cal viva,
blancas sus plumas, blanca su piel, blancos sus
dientes,
Águila de Nubes,
corpulento y casi sin peso, de nieve su escudo,
antártico su arco y su flecha polar
apuntada hacia la luna.

Cuatro eran las magias
y cinco los cazadores.

MIGUEL ÁNGEL ASTURIAS
(Guatemala-1899)
(El séptimo poema de los once que forman
Clarivigilia Primaveral)


Madrid, 14-6-02

ESPEJO NO

Espejo no: marea luminosa,
marea blanca.

Conforme en todo al movimiento
con que respira el agua

¡cómo se inflama en su delgada prisa,
marea alta

y alumbra -qué pureza de contornos,
qué piel de flor- la distancia,

desnuda ya de peso,
ya de eminente claridad helada!

Conforme en todo a la molicie
con que reposa el agua,

¡cómo se vuelve hondura, hondura,
marea baja,

y más cristal que luz, más ojo,
intenta una mirada

en la que -espectros de color- las formas,
las claras, bellas, mal heridas, sangran!

JOSÉ GOROSTIZA
(México-1901)
De "Del poema frustrado"


Madrid, 17-6-02

XXXVII

De azufre el corazón, la carne de estopa,
con los huesos íntimamente leño;
con el alma sin guía y sin freno
pronta al deseo y a la mucha belleza;

con la ciega razón débil y coja
en las trampas y lazos de que el mundo es lleno;
no será maravilla en un relámpago
arder al primer fuego que se choca.

Al arte hermosa, que cada uno trae
del cielo consigo, y vence a la naturaleza,
si bien imprime en cada lugar su sello;

si a aquélla no nací sordo ni ciego,
proporcionado a quien el corazón me arde y roba,
culpa será del que me destinase al fuego.

MICHELANGELO BUONARROTI
(Italia-1475)
De "Rime"


Madrid, 18-6-02

MAPA

Al norte, la torre clara, la plaza, el eterno encuentro,
La confidencia muda con tu rostro jamás.
Al este, el mar, lo verde, la onda, la espuma,
Ese fantasma lejos, barco y bruma,
El muelle de la más decisiva partida
A una distancia recorrida en sueños:
Perfume de la lejanía, la ciudad santa.

Al oeste, el caserón, el corredor, la cama:
Ese cariño intenso de silencio y de baño.
La tierra al oeste, esa ternura de pianos y ventanas abiertas
A la calle por la que pasabas, la conmoción de los balcones:
    el cerro, el cementerio y las glicinias,
Al sur, el amor, toda la esperanza, el circo, la cometa, la nube:
    ese varal del viento,
En el sur iluminado el pensamiento en el sueño en que te
    sueño
Al sur, la playa, el aliento, esa atalaya a tu país.

Mapa azul de la infancia
El jardín de rosas y misterio: el espejo.
El nunca más allá del muro, más allá del sueño el nunca
Y las avenidas que recorro aclamado y feliz.

Antes el sol en su más nuevo rayo,
El despertar cotidiano para el ensayo del cielo,
Negro y blanco y girando: golondrina y la brisa.
Después la noche de cristal y fría,
La noche de las estrellas y de las súbitas zanfonas alejadas,

Vértigo de esperanzas: esa mezcla de besos y de danzas por
    la calle
En una eterna llegada al condado del Amor.

MARCOS KONDER REIS
Brasil-1922


Madrid, 19-6-02

RETRATOS DEL MUNDO IDO

LEYENDO a Yeats no pienso
                                            en Irlanda
sino en el verano de New York
                                               y entonces allí
    leyendo aquel volumen que hallé
                                en el El de la Tercera
                                                    Avenida
    el El
        con sus abanicos de moscas
y sus letreros que rezan
                                PROHIBIDO ESCUPIR
    el El
        recostado en su mundo de tercer piso
    con su gente de tercer piso
            en sus puertas de tercer piso
    mirando con cara de no haber oído hablar
                                            [nunca del suelo
            y una anciana dama
                                        regando su planta
            o un "mono" con sombrero
                    clavando un alfiler en su corbata
                                                  [de pipermín
y mirando con cara de no tener ningún lugar
                                                  [a donde ir
                    más que coneyisland
            o un descamisado
                                    meciéndose en su mecedora
mirando pasar el El
                                        como si pasara diferente
            cada vez
        Leyendo a Yeats no pienso
                                                        en Arcadia
y sus bosques que Yeats creía muertos
                                                            pienso
        en todos los rostros idos
                        cayendo en medio de la ciudad
        con sus sombreros y sus empleos
            y en aquel libro perdido que hallé
                con su cubierta azul, blanca por dentro
donde con un lápiz habían escrito
                        ¡JINETE, PASA DE LARGO!

LAWRENCE FERLINGHETTI
(Estados Unidos-1919)
De Picture of the Gone World


Madrid, 21-6-02

BIOGRAFÍA PARA USO DE LOS PÁJAROS

Nací en el siglo de la defunción de la rosa
cuando el motor ya había ahuyentado a los ángeles.
Quito veía andar la última diligencia
y a su paso corrían en buen orden los árboles,
las cercas y las casas de las nuevas parroquias,
en el umbral del campo
donde las lentas vacas rumiaban el silencio
y el viento espoleaba sus ligeros caballos.

Mi madre, revestida de poniente,
guardó su juventud en una honda guitarra
y sólo algunas tardes la mostraba a sus hijos
envuelta entre la música, la luz y las palabras.
Yo amaba la hidrografía de la lluvia,
las amarillas pulgas del manzano
y los sapos que hacían sonar dos o tres veces
su gordo cascabel de palo.

Sin cesar maniobraba la gran vela del aire.
Era la cordillera un litoral del cielo.
La tempestad venía, y al batir del tambor
cargaban sus mojados regimientos;
más, luego el sol con sus patrullas de oro
restauraba la paz agraria y transparente.
Yo veía a los hombres abrazar la cebada,
sumergirse en el cielo unos jinetes
y bajar a la costa olorosa de mangos
los vagones cargados de mugidores bueyes.

El valle estaba allá con sus haciendas
donde prendía el alba su reguero de gallos
y al oeste la tierra donde ondeaba la caña
de azúcar su pacífico banderín, y el cacao
guardaba en un estuche su fortuna secreta,
y ceñían, la piña su coraza de olor,
la banana desnuda su túnica de seda.

Todo ha pasado ya, en sucesivo oleaje,
como las vanas cifras de la espuma.

Los años van sin prisa enredando sus líquenes
y el recuerdo es apenas un nenúfar
que asoma entre dos aguas
su rostro de ahogado.
La guitarra es tan sólo ataúd de canciones
y se lamenta herido en la cabeza el gallo.
Han emigrado todos los ángeles terrestres,
hasta el ángel moreno del cacao.

JORGE CARRERA ANDRADE
(Ecuador-1903)


Madrid, 24-6-02

EL PEREGRINO DESCONTENTADIZO

Íbamos de camino. El santo y yo.
En aquel tiempo se decía: íbamos de alejada...
Y eso lo explicaba todo, porque lejos, lejos era el viaje...
Íbamos, pues, el santo y yo, y otros.
Era un santo tan fútil que vivía haciendo milagros.
Yo, nada...
Resucitó una flor marchita y un niño muerto
Y transformó una piedra, al borde del camino,
En una flor de loto.
(¿Por qué flor de loto?)
Un día llegamos al fin de la peregrinación.
Dios, entonces,
Decidió mostrar que también sabía hacer milagros:
¡El santo desapareció!
¿Pero cómo? ¡No sé! desapareció, allí mismo, delante de
    nuestros ojos, que la tierra ya se ha comido.
Y nosotros nos postramos en tierra y adoramos al señor Dios
    todo poderoso.
Y nos fue concedida la vida eterna: ¡esto!
Dios es así.

MARIO QUINTANA
(Brasil-1906)


Madrid, 25-6-02

YO QUERÍA APARTAR SU MIRADA PARA SIEMPRE

    Yo quería apartar su mirada para siempre, quería ser el único en el mundo que no hubiera visto nada en absoluto. aquella mano hubiera podido no estar allí, al fin y al cabo: pero yo tampoco, y conmigo desaparecer el mundo. este regalo. la imagen de tu muerte.

    Ella había amado la vida apasionadamente de lejos. sin la impresión de estar en ella ni de formar parte de ella. desgraciada, ella fotografiaba céspedes tranquilos y felicidad familiar. éxtasis paradisíaco, ella fotografiaba la muerte y su nostalgia.

Por una vez adecuación exacta de la muerte misma a la muerte soñada, la muerte vivida, la muerte misma misma. idéntica a sí misma misma.

Abismo puro del amor.

Dormirse como todo el mundo. lo que yo quiero.

Te amo hasta ahí.

Estaba claro que evidentemente no era un regalo corriente. el de entregarme,
a las cinco de la mañana, un viernes, la imagen de tu muerte.

No una fotografía.

La muerte misma misma. idéntica a sí misma misma.

JACQUES ROUBAUD
(Francia-1932)
De Algo negro


Madrid, 26-6-02

¿HAY QUIENES HABLAN DE MÍ BURLONAMENTE,
CON MALICIA?

"Como en el agua un rostro responde al rostro, también
el corazón del hombre responde al hombre."

¿Murmuran a espaldas mías? ¿Hablan
de mi torpeza? ¿Se ríen de mí,
Remedando mis gestos, detallando mi vergüenza?
Me daré vuelta enfrentándolos, los denunciaré, diciendo
Que son unos desvergonzados, que son traicioneros,
Que ya no son mis amigos, que ya nunca más,
Jamás, entre un millar de encuentros en la calle,
Reconoceré sus caras, tomaré sus manos,
Ni por nuestro amor en común ni en recuerdo de otros tiempos:
Murmuraron a mis espaldas, me remedaron.

Sé por qué lo hacen, también yo lo he hecho,
Ser cruel por chiste, a espaldas de mi querido amigo,
Y para divertir traicioné su amor privado,
Su vergüenza nerviosa, el hábito de ella y las debilidades de los dos;
Los he remedado, he sido traicionero,
Por chiste, para divertir, porque su ser pesó
Demasiado crasamente por un tiempo, para ser superior,
Para lisonjear a los oyentes con esto, lo íntimo,
Traicionando lo íntimo, mas por lo íntimo,
Para liberarme de la necesidad de amistad,
Temiendo de tiempo en tiempo que ellos oigan,
Me denuncien y repudien, que digan de una vez para siempre
Que jamás volverán a estar conmigo, tomar mis manos,
Hablando de los tiempos idos y de nuestro amor en común.
¡Qué cosa tan inaudita es, en suma,
Amar a otro y ser amado por igual!
¡Qué tristeza y qué alegría! Cuán cruel resulta
Que el orgullo y el ingenio deformen el corazón humano,
Cuán vano, cuán triste, qué crueldad, qué necesidad,
Puesto que es cierto y triste que los necesito
Y que ellos me necesitan. ¿Qué es lo que puedo hacer? Necesitamos
Mutuamente nuestras torpezas, mutuamente nuestro ingenio,
Mutuamente la compañía así como nuestro propio orgullo. Yo necesito
Mi cara exenta de vergüenza, necesito mi ingenio, no puedo
Alejarme. Conocemos nuestra torpeza,
Nuestra debilidad, nuestras necesidades, no podemos
olvidar nuestro orgullo, nuestras caras, nuestro amor en común.

DELMORE SCHWARTZ
(Estados Unidos-1913)


Madrid, 27-6-02

EL EXTRANJERO

Me asomo a este recuerdo desde fuera
como uno que llega de lejos,
después de muchos años, a su antigua casa
y sube la calle andando casi con el corazón
y, casi furtivo, en la noche
se acerca a la ventana iluminada
y mira, desde fuera, lo suyo tan ajeno,
mira lo conocido, tan extraño.

Los dos que están allí, dentro, como alelados,
como escuchándose mutuamente el corazón
no pueden verme desde la estancia iluminada
porque es de noche y está oscuro
en las calles de la pequeña ciudad antigua.
Y los dos son ya transparentes.
Pero se sabe que, ligeramente inclinados,
escuchan una mutua melodía
y ella sonríe como prolongando la luna.

El fuego está encendido y todo está en suspenso.
Las cosas esperan algo inminente, al otro instante,
y callan como recordando
algo que acaba de pasar ha mucho tiempo.
Hay un perfume.
Mi frente toca el cristal
y mi rostro se deshace y confunde
con el pasado y el futuro, con los dos seres
    transparentes,
con el fuego, con el libro entreabierto.
En los rincones se agrupan las palabras
como a veces en los nostálgicos poemas,
y brillan los besos apenumbrados
levemente cubiertos de tiempo y de silencio.

Me asomo a este recuerdo alzándome
en puntillas sobre el corazón:

¡Oh, Dios clemente! Dime
si el fantasma soy yo, en la noche oscura,
o lo es el de la estancia iluminada.

EDUARDO CARRANZA
(Colombia-1913)
De "Los pasos cantados"


Madrid, 28-6-02

EL HUÉSPED DE LOS PÁJAROS

Yo sé bien que se hiere cuando silva.
Comprendo que la tarde la va haciendo su canto.
Me sé bien de memoria que su garganta pone
más azul en los charcos que pisan los boyeros; y pone
unas tierras extrañas en las bárbaras guitarras
de los pinos.

Comprendo que en el cutis del mar escribe cartas
que sólo leen durmiendo los marinos;
comprendo que su pico
empuja a la mañana como el río sus rizos, la lleva
con el calor de un viento hasta los hombres. Comprendo
que sólo cuando él mueve las palabras, las cosas
van cayendo en la tierra con la novedosa inutilidad
que tiene siempre el árbol para dejar caer
sus profundos frutos, inevitables de ser un poco Dios.
Sin embargo, si no lo viera, si no lo tocara,
me sería difícil comprender su presencia.
No siempre
baja a tierra, pero siempre
bebe en el ojo suelto de un rocío.

MANUEL DEL CABRAL
(República Dominicana-1907)


Selección de Poemas Editados

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