Madrid, 1-9-01
Y, quizás, la
mejor victoria
sobre el tiempo y la gravitación...
es pasar sin dejar huella,
pasar sin dejar sombra
sobre los
muros...
Quizás... ¿renunciando
vencer? ¿Dejar de reflejarse en los espejos?
Así: como Lermontov por el Cáucaso
pasar a hurtadillas sin asustar a las rocas.
Quizás... ¿sería
mejor diversión
con el dedo de Sebastián Bach
no tocar el eco del órgano?
Desintegrarse, sin dejar cenizas
para una
urna...
Quizás... ¿con engaño
vencer? ¿Escapar de las latitudes?
Así: por el tiempo como un océano
pasar a hurtadillas sin asustar a las aguas...
14 de mayo de 1923
MARINA
TSVIETÁIEVA
(Rusia-1892)
De "Poemas escogidos"
El
raso de las páginas que se pasan en los libros moldea una mujer tan
hermosa
Que
mientras no se lee se contempla a esa mujer con tristeza
Sin atreverse a hablarle sin atreverse a decirle que es tan hermosa
Que lo que se va a saber no tiene precio
Esa mujer pasa imperceptiblemente en un ruido de flores
A veces se da la vuelta en las estaciones impresas
Y pide la hora o bien aun hace como si mirase unas joyas de frente
Como las criaturas reales no hacen
Y el mundo se muere una ruptura se produce en los anillos de aire
Un rasguño en el lugar del corazón
Los diarios de la mañana traen cantantes, mujeres cuya voz tiene el color de la
arena
sobre unas orillas tiernas y peligrosas
Y a veces los de la tarde dejan paso a chicas muy jóvenes que llevan
fieras
encadenadas
Pero lo más hermoso es en el intervalo de ciertas letras
Donde unas manos más blancas que el cuerno de las estrellas a mediodía
Demuelen un nido de golondrinas blancas
Para que llueva siempre
Tan bajo tan bajo que las alas ya no se puedan mezclar
Manos por las cuales se asciende a brazos tan ligeros que el vapor de las
praderas
en sus bonitos entrelazados encima de los estanques es su
imperfecto espejo
Brazos
que no se articulan a otra cosa que al peligro excepcional de un cuerpo hecho
para el amor
Cuyo vientre llama a los suspiros desanudados de setos llenos de velas
Y lo único que tiene de terrestre es la inmensa verdad helada de los trineos de
miradas
sobre la extensión toda blanca
De lo que ya no volveré a ver
Por culpa de una venda maravillosa
Que es mía en la gallina ciega de mis heridas.
ANDRÉ
BRETON
(Francia-1896)
De "El revolver de pelo blanco"
Traducción: Claire Deloupy
Madrid, 3-9-01
Toda la
tierra, sí.
La tierra desnuda y agria
hemos de remover tú y yo, orugas ciegas
del resplandor de Dios.
¡Cuántos años sin fin ante nosotros!
Y la abriremos para muerte... Sobre ella
vivos desnudamente hemos de amarnos.
Bajo mi espalda, ¡qué multitud de guijos
se hincan a la carne que me siembras!
Uncidos sin
reposo, dos brutos que se esfuerzan
en roturar lo yermo para que siga al hombre
con un gemir de flores que romperán en frutas.
Toda hemos de ararla, toda,
y han de caber las tumbas
entre barbechos negros y predios resonantes.
Me duelen los
ijares, mi rostro está reseco.
¡Aquella mi cintura que tú cogiste en vuelo
rechina al ser doblada para poner simiente
en donde tú desgarras el polvo amigo y fin!
Mis senos aún levantan sus sedes a tu boca,
pero padecen ansia cuando rebosan zumo
y el hijo espera hallarlo después que yo he arado
contigo el mundo entero; el mundo inacabable.
¡Oh siglos
de labranza, hombre que empiezas
llevándome a tu lado para secar tu frente!
¡Oh maldita de Dios yo: tu oscura hembra
ha de parirte tumbas, los impuros manzanos!
CARMEN
CONDE
(España-1907)
De "Mujer sin edén (canto segundo)"
Madrid, 4-9-01
Hay un lugar
de mi mujer
donde las hormigas y yo
acordamos la más dulce devastación.
Ocurre cuando
ocurre y no sabemos
más que el relámpago que inventa
cuando avanza ruidosa de agua y cielo
su costumbre.
Ese lugar de
mi mujer no tiene puntos
cardinales, mapas grises
sino una sola fiesta
ciega tromba
donde caigo a recoger mis velas,
los silencios que pesan.
ESTEBAN PEICOVICH
(Argentina-1930)
De "La bañera azul"
Madrid, 5-9-01
CÓMO SE ABRÍA EL CUERPO DEL AMOR HERIDO
Cómo se abría
el cuerpo del amor herido
como si fuera un pájaro de fuego
que entre las manos ciegas se incendiara.
No supe el límite.
Las aguas
podían descender de tu cintura
hasta el terrible borde de la sed,
las aguas.
JOSÉ
ÁNGEL VALENTE
(España-1929)
De "Material memoria"
Madrid, 6-9-01
LA EDAD EL RELÁMPAGO LA MANO Y LA HOJA
la edad tiene
manos de flechas.
la edad es una planta
que habla como una hoja desnuda
y tiende trampas de luz blanca
el relámpago
crece en una mano desnuda.
el relámpago habla de la edad sin campana
y saluda al espacio desnudo
que viene de la luz muda.
la mano es
blanca como una pluma de planta
la mano es blanca como una hoja de flecha.
la mano lleva una campana que duerme
por el espacio mudo
y se posa en un relámpago dormido.
la hoja es
una mano muda
la hoja se olvida que duerme.
habla como una campana desnuda
y despierta al espacio blanco
que cae en una trampa muda.
las hojas intercambian espacios que duermen.
JEAN
ARP
(Francia-1887)
De "Días deshojados"
Madrid, 7-9-01
El cielo
espejea entre los árboles.
Los árboles se imaginan
que están a orillas de un lago color violeta.
Nosotros advertimos el engaño
y a grandes voces espantamos a los árboles
como si se tratara
de unos altos pájaros verdes
que hubieran escondido
en el plumaje
la otra pierna.
Cuando
volvemos a casa
empieza a holgar en mi cabeza
el sombrero de copa de la noche.
LUIS VIDALES
(Colombia-1904)
De "Suenan timbres"
Madrid, 8-9-01
Agua oscura,
subterránea,
Debajo de la roca y la arcilla,
Debajo de las raíces de los árboles,
Entró en la luz del día,
Surgió de un musgoso túmulo
En niebla que el sol podía aferrar.
La lluvia sutil
envuelta en una nube
Por rodantes vientos fue llevada
Lejos de la más fría fuente
Donde los elementos se unen
Densos en la piedra central.
El aire se soltó e hizo sonoro.
Después, con
disminuida fuerza,
Cayó la plena lluvia,
Se canalizó con sonido de cascada
Hasta debajo del suelo cerrado de la roca,
Bajo el nacimiento de un río,
Bajo la primigenia piedra.
THEODORE ROETHKE
(Estados Unidos-1908)
Madrid, 9-9-01
los árboles
talados
a flor de tierra
sufren en el silencio
de los crepúsculos,
sufren al mediodía
y en las auroras...
los árboles
truncados
en su vehemencia
son las venas abiertas
de la tierra...
ANTONIO ÁVILA
JIMÉNEZ
(Bolivia-1898)
Madrid, 10-9-01
Si he perdido
la vida, el tiempo, todo
lo que tiré, como un anillo, al agua;
si he perdido la voz en la maleza,
me queda la palabra.
Si he sufrido
la sed, el hambre, todo
lo que era mío y resultó ser nada,
si he segado las sombras en silencio,
me queda la palabra.
Si abrí los
labios para ver el rostro
puro y terrible de mi patria,
si abrí los labios hasta desgarrármelos,
me queda la palabra.
BLAS DE OTERO
(España-1916)
Madrid, 11-9-01
Si el mar es
infinito y tiene redes,
si su música sale de la ola,
si el alba es roja y el ocaso verde,
si la selva es lujuria y la luna caricia,
si la rosa se abre y perfuma la casa,
si la niña se ríe y perfuma la vida,
si el amor va y me besa y me deja temblando...
¿Qué importancia tiene todo eso,
mientras haya en mi barrio una mesa sin patas,
un niño sin zapatos o un contable tosiendo,
un banquete de cáscaras,
un concierto de perros,
una ópera de sarna?
Debemos inquietarnos por curar las simientes,
por vendar corazones y escribir el poema
que a todos nos contagie.
Y crear esa frase que abrace todo el mundo;
los poetas debiéramos arrancar las espadas,
inventar más colores y escribir padrenuestros.
Ir dejando las risas en la boca del túnel
y no decir lo íntimo, sino cantar al corro;
no cantar a la luna, no cantar a la novia,
no escribir unas décimas, no fabricar sonetos.
Debemos, pues sabemos, gritar al poderoso,
gritar eso que digo, que hay bastantes viviendo
debajo de las latas con lo puesto y aullando
y madres que a sus hijos no peinan a diario,
y padres que madrugan y no van al teatro.
Adornar al humilde poniéndole en el hombro nuestro verso;
cantar al que no canta y ayudarle es lo sano.
Asediar usureros y con rara paciencia convencerles sin asco.
Trillar en la labranza, bajar a alguna mina;
ser buzo una semana, visitar los asilos,
las cárceles, las ruinas; jugar con los párvulos,
danzar en las leproserías.
Poetas, no perdamos el tiempo, trabajemos,
que al corazón le llega poca sangre.
GLORIA
FUERTES
(España-1918)
Madrid, 12-9-01
Cuando abrí
mi corazón, había dentro
un dios llagado;
le vi caer por la mejilla izquierda
hasta romper la luz
y estremecer la tierra.
Cuando abrí
mi corazón,
estaba un olivar quemándose entre dos rayos.
Percutía el puño de los huecos
y blandía sus brazos el estrago.
Cuando abrí
mi corazón,
las fraguas ya no ardían,
pero el duro golpearse de los hierros
arrastraba
estruendos carcelarios y suspiros.
Cuando abrí
mi corazón,
el poema, vio descarnado el rostro de la guerra,
de sus labios cayeron los adioses,
hubo temblor de noches
y silencioso huir de las estrellas.
Cuando abrí
mi corazón, quedaban el duelo,
la carcoma, el polvo
y las últimas palabras sin encuentro;
con ojos en la sombra sumergidos
los insomnes recuerdos
girando en el vacío.
¡Cuando abrí
mi corazón,
las lágrimas del mundo habían crecido...!
ALCIRA CARDONA TORRICO
(Bolivia-1926)
Madrid, 13-9-01
En lo más
profundo de las tinieblas
tienes que defender tu vida.
En lo más profundo de las tinieblas
allí donde la savia rezuma
del tronco cortado
la sombra del terror
te roza la cadera
y tú pides a la mariposa y al musgo
que te salven por amor
del misericordioso corazón de Dios,
en lo más profundo de las tinieblas
tienes que defender tu vida.
En lo más
profundo del fuego
tienes que defender tu vida.
Allí donde se yerguen las visiones
sólo para caer chisporroteando,
allí donde se derrumban los caballos blancos
y los dolores te tienden trampas;
en lo más profundo del fuego
donde se ataja el susurrante vuelo
y donde muere el roano caído,
en lo más profundo del fuego
tienes que defender tu vida.
En lo más
profundo del abismo
tienes que defender tu vida.
Allí donde se ciñe la superficie del mar
como una mortaja de seda
en torno a los rayos mortecinos de la luz del día,
entre rejas y urnas
donde el frío saca estrujándolos
el oído de tu oreja
la vista de tu ojo,
en lo más profundo del abismo
tienes que defender tu vida.
En lo más
profundo del abismo,
en lo más profundo del fuego.
Eres parte de las tinieblas
y de la flor otoñal de los mares,
eres parte del fuego y del roano
caído de la primavera,
pero hasta en
la línea de la muerte
la exigencia es una
y una la elección:
tú mismo tinieblas, fuego y abismo
tienes que defender tu vida
en el abismo, el fuego y las tinieblas
junto al dolor rezumante
del tronco cortado
tienes que
defender tu vida.
Para Ellen
KARL
VENNBERG
(Suecia-1910)
De "Fiskefärd"
Madrid, 14-9-01
Es como yo:
lo siento con mi angustia y mi sangre.
Hermoso de tristeza, va al encuentro del mar,
para que el Sol y el Viento le oreen de agonía.
Paz en la frente quieta; el corazón, en ruinas;
quiere vivir aún para morir más tiempo.
Es como yo:
lo veo con mis ojos perdidos;
también busca el amparo de la noche marina;
también lleva la rota parábola de un vuelo
sobre su anciano corazón.
Va, como yo,
vestido de soledad nocturna.
Tendidas las dos manos hacia el rumor oceánico,
está pidiendo al tiempo del mar que lo libere
de ese golpe de olas sin tregua que sacude
su anciano corazón, lleno de
sombras.
Es como yo:
lo siento como si fuera mía
su estampa, modelada por el furor eterno
de su mar interior.
Hermoso de tristeza,
está tratando -en vano- de no quemar la arena
con el ácido amargo de sus lágrimas.
Es como yo:
lo siento como si fuera mío,
su anciano corazón, lleno de sombras...
HÉRIB CAMPOS CERVERA
(Paraguay-1908)
Madrid, 15-9-01
Como un vino de
guerra la tarde
se nos brinda
y en lo alto canta la alondra.
¿Para qué más?
La alondra en lo alto
y aquí abajo dos copas
colmadas por un vino de guerra.
A qué inquirir sin causa
los números del cielo
si tu piel desafía
su imperio de amapolas
si en la azulada sombra
lecho de amor
tu labio solicita
el sello que devora.
Acerbo el aire pasa
sobre tu vientre sientes
su alado fuego y es mi mano
la que pulsa la dicha
y hace cantar el oro del verano.
OSCAR
CERRUTO
(Bolivia-1912)
De "Las inscripciones"
Madrid, 16-9-01
Como latas de
cerveza vacías y colillas
de cigarrillos apagados, han sido mis días.
Como figuras que pasan por una pantalla de televisión
y desaparecen, así ha pasado mi vida.
Como los automóviles que pasaban rápidos por las carreteras
con risas de muchachas y música de radios...
Y la belleza pasó rápida, como el modelo de los autos
y las canciones de los radios que pasaron de moda.
Y no ha quedado nada de aquellos días, nada
más que latas vacías y colillas apagadas,
risas en fotos marchitas, boletos rotos,
y el aserrín con que al amanecer barrieron los bares.
ERNESTO CARDENAL
(Nicaragua-1925)
Madrid 17-9-01
Paisaje de
latidos
el viento azota tu mirada ardiente
ahí está agazapada la espera
un lejano murmullo anuncia los estremecimientos
de un salto intentas aniquilar la vida
y encender un crepúsculo de miradas frías
¿a quién buscas por ese camino palpitante?
¿qué fuga detienen tus manos tenaces?
corazón que galopa
hasta atravesar tu transitable desnudez
y hace estallar la vida
la vida
ahora llega la muchedumbre de horas indecisas
tu corazón galopa lejos de mí
tu mano cae
desde el instante sin tiempo
fracasada tu muerte
indiferente a todo próximo sueño.
ALDO PELLEGRINI
(Argentina-1903)
Madrid, 18-9-01
Qué clima es
éste de arenas movedizas y fuera de su edad
Qué país de clamores y sombreros húmedos
En vigilancia de horizontes
Qué gran silencio por la tierra sin objeto
Preferida sólo de algunas palabras
Que ni siquiera cumplen su destino
No es cambiar la tristeza por una ventana o una flor razonable
Ni es un mar en vez de un recuerdo
Es una aspiración adentro de su noche
Es la vida con todas sus semillas
Explicándose sola y decorada como montaña que se despide
Es la lucha de las horas y las calles
Es el aliento de los árboles invadiendo las estrellas
Son los ríos
derrochados
Es el hecho de ser amado y sangrar entre las alas
De tener carne y ojos hacia toda armonía
Y bogar de fondo a fondo entre fantasmas reducidos
Y volar como muertos en torno al campanario
Andar por el tiempo huérfano de sus soles
De sueño a realidad y realidad a visión enredada de noche
Y siempre en nombre en diálogo secreto
En salto de barreras siempre en hombre
VICENTE HUIDOBRO
(Chile-1893)
Madrid, 26-9-01
Bien
sea en la orilla del río que baja de la cordillera
golpeando sus aguas contra troncos y metales dormidos,
en el primer puente que lo cruza y que atraviesa el tren
en un estruendo que se confunde con el de las aguas;
allí, bajo la plancha de cemento,
con sus telarañas y sus grietas
donde moran grandes insectos y duermen los murciélagos;
allí, junto a la fresca espuma que salta contra las piedras;
allí bien pudiera ser.
O tal vez en un cuarto de hotel,
en una ciudad a donde acuden los tratantes de ganado,
los comerciantes en mieles, los tostadores de café.
A la hora de mayor bullicio en las calles,
cuando se encienden las primeras luces
y se abren los burdeles
y de las cantinas sube la algarabía de los tocadiscos,
el chocar de los vasos y el golpe de las bolas de billar;
a esa hora convendría la cita
y tampoco habría esta vez incómodos testigos,
ni gentes de nuestro trato,
ni nada distinto de lo que antes te dije:
una pieza de hotel, con su aroma a jabón barato
y su cama manchada por la cópula urbana
de los ahítos hacendados.
O quizá en el hangar abandonado en la selva,
a donde arrimaban los hidroaviones para dejar el correo.
Hay allí un cierto sosiego, un gótico recogimiento
bajo la estructura de vigas metálicas
invadidas por el óxido
y teñidas por un polen color naranja.
Afuera, el lento desorden de la selva,
su espeso aliento recorrido
de pronto por la gritería de los monos
y las bandadas de aves grasientas y rijosas.
Adentro, un aire suave poblado de líquenes
listado por el tañido de las láminas.
También allí la soledad necesaria,
el indispensable desamparo, el acre albedrío.
Otros lugares habría y muy diversas circunstancias;
pero al cabo es en nosotros
donde sucede el encuentro
y de nada sirve prepararlo ni esperarlo.
La muerte bienvenida nos exime de toda vana sorpresa.
ALVARO MUTIS
(Colombia-1923)
Madrid, 27-9-01
En la filacteria blanca - el
señor de esa hora
era
un ente de invierno; por él
pasó lo que pasó-
se quedó clavada mi boca trepadora, una vez más,
cuando te buscaba, huella de humo
tú, en lo alto,
con forma de mujer,
tú de viaje hacia mis
ideas de fuego en la grava negra
más allá de las palabras hendidas, por
las que te vi caminar, a ti pernilarga, y a
la cabeza
de labios pesados
sobre el cuerpo viviente
gracias a mis
manos
mortalmente exactas.
Di a tus dedos,
los que te acompañan hasta
en las mismas quebradas, cómo
te conocía, a qué profundidad
llegué en el hondo, dónde
mi sueño más amargo
te cohabitó desde el corazón, en el lecho
de mi irremplazable nombre.
PAUL CELAN
(Rumanía-1920)
De "Cambio de aliento"
Madrid, 28-9-01
Yace,
plumas contra tierra y pico en la pared.
Padre y madre
La empujaron fuera del nido cuadriculado,
La ofrecieron el gato de la muerte.
Odié
tanto a los monstruos veloces
Que de ti hice mi recluta de ojo desnudo,
Joven paloma torcaz, miserable pájaro.
Dos veces al año cantamos el bosque compañero
El arado del sol, la teja cuidada.
Ya
no somos los sufrelotodos de las antípodas.
Nos unimos a nuestros semejantes
Para saldar la deuda
De un postigo que golpeaba
Generoso, generoso.
RENÉ CHAR
(Francia-1907)
De "El desnudo perdido"
Madrid, 29-9-01
Alisa y Cloris abren de par en par la
puerta
y torpes, con el dorso de la mano haragana,
restriéganse los húmedos ojos de lumbre incierta,
por donde huyen los últimos sueños de la mañana...
La inocencia del día se lava en la
fontana,
el arado en el surco vagaroso despierta,
y en torno de la casa rectoral, la sotana
del cura se pasea gravemente en la huerta...
Todo suspira y ríe. La placidez remota
de la montaña sueña celestiales rutinas.
El esquilón repite siempre su misma nota
de grillo de las cándidas églogas
matutinas.
Y hacia la aurora sesgan agudas golondrinas
como flechas perdidas de la noche en derrota.
JULIO HERRERA Y
REISSIG
(Uruguay-1875)
De "Los éxtasis de la montaña"
Madrid, 30-9-01
Estoy demasiado
cerca para que él sueñe conmigo.
No vuelo sobre él, de él no huyo
entre las raíces arbóreas. Estoy demasiado cerca.
No es mi voz el canto del pez en la red.
Ni de mi dedo rueda el anillo.
Estoy demasiado cerca. La gran casa arde
sin mí gritando socorro. Demasiado cerca
para que taña la campana en mi cabello.
Estoy demasiado cerca para que pueda entrar como un huésped
que abriera las paredes a su paso.
Ya jamás volveré a morir tan levemente,
tan fuera del cuerpo, tan inconsciente,
como antaño en su sueño. Estoy demasiado cerca,
demasiado cerca. Oigo el silbido
y veo la escama reluciente de esta palabra,
petrificada en abrazo. Él duerme,
en este momento, más al alcance de la cajera de un circo
ambulante con un solo león, vista una vez en la vida,
que de mí que estoy a su lado.
Ahora, para ella crece en él el valle
de hojas rojas cerrado por una montaña nevada
en el aire azul. Estoy demasiado cerca
para caer del cielo. Mi grito
sólo podría despertarle. Pobre,
limitada a mi propia figura,
mas he sido abedul, he sido lagarto,
y salía de tiempos y damascos
mudando los colores de mi piel. Y tenía
el don de desaparecer de sus ojos asombrados,
lo cual es la riqueza de las riquezas. Estoy demasiado cerca,
demasiado cerca para que él sueñe conmigo.
Saco mi brazo que está debajo de su cabeza dormida,
mi brazo dormido, lleno de agujas imaginarias.
En la punta de cada una de ellas, para su recuento,
se han sentado ángeles caídos.
WISLAWA
SZYMBORSKA
(Polonia-1923)
De "Sal"