Madrid, 2-12-02
Gracias
a la vida que me ha dado tanto.
Me dio dos luceros, que cuando los abro,
perfecto distingo lo negro del blanco
y en el alto cielo su fondo estrellado
y en las multitudes el hombre que yo amo.
Gracias
a la vida que me ha dado tanto.
Me ha dado el oído que en todo su ancho
graba noche y día, grillos y canarios,
martillos, turbinas, ladridos, chubascos,
y la voz tan tierna de mi bien amado.
Gracias
a la vida que me ha dado tanto.
Me ha dado el sonido y el abecedario;
con él las palabras que pienso y declaro:
madre, amigo, hermano, y luz alumbrando
la ruta del alma del que estoy amando.
Gracias
a la vida que me ha dado tanto.
me ha dado la marcha de mis pies cansados;
con ellos anduve ciudades y charcos,
playas y desiertos, montañas y llanos,
y la casa tuya, tu calle y tu patio.
Gracias
a la vida que me ha dado tanto.
me dio el corazón que agita su marco
cuando miro el fruto del cerebro humano,
cuando miro al bueno tan lejos del malo,
cuando miro al fondo de tus ojos claros.
Gracias
a la vida que me ha dado tanto.
me ha dado la risa y me ha dado el llanto.
Así yo distingo dicha de quebranto,
los dos materiales que forman mi canto,
y el canto de ustedes que es mi mismo canto,
y el canto de todos que es mi propio canto.
Gracias a la vida que me ha dado tanto.
VIOLETA
PARRA
(Chile-1917)
Madrid, 3-12-02
SETENTA BALCONES Y NINGUNA FLOR
Setenta
balcones hay en esta casa,
setenta balcones y ninguna flor…
A sus habitantes, Señor ¿qué les pasa?
¿Odian el perfume, odian el color?
La
piedra desnuda de tristeza agobia,
¡dan una tristeza los negros balcones!
¿No
hay en esta casa una niña novia?
¿No hay algún poeta bobo de ilusiones?
¿Ninguno
desea ver tras los cristales
una diminuta copia de jardín?
¿En la piedra blanca trepar los rosales,
en los hierros negros abrirse un jazmín?
Si
no aman las plantas, no amarán el ave,
no sabrán de música, de rimas, de amor…
Nunca se oirá un beso, jamás se oirá una clave.
¡Setenta balcones y ninguna flor!
BALDOMERO
FERNÁNDEZ MORENO
(Argentina-1886)
Madrid,
4-12-02
No veían la lágrima.
Inmóvil
en el centro de la visión, brillando,
demasiado pesada para rodar por mejilla de hombre,
inmensa,
decían que una nube, pretendían -querían
no verla
sobre la tierra oscurecida,
brillar sobre la tierra oscurecida.
Ved
en cambio los hombres que sonríen,
los hombres que aconsejan la sonrisa.
Vedlos
presurosos, que acuden.
Frente a la sorda realidad
peroran, recomiendan, imponen confianza.
Solícitos, ya ofrecen sus oficios -y sonríen.
Son los hombres de la sonrisa.
Sonríen, sonríen -y no duele.
Son
los viles
propagandistas diplomados
de la sonrisa sin dolor, los curanderos
sin honra.
(La lágrima refleja
sólo un brillo furtivo
que apenas espejea.
La descubre la sed
-apenas- de los ojos
sobre los doloridos
utensilios humanos
-igual como descubre
el río que, invisible,
espejea en las hojas
movidas-, pero a veces
en cambio, levantada,
manifiesta, terrible
es un mar encendido
que hace daño a los ojos
y su brillo feroz
y dura transparencia
se ensaña en la sonrisa
barata de esos hombres
ciegos que aún sonríen
como ventanas rotas.)
He
ahora el dolor
de los otros, de muchos,
dolor de muchos otros, dolor de tantos hombres,
océanos de hombres
que los siglos arrastran
por los siglos, sumiéndose en la historia;
dolor de tantos seres injuriados,
rechazados, retrocedidos al último escalón,
pobres bestias que avanzan derrengándose por un
camino hostil
sin saber dónde van o quién les manda,
sintiendo a cada paso detrás suyo ese ahogado resuelto
y en la nuca ese vaho caliente que es el vértigo
del instinto, el miedo a la estampida,
animal adelante, hacia delante, levantándose
para caer aún, para rendirse
al fin, de bruces, y entregar
el alma,
porque ya
no pueden más con ella.
Así
es el mundo
y así los hombres. Ved
nuestra historia, ese mar,
ese inmenso depósito de sufrimiento anónimo,
ved cómo se recoge
todo en él -injusticias
calladamente devoradas, humillaciones, puños
a escondidas crispados
y llantos, conmovedores llantos inaudibles
de los que nada esperan ya de nadie…
Todo,
todo aquí se recoge, se atesora, se suma
bajo el silencio oscuramente,
germina
para brotar adelgazado en lágrima,
lágrima transparente igual que un símbolo,
pero reconcentrada, dura, diminuta
como gota explosiva, como estrella
libre, terrible por los aires, fulgurante, fija,
único pensamiento de los que la contemplan
desde la tierra oscurecida,
desde esta tierra todavía oscurecida.
JAIME GIL DE
BIEDMA
(España-1929)
Madrid, 5-12-02
PUEDO LLENAR DE NOMBRES
TU ADORABLE PENUMBRA
Puedo
llenar de nombres tu adorable penumbra,
romper la circular tristeza de tus muros
entre ramas, papeles, menudas cosas como polvo:
la ceniza de una hoguera familiar que recoge
el adiós de tanto muerto esparcido en los años.
Puedo
decir: Dios, casa, sombra, mediodía. Gritar
en tu pared deshecha por tanta horrible lluvia.
Puedo herir tu corazón, la huella de tu escombro,
tu gris cabeza carcomida por el trémulo aviso
de unos hijos que adora tu esqueleto sencillo.
Pero
¿qué ciego homenaje romperá entonces esa lava
que ha ido por el suelo tanto tiempo llamándote?
¿Quién descubrirá tus maderas deshechas al final del verano
por el fuego, los insectos suicidas, la desesperación
de unos seres heridos un día y otro por tu olvido?
Sur
doliente, tierra viva: puedo mi cadáver pasar
por tus aguas. Beber tu cielo derramado en sollozos.
Escuchar el correr de tus lluvias mordidas por la luna.
Puedo apoyar mi espalda sobre tu muerte, y llorar,
llorar mi tristeza como un hombre, dios diario, fugitivo.
MANUEL ÁLVAREZ ORTEGA
(España-1923)
Madrid, 9-12-02
El
viejo tiene la tierra durante el día y, de noche,
tiene una mujer que es suya -que hasta ayer fue suya.
Le gustaba desnudarla, como quien abre la tierra,
y mirarla largo tiempo, boca arriba en la sombra,
esperando. La mujer sonreía con sus ojos cerrados.
Se
ha sentado el viejo esta noche al borde
de su campo desnudo, pero no escruta la mancha
del seto lejano, no extiende su mano
para arrancar la hierba. Contempla entre los surcos
un pensamiento candente. La tierra revela
si alguien ha colocado sus manos sobre ella y la ha
violado:
lo revela incluso en la oscuridad. Mas no hay mujer
viviente
que conserve el vestigio del abrazo del hombre.
El
viejo ha advertido que la mujer sonríe
únicamente con los ojos cerrados, esperando supina,
y comprende de pronto que sobre su joven cuerpo
pasa, en sueños, el abrazo de otro recuerdo.
El viejo ya no contempla el campo en la sombra.
Se ha arrodillado, estrechando la tierra
como si fuese una mujer que supiera hablar.
Pero la mujer, tendida en la sombra, no habla.
Allí
donde está tendida, con los ojos cerrados, la
mujer no habla
ni sonríe, esta noche, desde la boca torcida
al hombro lívido. Revela en su cuerpo,
finalmente, el abrazo de un hombre: el único
que podría dejarle huella y que le ha borrado la
sonrisa.
CESARE PAVESE
(Italia-1908)
Madrid,
10-12-02
510
NO ERA LA MUERTE…
No
era la Muerte, pues yo seguía erguida,
Y todos los muertos, permanecen tendidos-
No era la Noche, pues todas las Campanas
Sacaban la Lengua, al Mediodía.
No
era Escarcha, pues en mi Carne
Sentí que me invadían -los Sirocos-
Ni Fuego -pues con mis pies de Mármol
Podía refrescar un Presbiterio-
Y
sin embargo, tenía el mismo sabor,
Las Figuras que he visto
En fila, como para su Entierro,
Me recordaban el mío-
Como
si mi vida estuviera recortada,
Encajada en un marco,
Y no pudiera respirar sin una llave,
Y era como la Noche, igual-
Cuando
todo lo que estaba vivo -se detiene
Y el Espacio mira con insistencia alrededor-
O los hielos Inertes -en las primeras mañanas del Otoño,
Repelen el Latido de la Tierra-
Pero,
tan cerca del Caos -Imparable-ausente-
Sin Salvación, ni Mástil-
Sin siquiera Noticias de la Tierra-
Que justifiquen -la Desesperación.
EMILY
DICKINSON
(Estados Unidos-1830)
Madrid,
11-12-02
Hay
cementerios solos,
tumbas llenas de huesos sin sonido,
el corazón pasando un túnel
oscuro, oscuro, oscuro,
como un naufragio hacia adentro nos morimos,
como ahogarnos en el corazón,
como irnos cayendo desde la piel al alma.
Hay
cadáveres,
hay pies de pegajosa losa fría,
hay la muerte en los huesos,
como un sonido puro,
como un ladrido sin perro,
saliendo de ciertas campanas, de ciertas tumbas,
creciendo en la humedad como el llanto o la lluvia.
Yo
veo, solo, a veces,
ataúdes a vela
zarpar con difuntos pálidos, con mujeres de trenzas muertas,
con panaderos blancos como ángeles,
con niñas pensativas casadas con notarios,
ataúdes subiendo el río vertical de los muertos,
el río morado,
hacia arriba, con las velas hinchadas por el sonido de la muerte,
hinchadas por el sonido silencioso de la muerte.
A
lo sonoro llega la muerte
como un zapato sin pie, como un traje sin hombre,
llega a golpear con un anillo sin piedra y sin dedo,
llega a gritar sin boca, sin lengua, sin garganta.
Sin embargo sus pasos suenan
y su vestido suena, callado, como un árbol.
Yo
no sé, yo conozco poco, yo apenas veo,
pero creo que su canto tiene color de violetas húmedas,
de violetas acostumbradas a la tierra
porque la cara de la muerte es verde,
y la mirada de la muerte es verde,
con la aguda humedad de una hoja de violeta
y su grave color de invierno exasperado.
Pero
la muerte va también por el mundo vestida de escoba,
lame el suelo buscando difuntos,
la muerte está en la escoba,
es la lengua de la muerte buscando muertos,
es la aguja de la muerte buscando hilo.
La muerte está en los catres:
en los colchones lentos, en las frazadas negras
vive tendida, y de repente sopla:
sopla un sonido oscuro que hincha sábanas,
y hay camas navegando a un puerto
en donde está esperando, vestida de almirante.
PABLO NERUDA
(Chile-1904)
Madrid,
12-12-02
Desde
la playa de mi sexo
yo te saludo, reina
de la noche y el día.
Sin
ti mis fuegos nada queman.
Sin ti mis signos nada indican.
Sin ti mis construcciones me ahogarían.
Yo
te saludo, reina
de lo absurdo. Y te hablo
y te amo y te asesino.
RAÚL
GUSTAVO AGUIRRE
(Argentina-1927)
Madrid, 13-12-02
¿No sentiste
la caricia
del céfiro embalsamado,
al entreabrir los labios de la rosa
y ofrecer al caminante
la dulzura de sus pétalos?
¿No viste
el bulbul de dorado plumaje
ensayando el poema del nido
con su hechicera voz,
y las alas trémulas de emoción
ante la magia de la flor?
Siéntate aquí,
amigo,
al pie del rosal.
En esta tierra
él ha brotado,
en esta tierra
se ha marchitado,
y a esta misma tierra
ha vuelto
cien y mil veces.
(Persia-hacia 1040)
Madrid, 16-12-02
A Fernand Fleuret
Abridme esta puerta donde llamo llorando
La vida es tan variable como el Euripo
Mirabas
un tropel de nubes bajando
Con el navío huérfano hacia las fiebres futuras
Y de todas estas añoranzas de todos estos arrepentimientos
¿Te acuerdas?
Vagos
peces arqueados flores submarinas
Una noche era el mal
Y los ríos ahí se derramaban
Me acuerdo me acuerdo aún
Una
noche entré en un albergue triste
Cerca de Luxemburgo
En el fondo de la sala levantaba el vuelo un Cristo
Alguien tenía un hurón
Otro un erizo
Se jugaba a las cartas
Y tú me habías olvidado
¿Te acuerdas del largo orfanato de las estaciones?
cruzamos ciudades que giraban todo el tiempo
Y vomitaban de noche el sol de los días
Oh
marineros oh mujeres sombrías y vosotros compañeros míos
Acordaros
Dos
marineros que nunca se habían separado
Dos marineros que nunca se habían hablado
El más joven muriéndose cayo de costado
Oh vosotros queridos compañeros
Timbres eléctricos de las estaciones canto de las segadoras
Trineo del carnicero regimiento de las calles sin nombre
Caballería de los puentes noches lívidas del alcohol
Las ciudades que he visto vivían como locas
¿Te
acuerdas de los suburbios y del rebaño quejumbroso
[de los paisajes?
Los
cipreses proyectaban bajo la luna sus sombras
Aquella noche yo escuchaba el declive del verano
Un pájaro lánguido y siempre irritado
Y el ruido eterno de un río ancho y oscuro
Pero
mientras moribundas rodaban hacia el estuario
Todas las miradas todas las miradas de todos los ojos
Las orillas estaban desiertas llenas de hierbas silenciosas
Y la montaña en la otra ribera era muy clara.
Entonces
sin ruido sin que se pueda ver nada vivo
Contra el monte pasaron sombras vivaces
De perfil o de repente girando sus vagos rostros
Y levantando la sombra de sus lanzas hacia delante
Las
sombras contra el monte perpendicular
Crecían o a veces bajaban bruscamente
Y esas sombras barbudas lloraban humanamente
Deslizándose paso a paso sobre la montaña clara
¿A
quién reconoces sobre esas viejas fotografías?
¿Te acuerdas del día donde una abeja cayó en el fuego?
Era ¿te acuerdas? al final del verano
Dos marineros que nunca se habían separado
El mayor llevaba al cuello una cadena de hierro
El más joven peinaba su pelo rubio en forma de trenza
Abridme esta puerta donde llamo llorando
La vida es tan variable como el Euripo
GUILLAUME APOLLINAIRE
De " Alcoholes"
(Poeta francés nacido en
Roma-1880)
Traducción: Claire
Deloupy
Madrid,
17-12-02
TUS PALABRAS DE MUERTE ME
APROXIMAN
Escrito
en la pared:
"el ácido mata lentamente
pero no nos importa
no tenemos prisa"
Qué
te voy a decir
muchacho
mira
tu mano de un azul adolescente
naciéndote en los dedos primaveras
si
un fulgor te atraviesa
por tu cuerpo de apolo prematuro
arroyo de otro río
de mi sangre
o si eres rama
junco
flecha
nuevo
clamor paradisíaco
desnudo como un astro en el vacío
sin límite de dios
qué
te voy a decir
muchacho
borra
de la cal tu mensaje
tu epitafio
y escribe otras palabras
las más frescas
palabras de tu huerto con rocío
donde dios claramente se adivina
solemne por la aldea
sí
muchacho
no
rompas a tu paso las cometas
de los niños del mundo
no rotures de cal sólo por verte
de frente dibujado
oh no muchacho
no horades el silencio con tus gritos
de muerte
no rompas este vaso de la vida
el cántaro sagrado del amor
anda
levántate y camina entre nosotros
rinde tu voz en el misterio
del corro de la vida
y canta
nuestra canción
muchacho.
LUIS DE BLAS
(España-1935)
Madrid, 18-12-02
Esto
no es ningún libro: ¿qué se encierra en los libros?
en esos sarcófagos y sudarios.
El pasado es el botín de los libros
pero aquí vive un eterno Presente.
Esto
no es ningún libro: ¿qué se encierra en los libros?
¿qué se encierra en sarcófagos y sudarios?
Esto es una voluntad, una promesa,
esto es un último recoger los puentes,
una tempestad, un levar anclas,
un ruido de engranajes, un gobernar el timón.
Brama el cañón, humea blanco su fuego.
¡Ríe el mar, la inmensidad!
FRIEDRICH NIETZSCHE
(Alemania-1844)
Madrid, 19-12-02
Cuando el ánimo ciego y decaído
la luz persigue y la esperanza en vano;
cuando abate su vuelo soberano
como el cóndor en el espacio herido;
cuando busca refugio en el olvido,
que le rechaza con helada mano;
cuando en el pobre corazón humano
el tedio labra su infecundo nido;
cuando el dolor, robándonos la calma,
brinda tan sólo a nuestras ansias fieras
horas desesperadas y sombrías,
¡ay, inmortalidad, sueño del alma
que aspira a lo infinito! si existieras,
¡qué martirio tan bárbaro serías!
GASPAR NÚÑEZ DE ARCE
(España-1834)
Madrid,
20-12-02
Hermanos
humanos que vivís después de nosotros,
No tengáis contra nosotros los corazones endurecidos,
Pues si tenéis compasión de nosotros, pobres,
Dios tendrá antes misericordia de vosotros.
Aquí nos veis, atados, cinco, seis:
En cuanto a la carne, que hemos alimentado en demasía,
Hace tiempo que está devorada y podrida
Y nosotros, los huesos, nos hacemos ceniza y polvo.
De nuestro mal nadie se ríe
¡Mas rogad a Dios que nos quiera absolver a todos!
Si
os llamamos hermanos, de ningún modo debéis
Tener desdén, aunque fuimos matados
Por justicia. Sin embargo, sabed
Que todos los hombres no tienen el sentido común asentado;
Perdonadnos, ya que hemos partido
Hacia el hijo de la Virgen María,
Que su gracia no se agote para nosotros,
Preservándonos del rayo infernal.
Estamos muertos, que nadie nos atormente,
¡Mas rogad a Dios que nos quiera absolver a todos!
La
lluvia nos ha lavado y vuelto a lavar,
Y el sol, desecado y ennegrecido;
Urracas, cuervos, nos han cavado los ojos
Y arrancado la barba y las cejas.
Nunca en ningún momento estamos sentados,
Hacia aquí, hacia allá, según varía el viento
A su antojo, sin cesar nos mueve,
Más picados por los pájaros que dedales de coser.
No seáis, pues, de nuestra cofradía,
¡Mas rogad a Dios que nos quiera absolver a todos!
Príncipe
Jesús, que sobre todos tienes autoridad,
Cuida que el Infierno no tenga dominio sobre nosotros
que con él no tengamos nada que ver.
Hombres, aquí no hay broma;
¡Mas rogad a Dios que nos quiera absolver a todos!
FRANÇOIS
VILLON
Francia-1431
Madrid,
23-12-02
Casi
ninguna verdad,
el vacío
para sentirte seguro
contra la historia,
apóstata
por aconsejar la inconstancia,
la fatiga extrema,
la tempestad,
aunque los hombres no las amen,
por juzgarnos míseros
y tener la alta idea de ti
que no quieres
compartir nuestras debilidades,
por ser tú mismo endeble
y admirar las moscas,
extraña potencias
que ganan todas las batallas,
perturban el alma,
y devoran el resto,
por sustraerte al destino común
asomándote al abismo,
tu abismo, a tu izquierda,
y orar con un largo grito de terror,
por cerrarte a la claridad
mientras velas, implacable,
y exiges
que en esa Agonía
que durará hasta el fin del mundo
nadie se duerma,
por haberte ofrecido a Dios
tras anunciar que en todas partes
la naturaleza señala a un Dios perdido.
Casi
ninguna verdad,
el vacío
y el morir solos
debajo de un poco de tierra.
Tuviste razón,
qué
necios son estos discursos.
ALBERTO GIRRI
(Argentina-1919)
Madrid,
26-12-02
Me
derrumbé,
caía
entre astillas y huesos,
entre llantos de arena
y aguaceros de vidrio,
cuando oí
que gritaban:
"¡Abajo!"
"¡Más abajo!"
y seguía cayendo,
dando vueltas
y vueltas,
entre ásperas cenizas
y gritos mutilados,
"¡Abajo!"
"¡Más abajo!"
en espiral,
rodando,
envuelto en lo derruido,
en turbios remolinos
de trozos y fragmentos,
de esquirlas,
de gemidos,
"¡Abajo!"
"¡Más abajo!"
entre escombros y ruinas
ululantes,
informes,
a través de la asfixia,
del horror, del misterio,
más allá del aliento,
de la luz,
del recuerdo.
OLIVERIO
GIRONDO
(Argentina-1891)
De
"Persuasión de los días"
Madrid,
27-12-02
ME VIENE, HAY DÍAS, UNA GANA UBÉRRIMA,
POLÍTICA…
Me
viene, hay días, una gana ubérrima, política,
de querer, de besar al cariño en sus dos rostros,
y me viene de lejos un querer
demostrativo, otro querer amar, de grado o fuerza,
al que me odia, al que rasga su papel, al muchachito,
a la que llora por el que lloraba,
al rey del vino, al esclavo del agua,
al que ocultóse en su ira,
al que suda, al que pasa, al que sacude su persona en mi alma.
Y quiero, por lo tanto, acomodarle
al que me habla, su trenza; sus cabellos, al soldado;
su luz, al grande; su grandeza, al chico.
Quiero planchar directamente
un pañuelo al que no puede llorar
y, cuando estoy triste o me duele la dicha,
remendar a los niños y a los genios.
Quiero
ayudar al bueno a ser un poquillo de malo
y me urge estar sentado
a la diestra del zurdo, y responder al mudo,
tratando de serle útil en
lo que puedo y también quiero muchísimo
lavarle al cojo el pie,
y ayudarle a dormir al tuerto próximo.
¡Ah,
querer, éste, el mío, éste, el mundial,
interhumano y parroquial, provecto!
Me viene a pelo,
desde el cimiento, desde la ingle pública,
y, viniendo de lejos, da ganas de besarle
la bufanda al cantor,
y al que sufre, besarle en su sartén,
al sordo, en su rumor craneano, impávido
al que me da lo que olvidé en mi seno,
en su Dante, en su Chaplin, en sus hombros.
Quiero,
para terminar,
cuando estoy al borde célebre de la violencia
o lleno de pecho el corazón, querría
ayudar a reír al que sonríe,
ponerle un pajarillo al malvado en plena nuca,
cuidar a los enfermos enfadándolos,
comprarle al vendedor,
ayudarle a matar al matador -cosa terrible-
y quisiera yo ser bueno conmigo
en todo.
CESAR
VALLEJO
(Perú-1892)
Madrid, 30-12-02
PROVERBIOS
Y CANTARES
XXVIII
Caminante,
son tus huellas
el camino, y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante, no hay camino,
sino estelas en la mar.
ANTONIO MACHADO
(España-1875)
Madrid, 31-12-02
Mi vida no es
esta hora abrupta
en la que me ves precipitado.
Soy como un árbol ante mí decorado,
no soy más que una de mis bocas,
la primera que habrá de callarse.
Soy el
intervalo entre dos notas
que sólo con dificultad armonizan,
porque la de la muerte subir más alto quisiera...
Pero, ambas, vibrando en la pausa oscura,
se han reconciliado.
Y el canto es hermoso.
RAINER M. RILKE
(Checoslovaquia-1875)